✪ : U N O

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Steve Rogers suspiró, haciendo una mueca ante el dolor que se produjo en su mejilla derecha. No necesitaba mirarse al espejo para saber que la piel de su mejilla era seguramente de un color azul oscuro y púrpura. Sabía que este moretón no desaparecería fácilmente.

De vuelta contra la pared del callejón, el joven y pequeño hombre esperaba la llegada de sus dos mejores amigos, que habían ido a buscar algo para colocar contra su mejilla y aliviar la hinchazón.

Odiaba sentirse así, como un joven hombre indefenso. El hombre mayor, mucho más grande con el que acababa de pelear había malhablado de su mejor amiga, haciendo comentarios obscenos sobre su cuerpo que enfurecieron a Steve. Él nunca se quedaría de brazos cruzados y permitiría que ella fuera acosada de tal manera, incluso cuando terminó con él magullado y acostado contra una pared de ladrillos.

—Ahí está el pequeño héroe que nunca sabe cuándo parar.

Steve tuvo que contenerse de poner los ojos en blanco, y cruzó la mirada con Bucky Barnes al mismo tiempo que este entraba en el callejón con una sonrisa en su cara. Las mejillas de Steve se enrojecieron cuando sus ojos se posaron en la preocupada joven mujer que estaba justo detrás de él.

Charlotte, Lottie para sus amigos, Watson le estaba dando a Steve la sonrisa más pequeña y comprensiva que jamás había visto. Con la bolsa de hielo en la mano, se agachó frente a su amigo y la colocó contra su mejilla. Steve hizo una mueca de dolor, pero no pudo apartar los ojos de su mejor amiga, de quien estaba perdidamente enamorado.

—Steve no necesita parar —remarcó Lottie, mirando de nuevo a Bucky antes de volver a mirar la cara magullada de Steve—. Necesita empujarse a sí mismo. Él es el único con el coraje para hacer frente a esos hombres. Yo no te veo saliendo y enfrentándote a ellos, Buck.

—Ayudaré pasando mañana por el centro de reclutamiento y recibiendo mis órdenes.

Lottie sonrió mirando hacia abajo a Steve, tendiéndole la mano para que la tomara. El sonrojo de Steve se intensificó mientras Bucky intentaba por todos los medios no reírse de lo inútil que era Steve con las mujeres, incluso con su propia mejor amiga. Steve permitió que Lottie lo ayudara a ponerse en pie, sonriéndole antes de que ambos miraran a Bucky.

—Yo debería ir contigo —murmuró Steve, incapaz de mirar a ninguno de sus amigos. Lottie le frotó el brazo de forma reconfortante, tratando de consolarlo.

Bucky le puso una mano en el hombro, sonriéndole.

—No te castigues, Steve. Todo va a salir bien —Bucky comenzó a retroceder, sonriendo a sus dos mejores amigos—. Tengo que ir a casa, mamá quiere una cena familiar esta noche. ¿Estáis bien?

Steve y Lottie le asintieron y Bucky empezó a salir del callejón, despidiéndose con la mano.

—¡Saluda a Rebecca de mi parte!

Steve rió al lado de su mejor amiga, Bucky también se echó a reír en la distancia. Volvió a agitar su mano en el aire antes de desaparecer una vez más.

Con Lottie y Steve a solas, la chica se volvió hacia su mejor amigo con una radiante sonrisa. Steve se tragó el nudo en su garganta, devolviéndole la sonrisa e intentando mantener la calma.

Lottie levantó la mano, rozando ligeramente la mejilla de Steve. Frunció el ceño al ver el moretón, viendo los colores más profundos. Agarró la mano de Steve, ajena a su sonrojo, mientras le pasaba los dedos por sus ensangrentados y cortados nudillos.

—Tú te vienes a la mía —le dijo Lottie suavemente, envolviendo sus manos alrededor de la parte superior del brazo de Steve y arrastrándolo fuera del callejón—. Tenemos que curarte.

Steve ni siquiera pudo protestar, las palabras se quedaron atrapadas en su garganta mientras la miraba. Por suerte para él, no quería protestar.

Lottie abrió la puerta de su pequeño apartamento en silencio, con la esperanza de no despertar a su madre, que seguramente se había desmayado por su consumo excesivo de alcohol. Le indicó a Steve que fuera al sofá del salón, cerró la puerta y se dirigió al pasillo.

La puerta del dormitorio de su madre estaba abierta, y Lottie se atrevió a echar un vistazo.

Dorothy Watson se encontraba desmayada en la cama, con botellas de vidrio vacías tiradas en el suelo. Lottie suspiró ante lo que veía, sacudiendo la cabeza. Su corazón comenzó a romperse mientras examinaba a su madre, fijándose en la familiar camisa que perteneció a su difunto padre aferrada a sus brazos.

Lottie agitó la cabeza, cerrando la puerta en silencio y alejándose mientras se secaba las lágrimas que empezaban a caer de sus ojos. Se negaba a llorar. Ya no le quedaban lágrimas para su padre, y no lloraría por la desastrosa borracha que llamaba madre.

Entró en el pequeño cuarto de lavado, cogiendo el conocido y enorme botiquín de primeros auxilios de la habitación. Su madre no lo había tocado desde que la despidieron de su trabajo en el hospital meses atrás.

Lottie lo llevó al salón, sentándose en silencio junto a Steve y abriendo la caja. Steve estaba callado, observando a su ruidosa y burbujeante mejor amiga que se había vuelto silenciosa. Cada vez que entraban en su casa se convertía en una persona diferente.

—¿Está empeorando?

Lottie trató de ignorar la pregunta de Steve, tomó sus manos entre las suyas y comenzó a aplicar alcohol en los pequeños cortes que tenía en los nudillos. Steve siseó, tratando de mantener la voz baja para no despertar a su madre. La cosa no acabaría bien si la despertaban.

—Sé que no ha pasado mucho tiempo, pero tiene que aceptar que se ha ido —murmuró Lottie, manteniendo la mirada fija en las manos de Steve, mientras los ojos del chico observaban atentamente su cara—. Al principio estaba bien, y luego poco a poco perdió el control. Desde que la despidieron del hospital es un desastre. Creo que ya no recuerda nada.

—¿Culpas a tu padre?

—Culpo a la guerra —murmuró ella, levantando por fin la mirada hacia él. La respiración de Steve volvió a entrecortarse y trató de sofocarla con una pequeña tos. Lottie se mordió el labio inferior, mirando a su mejor amigo—. Estaba sirviendo a su país, haciendo lo que cualquier buen hombre haría por sus seres queridos. La guerra nos lo arrebató, pero nunca le odiaré por hacer lo que había que hacer.

Lottie se concentró de nuevo en los nudillos de Steve, y él vio sus manos trabajar. Era cuidadosa y precisa, y Steve sonreía cada vez que pasaba sus dedos por encima de sus manos. Le encantaba la sensación de tenerla cerca, y sentir su toque. No tenía ni idea de cómo hablar con una mujer, pero a Lottie nunca pareció importarle. Ella le quería, Steve lo sabía, solo deseaba que fuera de la misma manera que él la quería a ella.

Los pensamientos de Steve se interrumpieron cuando sintió que las manos de Lottie temblaban. Levantó la cabeza y la miró, con la preocupación grabada en la cara.

Las delicadas manos de Lottie se aferraron a las de Steve mientras levantaba la vista hacia él. Sus ojos verdes se cruzaron con los suyos azules y la joven respiró entrecortadamente.

—Sé que quieres unirte a la guerra, hacer lo que crees que es correcto —empezó Lottie, mirando fijamente a su mejor amigo a los ojos—. Sé que James va a ir, y sé que un día tú también vas a llegar allí y vas a luchar por este país. Al diablo con tus enfermedades, sé que pasará... pero no sabes cuánto me asusta saber que podría perder a las dos personas más importantes para mí en la misma guerra que se llevó a mi padre.

Los nervios de Steve quedaron olvidados mientras se aferraba con más fuerza a las manos de Lottie. Odiaba verla sufrir así. Rara vez mostraba este lado vulnerable de sí misma, y a Steve y a Bucky les dolía cada vez que tenían que verlo.

—Necesito que me prometas que, pase lo que pase y acabemos donde acabemos, seguirás siendo tú. Que te esforzarás, que nunca te conformarás con lo que otros te digan que es correcto. Que vivirás audazmente, Steve. Necesito que me prometas que siempre serás tú, y que siempre encontrarás el camino de vuelta a mí. Vive audazmente, eso fue lo último que me dijo mi padre, y es lo que te estoy diciendo a ti y lo que le voy a decir a Bucky porque necesito que ambos lo escuchéis y viváis de acuerdo a ello.

Lottie se perdió, sollozando mientras caía sobre Steve. El hombre más pequeño se sobresaltó por un momento, antes de sostenerla cerca de sí y dejarla llorar.

—Lo prometo.

[ EDITADO ]

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