CAPÍTULO 22

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Todo lo que había pasado en los últimos días creó en mí una espiral de confusión de la que me iba a ser muy difícil salir. La confianza en Stu, la discusión con Peter, los posibles poderes de Sonia, su alianza con Lupin y la coincidencia de sueños con Kevin se entrelazaban en mi cerebro haciendo que la cabeza estuviese a punto de estallarme. Esto rondaba mis pensamientos mientras nos dirigíamos en silencio hacia el despacho del profesor Sanderson, después de recibir un mensaje de Lily contándonos que había conseguido localizarlo.

—Anna, ¿estás bien?

La voz de Kevin sonó a lo lejos, como si estuviese a metros de distancia a pesar de que caminábamos juntos. Mi cabeza no podía focalizarse en nada, todo estaba enrevesado y estaba segura de que me encontraba al borde de un ataque de pánico. El rubio continuó en silencio, aunque podía notar su preocupación.

Tras unos largos minutos andando entre la gente que llenaba de vida el campus, ajenos a la preocupación que sobrevolaba nuestras mentes, llegamos a la puerta del despacho. Ahí se encontraban Oscar y Carol con la pose tan formal que les caracterizaba.

—No nos abren la puerta, pero se oyen murmullos —explicó Oscar con los brazos cruzados—. Llevamos un rato esperando.

—Estoy bastante cansada de todo esto —dijo Carol mientras imitaba la pose de su hermano.

—Hemos encontrado a Sonia. —Los dos se sorprendieron al escuchar las palabras de Kevin—. Estaba en su habitación. Con Lupin.

Carol se llevó las manos a la cabeza mientras Oscar comenzaba a murmurar palabras que no podíamos escuchar, aunque su tono parecía enfadado. Antes de que pudiesen responder, la puerta del despacho se abrió y apareció Lily invitándonos a pasar. Esperé a que los demás entraran y me quedé esperando en el umbral, rezagada.

En la habitación se encontraban Albus Sanderson y Peter. Mientas los demás se colocaban en los asientos vacíos y comenzaban a hablar atropelladamente para explicarle al profesor lo que había pasado en las últimas horas intenté que Peter fijase su atención en mí, pero mis nefastos intentos, que consistían en mirarle sin descanso como una psicópata, no funcionaron. Continuó mirando hacia la ventana, con el pelo negro más revuelto de lo normal por pasar sus manos por el.

—¡De acuerdo! —El profesor alzó la voz haciendo que todos se callasen por un momento—. Hablando todos a la vez lo único que lograréis es confundirme más. Según he entendido, Sonia ya acepta nuestra existencia y Lupin le ha hecho creer que es la nueva hechicera negra.

Asentimos en silencio, esperando una señal para volver a hablar. Se podía notar como la tensión estaba instaurada en la habitación como si esta fuese una olla a presión, esperando el momento justo para estallar. El profesor Sanderson se sentó en su escritorio, pensativo. Durante unos segundos nadie dijo nada, pero fue Kevin el que, finalmente, tomó la palabra y preguntó lo que a todos los rondaba la mente.

—Y ahora, ¿qué hacemos?

—¿Vosotros? Nada. Lleváis días dando vueltas por la universidad con planes que no nos están llevando a ningún lado. Estáis descuidando los estudios y eso es un problema para los hechiceros, pues no podréis seguir en la universidad. —Me miró mientras decía esto último, haciendo que mi rostro se sonrojase—. Por lo que me habéis contado, esa chica no confía en ninguno de vosotros, y cualquier intento de convencerla no hará más que empeorar las cosas.

—¿Qué propone, profesor? —preguntó Carol cuya expresión había cambiado del enfado a la curiosidad.

—Quiero que continuéis con vuestra vida universitaria normal, asistiendo a clases, relacionándoos con los demás alumnos y evitando usar vuestros dones a no ser que sea estrictamente necesario.

No me podía creer lo que estaba diciendo. Nos pedía que hiciésemos como si nada hubiese sucedido, que ignorásemos que había empezado una guerra abierta entre dos facciones y que estos podían tener a su lado a la persona de la que hablaba la profecía. Puede que fuese fruto del estrés de los últimos días, pero en ese momento sentí como el enfado se apoderaba de mi cuerpo.

—No podemos abandonar a Sonia —dije, haciendo que se sorprendieran al escuchar mi tono de voz—. Sé que no es la mejor persona del mundo, pero no se merece lo que sea que pretenden hacer con ella. Le han engañado, ¡le han contado que es la hechicera negra cuando es probable que quieran utilizarla como arma!

Respiré, angustiada. No entendía cómo mis compañeros y, sobre todo, el profesor, podían pasar por alto todo esto. Puede que fuese porque era nueva en este mundo y me faltaban muchos datos, además de no comprender la mayoría de las cosas que me estaban pasando, pero necesitaba hacer algo al respecto. Además, no podía evitar pensar que todo esto era culpa mía al haber ocultado todo lo de Stu.

—Anna, sé que es complicado —contestó el profesor con un tono suave y conciliador—, pero tenéis que confiar en mí. He estado con algunos del Consejo y no pueden hacer oídos sordos a todo esto, los adultos tenemos que tomar cartas en el asunto.

Asentí, aunque ya no le estaba escuchando, pues mis últimos pensamientos me habían dado una idea que podría funcionar. Teníamos claro el papel de Lupin en todo esto, pero puede que Stuart aún no se hubiese enterado de todo esto. Una pequeña parte de mí seguía creyendo que puede que el que fue una de las personas más importantes en mi vida había cambiado de verdad y pudiese mediar en el conflicto.

Sabía que no era una actitud muy razonable, pero cuando estás tan saturada no puedes evitar agarrarte a cualquier clavo ardiendo que sirva para solucionar una situación que piensas que tú misma has provocado.

Me di cuenta de que el profesor seguía hablando, probablemente dándonos indicaciones, pues todos lo miraban en silencio. Sacudí la cabeza con disimulo y fingí estar escuchando lo que decían. No pude evitar dirigir mi mirada hacia Peter, dándome cuenta de que no me quitaba los ojos de encima. Tragué saliva, esperando de forma infantil que entre los dones de los hechiceros no se incluyese leer el pensamiento.

Aunque sabía que no hacía falta que tuviese ese poder, pues podía ver en su rostro que sabía lo que estaba pensando. Notaba en sus ojos el enfado mientras negaba con la cabeza y sentí un dolor en el pecho al pensar en que me estaba acostumbrando demasiado a ver esa expresión. Quería volver a ver al Peter dulce y serio que me había resultado tan intrigante semanas atrás y, sobre todo, quería que nuestra conexión continuase siendo tan fuerte como al principio.

En ese momento, me pareció que hablar con Stu y conseguir que convenciese a Sonia de que volviese a nuestro lado era la mejor solución: no tendrían el poder sobre ella y demostraría que no me había equivocado al confiar en él.

—Entonces estamos todos de acuerdo: todos volvéis a vuestra rutina habitual y si tenéis algún problema debéis avisarme. Nos encargaremos de que no puedan utilizar a la chica para su propio beneficio, sea cual sea.

El profesor dio por concluida la reunión con estas palabras y nos despidió acercándose a la puerta. Llevaba algún tiempo desconectada de la conversación y sumida en mis pensamientos, por lo que ignoré a Lily que intentaba llamarme para que me quedase con ella cuando salimos. Bajé por las escaleras hasta que noté como alguien me agarró del brazo y una corriente comenzó a recorrer mi cuerpo al contacto.

—Dime que no vas a hacer lo que estoy pensando —susurró Peter en mi oído.

—Es la única manera de solucionar esto —contesté intentando sonar lo más conciliadora posible.

Se colocó delante de mí varios escalones por debajo y haciendo que quedásemos a la misma altura. Por un segundo flaqueé, al perderme en sus ojos negros que me miraban con firmeza. Logré recomponerme mientras me cruzaba de brazos y permanecía en silencio, esperando su respuesta.

—Anna, no ha cambiado. Sé que sigues creyendo que puedes confiar en él, pero no me cansaré de repetirte que todo lo que mi padre toca se transforma en un arma con el que llegar a sus fines. El Stuart Rogers que conocías ya no existe, solo quiere manipularte.

—Tú no lo conoces —contesté mientras le señalaba, marcando cada sílaba—. Una parte de mí no puede evitar creerle. Además, no tenemos otra opción. Hay que intentar que esté de nuestro lado, pues Sonia confía en él más que en Lupin que, para ella, solo es un personaje secundario.

—¿No has escuchado al profesor? —preguntó levantando un poco la voz— Dejemos que él se encargue de todo. Con esto lo único que harás será complicar más las cosas.

En ese momento pude dar la vuelta a toda la historia. Si hubiese recapacitado, puede que las cosas hubiesen tomado un rumbo distinto, pero mi vida estaba llena de malas decisiones provocadas por mi cabezonería, así que esa no iba a ser distinta.

—Tú puedes hacer lo que quieras, Peter. Yo intentaré lo que esté en mi mano para que tu padre no vuelva loca a una chica inocente o la reclute para lo que sea que esté intentando conseguir con su grupo de hechiceros de élite. —Después, pronuncié unas palabras de las que me arrepentí al instante—. Creo que tus celos no te dejan pensar con claridad, si no te darías cuenta de que es la mejor opción.

Sus ojos empezaron a volverse de color fucsia mientras tensaba los brazos. Quise cogerle de las manos, besarlo, decirle que me había equivocado y que no pensaba en serio que estuviese celoso. Quise abrazarle y pedirle que me llevase a su habitación para estar horas olvidándonos del mundo que hay fuera.

Pero, en vez de eso, la estupidez se apoderó de mi cuerpo y solo puede desafiarle de la misma manera, haciendo que nuestras luces que, en otras situaciones, se habían entrelazado creando formas preciosas alrededor, se enfrentasen sin tocarse por encima de nosotros.

—Solo espero —contestó con voz ronca a la vez que las luces desaparecían— que no tenga que pronunciar ciertas palabras la próxima vez que nos veamos.

—¿Qué palabras? —pregunté desconcertada mientras se alejaba.

—Te lo dije.

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