🌌Capítulo único🌌

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La respiración estaba agitada, tanto que no podía llevar el suficiente oxígeno a sus pulmones para evitar que siguieran doliendo.

Las manos también le temblaban, movimientos involuntarios incapaces de ser controlados hasta generar violentas sacudidas que lograban dominarlo, impidiendo con ello poder saborear una pequeña dosis de engañosa tranquilidad.

Las luces a su alrededor pasaban a una velocidad abismal, sus ojos las notaban por pequeños segundos y en ellas quedaban grabados recuerdos pequeños de él y su novio caminando por las calles, mientras reían y hablaban.

Un agudo dolor llegó directamente a su corazón, Yoongi cerró ambas manos en puños y cerró los ojos fuertemente. Todavía tenía una pequeña esperanza de que al abrirlos todo fuese una pesadilla.

—¿Cuánto falta para llegar? —escuchó que su hermano preguntaba al chofer, entonces supo que era imposible el haber estado soñando.

Aquella era su realidad, una cruel verdad donde le estaban amenazando constantemente con quitarle la luz a su vida.

—Estaremos llegando en diez minutos, señor.

Yoongi abrió los ojos y nuevamente miró por la ventanilla del auto.

Quiso pensar positivo, quizás esa fue la razón que lo orilló a traer recuerdos felices a su mente. Él tomándole la mano para entrar a un restaurante, él besándole bajo los cerezos de aquel parque, él caminando a su lado...

Las lágrimas fueron silenciosas al salir y Yoongi lo agradeció. No se opuso, dejó que se derramaran libremente hasta mojar su barbilla porque ellas también sentían miedo de todo lo que estaba pasando, y él simplemente ya no podía solo.

De pronto sintió como alguien le tomaba la mano izquierda en un fuerte agarre. Yoongi miró de reojo a su hermano menor e hizo una leve mueca porque sabía las intenciones de animarle, pero también estaba bastante seguro que no podría funcionar.

La única manera de que ya no doliera era que su pequeño estuviera bien, y que todo lo dicho en esa llamada haya sido una maldita mentira.

—Llegamos —anunció el hombre tras el volante. Su tono de voz quejumbroso y sombrío.

Yoongi se tensó por completo al escuchar esas palabras, y a la lejanía podía escuchar el sonido de ambulancias al entrar y salir. Nuevamente cerró los ojos, derramando más lágrimas que fueron consumidas en el vacío de esa noche tormentosa.

—Yoongi —le llamó Hoseok con suavidad—. Hermano, tenemos que bajar.

Bajar...

Sí tenía que hacerlo, su pequeño debía sentir mucho miedo, debía sentirse solo y desprotegido; Yoongi tenía que correr para estrecharlo entre sus brazos, correr hasta llegar a él, para abrazarlo, besarlo y nunca más soltarlo.

Y fue con ese pensamiento que su fachada de tranquilidad se rompió en miles de pedazos, para dar lugar a la desesperación.

Abrió la puerta en un movimiento brusco y veloz, salió del auto y corrió sin mirar atrás; a sus espaldas podía escuchar los gritos de Hoseok al llamarle, pero Yoongi estaba concentrado en correr hasta que su cuerpo doliera y por fin llegar a donde su amado estaba esperando.

"Yoonnie, ¿correrías hacia mí pese a la adversidad?"

<<Correría, correría el mundo entero, sólo por ti>> fue lo que pensó, mientras sus pasos adquirían mayor velocidad, hasta que pudo ver la puerta de entrada a sólo metros de distancia.

Abrió las puertas en un movimiento brusco, llamando la atención de los que estaban presentes. Yoongi no se preocupó en mostrar cortesía, simplemente caminó con desesperación hasta llegar donde una mujer estaba tras un escritorio.

—Necesito ver a Park Jimin, por favor —pidió, sorprendiéndole la serenidad que cubrió su voz.

Y sabía que era mentira, tenía que serlo cuando su interior era una tormenta sin descanso.

—¿Qué relación tiene con el paciente? —preguntó ella, al mismo tiempo que escribía algo en la computadora.

Algo en el interior del pelinegro dolió, y a sus ojos nuevas lágrimas llegaron.

—S-su prometido... —susurró con la voz rota.

Pudo ver cómo la mujer detenía sus movimientos por breves segundos tras escuchar su respuesta. Yoongi no pudo ni quiso levantar la mirada, sabiendo bien que vería pena y lástima en la contraria.

Agradeció que en ese momento su hermano llegara. Él ya no podía hablar coherentemente y mantener la poca cordura que le quedaba, es por ello que agradeció que Hoseok decidiera tomar control de la situación.

—Está en cirugía, cuando los paramédicos lo trajeron venía inconsciente...

Apenas y podía escuchar las palabras que la enfermera le decía a su hermano.

—El culpable de haberlo atropellado huyó de la escena, pero gracias a algunos transeúntes se pudo conseguir el número de placa y ahora la policía está haciendo su trabajo...

Yoongi se deslizó en la pared más cercana hasta que su cuerpo se redujo a una pequeña bolita. Abrazó sus piernas y escondió el rostro entre ellas, sintiendo como los espasmos volvían con fuerza y como su corazón sangraba en dolor puro y concentrado, hasta hacer un desastre de miedos que le impedían el volver a respirar.

Tenía miedo, miedo infinito de perderlo.

En ese momento de la noche olvidó todo lo que fue durante los últimos años, volviendo a encontrar a aquel niño pequeño que lloraba cuando tenía miedo, buscando un consuelo y que le dijeran que pronto pasaría, que al siguiente día todo estaría bien.

Pero Yoongi sabía que no era verdad.

En ese momento su alma entera pendía de un hilo frágil que estaba siendo amenazado con ser cortado. Todos los momentos felices, todas las sonrisas y sueños eternos amenazaban con dejarle a la deriva, para que fuese consumido por la nada misma y convertirlo en polvo.

Dos brazos fuertes lo envolvieron en un toque cálido que le dio un pequeño respiro, aún así, Yoongi no se permitió salir de su escondite, permaneciendo en silencio y consumiéndose lentamente.

—Llora hyung —pidió Hoseok, con la voz temblorosa e hipando de vez en cuando—. Llora todo lo que necesites, aquí estaré para sostenerte.

Y Yoongi no pudo soportarlo más.

Lloró, lloró incansablemente y lo hizo por todo. Sus lágrimas gruesas eran una combinación mixta de los sentimientos que le estaban atacando sin piedad; rabia, miedo, dudas, dolor, anhelo. Todo en contraste, que al unirse estaban acabando con la fuerza de su espíritu.

Sin embargo, no importó cuánto lloró. El dolor en ningún momento se detuvo.

La espera resultó más agónica de lo que imaginaban.

Durante esas horas de silencio los padres de Jimin hicieron acto de presencia. Yoongi agradeció internamente que estuviesen ahí, sanos y salvos, pese a haber conducido desde Busan con los nervios a flor de piel.

Park Sandara corrió con lágrimas en los ojos, siendo seguida por su esposo. Ambos lucían perdidos, frágiles, rotos, tal y como Yoongi se estaba sintiendo.

No tardaron en encontrarlo, y cuando su mirada se encontró con la de la mujer sintió un nuevo dolor quemar en su pecho. Él le había prometido cuidar de Jimin y hacerlo feliz, le había dado su palabra y falló en el peor momento.

—¡Yoongi! —gritó Sandara, corriendo los pocos pasos que la separaban del menor para estrecharlo en un fuerte abrazo.

El pelinegro la rodeó con sus brazos, temblando por todo el llanto que estaba tratando inútilmente de controlar.

—L-lo siento... l-lo siento tanto... —susurró entre su llanto, doliendo más al escuchar el desconsuelo de la mujer que le abrazaba con fuerza avasalladora.

—Tranquilo cariño —respondió ella, dando suaves caricias a la espalda temblorosa—. No es tu culpa, Yoongi.

El mencionado cerró los ojos con fuerza y se sostuvo del afecto que aquella mujer le estaba demostrando. Los minutos pasaban lentamente y no habían tenido noticias del estado de Jimin, convirtiéndose en una tortura dolorosa que no avisaba de un próximo final.

Hasta que ocurrió.

Por las grandes puertas corredizas salió un equipo completo de personal médico, alertando a todos aquellos que esperaban ansiosos por obtener noticias de Jimin.

—¿Familiares del joven Park Jimin? —inquirió el único doctor que se detuvo en la sala donde se encontraban.

Muchas personas se pusieron de pie, en todo ese tiempo de espera habían llegado los amigos del joven rubio, así como los padres de Yoongi, todos ellos con el mismo miedo de escuchar algo que los destrozaría por completo.

—Somos sus padres —habló Sandara, luego llamó a Yoongi para que se acercara a ella—. Él es su prometido.

—¿Qué está pasando, doctor? —preguntó Taehyung, con los ojos rojos de todo el llanto contenido.

El hombre mayor expulsó un suave suspiro, mientras su mente trabajaba en crear las palabras exactas para explicar la delicadeza del problema.

—Recibimos una llamada de emergencia donde nos avisaban de un accidente; el joven Park fue traído hasta aquí por un equipo de paramédicos y actuamos de inmediato —inició, sintiendo el peso de todas las miradas que tenía sobre su persona—. Hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance, pero el paciente presentó un traumatismo grave que llegó a afectar los centros vitales cardíacos y respiratorios —hizo una fina línea con sus labios, al mismo tiempo que cerraba sus manos en puños—. Hace veinte minutos que tuvo muerte cerebral —anunció, y por primera vez en su larga carrera se vio afectado por el dolor que todos los presentes demostraron—. De verdad, lo lamento mucho.

Las manos de Yoongi temblaron sin poder siquiera controlarlo, la respiración se volvió errática y sus oídos captaron un agudo pitido cuando todo a su alrededor estalló en sollozos fuertes y lamentos continuos.

Se tambaleó y amenazó con caer al suelo, pero rápidamente fue sostenido por su mejor amigo, quien se dirigió al médico.

—¿Qué va a pasar ahora? —preguntó NamJoon, con las emociones a flor de piel.

—No podemos hacer nada —respondió el médico con pena en su mirar—. La muerte cerebral ocurre cuando el cerebro ha sido dañado de forma permanente e irreversible. No hay paso de sangre ni oxígeno que lo alimente —sabía que estaba lastimando más a todas aquellas personas, pero su primer deber como médico era hablar con la verdad y dar todas las explicaciones necesarias.

—É-el... —el bajo susurro de Yoongi llamó la atención de todos los presentes, provocando un pesado sentimiento de pena al ver al joven pelinegro tan destruído y perdido.

—¿Si? —instó el doctor, dándole una mirada tranquila al joven pálido que lloraba en silencio y tenía frente a él.

Yoongi tragó el nudo que tenía en la garganta, dándose el valor suficiente para preguntar:

—¿É-el no despertará?

La pregunta fue realizada en un susurro tan bajo, frágil y lastimero que, por primera vez, el doctor quiso mentir para atenuar el dolor ajeno. Sin embargo, sabía bien que no podía hacerlo.

—No lo hará —respondió, mirando como aquellos ojos gatunos volvían a llenarse de lágrimas—. Una maquina es lo que le mantiene, si llegase a desconectarse, él moriría.

Y fue justo en ese momento donde Yoongi sintió con claridad como una parte de su alma moría.

No le importó nada más, simplemente explotó. El llanto que salió de su garganta fue devastador, gritó con fuerza y maldijo a la vida, al destino mismo que le dio la oportunidad de amar con fuerza para luego arrebatarle sin piedad toda esa felicidad que alguna vez sintió.

Golpeó la pared cercana hasta que sus nudillos dolieron, su mente hecha un desastre de recuerdos viejos y sentimientos nuevos, mientras su cuerpo empezaba a sentir el peso de la negatividad al verse tan miserable y destruido.

Y es que dolía, malditamente dolía.

"Te amo mucho, Gigi hyung"

Dolía tanto que quería arrancarse el corazón y luego desaparecer del mundo.

"¡Una semana para que nuestra boda se lleve a cabo! Estoy ansioso para poder ser llamado como Min Jimin, ¿no te gustaría?"

Los días que tanto quiso que pasaran con rapidez ahora los detestaba, quería quedarse congelado en el presente para no tener que soportar el infierno que aquella fecha en especial traería consigo... para no tener que aceptar que ya no podría casarse con el chico que había escogido para ver las estrellas brillar durante cada noche de sus vidas.

Esos sueños, todas las ilusiones por una vida plena muriendo lentamente en esa fría madrugada; y Yoongi quería golpearse, porque pese a todo lo que había visto y oído, aún guardaba una pequeña esperanza.

"Te amo. Eres lo mejor que me ha pasado, y prometo estar contigo siempre"

A las dos de la madrugada de ese día de agosto, Yoongi entendió que su gran amor no podría cumplir con su promesa.

Y dolió, más aún al saber que él tampoco pudo cumplir con las muchas promesas que le hizo, mismas que ahora quedaban en el olvido porque dolían, y su fuerza no era tan grande como para poder enfrentarlas.

Dos días habían pasado, y el dolor parecía tomar más fuerza.

Yoongi quería encontrar una salida para todo aquello que estaba sintiendo. No tenía la fuerza suficiente para volver a su hogar, ese mismo que guardaba tantos recuerdos con su amado novio, y que ahora se había convertido en una tumba perpetua de agonía, soledad y dolor.

Fue por eso que se fue a vivir con Hoseok. Su hermano no tuvo ningún problema en recibirlo y siempre trató de estar con él en todo momento; pese a ello, existían ocasiones en el día en el que Yoongi realmente deseaba estar solo, para así poder llorar libremente y sacar todo aquello que lo estaba matando.

Su hermano lo comprendía, y siempre trataba de darle su espacio, no sin antes recordarle que no estaba solo y que poco a poco los días dejarían de ser grises.

Yoongi sabía que aquello era mentira. Jimin fue su hermoso arcoíris y con su partida se había llevado todo rastro de color, dejándole en un vacío profundo, donde sin su presencia se sentía perdido y con frío.

—Yoongi —llamó Hoseok desde la puerta, él también tenía ojeras y un rastro de lágrimas que delataban el llanto reciente—. Es hora de ir al hospital.

El pelinegro jadeó en dolor palpable. Se puso de pie y siguió a su hermano hasta el auto que esperaba por ellos.

Jimin continuaba conectado a un respirador artificial y así seguiría hasta que Yoongi tomara la decisión final, pues los señores Park habían decidido aceptar lo que el pelinegro quisiera.

A diferencia de los días anteriores el camino al hospital se acortó bastante. Ambos hermanos bajaron del auto y se internaron en las instalaciones donde siguieron hasta tomar el ascensor que les llevaría al piso indicado.

En todo ese tiempo Yoongi no se había atrevido a ver a Jimin, estaba seguro que no podría dejarlo ir si veía una vez más aquel rostro angelical que lo había enamorado.

Finalmente salieron al pasillo donde ya estaba Taehyung en compañía de los señores Park. NamJoon había avisado que llegaría más tarde y los señores Min no tardarían en llegar. Yoongi caminó hasta los mayores y quiso sonreírles, pero una mueca dolorosa fue lo que pudieron obtener.

—No te esfuerces, cariño —pidió Sandara, dándole un pequeño abrazo—. El dolor es más llevadero cuando no lo ocultamos.

Yoongi no respondió, simplemente caminó hasta el consultorio del médico que les había llamado de forma imprevista.

—Les llamé porque descubrimos un detalle importante y delicado en los últimos exámenes realizados al joven Park —informó el hombre, apenas los señores Park y Yoongi estuvieron en la habitación.

—¿Qué sucede? —interrogó Bogum, preocupado por la tensión que se había creado tras la noticia que tenían para dar de su hijo.

El doctor miró directamente a los ojos apagados de Yoongi. La pena de aquel muchacho le causaba un profundo malestar, sobretodo al saber que estaban a una semana de casarse, y que ahora debido a un trágico accidente tendría que desprenderse de todos esos anhelos y mucho más.

Sin embargo, esperaba que la noticia que tenía para dar ayudara a menguar aunque sea un poco todo el dolor que se filtraba en aquella mirada gatuna.

—Yoongi... —llamó con suavidad, obteniendo la atención del pelinegro—. Descubrimos que Jimin tiene ocho semanas de embarazo.

El médico pudo ver una pequeña reacción en los ojos rasgados. Se abrieron un poco más y hubo un pequeño brillo que duró un par de segundos, pero que fue suficiente para saber que su objetivo había funcionado.

Porque quería que ese joven muchacho tuviera una razón de peso para continuar con su vida, y ese descubrimiento que tuvieron por mera causalidad parecía ser el motivo perfecto que le animaría a continuar hacia adelante.

Kim SeokJin no era un hombre espiritual, pero una parte de él quería pensar que Jimin donde quiera que estuviera le estaba dando ese último regalo a su amado, como un recordatorio de todo el amor que sintió, y un impulso para no rendirse pese al dolor que a diario lo consumía.

—¿U-un hijo? —preguntó, su voz débil pero con un leve tinte de ilusión impregnado en cada palabra dicha.

—Sí, y podemos salvarlo si ustedes nos dan la autorización —informó SeokJin.

Los señores Park lloraron en silencio y nuevamente abrazaron a Yoongi. Los tres estuvieron así por algunos minutos, el dolor siempre presente, más aún al saber que uno de los mayores sueños de Jimin era convertirse en padre.

—¿Cómo sería posible? —preguntó el señor Park, mientras su esposa abrazaba a un sollozante Yoongi.

—Seguiremos con el sostén vital artificial hasta que el bebé alcance la madurez necesaria para la vida extrauterina —informó—. Hemos hecho algunos análisis y el pequeño no sufrió daños graves en el accidente, así que es posible traerlo a la vida.

Yoongi lloró más fuerte porque aquella noticia nunca la esperó, así como tampoco imaginó que su corazón latiera con fuerza ante la idea de sostener un trocito de Jimin entre sus brazos.

Un hijo, un pequeño de Jimin y él, ese mismo con el que habían soñado por tanto tiempo, del que habían hablado durante noches interminables, estaba ahí, en medio de tanta oscuridad se hacía presente y aferrándose a la vida, aferrándose a permanecer al lado del pelinegro para hacerle saber que nunca estaría solo.

Pocos segundos le tomó saber que lo deseaba, quería salvar esa pequeña parte de su felicidad y darle todo su amor, con la esperanza de volver a ver aquella sonrisa de ojos en una persona más frágil y pequeña, pero que sin duda amaría con todos los trozos de su corazón maltratado.

—Por favor, doctor Kim —suplicó, su mirada llena de lágrimas puesta en el hombre mayor—. Haga lo posible por salvar a mi hijo.

Porque Jimin se había ido, pero antes le había dejado una parte de ambos para que protegiera hasta el último suspiro de su misma vida.

Así que Yoongi sabía que desde ese momento tenía que sacar fuerzas de donde no había para continuar, y así poder ver una vez más a su amado, tomarle de la mano, besar sus labios y agradecerle por haber sido la estrella más hermosa que llegó a iluminar su oscuro firmamento.

Tal y como lo era Sirio, esa estrella que Jimin amaba ver antes de irse a dormir envuelto entre sus brazos.

Después de una larga lucha consigo mismo, Yoongi finalmente había podido reunir el valor suficiente para entrar en aquella habitación en la que estaba el único amor que su corazón reconoció.

Sus manos sostenían un ramo de girasoles porque sabía que eran las flores favoritas de Jimin, tomó una profunda inhalación temblorosa y finalmente abrió la puerta.

El silencio que le recibió no era como el que había imaginado, sólo un pequeño sonido agudo lo rompía mismo que era producido por la gran máquina que estaba situada del lado izquierdo de la camilla.

El pelinegro cerró la puerta y apoyó la frente en la fría madera por algunos minutos; no quería voltear tan rápido porque sabía que al hacerlo todo cobraría un sentido más real, más doloroso y sinceramente seguía sintiendo el mismo miedo inicial, porque sin Jimin se sentía perdido.

Finalmente pudo reunir una dosis extra de valor para darse la vuelta y mirar al hombre que amaba.

Sus ojos nuevamente se llenaron de lágrimas, sus piernas temblaron y el ramo que sostenía cayó al suelo en un golpe seco.

En la camilla estaba su pequeño, lleno de cables y con una máscara de oxígeno que cubría gran parte de su rostro. Yoongi miró los brazos con algunos moretones y raspones que comenzaban a sanar y nunca imaginó que su corazón dolería tanto al verle así, luciendo tan tranquilo y con los ojos cerrados para siempre.

Jadeó y calló de rodillas al lado de la camilla cuando nuevamente descubrió que ya no podría ver aquella mirada iluminada y feliz, que ya nunca más podría deleitarse con aquella preciosa sonrisa y que sus oídos jamás volverían a ser acariciados por la suavidad de aquella voz que le cantaba para dormir.

Ahora que lo veía allí, en aquella camilla insípida y sin moverse fue que la realidad nuevamente lo golpeó sin compasión.

Tomó aquella mano pequeña y suave, descubriendo que aún poseía calidez, la estrechó fuerte entre las suyas y luego la besó una y otra vez, queriendo decir tantas cosas, pero no pudiendo por el dolor punzante que le estaba atacando.

—M-mi amor... —sollozó, sus lágrimas bañando la pequeña mano que sostenía—. H-hoy nos estaríamos casando... —le recordó con su cuerpo temblando en llanto—. H-hoy serías mi esposo... mi Min Jimin...

Nunca imaginó que aquel día en el cual creía sería el más feliz de su vida se convertiría en el más triste, pues ver a su amado en aquellas condiciones había terminado de destruirlo.

—T-te amo... te amo tanto que duele verte así —siguió, con la frente apoyada en aquella mano que se negaba a soltar—. P-perdóname, mi pequeño... p-perdóname por no cumplir con mis promesas.

Los minutos se convirtieron en horas y Yoongi ahí permaneció de rodillas e ignorando el dolor de su cuerpo hasta que la oscuridad pintó los cielos. En todo ese tiempo lloró, imploró a una fuerza suprema que tuviera piedad de ellos y que le devolviera la vida a su novio, rogó por una última oportunidad, haciendo la promesa de cuidarlo mejor y de amarlo más.

No importaron sus lágrimas, ni su desdicha, ni su dolor. Yoongi supo que sus súplicas serían ignoradas cuando el cielo lloró a su lado, afirmándole una vez más la pérdida que había tenido.

Y aún sabiendo todo aquello, él siguió implorando por algo que jamás llegaría.

Un niño.

Un niño sano había nacido esa noche de enero, y aunque era prematuro los médicos aseguraron que se encontraba en perfectas condiciones y que con la incubadora terminaría de desarrollarse completamente.

Cuando Yoongi lo miró a través de aquel cristal quiso estrecharlo entre sus brazos y jamás soltarlo. Lucía tan pequeño, frágil y hermoso que fue inevitable el inmenso afecto que nació en su interior, y que fue dedicado a ese pequeño ser producto del amor que Jimin y él tuvieron.

—Hola, bebé —susurró en voz baja, una sonrisa pequeña y sincera formándose en sus labios—. Soy papá.

Las lágrimas gruesas salieron de sus ojos y se deslizaron por sus mejillas, pero a Yoongi no le importó limpiarlas, estando bastante ocupado en admirar a aquel pequeño que le había devuelto las ganas de vivir.

—Te amo infinitamente, mi pequeño cielo —habló de nuevo—. Tus padres te aman, y siempre cuidaré de ti.

Sin embargo, en medio de aquella felicidad llegó el dolor para recordarle una vez más que ya había llegado el momento de dejar partir a su amado.

Después de meses, llegó el día en el que desconectarían a Jimin para dejarle descansar como lo mereció desde un principio.

—Yoongi... —llamó Hoseok, teniendo cuidado en el tono de voz—. Ya es hora.

El pelinegro miró una vez más a su pequeño hijo para finalmente salir de aquella pequeña sala; caminó por un amplio pasillo, y su corazón sintió un tirón doloroso cuando la habitación donde estaba Jimin estuvo en su campo de visión.

Cerró los ojos por un segundo y se obligó a tragar el nudo que se formó en su garganta. Ese día había sido el escogido y solamente estarían presentes los señores Park, su hermano y él, puesto que los demás no tenían el valor suficiente para hacerlo.

—¿Quieres despedirte? —preguntó la señora Park, con los ojos irritados en lágrimas contenidas.

Yoongi asintió sin dudar. —Quisiera unos minutos a solas con él, por favor.

Los mayores asintieron y en compañía de Hoseok salieron de la habitación para darle a Yoongi la privacidad que necesitaba. Caminó los pocos metros que lo separaban de su pequeño y como siempre hacía le tomó de la mano para depositar un suave beso cargado de amor.

—Tenemos un bebé precioso —contó con una sonrisa, mientras que con su otra mano acariciaba la cabellera contraria—. Es tan pequeño, tan frágil y tan perfecto que me dejó sin aliento cuando lo vi —susurró, sorbiendo su nariz segundos después—. Te prometo amor que lo cuidaré con mi vida, y que siempre le hablaré de ti —sonrió—. Sólo espero que haya heredado tu sonrisa para verte reflejado en él aunque sea una última vez.

Soportando todo lo que sentía, Yoongi se inclinó y dejó un último beso en su amado. Sus labios acariciaron larga y pausadamente la frente contraria, mientras cerraba los ojos con fuerza. Ahí en silencio hizo su última promesa de amor, con la esperanza de que estaba siendo escuchado.

—Te amaré hasta el final de mis días, sé feliz mientras esperas por mí para que nunca más volvamos a separarnos.

Minutos después el doctor Kim ingresó en compañía de Hoseok y los señores Park. SeokJin miró a los presentes e hizo una fina línea con sus labios.

—Llegó el momento —anunció, y tras el asentimiento por parte de Yoongi, procedió a desconectar todos los aparatos que rodeaban a Jimin.

El sonido que se formó quedó grabado en la mente de Yoongi, así como la imagen de su pequeño al verse libre de tantos cables y presentando serenidad en su hermoso rostro dormido.

Sin poder contenerse se acercó y una vez más dejó un beso, esta vez en los labios cerrados y suaves.

Las lágrimas bañaron el rostro de Jimin, y entonces Yoongi se aferró a él, abrazándolo con fuerza y llorando hasta que su garganta doliera, sacando de su interior todo el infierno creado en aquella noche trágica que cambió su vida para siempre.

Se lo habían arrebatado de sus brazos, pero una parte de Yoongi sabía que siempre podría verlo brillar al lado de las inmensas estrellas que adornaban al firmamento.

Hasta que volvieran a estar juntos.

Hay tanto que quiero decir, pero siento que el tiempo se ha congelado.

Los años pasaron lentos, pero tuve fuerza para soportarlos sin tu presencia. Fui feliz porque entendí que ni la propia muerte pudo desaparecer nuestro amor, porque ese sentimiento fue el que me mantuvo con vida para ver crecer a nuestro hijo.

Jungkook es un chico bastante tierno, cálido, sincero e inteligente, muchas cualidades tuyas pude ver en él, y estoy seguro que, donde quiera que estés, te estarás sintiendo tan feliz y orgulloso como yo.

Los años me ayudaron a saber llevar tu ausencia, pero nunca me enseñaron a olvidarte.

Siempre pude verte en tu estrella favorita. Cada vez que me sentía perdido, Sirio aparecía para brillar con fuerza y recordarme que estabas conmigo, aunque no pudiera verte.

Mi amor nunca cambió, ni cuando Jungkook creció e insistió en que le diera una oportunidad a alguien más, no pude, Jimin. Te amé a ti y sólo a ti.

No puedo quejarme, tuve una vida buena y momentos felices al lado de nuestro hijo. Aunque siempre me dolerá saber que tú no pudiste conocerlo ni darle todo el inmenso amor que seguramente le tendrías, porque Jimin, yo más que nadie sabía bien el deseo profundo que tenías de ser padre.

Lo lograste, amor; a pesar que tu vida se apagó antes, pudiste crear y proteger una pequeña vida que ahora se convirtió en un gran hombre que te ama profundamente y te respeta.

El tiempo pasó sin pausa y finalmente llegué a un punto de mi vida donde siento que me estoy apagando, pero está bien, me siento feliz porque sé que tú me estarás esperando...

Sólo quería escribir estas palabras mientras estoy en mi cama, quería decir lo mucho que te amo...

Porque te amo, Jimin.

Con amor, Min Yoongi.

Esa carta había sido leída por Jungkook en una conferencia donde el tema principal a tratar era el amor verdadero. Los aplausos no se hicieron esperar, provocando que una sonrisa pequeña naciera de los labios del joven de veinticuatro años.

—Min Yoongi fue un hombre valiente y cálido que permaneció fiel a su amor hasta el último día de su vida —habló el joven, con una mirada melancólica que tenía al resto de los presentes en silencio—. Vivió su vida entregado al amor de los recuerdos de su amado, y siempre creyó que cuando muriera nuevamente lo encontraría —carraspeó—. Y yo estoy seguro que lo hizo.

—¿Qué te hace asegurarlo con tanto ímpetu? —preguntó uno de los presentes, mostrándose afectado por la historia que había escuchado.

Jungkook sonrió, apretando entre sus manos el papel que encontró sobre el regazo de su padre esa mañana que lo encontró sin vida, pero con una sonrisa tranquila dibujada en su rostro.

—Porque hace dos años, la estrella Sirio jamás volvió a estar sola en el cielo nocturno.

Pues, había llegado otra más, igual de hermosa y brillante para acompañarla.

Y Jungkook en ellas veía el amor que tanto le demostró su padre en vida, el amor infinito que sintió por Jimin, un hermoso rubio que solamente pudo conocer a través de fotografías; pero que sin duda llegó a amar con la misma fuerza con la que amaba a Yoongi.

En la universidad le habían pedido que hablara del amor, y eso fue lo que hizo.

Contó una historia, una real donde iban sentimientos dolorosos con un destino cruel, pero que al final de todo seguía siendo tan real como su existencia misma.

Y se sintió orgulloso de ser hijo de aquel amor sin igual.

Del amor leal que Min Yoongi sintió siempre por su hermosa estrella brillante, Park Jimin.



















Y hasta aquí llega este escrito que hice con mucho cariño. 🥺

Cuéntenme, ¿qué les pareció? 👉🏻👈🏻

Espero que les haya gustado, y muchas gracias por leer. 🌌







🌌YOONGLH.

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