🍂Kapitel 1🍂

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Múnich, Alemania.



Bajo las escaleras hacia la primera planta, echa una furia. No veía nada, no escuchaba nada ni siquiera sus gritos a mis espaldas, solo quería irme.

—¡Leah! —podía sentir sus pasos apresurados tras de mi— ¡Leah Klaus, te estoy hablando!

Estoy segura que debió haber apresurado sus pasos demasiado para poder llegar a mi. Su mano toma mi brazo con brusquedad, por inercia me giro, encarándola. Su mirada llena de furia me recibe, la dureza con la que me miraban sus ojos grises me hacían entender que estaba tratando de doblegarme solo con su mirada. Pero era una pena, porque ya eso no me intimidaba, no provocaba nada en mi.

—¿Qué quieres? —pregunté fastidiada— ¿No tuviste suficiente ya?

Su mandíbula se tensa ante mi tono altanero.

—A mi no me hablas así Leah, soy tu madre. Me respetas.

Sonrío irónicamente y estoy más que segura que a pesar de su esfuerzo por mantener la calma, la estoy llevando al límite de su paciencia. Y sinceramente, me da exactamente igual. Ya me cansé de ser esa niña buena que tiene que obedecer a su madre. Ya no más.

—¿Respeto? —sonrío— ¿Y a caso tú me respetas en algo?

—Leah–

—¡No, mamá! —la interrumpo— ¡Ya estoy harta de lo mismo! ¡Desde que nací, todo lo has decidido por mi, la ropa que uso, mis estudios, hasta la maldita persona con la que debo casarme! ¡Déjame en paz!

¡Zas!

Mi rostro giró violentamente hacia un lado y me mejilla ardía como nunca. Me había dado una bofetada, otra más.

—¡Me respetas carajo!

—¿Qué está pasando aquí?

Mi padre había llegado hasta nosotras, como cada vez que había una discusión entre mi madre y yo. Realmente no había un día en el que no discutiéramos, o más bien no había día en el que pudiera estar en paz en mi propia casa. Pero todo en esta vida tenía un límite y yo ya había alcanzado mi límite.

—Aquí tu hija —me señala con su dedo— Que olvidó cómo respetar a su madre.

Los ojos de mi padre viajaban entre mi madre y yo. Se detuvo en mi mejilla, en la marca que seguramente debía tener, gracias a la bofetada que me había dado su esposa. Su semblante en ese momento cambió, se había dado cuenta de la causa de nuestra nueva discusión. Tuvo la intención de refutar la acción de mi madre, de interceder por mi, como siempre hacía, pero mis palabras lo detuvieron e hicieron que las facciones de mi madre se endurecieran aún más.

—Vete al demonio.

Pude apreciar como su rostro comenzaba a desfigurarse del enojo, pero no me quedé a ver como enloquecía. Giré sobre mis talones y caminé a pasos rápidos a la puerta.

—¡Leah! —escuché su grito.

—Déjala, ya fue suficiente.

Fueron las últimas palabras que alcancé a escuchar de mi padre, antes de dar un portazo cuando estuve fuera de la casa.

Fui directo a mi coche y antes de abrir la puerta, saqué mi teléfono para marcarle a esa persona que sé que me recibiría sin hacerme ninguna pregunta.

¿Leah? ¿Qué sucede? —su voz se escuchaba algo preocupada, y era normal, yo no era de llamar a estas horas a menos que me sucediera algo.

—¿Puedo quedarme en tu casa esta noche?

Claro que sí, pero–

—Por favor —la interrumpo— Te prometo que te contaré, pero no me preguntes nada ahora.

Te espero.

Sonreí. A pesar de tener el rostro abarrotado por unas cuantas lágrimas, no pude evitar sonreír. Solo habían unas pocas personas en este mundo que estaban conmigo, que comprendían lo que sentía y ella estaba entre esas personas.

Paso mis dedos por mis mejillas, quitando un poco de mis lágrimas y abro la puerta del auto para subir a este. Ajusto mi cinturón y enciendo el auto para comenzar a avanzar hacia el lugar donde pasaré la noche.


🍂


—Es que mira como te dejó el rostro —tomó mi barbilla en sus dedos.

—Tampoco es para tanto —traté de quitarle importancia— Solo fue una bofetada.

—Una que valió como por dos —retira sus dedos de mi mentón y se sienta a un lado de mi en la cama— Además no hables como si no importara, de ser así no habrías venido. Sé que en el fondo te dolió.

La miro y no puedo evitar que unas cuantas lágrimas comiencen a salir de nuevo.

Mientras estuve en mi casa, enfrentándola, no derramé ni una sola lágrima. No quería que viera que a pesar de todo, sus acciones aún influyen en mi. Era algo que no se merecía. Pero ahora, en estos momentos, frente a mi amiga de toda la vida, ya no podía aguantar más. Apoyé mi cabeza en su hombro, mientras me dejaba llorar.

—Si me dolió, mucho —afirmo sus palabras— Ya no puedo más con esto, es demasiado Alessia.

Sus dedos acariciaban mi cabello rubio.

Alessia ha sido mi mejor amiga desde siempre. Ha estado presente en cada momento de mi vida, y me ha apoyado en cada una de mis locuras. Ha hecho por mi mucho más que mi propia madre. Ella es consciente de que la situación con mi madre nunca ha estado bien.

Nuestra relación nunca ha sido la mejor. Nunca hemos tenido una conversación tranquila o una convivencia en paz, sino que siempre discutíamos como perros y gatos. Jamás escuché a mi madre preguntarme por algo que yo quería o necesitaba, simplemente lo decidía ella. Todo en mi vida ha sido de ese modo, siempre bajo sus reglas. Desde niña le obedecí en todo, no refutaba ni me ponía en contra de nada de lo que hacía y todo porque pensaba que lo hacía por mi bien como ella misma me hacía creer. Pero llegó un momento en mi vida en el que me di cuenta de que me estaba manipulando, de que todo lo que hacía era en beneficio propio y fue ahí donde cambié mi visión de ella.

Desde ese momento comencé a hacer lo que quería con mi vida. Dejé de ser esa pequeña niña que le hacía caso en todo. A pesar de que aún toma decisiones por mi, aún tengo la capacidad de hacerla enojar. Por ejemplo; mi nuevo tatuaje. Cuando me tatué la primera vez, fue a sus espaldas y cuando lo descubrió, juro que pensé que le daría un ataque al corazón. Ese día me hizo jurarle que jamás lo haría, y obviamente jamás cumplí esa promesa.

Lo peor de todo para ella, era que mi padre me apoyaba. Él nunca sucumbió ante ella y era la única persona que me protegía.

La última decisión que esa mujer tomó en mi vida, fue la de mi compromiso y si lo permití, fue porque yo misma propiné la situación.

Pero esa fue la última, porque ya no dejaría que siguiera mandando en mi vida. Ya estaba harta.

—Creo que se lo que te hace falta en estos momentos —levanté la cabeza, mirándola confundida— ¡Un viaje!

—¿Un viaje?

Me asintió entusiasmada. Incluso me aplaudía con emoción, no pude evitar reírme.

—Un viaje de chicas —rectifica— Eso significa; sólo nosotras, nada de reglas, ni prohibiciones, mucho alcohol y nada de chicos, al menos no tú prometido —me señala.

—Es tu hermano —le digo.

—Lo sé —responde con simpleza, yo la miro anonadada— ¿Entonces?

—Estás loca Alessia —me mira algo ofendida— En el minuto que ponga un pie fuera de la ciudad, tendrás a Doña Esther Klaus persiguiéndonos con la mismísima policía.

—¿Y quién dice que nos quedaremos en Alemania?

—Pues peor aún —respondo.

Rueda los ojos.

—A ver Leah, ¿no se supone que quieres poner distancia de tu madre, que deje de controlarte? —asiento— ¿Entonces? Lo primero que debes hacer es dejar de pensar en si te va a seguir o no. Ella no sabrá dónde estemos y mucho menos le importará, recuerda cariño, que además de ser tú mejor amiga, soy tu cuñada. Además eres mayor de edad, no le debes explicar todo lo que haces.

Me quedo pensativa, analizando sus palabras. Es cierto que ya no soporto su necesidad de dominar todo a mi alrededor, entonces, ¿por qué me preocupo de lo que pueda pasar?

—Entonces, ¿aceptas? —extiende su mano hacia mi.

Miro su mano para luego mirarla a ella con una sonrisa en mis labios.

—Acepto.


Bueno...

Nos vamos a un viaje de chicas 😁

Pobrecita Leah, su madre le controla hasta las veces que va al baño.

Espero que les guste ésta nueva obra y que le den mucho amor.

Nos leemos en el capítulo dos.

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