➼ dieciocho

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Capítulo dieciocho:
Salvar a la señorita Stacy.

Habíamos conseguido las bombillas. Moody llevaba un cajón con un montón de ellas. Estábamos felices porque el plan iba saliendo a la perfección.

─¿Alguien más se siente tan victorioso como yo?─ preguntó Anne con emoción.

Pero esa emoción se esfumó cuando Moody tropezó y cayó, volteando la caja. Se escuchó el ruido del vidrio rompiéndose.

Qué buena suerte tenemos, ¿no?

Corrimos a ayudarlo con cuidado de no cortarnos. Abrimos la caja, encontrándonos con todas las bombillas rotas.

─¿Qué haremos ahora?─ preguntó Anubis con preocupación.

─Otra vez es mi culpa─ dijo Moody.

No nos quedó otra que irnos a casa de Josephine Barry, sin esperanzas y, oficialmente, sin tener con qué salvar a la señorita Stacy. El mayordomo de la tía de Diana nos abrió, preguntando por nuestra aventura.

─Un desastre─ dije.

El hombre nos dejó pasar. Ya en la sala, la señorita Josephine nos pidió que le contaramos todo lo ducedido.

─Vaya, Vaya. Esta es una serie de eventos desafortunados─ dijo la mujer.

─¿Que harán ahora?─ nos preguntó Cole.

─Se me acabaron las ideas─ respondió Anne.

─¡Pero si nunca se te acaban las ideas!─ gritó Ruby volviendo a llorar por milésima vez.

Se me hacía cómico como el mayordomo le daba su pañuelo cada vez que la rubia comenzaba a llorar, pero no quería demostrarlo porque no era el momento. Siempre pensé: ¿de dónde saca tantas lágrimas Ruby? ¿Tomará suficiente agua? Seguramente.

─Todo es mi culpa─ habló Moody apenado─. De nuevo.

─Fue un accidente─ dijo Diana tratando de consolar.

─Toda mi vida es un accidente─ exclamó.

De pronto, Josephine encendió las luces de su casa y le pidió al mayordomo que trajera unas escaleras.

Anne y yo nos miramos sonrientes cuando el hombre sacó una bombilla de la lámpara. La señora Barry nos dijo que podíamos sacar las bombillas que quisiéramos, y eso hicimos. Cuando estuvimos prontos, la mujer nos dio dinero para el tren de regreso a Avonlea.

Comenzamos a correr lo mas rápido que podíamos hacia la locomotora. Yo llevaba las bombillas esta vez, con cuidado de no romperlas. Subimos al tren, excepto Anne que se quedó hablando con Cole. Traté de dejar la caja en un estante, pero no llegaba por más que me pusiera de puntitas, hasta que dos manos me la arrebataron y la colocaron en él.

─Gracias─ le sonreí a Moody.

El sólo asintió y se sentó junto a Diana. Tomé asiento junto a Gilbert, quien tenía el ceño ligeramente fruncido. Lo miré con una pequeña sonrisa, pero eso no ablandó su expresión.

─¿Y Cole?─ pregunté al ver entrar solo a Anne.

Ella solo me miró con lágrimas en sus ojos y se sentó junto a Ruby. Ahí entendí todo, Cole se iba a quedar con Josephine.

•••

Ya era hora de la asamblea. Todos los habitantes de Avonlea estaban allí, excepto la señorita Stacy que no se le era permitido estar en el lugar. Moody, Anne, Anubis, Aaron, Ruby, Diana, Tillie, Jane, Josie y yo estábamos esperando a Gilbert para entrar.

Algo que amaba de mi tía era su manera de interrumpir a las Madres Progresistas mientras daban sus razones para despedir a la maestra Stacy. Esa mujer no tenía miedo.

─Se espera que un maestro haga cumplir las reglas y cuide el orden─ habló el ministro─. Debe enseñar obediencia, fe, respeto por los mayores y moral. Estos son los principios de la educación.

Cuando Gilbert llegó, entramos por detrás con cuidado y silencio hacia la segunda planta del congreso. Comenzamos a preparar las papas con los clavos y alambres para hacer la demostración.

De pronto vimos a Stacy entrar al lugar. Todos los mayores estaban asombrados, excepto Marilla Cuthbert.

─Señorita Stacy─ habló la señora Lynde con sorpresa y enojo─. Si no le importa, estamos en una reunión. No recuerdo que haya solicitado su presencia.

─Así es, no solicitaron mi presencia, pero creo que tengo derecho a hablar en mi favor─ dijo la maestra caminando hacia el centro.

─Así se habla, mujer─ se oyó la voz de mi tía.

A todo esto, ¿qué hace ella aquí? No es habitante, solo está de hospedaje hasta que sea mi momento de irme a la universidad.

─Sería más fácil para todos si me fuera─ comenzó a hablar la señorita Stacy─. No pueden creer que yo quiera causar desacuerdo en su comunidad. O que me guste que me acusen de hacer eso a propósito. Estoy aquí esta noche porque me hice una pregunta que quiero hacerles a ustedes. ¿Qué es lo más importante que hay que considerar en la educación de sus hijos? ¿Celos mezquinos? ¿Prejuicios? ¿Miedo? La pregunta más importante que deben hacerse es: ¿sus hijos están aprendiendo? Creo que la respuesta es sí.

─Es nuestra hora─ les susurré a los demás.

─Apresúrense─ dijo Anne.

Comenzamos a bajar con cuidado las cosas en dirección a la entrada del salón del congreso.

─Sé muy bien que mis métodos son inusuales─ oía hablar a la señorita Stacy─. Pero el aprendizaje y el compromiso activos son más efectivos que la memorización por repetición. ¿Por qué no alentarlos a pensar por sí mismos? ¿Por qué enseñar solo lo de antes?

Nos aprontamos para salir al escenario. Solo faltaba que Anne nos diera la indicación para hacerlo. Mientras tanto, oía a mi tía decir que nunca estuvo tan de acuerdo con alguien desde que mi padre decidió casarse con mi madre... Y eso fue hace veinticinco años.

─Los soñadores cambian al mundo─ exclamó la maestra─. Las mentes curiosas nos llevan hacia delante. Mi intención es formar estudiantes fuertes con futuros brillantes, no solo por ellos, sino por nosotros. Por eso estoy aquí.

─Ya─ anunció Anne cuando se comenzaron a oír los murmullos de los mayores.

Salimos en fila por las dos puertas del salón, con las bombillas encendidas y clavadas en las papas. Caminamos hasta estar en frente de todos los adultos que tenían una expresión de sorpresa plasmada en sus caras.

─Están viendo los efectos de los métodos de la señorita Stacy en acción─ empecé a hablar levantando mi bombilla encendida entre dos papas.

─Nos enseñó sobre la electricidad. Pero también nos mostró el espíritu, el entusiasmo y la curiosidad que necesitamos para hacer esto─ siguió Anne─. La señorita Stacy es una inspiración. Aprendimos más con ella en una semana que en un año.

─Cuéntenme, y lo olvido─ dijo Aaron.

─Enséñenme, y lo recuerdo─ dije mirándolo sonriente.

─Involúcrenme, y lo aprendo─ nos siguió Anne─. Lo diferente no es malo, simplemente no es lo mismo.

Todos miramos a la señorita Stacy, quien nos miraba con una sonrisa de orgullo. Dirigí mi vista a mis padres y mi tía que también tenían la misma sonrisa.

─Siempre hay otra forma...─ comenzó a hablar Matthew Cuthbert, levantándose─. De ver las cosas.

Y volvió a sentarse.

─Regresé a Avonlea porque necesitaba lo que siempre ha habido aquí. Pero, ¿por qué quedarme si no puedo crecer?─ inquirió Gilbert─. La señorita Stacy apoya mi ambición de ser médico. Ella es nuestra oportunidad para realizar nuestros sueños y ser más de lo que somos ahora.

─Como alguien que vivió sin cambios casi toda su vida─ Marilla se levantó─. Y luego vivió un gran cambio─ miró a Anne─. Doy fe de que esta es la única manera de crecer y aprender.

Luego de eso Rachel Lynde propuso hacer una votación. Todos levantaron la mano cuando preguntó si estábamos a favor de que la señorita Stacy se quedara, a excepción de nosotros, los menores, que levantamos las bombillas encendidas.

Finalmente nos quedamos con nuestra maestra. Nadie podía estar más feliz que nosotros, los alumnos. Abracé a Aaron con mi brazo libre y él me devolvió el abrazo. Luego fui con Anne que me recibió con una exclamación de felicidad. También abracé a Anubis, que no le importó tener las papas en mano y me envolvió con ambos brazos.

─Estuviste bien─ le dije a Gilbert luego de abrazarlo.

─Tu también─ me sonrió─. Oh, necesito contarte algo.

Dejamos nuestras bombillas con papas en la mesa donde estaba sentado el ministro. Caminamos hacia un lugar apartado para poder hablar a gusto.

─Lamento haberme ido sin explicarte nada─ dijo jugando con sus manos─. Fui a un notario para poder poner mi casa y demás a nombre de Sebastian también, solo fue eso.

─Oh, bien─ sonreí aliviada─. Genial.

─Genial─ sonrió.

Volví a abrazarlo. Me había hecho tan feliz el saber que no volvería a irse, que no sentí las miradas de los demás.

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