V I D A S P A S A D A S

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🍀 Día tres.

Norman Reedus salió en el videoclip de Judas (de Lady Gaga).
También medio quise basar este shot en algo de eso.

Año 30 d.C. Medio Oriente.

La noche siempre fue testigo de esos encuentros carnales, llenos de pasión y pecado.

David era un hombre de cabellera ondulada y mirada celeste que te hipnotizaba, por el día era casto y honrado, un pastorcito educado y fiel seguidor de las enseñanzas bíblicas. Por la noche, se vestía en su túnica granate con abotonadura dorada, un fajín del mismo color que ajustaba bien a su cintura, guantes blancos y capuchón negro.

Por el día era David, por la noche se hacía llamar por su sobrenombre: Rick.

Rick, aquel que vendía sus caricias por monedas. Aquel que prestaba su cuerpo y brindaba placer a escondidas.

Siempre trataba de ser cauto, ocultaba su rostro en el capuz negro que nunca olvidaba colocarse y se ocultaba en las sombras, en un lugar que nadie concurría –a excepción de sus queridos clientes-. Un lugar en el desierto, una cueva oscura y húmeda a las afueras del pueblo. Solo podías llegar ahí cabalgando una hora, hasta que se viera que la luna había caminado un poco.

Rick tenía sus motivos para hacer aquello, dos muy grandes y de nombres propios: Carlos y Judit. Sus hijos. Dos pequeños con sus necesidades propias.

Carlos había tenido problemas al nacer; la madre murió en el parto y el recién nacido había quedado paralitico.

Judith llegó después, no conoce a la madre o al padre de la pequeña, la verdad es que se fueron lejos cuando la abandonaron en puerta de hogar ajeno: la puerta de David (Rick).

En su trabajo como pastor no le iba exactamente bien, no después de haber perdido la mitad del rebaño una noche tormentosa, donde los estruendos de los rayos cayendo las había perturbado para descarrilarse del camino. Las ovejas pérdidas tuvo que pagarlas, aún lo hace y no alcanzan las monedas para todo.

Hasta que consiguió una alternativa, aquella que oculta y que la luna presencia con cauto silencio.

Aborrece tanto hacerlo, pero hay una excepción. No sabe nombre, edad o cualquier dato sobre aquel hombre que siempre lo encuentra en aquellas noches para amarse. Solo conoce su rostro y le parece suficiente para que su corazón lo recuerde.

El tiempo ha hecho otra de sus jugadas crueles, esta vez escogió a Rick, perdiéndolo en los brazos del enamoramiento, donde solo sueña con esos ojos azulados y esa cabellera de rubio obscuro.

Esta noche volvieron a tener su encuentro.

Rick se siente extraño y cautivado al mismo tiempo, cuando esa mirada ajena que siempre se mantenía indiferente le miraron con cierta devoción, como si aquellos ojos quisieran decirle algo, habían muchos sentimientos expresados en esas iris.

Por lo general este hombre de desconocida identidad, siempre se acurrucaba a su lado después de "amarse durante la noche", hoy en cambio se había levantado para vestirse con su túnica larga blanca y sus sandalias.

— ¿Te encuentras bien? — pronuncia en calma y susurro. El otro no le responde y sigue en su trabajo de seguir vistiéndose. Toma un saco de cuero que había dejado arrumbado y le avienta cinco monedas que cayeron al costado de Rick (que permanecía acostado en tierra).

—No tienes de que preocuparte —por fin le responden.

Aquel desconocido de cabello desordenado está por irse, pero antes, se agacha hasta llegar a la mejilla de Rick, la cual besa con quietud.

Por fin se va, dejando cierto sentimiento en Rick, como decepción. No hace más que seguir acostado en aquella cueva, le parece incomodo a pesar de haber colocado telas debajo de él, pero le importa poco y sigue mirando hacia la nada.

— ¡Levántate en nombre del Cesar! —escucha una voz masculina gritar de repente.

Cuando giró su cabeza en dirección al origen de aquella voz, no puedo evitar sentirse exaltado cuando miró a tres soldados romanos parados firmemente a la entrada de la pequeña cueva.

—Cometen una equivocación, aquí no está ocurriendo ningún agravio —se defiende, aun así hace caso y se levanta, cubriéndose con una de esas mantas que había colocado en el suelo arenoso.

Uno de los soldados se apresuró hacia él y lo tomó por el brazo, aplicando la fuerza suficiente para obligarlo a caminar fuera de ahí. Cuando lo hizo, en sus ojos de cielo comenzó a llover al mirar a ese hombre del que estaba enamorado, ahí parado viendo como ocurría todo, al lado de otro soldado, sosteniendo un saco pequeño de lo que apostaba eran monedas.

—Serás condenado por adulterio —sentencia uno de esos soldados.

—No hay ninguna prueba en mi contra.

—Este hombre es testigo. Afirmó que has tratado de venderte a él en varias ocasiones.

Rick le mira con cierto desamparo y niega con la cabeza en dirección a aquel hombre que había compartido tantas noches con él.

—Ya se los he entregado. Dejo en claro mi inocencia al hacer de su conocimiento el paradero de este pecador —por fin habla aquel. Rick siente que algo en su pecho está a punto de morir.

— ¡Cuida a mis hijos! —Le grita en desesperación, mientras es arrastrado por los soldados —Cuídalos. Me lo debes.

El otro simplemente montó a caballo y se marchó sin dar una respuesta.

—Te lo pagaré en otra vida —susurra para sus propios oídos— en esta no puedo.

Y aquel hombre se pierde entre la oscuridad del desierto, tratando de no mirar atrás, tratando de no regresar al pueblo y así, evitar presenciar la muerte de condena que él mismo atrajo a David, a Rick.


En otra vida será.

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En pleno apocalipsis Zombie, una guarida en forma de prisión no sonaba tan mal. Estaban carentes de muchas cosas, pero al menos estaban seguros la mayor parte del tiempo, podían dormir tranquilos con más frecuencia y la comida no faltaba.

A las alturas del fin del mundo, todo eso era más que valioso.

—Oh, aquí estás —Daryl voltea para encontrarse hacia el dueño de esa voz.

—Rick, ¿todo bien?

—Sí, todo lo que se puede —sonríe, es una sonrisa natural que nace ante la imagen de ver a ese hombre tan rudo que es Daryl cargando a Judith con tanta eficiencia— Supuse bien que Judth estaría contigo.

—La pequeña destructora tenía hambre. Le di el biberón y luego le dio sueño.

—Gracias por cuidarla, y a Carl...y recurrentemente a mí —Daryl solo se ríe, fue una risa pequeña que fue más para él mismo que para su interlocutor— ¿Qué? —dice con diversión.

—Nada, es solo que... —se alza de hombros— no sé, a veces siento que se los debo. Que estoy pagando una deuda de años.

Norman God Reedus siendo Judas en el videoclip de Lady Gaga <3. 


Traté que esto fuera medianamente decente. 

P.D: Yo escribiendo estas cosas cuando está tan cerca la semana santa. En fin, al infierno ya me iba a ir desde hace mucho xd.

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