Verdades desgarradoras

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"Un amigo es una persona con la que puedes pensar en voz alta”

La noche después de la sospechosa desaparición de Remus a casa de sus padres, Sirius se planteó algo que hizo que el corazón le explotará de la angustia.
Era ya muy tarde, pero él no había podido conciliar el sueño. Mientras miraba la cama vacía de Remus, la cual estaba hecha, se preguntó la razón del comportamiento de su amigo y el secreto que les estaba ocultando. Con un suspiro se volvió hacia la ventana, pues su cama estaba justo junto a esta, dándole la espalda a la cama se Remus pues le hacía acordarse de su amigo. Fue entonces cuando reparó en la luna. Se veía todo su blanca superficie, brillando delicadamente iluminando la noche. «Aunque hay una pequeña parte que no se puede ver» divagó medio dormido, «ayer debió ser luna llena» pensó a punto de cerrar los ojos.
Entonces, a Sirius se le vino un pensamiento a la cabeza tan disparatado y tan angustiante que hizo que se le parase el corazón: ¿y si Remus era un hombre lobo?
-No puede ser -susurró, aterrado mientras se tiraba de los mechones del pelo, nervioso. Intentó calmarse, pues no debía sacar conclusiones precipitadas. Intentaba buscar una solución lógica que desmintiera aquella teoría, cuando acudieron a su mente como terroríficos verdugos recuerdos de Remus: las heridas que lo marcaban, su perdida de apetito y sueño, el desánimo del niño en la época de la preluna llena. Pero lo que hizo que Sirius abriera del todo los ojos fue  la mirada salvaje de sus ojos ambarinos, una tarde en la sala común de Gryffindor. Sirius se quedó en blanco con el corazón latiéndole salvajemente en el pecho y los ojos llenos de angustia. «No puede ser verdad…él nos lo habría dicho» pensó. «Sabes que no es verdad» lo contradijo una voz «él siempre evade las preguntas relacionadas con su vida personal».
El niño notó como la cena de aquella noche se revolvía furiosamente en su estómago ascendiéndole hasta garganta. Aguantando las ganas de vomitar, corrió al baño con las piernas temblorosas y se desplomó sonoramente sobre el váter.
-¿Sirius…? Por Merlín, ¿estás bien? -le preguntó Peter mientras se acercaba al lugar donde el echaba toda la cena. Él giró la cabeza, pálida y sudorosa para negar y volverla a la posición inicial. El niño le dio unas palmaditas en la espalda, mirándolo con preocupación.
-Pete…Remus…Remus… -una nueva arcada lo impidió continuar.
-Sirius -lo llamó James que acababa de despertarse-, ¿qué ocurre con él? ¿Estas así porque estás preocupado por Rems? -lo interrogó James cogiéndole de los hombros.
-James…Remus…Remus es un licántropo -musitó con los ojos desorbitados mientras pasaba la mirada de James a Peter y de Peter a James. Él niño Potter lo miró con los ojos muy abiertos mientras de Peter se apoyaba en la pared de la impresión que le causó semejante revelación.
-¿C-como…cómo estás tan seguro? -tartamudeó Peter.
-Pete, por Merlín…Remus pierde el apetito antes de la luna llena, se va la tarde de la noche de la luna llena y…y tiene el cuerpo lleno de h-heridas -le explicó a media voz mirando al suelo-. Seguro que se las ha hecho cuando se transformaba -finalizó con la voz rota. Sobrevino un silenció sepulcral en la estancia, donde Peter y James asimilaban aquella noticia. El primero se había sentado en el suelo, pues la piernas le habían fallado y el niño Potter se apoyó contra la pared.
-Pero…no puede ser…¿por qué…? -murmuró James, pero ninguno de sus amigos pudo contestarle.
-B-bueno…en ese caso deberíamos bajar a la enfermería -sugirió Peter, pálido como un cadáver pero con una chispa de decisión en sus ojos marrones-. Remus no nos dejaría pasar la noche solos y-y…¿qué clase de amigos seríamos si no nos quedamos con el esta noche? -inquirió mientras se levantaba lentamente. James sonrió débilmente mientras ayudaba a Sirius a levantarse del suelo.
•.  •.   •
Cuando llegaron a la enfermería, se dieron cuenta de que tenían a Remus demasiado bien escondido. Merodearon un rato por toda la habitación hasta que dieron con una puerta al lado de la habitación de la señora Pomfrey.
-Esta cerrada con llave -murmuró James tras intentar abrirla.
-Vamos a tener que coger prestada la llave -sugirió Sirius mirando la habitación de la señora Pomfrey.
-Oh, no hará falta -dijo Peter sonriendo un poco. Sacó una horquilla del bolsillo y la introdujo por la cerradura-. Esto es lo bueno de que tu padre sea cerrajero.
Poco después la cerradura cedió con un suave «clic». Sus amigos lo miraron impresionados.
-Vamos entrad -los apremió con una nota de orgullo en la voz, feliz de haber podido ayudar.
Instantes después estaban los tres metidos en una habitación muy pequeña: tenía una cama, una mesita de noche, una silla y una pequeña cómoda. En la cama había alguien tumbado. Los tres amigos se acercaron a esta. En ella dormía un niño de cabello arenoso y anormalmente revuelto, rostro fino con expresión de angustia hasta cuándo dormía. Tenía los ojos cerrados, pero Sirius sabía que el color de sus ojos era de un peculiar color ambarino. Pero lo que hizo que a los tres niños se les encogiera el corazón de la angustia fue ver el delgado cuerpo de Remus totalmente vendado. Aunque no podían verlo completamente se percataron de los brutales zarpazos que tenía su amigo en el pecho, el cual Pomfrey no había tapado para que durmiera un poco más cómodo. Las heridas eran horrorosas: la carne estaba herida con sangre en los bordes de estas. Sirius se salió de debajo de la capa, sin importarle que lo castigarán de por vida limpiando retretes. Porque ahora lo único importante de verdad era Remus. Peter y James, como no podía ser de otra manera, salieron de debajo de ella y se sentaron al borde de la cama. Sirius se sentó junto a la cabeza de Remus. Los tres amigos observaron al amigo herido con el corazón en un puño. De repente, el niño gimió de dolor mientras se acurrucaba en el regazo de Sirius. Él se quedó tieso, sin saber muy bien que hacer. Había abrazado a Remus otras veces pero no delante de James o Peter. Dejó de lado su orgullo masculino y abrazó a Remus con torpeza. Notó como éste se arrebujaba en su hombro. Se percató de cómo el niño destensaba un poco el cuerpo y respiraba con más tranquilidad. Sirius lo abrazo un poco más fuerte como si tuviese miedo de que él fuera a irse. James sonrió un poco y se acomodó para quedarse allí el tiempo que hiciese falta. Peter bostezó sonoramente mientras apoyaba la cara entre las manos.

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