Capítulo 12 regreso a casa

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  Lo malo de depender de los horarios de los aviones y transporte público es que uno no llega a los sitios tan rápido como desearía, más si se trataba de ir a la otra punta del país. Así que llegó de madrugada a Nueva York, estaba muerta del cansancio, pero no quería perder más tiempo, pilló un taxi y fue hasta el centro donde tenían internada a su tía. Entró al centro como una exhalación y fue directa a la recepción:

– Ciao, soy Alexandra Woods, me llamaron por mi tía.

Le dijo tan rápido a la chica que estaba en recepción que por casi se atraganta:

– Si, espere sentada– dijo la chica señalando a las sillas que había junto al dispensador de agua que estaba al otro lado del pasillo– me comunico don el médico de la clínica.

Lexa asintió y se alejó unos pasos, aunque prefería permanecer de pie, caminaba de un lado para el otro, demasiado rato sentada entre taxis y el vuelo. Estaba al borde de la ansiedad, en parte por su tía y, por otra parte, no dejaba de escuchar la voz de Clarke gritándola que eso se acababa, pero ¿Cómo podía quedarse? Le había acusado de querer aprovecharse de ella, puede que en un principio ese fuera su plan inicial, el karma puede ser muy cruel, porque comenzaba... y prefería pensar eso, que comenzaba a enamorarse locamente de Clarke Griffin, lo malo es que ella sabía a la perfección de que ya estaba locamente enamorada. Está bien, en los últimos días había sido muy sincera con Clarke, obviando que no le contara nada sobre las deudas de su familia:

– Señorita Woods

Escuchó la voz de un hombre a su espalda, ésta se giró y se encontró con el medico de su tía, era alto, pelo canoso, ojos color café y se había dejado crecer barba por un par de días, a pesar de querer parecer desaliñado, vestía elegante, llevaba puesta la bata y en su chapa ponía su apellido Dr. William:

– Sí, sono io.

Lexa tenía unas mínimas esperanzas, desde que su tía se había puesto mala, era una de las razones por los que se habían puesto en contacto con ella, no era la primera vez que pasaba algo parecido, pero al ver la cara del doctor, todas esperanzas se fueron a la mierda. Lexa tragó saliva y contuvo las ganas de llorar:

– Siento tener que comunicarle esto, pero su tía murió esta noche

El labio inferior de la morena tembló y dejó caer una lágrima por su mejilla:

– ¿Cómo ocurrió?

– Su tía era muy mayor y en ocasiones nos encontramos con estos casos de muerte súbita sin explicación médica, no pudimos hacer nada.

Lexa se tapó los ojos con una mano y se quitó las lágrimas, le tocaba ser fuerte, sus primos no estaban, era la única en el país, así que hizo de tripas corazón, volvió a mirar al doctor:

– ¿Puedo verla antes de empezar con el papeleo?

– Por supuesto.

Llevaron a Lexa junto al cuerpo sin vida de su tía y estuvo un buen rato a su lado meditando. Puede que su tía ya no estuviera en sus plenas facultades mentales, pero era el único familiar que tenía en EEUU, sus primos tienen a sus mujeres y habían hecho su vida, se habían vuelto a Italia, fueron capaces de dejar de lado a su anciana madre. Dibujó media sonrisa y simuló que charlaba con ella, siempre le hacia las mismas preguntas así que le fue fácil imaginarse que le estaría diciendo en esos momentos:

– Non Zia, no me casé con Bartolo y no voy a casarme con él– pasó su mano por el pelo de la mujer sin vida– a mí me gustan las mujeres, una mujer en realidad, te hubiera caído bien es muy loca y una maniaca de la limpieza, competitiva y celosa– puso los ojos en blanco imaginando lo que pudiera contestar su tía, que era una americana y no una italiana– en ocasiones tiene el carácter típico de una italiana, le gusta la elegancia, habla mucho aunque le cuesta pillar las cosas a la primera, es preciosa, como un día primaveral, es rubia, ojos azules como el cielo celeste que cubre nuestra preciosa toscana, una sonrisa capaz de dejar sin aliento a cualquiera, es como contemplar un hermoso ángel en una bóveda, solo que fue un sueño de dos días, la realidad es que ella pertenece al mundo de los ricos y yo al de los pobres– agarró la fría mano de su tía– regresamos a casa tía, allá, a nuestro precioso Montefioralle, serás enterrada junto a los viñedos Bertolini, recuperaré nuestras tierras, iré a verte y por fin te diré "sí tía, al final me casé con Bartolo"– volvió a caer una lágrima– Ya no te tengo, ni tengo a Clarke, ya nada me importa.

– Señorita Woods, se acabó el tiempo.

Dijo el encargado de la pequeña morgue. Lexa se quitó las lágrimas y depositó un beso en la frente de su fallecida tía. Todo tuvo que hacerlo rápido, en cuanto antes lo hiciera antes acabaría esa tortura, arreglar los papeles, las facturas, contactar con su familia, no sabía cuándo iba a llegar el momento en que pudiera dormir algo, solo faltaba un pequeño asunto que arreglar antes de abandonar ese país para siempre. Sabía que Clarke no llegaría hasta el día siguiente, eso sería esperar demasiado, así que le pediría a Raven que le hiciera el favor. Así que solo pasó por su casa para coger una chaqueta y preparar las maletas antes de dirigirse al bar de Raven.

Cuando entró se encontró con que Octavia la estaba esperando, en cuanto la vio fue como una exhalación hacia ella y sin esperárselo zas, sonó tan fuerte que lo escuchó hasta el tío que estaba plantando un pino en el baño:

– Esto es por todas las horas que me ha tocado escuchar llorar a Clarke por teléfono.

Le reclamó la ojiverde. Lexa se pasó una mano por la mejilla afectada y en parte fue como tomar un café, la despejó de lo lindo. Entendió a Octavia, ya que es una de las mejores amigas de Clarke, solo la estaba defendiendo, a pesar de desconocer las circunstancias. Se metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó dos sobres:

– No tienes que preocuparte más por mí, Clarke nunca más sabrá de mi existencia– le dio los dos sobres a la ojiverde– en un sobre hay un cheque, es casi todo el dinero que me ha dado, en cuanto pueda le envío a Raven el dinero que falta para que se lo dé, ya no le deberé nada.

– ¿Piensas que voy a creer que dejarás a Clarke así como así?

Preguntó escéptica Octavia:

– Regreso a Italia para siempre, Octavia.

– ¿Cómo que regresas a Italia?

Preguntó Raven antes de salir de detrás de la barra para acercarse a la morena. Lexa dibujó media sonrisa, Clarke tenía razón en el sentido de que esa castaña era muy envidiable, envidia de la buena. La razón por la que regresaba en un principio a ese bar era por lo agradable que era hablar con esa camarera sexy, luego obviamente regresaba para ver, aunque sea de lejos a Clarke:

– Has sido una buena amiga...

– Por dios– se quejó la castaña– ¿por una vez en tu vida no puedes dejar de ser tan reservada y misteriosa?  por un par de días consigo escuchar a mi amiga feliz y por lo que me contaba me parecía una historia tan preciosa como pretty woman.

Lexa frunció el ceño, pues recordar a Clarke tirándole una pistola de juguete a la cabeza de un niño no tenía nada de bonito, eso sin pensar que era ella la que estaba a los servicios de Clarke, eso le convertía en la prostituta:

– Yo diría que puede semejarse a cualquier historia menos a la de pretty woman– miró a Octavia que seguía acusándola con la mirada– posiblemente Clarke os lo ha contado todo, mi familia no solo esta arruinada y endeudada, aunque no por mucho tiempo.

– ¿Ya has encontrado a otra mujer a quien timarla?

Lexa miró fulminante a la ojiverde:

– No Octavia, el acuerdo era mis tierras y trabajar para ellos, devolverles hasta el último céntimo, o casarme con el hijo de los Moretti, no es que recuperemos todas las tierras ya que la unión de los Bertolini y Moretti el mayor propietario seguiría siendo mi marido...

Octavia esbozó una risita nerviosa:

– ¿Cómo que casarte? Pero ¿no eres lesbiana?

– Lo soy– se pasó las manos por el pelo estresada– me tengo que ir, en un par de horas sale el vuelo para Italia, no tengo porque estar defendiéndome, solo por el hecho de que sea pobre o mi familia deba dinero no quiere decir que dentro de mí no lata un corazón capaz de enamorarse, el problema es que me enamoré de alguien cuya familia adinerada da asco– Ambas chicas arquearon las cejas– si Clarke hubiera sido de clase media la cosa hubiera sido muy distinta, yo no puedo ir detrás de alguien a la que cada dos por tres duda o me recuerda que pertenecemos a mundos distintos– Señaló los sobres– dáselos a Clarke, me voy.

Ni siquiera esperó que las chicas respondieran ¿qué podía esperar de alguien al que le sobraba dinero? Pensaba que Octavia iba a ser diferente, pero rápido le tiró la piedra.

Las chicas perdieron de vista a Lexa y no pasó ni dos segundos cuando Raven estaba mirando solicita a Octavia, conocía esa mirada y no hizo falta que le hablara verbalmente para comenzar a defenderse:

– ¿qué? Tú no escuchaste lo destrozada que estaba Clarke anoche cuando me llamó.

Raven se señaló los ojos:

– Y tampoco has visto tú lo destrozada que se le ve a Lexa– le arrebató los sobres a la ojiverde– trae eso

– ¿qué haces?

Le preguntó caminando detrás de Raven que regresaba a su puesto de trabajo:

– No voy a darle cualquier cosa a Clarke ¿y si es algo que le puede hacer más daño?

– Bullshit, lo que quieres es cotillear.

Quiso quitarle la carta, pero para beneficio de Raven, tenía la barra del bar entre medias:

– Bueno sí, soy una cotilla, Clarke no tiene por qué saberlo– se apoyó al lado de la caja registradora y sacó la carta, Octavia se pasó la mano por la cara, Clarke las mataba. Se apoyó en la barra y observó las expresiones de Raven, la castaña no era de emocionarse ni de llorar por leer historias de amor al estilo crepúsculo, sin embargo, era como si estuviera leyendo la escena en la que la mecánica Woods por fin confesaba su amor por la estudiante de facultad de medicina. Terminó de leer la carta y se abrazó a ella cuan soñadora– oh dios mío, si Clarke no se casa con ella lo hago yo, diría que acabo de perder las bragas, pero es que no las llevo puestas.

Octavia hizo un movimiento con la mano, solicitando que le devolviera la carta, total, el mal ya estaba hecho, no iba a ser la única pringada que no supiera que pone en esa maldita carta, hasta hizo que Raven babeara e incluso se le cayó una lágrima. Una montaña rusa, parecía escrita por la misma Jane Austen, aunque una era inglesa y Alexandra era italiana:

– Mierda– dijo Octavia dejando de leer– me dice esto Lincoln y directamente le arrastro a una iglesia y le caso a la fuerza. El problema es que Clarke cuando lea esto va a ser demasiado tarde.

Comenzó a buscar en su bolso de Armani y sacó su móvil:

– ¿Estás segura de que Clarke te va a coger el teléfono? Seguramente le esté agarrando el ramo de flores al mal bicho que tiene como hermana.

– No, estoy llamando a mi hermano.

Respondió distraída:

– ¿ahora vas a querer liarla con tu hermano? Tú quieres que Echo la mate ¿verdad?

– No, no voy a querer liarlos de nuevo.

Se levantó para comenzar a charlar por teléfono con Bellamy. Raven dejó caer sus hombros y dejándose llevar por la curiosidad abrió el otro sobre, los honorarios de Lexa Woods, ¿Cómo de cara salía? Cual fue la cantidad de cinco cifras que dejó pálida a la castaña. Octavia no tardó de regresar y miró con molestia a Raven, sobre todo cuando vio el cheque en sus manos:

– Raven, Clarke nos va a matar por cotillear sus cosas.

– Octavia– decía aun sorprendida la castaña– de primeras sabía que la familia de Clarke tenían dinero lo que no sabía es que hasta qué punto podían derrochar y de segundas– le enseñó el cheque a la ojiverde que quedó ojiplatica– si Lexa estuviera interesada en el dinero y se habría pegado la juerga del siglo– movió la cabeza antes de decir– bueno, eso de la juerga lo hubiera hecho yo, es justo lo que gano en medio año– miró a la poca clientela que había junto a la barra y gritó– Damas y caballeros, siento comunicar que tengo que cerrar el bar– salió de detrás de la barra, sacó las llaves de su bolsillo y se las dio a Lincoln que estaba entrando en este momento– toma, te encomiendo la misión de cerrar mi local.

– ¿Dónde vas?

Preguntó Octavia nuevamente caminando detrás de la castaña:

– Si Clarke no está para detener a Lexa Woods– Se señaló con el dedo gordo– Ya estoy yo y si al regreso de esa rubia sigue sin quererla, ya me la pido yo, me voy al aeropuerto.

Con energía salió del bar dejando a Lincoln que seguía sin entender nada. Octavia gruñó, se acercó a su novio y le dio un beso en la mejilla antes de salir detrás de su amiga.

Ni el maquillaje ni un milagro, arreglaría su mala cara, sobre todo por el morado que empezaba a aclarecer y las ojeras, ya no estaba hinchado por el golpe, si no por llorar y en más de una ocasión se había maldecido así misma. Es que no había llorado así ni por Finn, que se supone que había sido el único amor de su vida. Si encima se le añadía ese vestido pomposo y horrible que no le favorecía para nada. Estaba en una reunión familiar y estaba amargada, en el altar escuchando lo preciosa que estaba su hermana, obvio la mayoría eran más falsos que el pelo de John Travolta, sosteniendo su ramo de flores, buscaba la esencia, esa que tanto le había explicado Lexa, el valor de la familia, no la encontraba. Con el ceño fruncido, a casi mitad del discurso de ese cura aburrido, bajo un escalón del altar, otro escalón se dirigió al pasillo:

– Clarke ¿Dónde se supones que vas?

Miró atrás y se encontró con todo el mundo en silencio y mirándola. Simplemente no respondió, volvió a encaminarse a la puerta acelerando el pasó tiró el ramo de flores. Posiblemente en el avión estaría reprochándose así misma ese posible error o no.   

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