Yo comprendo, hermanito

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Leni salió del examen cansada, pero feliz y exultante. Por primera vez se sentía completamente segura de que iba a pasar. No tenía ninguna duda de que el SAT dejaría de ser el obstáculo infranqueable contra el que sus sueños se habían estrellado en los últimos cuatro años.

Cuatro horas. Una tremenda batalla de cuatro horas. Había trabajado sin descanso durante casi todo ese tiempo. En lugar de comerse las uñas, mirar hacia el techo y colapsar; esta vez no había dejado ni una sola de las preguntas del examen sin contestar. Hizo un ensayo de casi mil palabras, y solo tuvo que jugar a las adivinanzas en cuatro preguntas.

Tomó un Uber para regresar a casa, y en el camino iba pensando en su triunfo y en la persona a la que se lo debía: Lincoln, su adorado hermanito. El chico más maravilloso que había conocido en su vida. El chico por el cual su corazón latía cada vez con mayor fuerza; el único que le inspiraba un estado de completa felicidad.

Al principio, parecía que se encaminaba a un nuevo fracaso. Durmió muy bien toda la noche. Se sorprendió un poco por encontrarse descansando en la cama de su hermano, pero él estaba bien apartado de ella y separado por un par de almohadas. En cuanto ella despertó, Lincoln también comenzó a moverse. Tenía aspecto de no haber descansado mucho; pero se levantó con una sonrisa optimista y animó a Leni a tomar su lugar en la fila del baño, antes de que llegaran más hermanas y todo se dificultara.

La previsión de Lincoln había llegado al extremo de aconsejarle lo que debía comer antes del examen: pan ligeramente tostado con miel, mantequilla, y un té de manzanilla también endulzado con miel de abeja.

Por supuesto, casi todas sus hermanas y sus padres le hablaban al mismo tiempo dándole ánimos, aconsejándola y dándole un sin fin de instrucciones sobre cómo responder las preguntas del examen.

Lincoln también había previsto todo eso. Le aconsejó que los escuchara a todos, pero no debía olvidar las instrucciones importantes. Las más productivas; recomendadas por especialistas en preparar gente para el examen. Los consejos que tenían perfectamente estudiados y adaptados para la situación particular de Leni. Después de todo, ¿qué sabían sus hermanas? Las únicas que había pasado antes la prueba SAT eran Lori y Lisa, y ellas no estaba allí.

Afortunadamente, el último de quien Leni se despidió antes de salir de su casa fue su hermano Lincoln. Él la abrazó con fuerza, la besó en la mejilla, y le dio sus últimos consejos y recomendaciones. Leni se sintió tan bien y tan apoyada, que no hubiera querido que Lincoln la soltara nunca.

Empezó a ponerse un poco nerviosa durante su viaje al recinto del examen; y sus nervios fueron aumentando conforme veía a gran cantidad de chicos llegar, y llegar. Era algo que había vivido los tres años anteriores, pero no lograba acostumbrarse a ello. Todos estaban callados, con caras tensas y llenas de preocupación. Unos poco conversaban y reían con aire de suficiencia, seguros de que el examen era un mero trámite en su camino hacia su éxito futuro, y no representaba ninguna dificultad especial.

Algunos de estos chicos, al ver a Leni tan atractiva, pretendieron hacerle plática. Pero Leni los despidió cortesmente, e hizo lo mismo que todos los años anteriores: se apartó y revisó por enésima vez que llevara todo lo necesario: bolígrafo, lápices, goma, sacapuntas, corrector, y una calculadora científica. Estaba prohibido que los sustentantes utilizaran la calculadora de su teléfono celular.

Sus nervios fueron en aumento conforme los hicieron pasar, los acomodaron y les dieron las instrucciones para contestar el examen; así como la programación de los pequeños recesos que iban a tener, y los cambios de prueba. Leni conocía todo esto de memoria, así que no prestó demasiada atención. Más bien se concentró en sus temores, y pronto deseó estar muy lejos de allí.

Los nervios comenzaban a apoderarse de ella. Sentía que su corazón empezaba a latir con demasiada fuerza, como si hubiera echado un largo sprint a toda velocidad. Sus manos sudaban, y de pronto tuvo el deseo casi irrefrenable de morderse las uñas. Otra vez, sentía que podría morir del puro miedo. ¡Aquél no era su lugar! ¡Ella no debería estar allí!

Se sentía cerca de desfallecer. Si así iba a ser el resto de su vida académica, era obvio que no podría lidiar con la presión. Se encaminaba rumbo a otro fracaso estrepitoso, mucho peor que el de las tres veces anteriores. Una repetición de los fracasos que había tenido a lo largo de tantos años acudiendo a la escuela.

Sus temores se vieron confirmados cuando tuvo en sus manos el cuadernillo de habilidad matemática y la hoja de respuestas. De pronto, todo había desaparecido de su cabeza; todo lo que había conseguido en los dos meses de ardua preparación. Leyó las primeras preguntas, las que supuestamente eran más sencillas de responder; pero no lograba entender nada. Se sentía otra vez como la Leni estúpida e inútil que todos conocían. No sabía nada. ¡No podía responder nada! Era mejor si se salía de una vez, y pensaba en una buena disculpa para enfrentarse a Lincoln. Para agradecerle todas las molestias que se había tomado en vano.

- Lincoln... ¡Oh, Linky! -pensó mortificada-. No debiste tomarte tantas molestias con una tonta como yo. ¿Ya ves? ¡No puedo hacer nada por mí misma! ¡No puedo...

De pronto, ocurrió algo extraordinario. Cuando más desesperada estaba, recordó unas palabras que Lincoln le había repetido una y otra vez durante su preparación para el examen. Siempre se las decía sonriente, con un tono optimista y seguro. ¡Su rostro se veía encantador cuando le hablaba!

- Yo no estaré contigo físicamente, hermanita. Pero créeme que en todo momento voy a estar pensando en ti, y estaré bien seguro de que lo lograrás. Así que cuando estés allí tú sola... Recuerda que yo estoy pensando en ti, y dándote muchos ánimos en mi mente, Lenita.

La conciencia de Leni se aferró a esa imagen y esas palabras. Recordó la linda cara de su hermanito, sonriéndole y dándole ánimos. La joven cerró los ojos y se concentró en esa imagen, repitiendo en su mente una y otra vez las palabras de su amado.

Poco a poco fue encontrando paz y consuelo. Su temor se redujo a un nivel tolerable, y una sonrisa se dibujó en su precioso rostro. Abrió los ojos, echo una mirada al examen, y se topó con una pregunta cuya respuesta conocía muy bien. La leyó dos veces, con ese estilo cuidadoso que Lincoln le insistió en que practicara todo el tiempo, y ya no le cupo ninguna duda. Era una pregunta que conocía, así que marcó la respuesta cuidadosamente en su hoja. Luego, vio otras preguntas supuestamente difíciles que no eran exactamente iguales a las que había estudiado, pero que se resolvían de la misma manera.

Todo cambió en ese instante. El examen ya no parecía tan difícil; y ante los ojos de Leni se transformo en un reto perfectamente asequible. Volvió al inicio del cuadernillo. Ahora las preguntas parecían tan fáciles que la hicieron sonreír. Con todo, no se confió: tal como Lincoln le había enseñado; revisó sus respuestas y resolvió la subprueba justo de la manera en que había practicado. La suave voz de su hermano, llena de paciencia y comprensión, se convirtió en una voz que le susurró instrucciones durante todo el examen.

- Primero, aquellas preguntas en las que ni siquiera tienes que pensar, Leni. Así. ¡Muy bien!

- Ahora, las que sabes que puedes resolver bien, pero que te van a llevar algo de tiempo. Con cuidado.... Verifica tus operaciones... ¡No te equivoques al llenar la hoja de respuestas!

- Van las que te producen duda. Intenta descartar opciones. Hay unas que son ilógicas, y tú lo sabes bien... ¡Así! ¡Yo sabía que podrías! Solo recuerda, estas preguntas difíciles no deben hacerte dudar de tus otras respuestas, ¿de acuerdo?

- Ni modo, hermanita. En esta tendrás que adivinar. Pero es una. ¡Solo una pregunta! Cinco opciones que convertiste en dos con tus reflexiones. ¡Así! ¡Justo tiempo!

Lo hizo de la misma manera con la subprueba de razonamiento matemático sin calculadora. Incluso se dio el lujo de verificar todas sus respuestas y esperar tres minutos antes de que les retiraran e cuadernillo.

A partir de ese momento, Leni comenzó a volar sobre el examen. Se sentía cada vez más fluida y confiada. El examen de habilidad verbal, lectura y redacción era el más complejo para ella; pero al tenerlo enfrente, ya se sentía lista y abordó el reto con mucho entusiasmo. El ensayo no fue tan difícil: solo tuvo que pensar en unas cuantas ideas clave sobre el tema asignado, y desarrollar solamente una por cada párrafo. Algo concreto, con ideas claras y un vocabulario sencillo. No usar palabras de las cuales no conociera el significado.

La prueba de comprensión de lectura. Subrayar o anotar las ideas principales de cada párrafo. Recordar dónde estaban los detalles, no intentar memorizarlos. Prestar atención a las ideas principales. Localizar en el texto exactamente lo que pedían las preguntas. Verificar las respuestas, y el llenado de las hojas.

- ¡Todo bien, Leni! ¡Vamos, este examen es tuyo!

El último y el más difícil para ella: el examen de escritura y lenguaje. Sobre todo, porque tenía que leer atentamente los textos escritos por otros, descubrir errores, y proponer mejoras basadas en sus propios conocimientos de gramática, sintaxis, puntuación y vocabulario. Leni avanzó mucho más lento en esa tarea, pero ya no le preocupaba tanto. Estaba segura de que había hecho un gran esfuerzo en el resto del examen; y cuando le llegó el aviso de dos minutos para entregar, había contestado más de tres cuartas partes de la prueba. Las ultimas diez las contestó en segundos, descartando el máximo de opciones; y las últimas tres, al azar.

Estaba satisfecha. Por primera vez en su vida, se sentía bien al terminar un examen.

Y ahora, a punto de llegar a casa, se sentía mejor que nunca. Sus preocupaciones parecían haber desaparecido. Solo le faltaba una cosa para ser verdaderamente feliz, y podría comenzar a trabajar en ello ese mismo día. Seguramente Lincoln era él único que estaba en casa, y eso le favorecía. Ahora era el turno de ella para invitarlo a salir. Tenían que celebrar esa victoria.

***

- ¡Pasé, hermanito! ¡Estoy segura de que pasé! -exclamó Leni, arrojándose directo a los brazos de Lincoln.

Lincoln la recibió con menos entusiasmo. Estaba muy feliz por ella, pero también sumamente apenado. Tener en sus brazos el hermoso y turgente cuerpo de esa mujer tan amada era suficiente para ponerlo nervioso. Le traía recuerdos de la noche anterior, y de lo que había pasado en todas sus citas previas. Eran sensaciones tan intensas y maravillosas, que casi le hacían arrepentirse de lo que tenía planeado hacer.

Era necesario poner fin a su cercanía con Leni. Especialmente ahora, cuando ella ya no lo necesitaba. Iba a ser algo cruel, doloroso; y se odiaba a sí mismo por ello. Pero después de lo de la noche; cuando estuvo a punto de besarla y casi dejarse llevar, se dio cuenta de que ya no podía diferir sus acciones por más tiempo. Tenía que romperles el corazón a su hermana, y a él mismo. Por el bien de los dos.

- Qué bien, Lenita -dijo Lincoln, intentando no sentir la tersa piel de las mejillas y los brazos de Leni-. ¡Yo sabía que podrías!

- Y todo gracias a ti, Linky... A ti, ¡A ti! - casi gritó ella, mientras empezaba a comérselo a besos.

Dios... Aquello era casi una tortura para Lincoln. Los labios de Leni eran tan suaves... tan sedosos y cálidos.

A cada segundo y con cada beso, sentía que su voluntad flaqueaba. Pero no podía rendirse. No ahora, que ya había decidido lo que iba a hacer. Así que se apartó con gran delicadeza; pero sostuvo las manos de Leni entre las suyas. Para que ella no se sintiera rechazada tan abruptamente.

- Leni, recuerda que el examen lo presentaste tú, hermanita; no yo -dijo Lincoln-. El trabajo fue tuyo. Yo también estoy seguro de que lo pasaste, y es algo que solo tú te mereces por tu esfuerzo.

Leni sonrió. Lo abrazó con todas sus fuerzas, y fue imposible rechazarla de nuevo. La hermosa joven acercó su rostro, y le dio un beso muy sonoro y apretado junto a la comisura de los labios.

- Linky... Yo sé muy bien a quién le debo todo. Yo sé quien estuvo a mi lado estos dos meses y me dio todo lo que me hacía falta para lograr esto, hermanito. Fuiste tú. ¡Tú! Y por eso, quiero recompensarte, amor.

Al escuchar eso, el corazón de Lincoln se cayó hasta sus pies. Seguramente estaba exagerando, pero lo ultimo que Leni dijo le hizo formar unas imágenes mentales que se esforzó por alejar de inmediato. Definitivamente, seguir saliendo e intimando con ella lo iba a llevar por derroteros muy poco sanos. ¡Aquello se tenía que terminar!

- Deja que sea hoy quien te invite todo, Linky, ¿Qué te parece si tenemos una cita hoy mismo? Podemos ir al cine, a cenar... Conversar un rato bajo las estrellas...

Lincoln contempló el rostro ilusionado de su hermanita, y se sintió miserable. De pronto, comprendió lo duro que iba a ser todo para ella. Igual que para él. Pero de todas maneras tenía que decírselo. No lo podía evitar.

- Lenita... Perdóname, hermana. Pero hoy voy a salir con Cristina. Me llamó en la mañana y me preguntó si podíamos salir hoy.q Dice que debe decirme algo muy importante.

Leni lo miró por un momento sin comprender. Distinguió cada una de las palabras, pero le costó mucho trabajo comprender lo que Lincoln quería decir. Se quedó por un instante en una especie de shock, y luego sintió que su corazón se paralizaba.

Lincoln no podía salir con ella y compartir su alegría, porque él tenía una cita con... su novia.

Cuando las palabras penetraron por completo en su consciencia, estuvo a punto de dejar escapar un gemido involuntario. Una mano helada le estrujó el corazón, produciéndole tal dolor, que no pudo contestar de inmediato. Apenas pudo controlarse, pero no pudo evitar que sus ojos se nublaran.

Lincoln se dio cuenta de todo eso, y estuvo a punto de arrepentirse. Fue el momento más álgido y doloroso de todos. Si Leni se hubera echado a llorar, probablemente no hubiera podido mantener su determinación. Pero su hermanita mayor resistió el golpe como una heroína. FIngió una sonrisa y dijo suavemente.

- ¡Oh! No te preocupes. Yo comprendo, hermanito. Creo que te he mantenido alejado de tu novia durante demasiado tiempo, ¿verdad? Ella merece que estés a su lado. Eres... Un chico maravilloso. Debe extrañarte muchísimo.

- Leni... -comenzó a decir Lincoln, pero ella le puso un dedo sobre los labios.

- No, Linky. Ya te distraje demasiado de tus obligaciones... De tu vida. Es el momento de que te ocupes de volver a buscar tus sueños... De la chica a la que amas.

LIncoln la miró fijamente, intentando leer sus verdaderas emociones. La chica sonreía, y hacía un esfuerzo enorme por que su sonrisa pareciera sincera. Solamente sus ojos humedecidos y entristecidos la delataban.

- Ve, y diviértete muchísimo en tu cita, hermanito. Y uego, cuando estés un poco más desocupado, yo podré ayudarte como lo prometí, ¿recuerdas? Prometí ayudarte a descubrir el deseo de tu corazón. Y lo haré, si tú de verdad lo quieres. Ahora, sal y diviértete Linky. Te lo mereces, después de todo lo que hiciste por mí.

Leni se acercó para darle un suave beso en la mejilla, y luego se alejó rápidamente por el pasillo. Hacia su cuarto, antes de que Lincoln pudiera reaccionar.

El chico peliblanco la miró entrar a su habitación y cerrar suavemente la puerta. Se pasó las manos por el rostro, y estuvo a punto de ponerse a llorar. Se había preparado para ese momento durante todo el día, pero... Nunca pensó que le dolería tanto. Y el intento de Leni por mantenerse tranquila lo hizo sentirse todavía peor.

En el fondo, su reacción era lógica. Leni casi nunca peleaba. Toda su vida era hacer sentir bien a los demás, y tender una mano cuando se necesitaba. No era reactiva y enjona como Lori. No se tomaba las cosas a broma como Luan; no se parecía a ninguna de sus otras hermanas.

Era simplemente Leni.

La joya de la familia. La hermana con el corazón de oro. Dulce, noble, buena y hermosa. La que se merecía todo de la vida, y nunca parecía poder obtenerlo.

Pero bueno, al menos ahora podría alcanzar uno de sus sueños. Dentro de menos de mes y medio, comenzaría una nueva etapa de su vida en la escuela de alta costura. ¡Sería la mejor costurera del mundo! Y algún día, la gente se daría cuenta de su talento. Leni iba a triunfar, de eso no tenia ninguna duda.

Debía sentirse feliz, ¿no?

No.

Porque, por más que no quisiera reconocerlo, sabía que había roto una vez más el corazón de su hermana. Lo vio en sus ojos: se sentía igual o peor que dos meses antes, cuando le ofreció ayudarla con sus dos grandes problemas. Sin duda la ayudó con uno, pero el otro...

LIncoln se encaminó a su cuarto, lo cerró y se sentó en el borde de la cama. Encogió su cuerpo y ocultó su rostro entre las manos. No le sorprendió nada darse cuenta de que empezaba a llorar.

- Leni... hermanita. ¡Perdóname! Te amo tanto, linda. Quiero que seas la mujer más feliz del mundo... ¡Pero no así, amor! Yo no puedo... No debo darte... No...

Se acostó sobre la cama y sollozó. ¡Dios! ¿Por qué todo tenía que ser tan injusto?

¿Por qué su hermana tenía que amarlo así? ¿Por qué él la amaba tanto y deseaba en ese momento tenerla entre sus brazos para amarla, consolarla y llenarla de besos y caricias?

Se dejó llevar un rato por el llanto y la tristeza. Se sentía muy mal, pero en el fondo sabía que había hecho lo correcto. Él y Leni eran hermanos. Las cosas no debían ir más allá. No podía permitirse ser débil. Les iba a doler en el alma, pero... Era lo mejor para los dos. Ya lo superarían.

Se levantó, y pretendió sentirse determinado. Tomó su teléfono celular, y abrió la galería para mirar algunas de las fotografías de Cristina que tenía almacenadas.

Sin duda, su novia era una muchacha muy hermosa. Casi tanto como Leni.

Llegó a una foto en la que ellos dos se estaban besando, entre risas. Él extendía el brazo para tomar la selfie. ¡Cómo se habían divertido en aquella ocasión!

Lincoln sonrió. Sin duda, Cristina lo haría olvidarse de los sentimientos inapropiados que albergaba por Leni.

Lo sentía muchísimo por ella. Le dolía en el alma hacerle eso a su hermanita, pero era lo único que cabía hacer. Era por el bien de los dos. Ni ella ni él debían ilusionarse el uno con el otro. Eran hermanos: jamás podrían estar juntos. Y eso, era algo que nada ni nadie podría cambiar.

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