En el oscuro firmamento, un cuervo herido yace,

su ala, tocada por la desdicha, se debilita en el aire.

Aunque pueda sanar, el miedo lo embriaga,

y el deseo de volar se desvanece como azucarillos en café.

Su naturaleza clama al vuelo, pero sin la razón para hacerlo,

sus ansias se desvanecen, como sombras al amanecer.

Este cuervo, una vez guardián de una joya radiante,

ha perdido su tesoro, su compañera constante.

La joya se esfumó en la oscuridad de la noche,

y en el afán por encontrarla, su ala se rompió.

Oh, cuervo herido, ¿qué camino tomarás?

¿Descansar en tu rama o al cielo regresarás?

La última joya, la más preciosa de todas,

fue la que te hizo soñar, la que te hizo volar.

Aunque sabes que hubo otras, ninguna brillaba como ella,

y por eso, en su recuerdo, te quedaste cautivo.

Ahora, en tu rostro cansado, la resignación se refleja,

y en tus ojos, el deseo de volar se eclipsa.

No te diré qué hacer, cuervo mío,

pues solo tú conoces el peso de tu desafío.

Descansa en tu rama, si eso es lo que anhelas,

deja que el tiempo cure tus heridas y consuele tus penas.

Y cuando estés listo para emprender de nuevo el vuelo,

recuerda que siempre tendrás un cielo para surcar, un destino incierto y bello,

Aunque todo lo que sientes es tan fuerte que entiendo que no sea algo pasajero.

JohnRB.