ㅤㅤㅤO3. PLATAFORMA 9¾

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

ㅤㅤㅤGwendolyn rara vez dialogaba con su abuelo. Pero en todo el mes Patrick le había dirigido la palabra solo en dos ocasiones; una fue para reclamar la llegada de Montserrat, la gata, y la otra fue una insistencia para que comiera el detestable puré de papas.

Hoy era primero de septiembre y tenían que ir a Londres en traslador, otra vez. Gwen tardó poco en darse cuenta que los viajes en trasladores iban a ser algo bastante presente en su vida. Ya para esa vez, la tercera vez que viaja con traslador, la sensación en su estómago no era tan molesta, seguro que en un par de viajes más ya no sentiría nada. Su gata no parecía tener problemas con el viaje, en las dos ocasiones soltó un maullido al llegar al destino.

Gwen jadeó después de casi correr unas calles por seguir el paso de su abuelo cargando su bolso mientras el hombre llevaba su baúl. Montserrat trotaba elegante como una gacela al lado de su dueña. El vendedor le había dicho que no era una gata muy obediente pero era todo lo contrario. Montserrat no había dado ni un solo problema, para suerte de Gwen porque temía que Patrick le hiciera algo a su gata. De hecho parecía domesticada, no se alejaba de Gwendolyn nunca y era bastante intuitiva.

—Aquí —murmuró su abuelo entrando a la estación y poniendo el baúl en uno de los carros para llevar equipaje.

Gwen dejó su bolso sobre el baúl. Montserrat se sentó pacientemente a su lado mientras la niña buscaba en sus bolsillos el boleto que Hagrid le había dado.

—Muy bien. Suerte y espero no verte en Navidad.

Cuando Gwendolyn levantó la mirada solo vio la espalda del hombre. ¿Esa contaba con la tercera vez que le hablaba directamente en un mes o la primera de un nuevo mes? Sacó el boleto y lo leyó.

Plataforma 9¾

Estaba segura que tal plataforma no existía.

Pensó que preguntarle a Patrick, pero cuando lo quiso buscar ya estaba muy lejos. No habían caminado muchas calles pero definitivamente no sabría volver y no quería perderse.

Miró a Montserrat como sí existiera la posibilidad que ella supiera algo. La gata maulló y lamió su pata derecha. Gwen suspiro y comenzó a caminar hacia la plataforma nueve, tal vez encontraba por ahí la dichosa plataforma. Se sintió pequeña en King’s Cross, al lado de los adultos caminando sin dudar por la gran estación.

Se encogió mientras empujaba el carro y miró a su gata. Montserrat caminaba confiada y de alguna manera le recordó a Harry, de hecho ambos se parecían bastante. Ambos de cabello negro y ojos verdes, aunque los de Harry eran un poco más oscuros que los del felino.

—Todos los años es lo mismo. Todo está lleno de muggles.

¿Muggles?

Se giró y vio a un señora regordeta y pelirroja dirigir un numeroso grupo de niños que también tenían el cabello de llameante color rojo. Gwen se apuró en seguirles el paso, se le iba a ser tarde y esa familia parecía ser su mejor opción. La mujer se detuvo con la niña, que parecía la más pequeña y la única que iba sin carro, entre la plataforma nueve y diez. Los otros cuatro, todos chicos, también se detuvieron.

—Percy, tu primero.

El que parecía ser el mayor de los chicos se puso en posición, o eso creyó ella. Empujó el carro hacia la pared que dividía las plataformas y caminó hacia allí sin titubeos. Gwendolyn pensó que se estallaría contra la pared pero la realidad fue que la atravesó como si fuera nada.

Gwen parpadeó de sorpresa, sin creerle a sus ojos. No podía se así de fácil, seguro necesitabas tener algo, alguna palabra clave o un hechizo para poder pasar.

—Fred, ahora tú —indicó la mujer.

La niña se dio cuenta que hablaba con uno de los dos gemelos pelirrojos.

—Él no es Fred, ¿qué no lo ves? —habló indignado uno de los gemelos, supuso que el que sí se llamaba Fred.

—En serio, mujer, ¿y dices que eres nuestra madre? —ese había sido el otro gemelo.

—Oh, lo siento, George.

Gwen ya se había confundido con quién era Fred y cuál era George, pero uno de ellos asintió y se preparó para cruzar la pared.

—Fue una broma, yo soy Fred —y salió disparado a la pared.

Salmander sonrió divertida e ignoró a el maullido de Montserrat mientras veía al otro gemelo ir a la pared.

—¿Necesitas ayuda? —le preguntó alguien a su lado y ella saltó del susto. —Lo siento, no quería asustarte.

La castaña miró al chico. Era uno de los pelirrojos, parecía ser el menor de todo los chicos, tal vez tenía su edad. Su rasgos eran suaves y redondos. Tenía pecas cafés salpicadas por la nariz y mejillas que le daban un aspecto adorable, resaltando sobre su pálida piel. Sus ojos eran tan azules y brillantes como dos preciosos zafiros.

—¿Necesitas ayuda para llegar a la plataforma nueve y tres cuartos? —volvió a preguntar con paciencia.

Gwen se sonrojó al caer en cuenta que tal vez se había perdido mirándolo pero asintió rápidamente. Había visto tres veces el proceso y ni así le quedaba claro cómo tenía que hacer.

—¡Ronald! —regañó la mujer con las manos en la cadera.

—No sabe cómo llegar a la plataforma, mamá —se justificó.

La señora pelirroja suavizó su expresión y miró a Gwen con amabilidad.

—¿Necesitas ayuda, querida? —Gwendolyn asintió. —Solo debes caminar directamente al muro entre las plataformas nueve y diez —señaló el lugar, el mismo por el que todos habían pasado anteriormente. —Puedes correr un poco sí estás nerviosa. También es el primer año de Ron —señaló al chico. —Ronald, ve primero para que vea cómo se hace.

Ronald asintió y se acomodó para ir hacia la pared. Parecía un poco nervioso pero al final empujó su carro y entró a la plataforma de la misma manera que el resto de sus hermanos.

—¿Lo ves? Es fácil —le dijo risueña la mujer.

—Suerte —le deseó la más pequeña.

Gwen asintió, más para sí misma que para alguna de las pelirrojas. Le dio unas palmaditas a su baúl. Montserrat la comprendió de inmediato y saltó al carro, sobre su equipaje. Se sentó y miró fijamente el muro como si no fuera un oponente digno. A la niña le hubiera gustado poder ver la supuesta entrada de la plataforma de la misma manera que su gata.

Hizo una gran exhalación antes de comenzar a correr y a medio camino cerró los ojos, si iba a chocar no lo quería ver. Súbitamente se detuvo y escuchó unas risas, pero se negó a abrir los ojos.

—Estás en la plataforma.

Abrió un ojo y se encontró con la sonrisa divertido de Ronald. Miró alrededor y estaba en la plataforma. Montserrat maulló y la señora pelirroja y su hija entraron por la pared que tenía a su espalda.

—Fácil —le volvió a decir la mujer.

—Ven —habló Ron y vio que hacía un gesto hacía donde sus dos hermanos se dirigían. —Puedes dejar tu baúl aquí —anunció y comenzó a guiarla, aunque en realidad solo seguía a los gemelos.

Gwen lo siguió empujando su carro. Se giró a mirar un escandaloso grupo de jóvenes que estaban en una ronda, mirando algo en el centro supuso. Volvió su mirada al frente y vio a los gemelos guardar sus baúles en el vagón trasero del tren, donde iba todo el equipaje. Se detuvo y su gata bajó del carro sin pedírselo. Apartó su bolso personal para guardar el gran baúl.

—Eso debe estar muy pesado. Deja que te ayudo —la detuvo el de pecas. —¡Fred, George, guarden este baúl!

Gwendolyn no pudo evitar reír. Cualquiera pensaría que como Ronald se ofreció sería quien guardé el baúl pero no fue así.

—Sería más caballeroso que lo hicieras tu mismo, Ronnie —se burló uno de los gemelos, sin embargo ya estaba agarrando el baúl con ayuda de su hermano.

—Cállate —fue su única respuesta y bajó con dificultad su baúl del carro. Gwen se acercó para ayudarlo. —No, no. Yo puedo.

La castaña bufó en voz baja mientras veía al pelirrojo arrastrar orgullosamente el baúl al vagón. La niña dejó el carro a un lado y balanceó su bolso personal juguetona.

—Que gato tan raro —comentó uno de los gemelos y se agachó a acariciar a la gata. —Monsehrat —leyó la placa que colgaba del cuello del animal. Su hermano le dio un golpe en la cabeza. —¡Oye!

—Tonto, es Mounsherah. Es francés y los franceses no pronuncian la T final.

Gwen sacó la libreta de su bolsillo, la había cambiado por una más pequeña y compacta para tener siempre encima, pero había pasado las decoraciones florales de la otra a la nueva, y se dispuso a corregirlo.

—En realidad es Montserrat —corrigió Ronald, su nariz ligeramente roja por el esfuerzo. —Porque es español —miró a la niña. —¿No es así? —su seguridad había decaído un poco al preguntar.

Gwendolyn sonrió ampliamente y asintió varias veces.

—Eres muy callada —le dijo el pelirrojo que acariciaba a Montserrat. Era bastante claro que él era el más hablador de los gemelos. Se puso derecho. —Sería genial tener a alguien así en casa.

—¡Muchachos! —los llamó su madre.

—¡Ya vamos! —respondieron los gemelos al mismo tiempo.

—Hasta luego, niña callada.

—O niña del gato raro —sugirió el otro.

—Hasta luego, niña callada y del gato raro —se corrigió y se fue con su gemelo.

Gwen solo tuvo ganas de corregir el hecho que Montserrat era hembra y no macho. Miró al pelirrojo restante.

—Nos vemos luego —se despidió con una gran sonrisa.

Ella también le sonrió de la misma manera y lo vio correr para alcanzar al resto de pelirrojos.

Salmander tomó entre sus brazos a Montserrat y subió al tren sin pensarlo mucho, tratando de ser un poco valiente. En los vagones del final del tren, donde había subido, no había tanta gente y le fue fácil encontrar una cabina vacía. Dejó a la gata en el asiento y guardó en el porta equipaje su bolso.

Para cuando el tren comenzó a moverse, Montserrat ya estaba completamente dormida a su lado, hecha una bola de pocos pelos. Después de un rato, Gwen pensó que viajaría sola pero la puerta del compartimento se abrió y una niña se asomó.

—Hola, ¿te importa que me quedé contigo? Los otros compartimientos están llenos.

Gwendolyn negó y señaló el asiento del frente. La niña entró y se puso de puntitas para guardar su bolso. La morena aprovechó para analizarla. La niña tenía el cabello castaño claro y esponjado, le recordó al aspecto de las melenas de los leones. Ojos marrones y caucásica. Se sentó en frente.

—Por cierto, soy Hermione Granger, ¿y tú?

Salmander sacó su libreta.

“Gwendolyn Salmander, pero puedes decirme Gwen.”

—Un placer, Gwen —le sonrió Hermione. —¿Sabías que vendrías a Hogwarts? Yo me entere cuando llegó mi carta. Nos tomó por sorpresa porque mis padres son muggles.

“Obviamente no era algo seguro pero mi madre era bruja y mi padre mago.”

—Pero era muy probable que sí, ¿no? —ladeó ligeramente la cabeza y la castaña asintió. —¿Tu familia es pura sangre?

“No estoy segura. Sé que de parte de mi papá sí lo son pero de parte de mi mamá no lo sé.”

Hermione asintió.

—¿Tienes idea sobre el mundo muggle?

“Sé lo que he visto en televisión y mi papá usaba y estaba familiarizado con cosas muggles.”

—Eso es genial. Me daba un poco de miedo que nadie entendiera sobre el mundo muggle —jugueteó con un mechón de su cabello, parecía repentinamente nerviosa. —¿Puedo preguntarte algo? No tienes que responderla si te incómoda —hizo un pequeña mueca de pánico. Gwen sonrió y asintió para que preguntara. —¿Eres muda o algo así?

Gwendolyn balanceó entre sus dedos el bolígrafo mientras pensaba en la respuesta.

“Algo así.”

—¿Solo te comunicas por escrito?

La niña negó y dejó su libreta y bolígrafo junto a Montserrat.

“No, también lo hago por lenguaje de señas.”

—¡Ah, entiendo! —Hermione asintió, satisfecha consigo misma. —El hermano de mi mamá, mi tío Harold, es sordo mudo. Mi mamá sabe lenguaje de señas y me enseñó bastante. Si te sientes más cómoda puedes usar lenguaje de señas. Prometo hacer mi mejor esfuerzo.

Gwendolyn sonrió de ojera a oreja y asintió con entusiasmo.

Hermione llevó en gran parte la conversión. Le contó que sus padres eran dentistas, y Gwen descubrió que eran personas especializadas en arreglar los dientes, y que había estudiado toda la historia de Hogwarts. Como había prometido, Granger hizo su mejor esfuerzo en entender las respuestas de Salmander, había entendido casi todas.

Gwendolyn solo le había contado algunas cosas superficiales, dado que tampoco tenía mucho que contar porque nunca salía. Además de eso, Alan siempre le había dicho que fuera precavida con su información personal y que no compartiera nada a menos que de verdad confiara en esa persona. Hermione parecía agradable, pero a penas la conocía.

En algún punto, Montserrat despertó y Hermione pareció adorarla al instante. Le comentó que ella también había querido un gato pero sus padres pensaron que era mejor esperar un poco ya que una mascota era una gran responsabilidad. En la opinión de Gwen, por lo poco que conocía a Hermione era una persona altamente responsable.

—Deberíamos ir a cambiarnos —le dijo la castaña clara después de ver la hora en su reloj de muñeca y Gwen asintió.

“Ve tú primero, yo espero aquí con mi gata.”

—Está bien. Cuando vuelva tú puedes ir y yo cuido a Montserrat —al igual que Ron, Hermione no había tenido problemas en descifrar a la primera el nombre de su gata.

Montserrat volvió a su lado luego de que Hermione se fuera al baño a cambiarse. Se sentó derecha y serena como de costumbre. Gwen sonrió y le acarició las orejas. La puerta del compartimiento se abrió y Granger apareció con el uniforme de Hogwarts. Detrás de ella se acercó un chico, también con el uniforme ya puesto.

—Disculpen, ¿puedo sentarme?

Gwen asintió al igual que Hermione, aunque estaban confundidas porque ya habían pasado horas desde que habían partido. El niño se sentó junto a la castaña clara y parecía agotado.

—¿Cómo te llamas? ¿Estás bien? —Hermione lo bombardeó con preguntas.

—Mi nombre es Neville Longbottom —farfulló.

—Un placer, Neville. Soy Hermione Granger y ella es Gwendolyn Salmander —señaló a la morena y ella le sonrió y le sacudió la mano. —¿Estás bien? —volvió a preguntarle.

Las mejillas rellenas de Neville se volvieron un poco rojas y bajó la mirada, avergonzado.

—No mucho. Perdí a mi sapo Trevor. Llevo buscándolo desde que subí al tren.

—Oh, lo siento —murmuró Hermione y miró a Gwen.

“Podríamos ayudarlo a buscarlo.”

—Buena idea, Gwen —la niña asintió y Neville las miró a las dos con confusión. —Te ayudaremos a buscarlo. ¿Puedes quedarte aquí y cuidar de Montserrat? —señaló a la gata, quien maulló a la mención de su nombre.

—Oh, está bien —asintió torpemente mientras sus mejillas se hacían más rojas.

—Bien —Hermione se puso de pie con entusiasmo y Gwendolyn la imitó. —Yo empezaré adelante y tú atrás, nos encontraremos en el medio. ¿Está bien?

Gwen confirmó con varios cabezazos y le dio una última caricia a su gata antes de salir y dividir caminos con Hermione.

Como bien supuso hace un mes, ninguno de sus compañeros entendía lenguaje de señas. Todos estaban ocupados mirándola con rareza como para intentar leer sus labios así que siempre terminaba escribiendo en su libreta. Tuvo que aguantar las ganas de poner los ojos en blanco cada que alguien le preguntaba “¿qué?” después de preguntar por señas sobre el sapo de Neville. Hasta ahora, solo tres compartimentos habían logrado leer sus labios.

Suspiró, sola en el pasillo del tren, antes de abrir el próxima compartimiento. Alzó una ceja al encontrarse un pequeño desastre de dulces.

—¡Gwen!

Levantó la mirada con un poco de sorpresa al escuchar su nombre y sonrió al ver a Harry. Él se puso de pie y por un momento pareció querer abrazarla, pero se contuvo.

—¿Lo ves? Te dije que nos volveríamos a ver —dijo con arrogancia y Gwendolyn negó riendo. —¿Cómo has estado? ¿Y tu gata? ¿Le pusiste nombre?

Gwen volvió a reír mientras sacaba su libreta.

“Estoy bien, gracias por preguntar. ¿Y tú? Le puse a mi gata Montserrat. ¿Qué nombre le pusiste a tú lechuza?”

—Genial. Me gusta ese nombre. Yo estoy bien y le puse Hedwig a mi lechuza. Lo leí en Una historia de la magia y papá me dijo que le gustaba. ¿Leíste los libros que compramos?

La niña asintió rápidamente.

“¿Qué le pasó a tus lentes?"

Antes que le respondiera, escuchó algo similar a un castañeo de dientes y se vio que había alguien más en el compartimento. Sonrió al ver una conocida cabellera llameante como el fuego.

—Oh, Gwen, este es Ron —los presentó Harry.

—Ya nos conocíamos. La ayude a entrar a la plataforma —dijo Ron. —¿Así que te llamas Gwen?

—En realidad es Gwendolyn —lo corrigió el pelinegro y Salmander asintió.

Ron sonrió.

—Gwendolyn. Lindo nombre. Es un gusto conocerte.

La mencionada tomó la mano que le extendía, notando fácilmente que era suave y cálida, y se sonrojó por el halago a su nombre. Vio que Ronald tenía una rata en el regazo y su varita en la otra mano.

“El gusto es mío” inconscientemente usó lenguaje de señas, pero antes que pudiera corregirse Hermione entró a la cabina.

—Gwen, no lo encontré, ¿y tú? —preguntó Hermione y la morena negó. —¿Ustedes han visto un sapo? Lo perdió un niño llamado Neville.

Tanto Harry como Ron negaron con la cabeza.

—No, lo siento —dijo Potter y miró a la castaña. —¿Eso estabas buscando? —le preguntó y ella asintió.

—Oh, ¿estabas haciendo mágica? Continúa —insistió Hermione y empujó suavemente a Gwendolyn para que se sentará.

Gwen quedó enfrente de Ron y Hermione frente a Harry. El pelirrojo aclaró la garganta antes de comenzar. Su varita desgastada apuntando a la rata.

—Rayo de sol dorado, color de la mantequilla, convertid esta rata en amarilla.

La cabeza de la rata se iluminó, pero lo único que logró fue que la caja de grageas Bertie Botts se le saliera de la cabeza. Tanto Ron como Harry se encogieron de hombros.

—¿Seguro que es un hechizo de verdad?

Ronald la miró con una pizca de irritación.

“Creo que los hechizos son solo en latín.”

—Eso es cierto —confirmó la de cabello esponjado, sin molestarse en traducirle a los dos chicos. —Claro que yo he probado hechizos simples, pero han funcionado bien —sacó su varita de la túnica. —Por ejemplo… —apuntó a Harry, quien se vio un poco nervioso. —¡Oculus reparo!

Las gafas de Potter se arreglaron y Gwen aplaudió de emoción.

“¡Bien hecho!”

La niña sonrió con orgullo y vio a Harry sacarse las gafas para mirarlas con sorpresa.

—¡Caracoles hervidos! ¡Eres Harry Potter! —Hermione rápidamente se recompuso de su impresión. —Soy Hermione Granger. ¿Y tú eres…? —miró al pelirrojo.

—Ron Weasley —le respondió el chico con la boca llena de chocolate.

“Ahora entiendo porque nunca llegó el carro de dulces a nuestro vagón” y hizo un gesto a todos los dulces que los chicos tenían.

—Dile eso a Harry —se justificó el pelirrojo. —Parece que fue él el que robó esa cámara de alta seguridad en Gringotts.

Gwen frunció el ceño y miró al azabache en busca de una respuesta.

—Después de que fuimos a Gringotts alguien intentó robar una cámara de alta seguridad, salió en El Profeta —le explicó.

—Creí que era imposible robar Gringotts…

—Lo es —Ron le respondió a Hermione. —No se llevaron nada.

Salmander estaba jugando con su bolígrafo, pensando, hasta que supo que escribir.

“¿Crees que tenga que ver con el 'ya-sabes-que' de Hagrid?” le mostró a Harry, pero procuró que no fuera explícito porque el gigante les había hecho prometer que no le dirían a nadie.

—No lo sé. No lo creo —le respondió sin mucho interés.

Gwen hizo un mohín, dudaba que todo fuera coincidencia.

—Deberían cambiarse ya —les dijo Hermione, poniéndose de pie. —Pronto llegaremos a la estación. Vamos, Gwen.

La mencionada asintió, se puso de pie una vez la niña salió y se giró a la puerta.

—¡Espera, Gwen!

Gwendolyn se volvió a girar bajo el umbral para mirar a Harry y le sonrió levemente.

—Te compre esto —le extendió tres varitas de regaliz.

La castaña dio un pequeño salto de felicidad.

“¡Muchas gracias!” garabateó rápidamente antes de tomar las varitas de regaliz con una gran sonrisa.

—Creí que no hablabas en serio cuando dijiste que conociste a alguien que le gustaba el regaliz —comentó Ronald.

“A mi no me gusta el regaliz, yo AMO el regaliz” escribió después de guardar las varitas de regaliz en el bolsillo de su abrigo.

—Lo dice muy en serio. Su helado favorito es regaliz con chocolate —le dijo Harry al pelirrojo. —Hablando de eso… —rebuscó entre el caos de dulces hasta dar con algunas ranas de chocolate. —Toma. Ahora tienes regaliz con chocolate.

A Gwen le dolían las mejillas de tanto sonreír y estaba segura que sus hoyuelos eran más notorios que nunca. Tomó las cajas de chocolate, acercándose y poniéndose en la punta de sus pies le dio un beso en la mejilla a Harry.

Ahora no solo le dolían las mejillas, también las sentía calientes. Harry también se sonrojó y sus ojos verdes se abrieron de sorpresa. Ronald se rio de los dos y Gwen salió del compartimiento.

—¡Nos vemos luego, Gwendolyn!

Gwen asintió y se despidió de la mano de Ron, mientras Harry aún estaba paralizado, antes de correr hacia a Hermione, quien ya se había impacientado y se estaba yendo de regreso a su vagón. Las niñas se disculparon con Neville por no encontrar su sapo y Gwendolyn se fue a cambiar.

Al volver, Gwen comenzó a comer sus varitas de regaliz, luego de ofrecerle a sus dos acompañantes que obviamente la rechazaron y Neville les contó sobre la sorpresa y el orgullo que fue cuando su carta llegó. Él era de una familia pura pero nunca había mostrado signos de tener magia, sus familiares pensaron que era un squib, que son las personas que provienen de familias mágicas pero no tienen magia. Les dijo que quería estar en la casa de Hufflepuff, Hermione comentó que quería estar en Gryffindor, aunque estaría feliz también en Ravenclaw, y Gwen no tenía una respuesta clara.

Su padre era de Gryffindor y su madre de Slytherin, Gwen no sentía que encajara muy bien en ninguna de las dos. Aunque era lista, no sentía que fuera lo suficiente como para ser sorteada en Ravenclaw. Tal vez terminaría en Hufflepuff con Neville. Eso no le molestaría, el castaño era un chico agradable, algo tímido y torpe, pero agradable. Y le gustaba los colores de la casa de Hufflepuff.

Gwen casi saltó de alegría cuando el tren se detuvo. Ya estaba en Hogwarts.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro