ㅤㅤㅤO5. EL MAPA DEL MERODEADOR

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ㅤㅤㅤGwendolyn gruñó y se escondió bajo sus cálidas sábanas, tratando de evitar un insistentes toque en su hombro. Aunque anoche se había dormido al instante, entre medio de la noche se despertó con una pesadilla, más bien recuerdo, y le costó mucho volver a dormirse.

Necesitaba más horas de sueño.

—¡Gwendolyn! —se quejó Hermione, que llevaba tratando de que la niña se levantara desde hace más de cinco minutos. —Te perderás el desayuno.

La nombrada se sentó soñolienta en la cama, con sus ojos medio cerrados, le hizo señas a la castaña clara.

"Quiero dormir un poco más. Luego te alcanzo."

Antes de recibir respuesta, se dejó caer y se envolvió con las sábanas. Escuchó a Hermione bufar.

—Está bien —aceptó de mala gana. —Pero no llegues tarde a clases o nos quitaran puntos.

Gwen gruñó una respuesta y se volvió a dormir. Sin saber si Granger se había ido o qué hizo. La siguiente vez que despertó se sentía mucho más descansada y feliz. Montserrat maulló al verla despierta y la castaña bostezó y se estiró igual que su gata. Miró con pereza la hora en el pequeño reloj sobre la mesa de noche y sus ojos se abrieron como platos al ver la hora.

Iba tarde, muy tarde.

Montserrat se quejó cuando su dueña salió bruscamente de la cama. Gwen se vistió a toda velocidad y bajó las escaleras tratando de atarse la corbata, cuando estaba en el tren fue Hermione quien se la ató porque ella no sabía cómo. Corrió al baño y se cepillo los dientes al mismo tiempo que intentaba cepillar su cabello, no teniendo gran éxito. Salió de la Torre de Gryffindor maldiciendo en su mente por no haberse levantado cuando su amiga la había despertado.

Dio vueltas corriendo por los pasillos de Hogwarts tratando de encontrar la clase de Transformación de la profesora McGonagall. Ella se veía como alguien exigente y sin dudas no la perdonaría por llegar tarde. Por no ver por donde iba se chocó con alguien y le dio pánico pensar que podía ser el celador Filch, quien no era la persona más agradable del lugar.

—¿Gwendolyn?

Al levantar la mirada vio que a quien chocó fue a Harry, porque estaba en el suelo, y Ron estaba de pie, mirándola con algo se confusión. Ella sonrió a modo de disculpas y se levantó rápidamente para ayudar al pelinegro a ponerse de pie.

—¿Estás bien, Gwen? —le preguntó Harry y recogió sus antojos del suelo.

Gwen asintió y hizo una mueca de disculpa, señalado los lentes del niño. Se habían roto por la caída.

—No te preocupes —la tranquilizó y sacó su varita. —¡Oculus reparo! —sus lentes estuvieron como nuevos con el hechizo que había aprendido de Hermione.

—Te ves diferente. No te reconocí con tu cabello sin peinado —comentó Ron. —Pero me gusta como se te ve así.

Gwendolyn se sonrojó. Llevó las manos a su cabello, que a duras penas se podía considerar como cepillado. A diferencia de siempre que lo tenía recogido y con broches agarrando los mechones sueltos, ahora lo tenía suelto y libre.

Sacó su libreta del bolsillo de la túnica.

"Me quedé dormida y no sé dónde es la clase de Transformaciones" y dibujó una cara triste.

—Nosotros tampoco sabemos dónde es. Estamos perdidos hace bastante —le explicó el pelirrojo.

Ambos miraron a Harry, que parecía contenerse a decir algo hasta que decidió soltarlo.

—Les enseñare algo, pero tienen que prometerme que no se lo dirán a nadie, mucho menos a Hermione —Gwen frunció el ceño pero asintió. Ron también lo prometió y Harry sacó de su túnica un pergamino doblado y su varita. La punta de la varita apuntó el pergamino. —Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.

Cosas comenzaron a aparecer en el hoja y Gwen soltó un sonido de asombro.

—"Lunático, Colmillos, Colagusano, Canuto y Cornamenta presentan el Mapa del Merodeador." Harry, ¿de dónde sacaste esto? —le preguntó Weasley con entusiasmo y le sacó el mapa para verlo a detalle.

Gwendolyn sintió sus ojos lagrimear al volver a escuchar el apodo de su padre. No pudo evitar pensar en su padrino, Cornamenta, llamar a Alan por Colmillos todo el tiempo. Se preguntó en donde estaba Remus, Lunático. Sabía que cambiaba de locación constantemente dado a su condición como hombre lobo, rara vez lo vio cuando su padre aún vivía. Colagusano había muerto poco después de su nacimiento por intentar advertirle a los Potter sobre la traición de Canuto. Alan no le había hablado mucho sobre los dos últimos. Al único que conoció bien era a James.

—Gwen, ¿estás bien? —Potter le preguntó con preocupación.

Ella levantó la mirada con una falsa sonrisa y se limpió las lágrimas que habían caído por sus mejillas. Asintió a la pregunta.

—¿Segura? Estabas... llorando —murmuró Ron.

Gwen volvió a asentir y sacó su libreta.

"Sí. Solo estaba pensando en la pesadilla que tuve anoche."

—¿Fue muy mala? —le preguntó el pelinegro con delicadeza.

Ella se encogió de hombros.

—¿Para qué sirve, Harry? —preguntó Ronald, desviando la atención de la chica.

—Es un mapa de todo Hogwarts. Muestra a todas las personas que están en los terrenos y todos los pasadizos ocultos junto a sus contraseñas —explicó. —Dame —le pidió al pelirrojo y él se lo entregó. —¡Ajá! Aquí está la clase de la profesora McGonagall —Gwen y Ron casi golpearon cabezas al inclinarse para ver lo que Harry señalaba. —No está lejos. Andando.

Harry los guió por los pasillos como si se hubiera convertido en un experto de Hogwarts. Llegaron a la puerta de la clase muy rápido.

Travesura realizada —el azabache le dijo al mapa, nuevamente apuntándolo con su varita, y toda la información desapareció.

—Gwendolyn, tienes la corbata mal atada —señaló Weasley después de acomodar su túnica. —¿Puedo...?

Gwen asintió y rápidamente Ron le quitó la corbata del cuello y le hizo el nudo correcto. La niña miró su corbata cuando el pecoso se la terminó de atar y vio que se veía tan perfecta como la que Hermione le había hecho en el tren. Le sonrió en forma de agradecimiento al chico y movió sus labios en forma de gracias.

—¿Deberíamos simplemente entrar o... disimular un poco que llegamos tarde?

—Disimulemos, sí.

Gwendolyn sonrió divertida. Harry era una de las personas más conocidas del mundo mágico por su cicatriz en la frente y Ron tenía el cabello tan rojo y llameante como el fuego que era imposible de ocultar. Aún así les siguió la corriente y fue tras de Ron gateando como un bebé después de abrir muy lentamente la puerta del salón.

Todo iba bien en su llegada furtiva hasta que a Ron se le atoró la túnica en una de las patas de los bancos y dejó de avanzar. Gwen estaba tan concentrada en que su propia túnica no se arrastrará en el suelo que no se dio cuenta de esa situación y chocó bruscamente con él, haciendo que caiga al suelo y Salmander también cayó, terminando sobre la espalda del pelirrojo. Mientras tanto, Harry apoyó su mano muy cerca del pie de alguien y ese alguien lo pisó sin querer, haciendo que el chico diera un alarido de dolor.

Imposible que alguien no los haya notado a ese punto.

Gwen, aún sobre Ron, levantó la cabeza y resopló para que los mechones que obstruían su visita se apartaran. Ladeó la cabeza al ver un gato acercarse y dudó enormemente que la profesora McGonagall aceptara mascotas en su clase. Emitió un sonido de sorpresa al ver el gato, más bien gata, transformarse en la señora McGonagall, quien los miraba con enorme desaprobación.

La niña sonrió con inocencia y se bajó de la espalda de Weasley.

"Eso fue increíble, profesora M."

—Gracias por el cumplido, señorita Salmander —dijo, no de mejor humor y le extendió un mano para ayudarla a levantarse. —¿Está bien, señor Potter? —preguntó mientras también ayudaba a Ronald a ponerse de pie.

Gwen miró a Ron y movió sus labios en un lo siento junto a un mohín. El chico negó con la cabeza, sin darle importancia.

—Sí, profesora... —murmuró, aún acariciándose su mano entumecida de dolor pero sin nada grave.

Los tres se pararon frente a la profesora. Era evidente que no se veía nada feliz.

—Tal vez sería más útil si los transformará a los tres en un reloj de bolsillo, así tal vez llegarían a tiempo.

Gwendolyn pensó con diversión que los relojes de bolsillo no eran tan útiles dado a que tienes que sacarlos para ver la hora. El reloj de muñeca le parecía mejor.

—Regresar es un lío —se medio quejó Ron y Gwen asintió para expresar que estaba de acuerdo.

—Los convertiré en un mapa, eso los ayudaría a encontrar sus sillas —señaló un banco vacío. —Cada uno tiene un punto menos por llegar tarde.

Gwen aguantó las ganas de resoplar y se despidió con un movimiento de su mano de los chicos. Se fue hasta el banco donde estaba Hermione, quien le había guardado un lugar a su lado. Al sentarse, la niña la miró con igual o más desaprobación que la profesora.

—Te dije que no llegaras tarde —regañó en voz baja.

"Lo siento. No dormí bien anoche porque tuve una pesadilla."

—¿Dijiste que tuviste una pesadilla? —preguntó con algo de inseguridad y la castaña asintió. —No entendí la última seña pero supuse por el contexto que era pesadilla. ¿Podrías repetir la seña de pesadilla?

Gwen la repitió y Hermione la copió. La de cabello rizado asintió con orgullo cuando su amiga logró con éxito hacer la seña de pesadilla.

La clase de la profesora McGonagall fue muy teórica. Les había hecho una demostración para mostrar lo difícil que era la Transformación pero todavía no los dejó intentar transformar nada. También les dejó montones de tareas.

—Señorita Salmander —la llamó la profesora cuando terminó la clase. —¿Puedo hablar con usted un momento?

La morena asintió y le hizo una seña a Hermione para que siguiera sin ella. Pronto se dio cuenta que Minerva estaba esperando que el salón de clases se vaciara para hablar.

—La señora Hawthorn sabe de tu situación y nos sugirió encarecidamente al profesor Dumbledore y a mí que te pidiéramos que pasarás por la Consejería cuando pudieras.

Gwen frunció el ceño y sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo al pensar en la señora Hawthorn.

"No creo que sea necesario..."

—¿Has hablado con alguien sobre lo que te ocurrió? —le preguntó directamente y la niña hizo un mueca pero negó. —¿Y sobre tu mutismo? ¿Hablaste con alguien de eso? —la castaña volvió a negar. —Creo que sí es necesario que vayas a la Consejería.

Gwendolyn rápidamente entendió el punto que trataba de hacer Minerva. Algo le decía que la mujer sabía las respuestas a esas preguntas, que sabía mucho más de su situación de lo que admitía.

—Por favor, has un lugar libre en tu horario para pasar por la Consejería. La señora Hawthorn está disponible desde las siete de la mañana hasta las ocho de la noche.

La niña no pudo hacer más que asentir. Ya no sonaba más a una amistosa sugerencia, sino a una obligación.

En la semana tuvo clases de Defensa Contra las Artes oscura, unas que el profesor impartía con muy poca dinámica y el salón apestaba a ajo. La clase de Astronomía le gustaba pero siempre terminaba demasiado cansada. A diferencia del resto, la clase de Historia de la Magia que enseñaba el profesor Binns, que era un fantasma, no le resultó tan aburrida. Las clases de Herbología con la profesora Sprout era por mucho sus favoritas, aunque Harry, Ron y Hermione no parecían gustarles mucho. Al menos compartía su entusiasmo con Neville.

Después de aquella vez que se quedó dormida, Gwen prometió no volver a hacerlo, sin importar cuan cansada estuviera.

—¿Qué tenemos hoy? —preguntó Harry, mientras comía cereales.

—Pociones Dobles con los de Slytherin —respondió Ron. —Snape es el Jefe de la casa Slytherin. Dicen que siempre los favorece a ellos... Ahora veremos si es verdad.

—Ojalá McGonagall nos favoreciera a nosotros —dijo Harry y Gwen asintió.

El correo llegó en ese momento. Gwendolyn no le prestó atención a las lechuzas. Nunca le llegaba correspondencia. Le había escrito a su abuelo, pero sabía que no iba a recibir una respuesta.

—Es de Hagrid —le comentó Potter y tomó prestada una pluma de Ron, quien estaba escribiendo una rápida carta para su madre. —Quiere que en la tarde vayamos a su casa a tomar el té y contarle sobre nuestra primera semana —Gwen se señaló a sí misma con sorpresa y Harry asintió riendo. —Sí, a ti también te invitó, Gwen. ¿Vamos?

Ella asintió y el chico le escribió una respuesta al gigante que mandó por medio de Hedwig.

Tanto Gwen como Harry agradecieron más tarde esa invitación luego de su clase de pociones. Salmander no la había pasado muy mal pero el profesora Snape la frustraba mucho, más cuando trataba mal a Harry y/o a Hermione. Aunque era con el pelinegro con quien parecía enfocar su mal genio.

—Gwen —murmuró Harry desde el banco de adelante. —Me está poniendo muy nervioso el castañeo de tus dientes.

La castaña movió sus labios en un lo siento, aún encogida y frotándose las manos por el frío. Las mazmorras no le gustaban, hacía muchísimo frío y era un lugar muy silencio que la ponía incómoda. Los Slytherin no parecían tener problemas, tal vez estaban acostumbrados. Hermione también tenía frío pero lo llevaba mejor que Gwen.

Se sobresaltó cuando la puerta de la mazmorra se abrió de repente, azotándola contra la pared. El profesor Snape entró con su túnica ondeando y todo quedó en un sepulcral silencio. Era su primera clase con él y ya todos estaban familiarizados con la "fama" del profesor.

—Nadie agitara sus varitas, ni hará encantamiento tontos en esta clase —definitivamente no había empezado bien la clase. —Por lo tanto, supongo que muchos de ustedes no apreciarán el valor que tiene la ciencia y el arte de la creación de pociones, pero aquellos, y serán pocos, que tengan la predisposición les enseñare a dominar la mente y hechizar los sentidos. Les diré como embotellar la fama, generar la gloria e incluso ponerle un alto a la muerte.

En ese momento, Gwen no pudo evitar sentir un poco de entusiasmo por la clase de pociones, por mucho el que profesor no fuera de su agrado. Escuchó una pluma deslizarse sobre pergamino y vio que Harry estaba escribiendo, espero que tomando notas sobre lo que hablaba el profesor Snape porque sino estaría en un gran problema.

—Aunque quizás muchos de ustedes hayan venido a Hogwarts dotados de habilidades tan formidables que se sienten con la confianza de no prestar atención.

Hizo una mueca al saber que era una indirecta al azabache. Ron le dio un codazo a Harry y él dejó la pluma. Snape se acercó al banco de los chicos y supo que nada bueno iba a pasar.

—Señor Potter —lo llamó el pelinegro. —Nuestra nueva celebridad —su tono fue algo burlón. —¿Qué obtendría si agrego polvo de raíces de asfódelo a una infusión de ajenjo?

Hermione levantó la mano y Gwendolyn la imitó. Harry miró a Ron en busca de ayuda pero estaba claro que estaba tan desconcertado como él.

—No lo sé, señor.

—Vamos a intentarlo de nuevo, Potter. ¿Dónde buscarías si te digo que me encuentres un bezoar?

Las dos niñas volvieron a levantar la mano. Granger la agitaba con entusiasmo.

—No lo sé, señor —volvió a decir.

—¿Cuál es la diferencia entre acónito y luparia?

Gwen se dio cuenta que Snape las iba a ignorar y que solo buscaba provocar a Harry. Esa vez no levantó la mano, por más que supiera la respuesta, pero Hermione insistió. Se puso de pie, agitando la mano casi en frente de los ojos del profesor.

—No lo sé —dijo Harry con calma. —Pero creo que Hermione lo sabe. ¿Por qué no se lo pregunta a ella?

Algunos rieron, Gwen tuvo que apretar los labios para no hacerlo pero sonrió levemente.

—¡Siéntate! —le ordenó a Hermione y ella se dejó caer de inmediato en la silla. —Y se le restará un punto a la casa Gryffindor por tu descaro, Potter. Señorita Salmander —Gwen saltó al ser mencionada. —¿Puede usted responder a alguna de las preguntas?

Gwendolyn sintió las mejillas algo rojas por la atención de toda la clase pero asintió.

"La primera produce una poción tan poderosa que es conocida como Filtro de Muertos en Vida. Un bezoar es una piedra sacada del estómago de una cabra. El acónito y luparia son la misma planta."

—Filtro de Muertos en Vida, estómago de cabra y misma planta —repitió el hombre para el resto de la clase. —Y no veo a nadie anotando las respuestas correctas de la señorita Salmander —al instante se produjo el movimiento de plumas y pergamino. —Perfecto. Cinco puntos para Gryffindor.

Después el profesor los puso en parejas para hacer una sencilla poción para curar forúnculos. Hermione y ella no tuvieron ningún problema pero Neville se había tirado la poción encima y Seamus lo llevó a la enfermería. Harry se ganó un regañó porque, según Snape, no le había advertido a Neville sobre no añadir las púas de erizo mientras el caldero todavía estuviera en la fuego, ya que él y Ron estaban trabajando a lado de Neville.

Al final de la clase, Gwen se despidió de Hermione y se fue con Harry, que aún estaba con Ron.

—Anímate —dijo Ron, tratando de ser alentador. —Snape siempre le quitaba puntos a Fred y a George. Oh. Hola, Gwendolyn —saludó con una sonrisa.

—Hola, Gwen —dijo Harry con desánimo.

Gwen se acercó al azabache y le dio un suave codazo, haciendo que el chico la mirara. Ella sonrió y Harry inevitablemente se contagio.

—¿Puedo ir a ver a Hagrid con ustedes?

Los otros dos asintieron y cinco minutos antes de las tres, que era a la hora que el gigante los había citado, estaban fuera del castillo y caminando por los terrenos. Sabían que la cabaña de Hagrid estaba en el borde del Bosque Prohibido gracias al Mapa del Merodeador. Al llegar, Harry tocó la puerta, ya de mejor humor. Adentro se escuchaban ladridos y rasguños.

—Atrás, Fang, atrás —se escuchó de adentro. La puerta se abrió y la peluda cabeza de Hagrid se asomó. —¡Vinieron! Entre, pasen.

Entraron mientras el gigante sostenía del collar a un gran perro negro. Gwen se agachó al instante para acariciar a Fang, sin importarle nada más.

—Mi casa es su casa —le dijo Hagrid y soltó al animal.

Gwendolyn gritó cuando Fang la hizo caer al suelo y se puso sobre ella, lamiendo todo su rostro. Harry y Ron tuvieron que ayudarla a sacarle el perro de encima, aunque a ella no le importó en lo absoluto. El gigante los invitó a sentarse mientras volcaba agua hirviendo a una tetera y servía trozos de pastel. Gwen, al igual que los chicos, fingió que el pastel le gustaba y se entretuvo acariciando la cabeza de Fang, quien había apoyado la cabeza en su rodilla y babeaba su túnica.

Salmander no tuvo mucho que contarle a Hagrid, solo que el primer día había ido tarde a clases pero no le había dicho lo que ella y los chicos habían hecho. Potter por otro lado le comentó lo que había ocurrido hoy con Snape. Hagrid lo había tranquilizado igual que Ron lo había hecho.

—Pero realmente parece que me odia.

—¡Tonterías! —dijo Hagrid. —¿Por qué iba a hacerlo?

Sin embargo, tanto Gwen como Harry notaron que apartó la mirada al decir eso. No era muy reconfortante.

—¿Y cómo está tu hermano Charlie? —preguntó Hagrid a Ron. —Me gustaba mucho, era muy bueno con los animales.

Mientras Ron le contaba sobre el trabajo de dragones de su hermano en Rumania, Gwen vio sobre la mesa un recorte de El Profeta que hablaba de lo que ocurrió en Gringotts el treinta y uno de julio. Los ladrones buscaban algo en una cámara que ya había sido vaciada más temprano ese día. La niña picó el hombro de Harry para que también viera El Profeta y le hizo señas para que hablara con Hagrid.

—Hagrid, creo que es muy posible que este robo sucediera mientras estábamos en Gringotts —sugirió Harry.

Gwen negó para sí misma. No era eso lo que quería que el pelinegro hablara con el gigante. Pero la reacción nerviosa de Hagrid aumentaron sus sospechas. El hombre apartó la mirada, gruñendo, y les ofreció más pastel para no comentar nada.

"El Profeta dice que los ladrones fueron a una cámara que fue vaciada más temprano. Hagrid vació la cámara setecientos trece ese día."

—¿Crees que los ladrones quieren lo que Hagrid sacó? —le preguntó Potter en voz baja mientras los otros dos seguían hablando de dragones. Gwendolyn asintió. —No lo sé. Tal vez.

"¿Crees que tenga que ver con el pasillo prohibido del tercer piso? Hagrid sacó algo de la cámara para Dumbledore y ahora ese pasillo está prohibido."

—Tal vez —volvió a decir. Aun creía que podía ser una coincidencia. Gwen mordió la tapa del bolígrafo. —Gwen, no lo hagas —le dijo Harry con seriedad y ella sonrió con inocencia.

"¿Hacer qué?"

—No vayas al pasillo prohibido por tu curiosidad. Nos quitaran puntos y créeme, no es lindo que te saquen puntos. Mi papá está a cargo del caso de Gringotts, hay gente ocupándose de eso. No nos incumbe, a ti no te incumbe —la señaló acusadoramente y la castaña sonrió. —Promete que no irás.

Gwen cruzó los dedos índice y medio por debajo de la mesa y asintió con seguridad.

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