Sentimientos peligrosos

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Eran cerca de las doce de la noche, y Lincoln no podía dormir.

Simplemente era imposible. Seguía pensando en lo que ocurrió al final de su cita con Leni. Las cosas no estaban bien: tenía aceptar que sus sentimientos por su hermana mayor se estaban volviendo muy peligrosos.

Leni, su hermosa y dulce hermanita, se estaba metiendo calladamente en su mente y su corazón. Sin quererlo y mucho menos buscarlo, estaba empezando a sentir cosas extrañas por ella. Emociones y sentimientos que iban mucho más allá de la simple hermandad.

Lo más irónico de todo, era que estaba cayendo en una trampa que él mismo se tendió sin querer. Había hecho muchas cosas con Leni que iban más allá de lo que era habitual entre hermanos, y estaba comenzando pagando las consecuencias.

No eran tanto las salidas. Ni la ayuda que le brindaba con el examen. Ni las pláticas que tenía con ella cuando terminaban de estudiar. El problema era sutil y mucho más profundo: estaban jugando a los novios. Era cierto que no la había besado, ni tocado. Lincoln no pensaba hacerlo por ningún motivo. Pero a fuerza de ser sincero, eso era lo único que faltaba por ocurrir entre ellos. Los dos estaban comenzando a confundirse. Jugaban con fuego; y si no tenían cuidado, podía pasar algo de lo que se iban a arrepentir.

Lincoln se lo había ocultado a sí mismo durante semanas, pero en el fondo ya lo sabía. Leni estaba empezando a ocupar un espacio en su corazón que debería corresponderle a su novia.

Ella misma se lo había dicho. Tan solo un par de semanas antes, durante una cita, Cristina le dijo con una mueca de fastidio que ojalá pudieran hablar de otra cosa que no fuera Leni. Él se sorprendió mucho al escuchar el reproche, pero fue lo suficientemente prudente para no discutir. Desde aquel día, evitaba mencionar a Leni en presencia de Cristina. Pero eso no evitaba que pensara en ella mucho más que en su novia.

Y es que en los últimos meses había aprendido tanto sobre su hermana...

Era como si no la hubiera conocido nunca. No tenía idea de los sentimientos, la pasión y el potencial que albergaba el alma de su hermanita consentida. ¡Qué sueños tan hermosos tenía! Leni era exactamente el tipo de chica que él hubiera deseado para sí: alguien sin miedo a ser como era. Una muchacha que siempre era clara, transparente; sin afectaciones ni poses. Alguien que lo comprendía, que lo escuchaba y lo llenaba de cariño. Una mujer auténtica a su manera tan singular, llena de sueños y buenos sentimientos.

Le encantaba estar con ella. Era hermoso citarse, compartir, y conversar sobre cualquier cosa. Con Leni, todo era cuestión de dejar que los sentimientos fluyeran, con la garantía de que ella jamás reprocharía ni lo culparía por nada. Gracias a esa seguridad, en todas las citas los sentimientos se convertían en ideas, y las ideas en temas de conversación. Leni siempre, siempre tenía que abordar las cosas importantes por medio de los sentimientos. Solo entonces, cuando sus sentimientos sobre un tema ya eran bien claros, podían atarse cabos con ella. Había que tenerle paciencia. Mucha paciencia. Pero el resultado era maravilloso.

Así fue descubriendo a su hermana. Olvidó el estúpido papel proteccionista que siempre había jugado con ella. Logró interiorizar en el alma de la muchacha; la comprendió, y pudo ayudarle de la manera en que ella lo necesitaba. El enorme problema fue que comenzó a verla con otros ojos.

En muchas ocasiones olvidaba que era su hermana, y empezó a desarrollar sentimientos muy fuertes por ella. La puso por encima de su propia novia como persona y como mujer; y para dificultar todavía más las cosas, comenzaba a prestar una atención muy poco sana en su belleza física. A veces... Muchas veces en realidad, se quedaba admirando la turgencia de su cuerpo y sus encantos femeninos.

Sabía que eso no estaba bien. Pero hasta antes de ese día, sentía que podía lidiar con ello. A fin de cuentas, estaba acostumbrado a reprimir sus sentimientos y postergar sus deseos. Leni era del todo inalcanzable. Incluso más que inalcanzable: era su hermana. Y los hermanos no piensan en sus hermanas como si fueran mujeres, ¿cierto?

No había solución ni alternativa. Leni era su hermana y no podía ser otra cosa; sin importar lo fuertes que fueran los sentimientos que despertaba en él. Ya lo superaría. Siempre podía. Después el todo, estaba bien acostumbrado a reprimirse y contenerse.

Pero lo que ocurrió en la cita de ese día fue tan intenso; tan evidente, que Lincoln se sintió muy asustado. Estaba consciente de que le faltó muy poco para perder el control. Estuvo a punto de hacer su movimiento y probar los hermosos labios de su hermana favorita.

Con todo, eso no fue lo peor. El problema verdadero era que Leni propició toda la situación. La joven no hizo ningún intento por evitarlo cuando Lincoln empezó a acercarse. Si ella también se hubiera acercado, aunque solo fuera un poco, seguro que no hubiera podido vencer la tentación de besarla.

Lincoln nunca había sido muy hábil para leer a las mujeres. Pero lo que pasó aquel día era más que obvio, incluso para él. Leni le confesó sus sentimientos tan directamente como pudo. Y aunque fuera por un momento, él se dejó llevar. ¿Y qué hubiera pasado después?

Nunca imaginó que Leni también lo veía algo como más que un hermano.

No había posibilidad de error. Todo era más que claro: Leni no hizo nada por retroceder. Parecía desear ese beso. Lincoln solo pudo detenerse haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad.

Sí. Era indudable que la situación se volvía peligrosa. Muy, muy peligrosa; y él tenía toda la culpa de ello. ¡Debió pensar mejor las cosas; prever las posibles consecuencias! Aquello no podía seguir así. Tenía que detenerlo todo. Alejarse, y luego...

Un ligero golpe a la puerta lo sobresaltó, y le hizo perder el hilo de sus pensamientos. ¿Quién podía ser a esas horas?

- Adelante -dijo con suavidad.

La puerta se abrió, y Leni apareció en el vano. Aún en la penumbra, Lincoln pudo darse cuenta de que su hermana aún no había dormido esa noche. Sus lindos ojos azules brillaban humedecidos.

***

Leni tampoco podía dormir. Estaba tan nerviosa que podía escuchar su propia respiración agitada.

Aunque en realidad, decir nerviosa no era del todo exacto. En realidad, estaba aterrada. El día siguiente sería decisivo; uno de los más importantes de su vida. Por fin llegaba el momento de saber si el duro trabajo que había hecho con Lincoln en esos dos meses valió la pena.

Se sentía sola. Más sola que nunca. Y tenía tanto miedo...

Se había ido a descansar un poco decepcionada. Después de llegar de su cita, ella y Lincoln se despidieron con un abrazo y un beso en la mejilla. Nuevamente, sintió la necesidad de un poco más. De dar salida a ese sentimiento que crecía en ella desde hacía unas pocas semanas.

Lo que le dijo a Lincoln era totalmente cierto. Ella sabía que no era especial, pero él la hacía sentir especial. Mucho más que cualquier otra persona que hubiera conocido en su vida. Lo supo desde la primera cita, y las citas siguientes no hicieron más que reforzar esa impresión. Y también hicieron surgir los sentimientos y necesidades naturales que la atormentaban desde años atrás.

Era algo muy sencillo, en realidad. Sus citas semanales y sus sesiones de trabajo diario con Lincoln nunca fueron deprimentes ni aburridas. Siempre fueron un gusto, aunque el trabajo sí resultaba muy pesado. Gracias a la manera en que Lincoln la trataba, Leni siempre trabajaba contenta, por muy duro que fuera el trabajo. Con el "Método de Lincoln", hizo rápidos progresos en todas las materias. El trabajo se hacía cada vez más fácil y placentero; y en las últimas semanas, comenzó a sentir algo que ella desconocía: su mente comenzó a volar. A responder como nunca. En las últimas sesiones de trabajo, Lincoln se limitaba a proponer los ejercicios y revisarlos. Ya no hacía falta que le ayudara a pensar, o a resolverlos.

Aparte de eso, las citas de los viernes siempre fueron un placer; pero no tardaron en convertirse en una verdadera necesidad. Su hermanito era tan atento y paciente con ella como jamás nadie lo había sido. La hacía sentirse cómoda, segura y sin ninguna presión. Cada salida se trataba solo de disfrutar y relajarse; sin pensar en que estaba con alguien que querría algo a cambio de todas sus "atenciones". No pasó mucho tiempo antes de que Leni pasara gran parte de su tiempo libre fantaseando e imaginando todo lo que haría con Lincoln en la siguiente cita.

El problema fue que este ambiente de disfrute distendido; de cero presión, fue despertando sus propios sentimientos.

Su hermanito se convirtió en todo el foco de su atención, su trabajo, su relajación, y diversión. Se portaba genial con ella. Era atento y cariñoso. Cuando le enseñaba, buscaba y encontraba todas las formas para que ella entendiera, se concentrara y considerara los problemas bajo su propia perspectiva. Cuando se trataba de una cita, Lincoln buscaba y encontraba todas las formas para hacerla sentir bien. Siempre estaba atento a todo lo que Leni deseaba y decía. Y aparte de todo, ¡la escuchaba! ¡La escuchaba de verdad! Nunca sintió tanta confianza para platicarle a alguien sus experiencias pasadas, su tristeza, sus decepciones y fracasos.

Ni siquiera sus hermanas se habían ganado esa confianza. Lori siempre la regañaba por dejar que pisotearan sus derechos y se aprovecharan de ella. Luna se limitaba a consolarla y decirle que todo le iba a salir bien en el futuro. No había nadie más en quién confiar. Ni siquiera en Rita, su madre; que aparte de todo tenía muy poco tiempo para dedicarlo a cualquiera de sus hijos.

Lincoln era diferente. La aconsejaba y la consolaba sin regañarla ni culparla. Siempre le daba palabras de aliento y esperanza. Pero lo mejor de todo, era que la hacía sentir bien. Era el único que se preocupaba por que ella se sintiera bien. La alegraba y la hacía disfrutar. Con el pasaba momentos increíbles, y siempre se sentía ansiosa por la siguiente cita.

Era un modelo de hombre y de caballero. ¡Qué dichosa era Cristina por tenerlo! Sería maravilloso tener a alguien como Lincoln por el resto de su vida... ¡Claro que sí! Ya no tendría que preocuparse por que la lastimaran y quisieran aprovecharse de ella. Tendría a alguien que la amaría incondicionalmente; justo por ser quien era y por la manera en que era. ¿No sería precioso tener a su propio Lincoln junto a ella y entregarle su ser entero? El jamás se aprovecharía. Jamás la lastimaría.

Se imaginaba que en algún lugar, existía un chico como Lincoln que estaba aguardando a una Leni; a una chica como ella. Al principio, eran fantasías y sueños desvinculados de la realidad. Pero conforme pasaba el tiempo, entre más convivía con Lincoln y recordaba sus amargas experiencias del pasado; sus sentimientos fueron creciendo. Se desbordaron de su alma, y tomaron forma y dirección. ¿Por qué seguir buscando, si el hombre perfecto estaba justamente a un lado suyo?

Por supuesto, se daba perfecta cuenta de que aquello no estaba bien. Eran cosas que la sociedad, su familia y el propio Lincoln jamás aceptarían. Pero eso no impidió que los sentimientos crecieran y se solidificaran todos los días. A cada instante; en cada cita. No lo pudo evitar. Y tampoco pudo soslayar las consecuencias.

Empezó a sentirse celosa por el tiempo que Lincoln le dedicaba a Cristina. Cualquier mención o anécdota que implicará a la novia de Lincoln le molestaba. Era una gran suerte que su hermanito casi no hablara de ella cuando estaban juntos.

Luego, comenzaron los sueños. Eran sueños lindos, en los que Lincoln se hacía su novio y compartían una o mas sesiones interminables de besos. Situaciones tan tiernas, que le impedían tener sentimientos de culpa al despertar. Después de todo, solo eran sueños. No perjudicaba a nadie que, en su fantasía, ella se comiera a besos a su chico ideal. No se preocupó demasiado, ni siquiera cuando los sueños subieron de intensidad. De alguna manera, le parecía lógico: si su chico ideal era como Lincoln, era lógico que soñara con Lincoln como si fuera su novio. ¿Para qué preocuparse? Cuando encontrara a su chico ideal, seguramente su hermano desaparecería de sus sueños.

Lo que no esperaba fue que unos días antes de su última cita, sus sueños llegaron al punto crítico: se vio teniendo relaciones sexuales con Lincoln. Fue un sueño tan vívido y placentero que se sintió muy estimulada cuando despertó. Después de más de dos meses sin tener relaciones sexuales, su cuerpo reaccionó con tremenda intensidad. Tuvo necesidad de autosatisfacerse, y lo hizo recordando todo lo que había ocurrido en sus sueños.

Ella misma no podía creerlo. ¡Se sintió tan bien! Nunca antes, durante sus relaciones sexuales, se sintió así. Ni siquiera con Chaz tuvo esa sensación de salirse de sí misma y fundirse por completo con su amante.

Aquel día sí le fue difícil concentrarse en el trabajo. Era algo demasiado nuevo e intenso para ella. Algo que cambió su mentalidad de una manera que nadie pudo haber previsto. Se cuestionó sobre si en realidad era tan malo el hecho de que tuviera algo que ver con su hermano. De manera totalmente consciente, empezó a imaginar y soñar despierta con la posibilidad de ser su novia.

Sabía muy bien que eso era raro, y que las leyes no lo permitían. Pero pensaba a su manera que quizá había alguna forma de lograr una excepción. Después de todo, en sus clases de historia había estudiado que Cleopatra se casó con uno de sus hermanos. Y también creía recordar que en algunos países, el casamiento de los hermanos no era ilegal.

Lo vio en algun lugar. Unos hermanos en... ¿En donde? ¿España? ¿Suecia?

Sin embargo, un chispazo de lucidez interrumpió sus meditaciones. Todo eso no importaba si faltaba lo más importante; algo que podía arruinar cualquiera de sus sueños y pretensiones ¿Existía alguna posibilidad de que Lincoln la quisiera como novia? ¿Como... hermanovia?

Ya había escuchado antes sobre eso. Después de todo, en la preparatoria se escuchaban chismes de todas clases. Había una chica muy extraña, parecida a una antigua novia de Clyde, el mejor amigo de su hermano. Nadie la quería, y corrían los más atroces rumores sobre ella y su familia. Decían que era la novia de su hermano, y que los propios padres de la muchacha estaban emparentados entre sí.

Por supuesto, nadie quería a aquella chica. Era fácil imaginar que si se hacía novia de Lincoln, a ella le pasaría lo mismo. Pero, ¿acaso importaba? Aparte de Lincoln, ¿había una sola persona que la quisiera de verdad?

Su familia, claro. Pero entonces, ¿por qué siempre la trataban como si no la quisieran de verdad?

Solo Lincoln era diferente. No perdía nada con probar si la quería como algo más que su hermana.

Tenía cierta esperanza. Varia veces había descubierto a su hermano mirando disimuladamente su cuerpo, sus piernas, en el interior de su escote. Lo había descubierto con la mirada perdida en sus ojos y su boca. Pero lo más importante: la trataba mucho mejor que un hermano. Como si fuera una princesa. No conocía a ningún hermano que tratara a sus hermanas así.

Así que, con toda ingenuidad, se propuso esperar un momento propicio. Durante su cita de ese día, creyó que por fin había llegado su oportunidad. Estaba muy nerviosa, pero aprovechó la conversación para acercarse a Lincoln, acariciar su cara, y decirle disimuladamente lo que sentía por él...

Por un momento, pensó que iba a funcionar, y su corazón saltó de gozo. Sintió... vio cuando el rostro de Lincoln comenzó a acercarse al suyo. Casi podía sentir su aliento sobre sus labios. El corazón casi se le salía del pecho pensando que un momento después conocería el sabor de los labios de su hermanito...

Pero al final, Lincoln se rehusó. La muchacha se dio perfecta cuenta de que él buscó un pretexto para impedir el beso, y se sintió un poco decepcionada. Curiosamente, eso no bastó para ponerla triste. Entendió que quizá había ido demasiado lejos con lo que le dijo; y a pesar de eso, Lincoln se acercó a ella.

Tuvo la intención de besarla. Eso era indudable.

Al pensar en ello, Leni se animó. Seguía habiendo una oportunidad. Quizá después del examen, en alguna cita futura...

El examen...

Al pensar en ello, se le borró la sonrisa del rostro. Hubo apenas un pequeño momento de transición, y Leni sintió que la realidad la apabullaba. A pesar de sus hermosas fantasías, había una realidad muy concreta que enfrentar. Y tendría que enfrentarla en unas pocas horas.

Una prueba difícil. Un examen en el que se jugarían sus sueños, esperanzas e ilusiones. Pero no solamente eso: enfrentaría también un historial de fracasos y desesperanza. Sería la cuarta vez que se enfrentaba al demonio de las hojas de papel. El mismo que ya había destruido sus ilusiones una y otra vez.

De pronto, todo desapareció de su mente: Lincoln, sus hermosas ilusiones, y los preciosos sueños de su porvenir. Se imaginó en aquel salón lleno de gente. Lleno, pero solitario. Ella sola contra la prueba. Sin Lincoln ni nadie para ayudarle a responder. Para controlar su temor. Para decirle si la repuesta que marcaba era correcta o incorrecta.

Dios... ¿De qué servía toda su preparación, si se sentía tan nerviosa? Sus nervios ya habían hecho que lo arruinara todo dos años antes. Y lo peor del caso, es que esa vez se puso nerviosa en la prueba, no desde la noche anterior. Esta vez, ya en su propia casa se estaba muriendo de miedo.

Se sintió tan mal que comenzó a llorar. Su mente se llenó de imágenes catastróficas. Podía ver el rostro de sus padres decepcionados. Sus hermanas y sus amigos murmurando a sus espaldas sobre lo tonta que era, y que no había nada de qué sorprenderse por su nuevo fracaso. Pero sobre todo, se imaginó a Lincoln molesto, y reprochándole la enorme cantidad de tiempo que había perdido en su preparación y con sus citas.

Las lágrimas corrieron por sus mejillas. Más que todo, le aterraba pensar en lo que Lincoln le diría si fracasaba otra vez. Podía soportar los reproches y la conmiseración de todo el mundo, pero no los de él. Se lo imaginó gritando, regañándola; mirándola con desprecio...

Llevada por la desesperación, cerró los ojos y sacudió la cabeza.

- ¡No! -se dijo en voz alta-. Linky nunca haría eso. ¡Él no me haría sentir mal! ¡Él nunca...

Calló, y se golpeó la frente con la palma de la mano. Una, dos... tres veces. Intentó alejar los fantasmas que el miedo y la desesperación le hacían imaginar. Su respiración se volvió pesada. Su cabeza le daba vueltas. Por un instante, pensó que se iba a desmayar.

¿Qué podía hacer para recuperar el control?

Eran sus miedos y fantasmas. Nadie podía ayudarla a controlarse. Estaba sola con sus miedos. Completamente sola...

Hasta que, en el momento de mayor desesperación, comprendió que sí había alguien. Alguien que la amaba; que nunca la dejaría sola, y al que solo sus nervios lo transformaban en un monstruo incomprensivo que en realidad no era.

Se calzó las sandalias, y echo a andarrápidamente hacia la habitación de Lincoln.

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