16. La última ufóloga

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Drake no pregunta nada acerca de lo que han conversado. Después de todo, ni siquiera es parte del grupo. Luke tampoco dice algo. Emmie se encarga de repartir algunos sándwiches que saca de la mochila. Otra vez, el viaje no dura tanto y en menos de una hora ya han arribado a tierra.

Sin embargo, al descender, Drake reconoce los árboles, las montañas y los pinos. Lleva a Robin de la mano mientras observa su alrededor detenidamente.

—¿Estamos en Vermont? —pregunta en cuanto se asegura que reconoce el lugar.

—Sí —responde Kenzie.

—¿Y qué hacemos en un parque nacional?

—¿Viajaste aquí? —indaga Luke a su costado. Está arrodillado checando algo del helicóptero y ni siquiera levanta la mirada para verlo.

—Sí, cuando era niño —contesta Drake mientras espera que el piloto se vuelva hacia él, aunque no lo hace nunca—. Pero es un parque na...

—Sí, Drake —interrumpe Simon luego de pasarse las manos por la cara—. Ya sabemos que es un parque nacional, nadie te pondrá una multa, nadie te sacará el permiso de conducir. ¡Y si te lo quitan, te haremos otro!

Emmie le coloca la capucha a Simon y él se la ajusta. Entonces, Drake nota que todos se la han colocado.

—No estamos muy acostumbrados al sol —explica Emmie.

Drake no había pensado en ello. Ahora, con una verdadera luz potente, nota que los GU son más pálidos de lo que creía; hasta parecen fantasmas. Robin también los mira uno por uno. Luego, observa a sus nuevos amigos colocándose sus capuchas. Piensa que es algo muy divertido (y muy inteligente) para protegerse del Sol. Se lo dirá a la maestra cuando regrese al colegio.

—¿Tú también te podrás la capucha, papi?

El Sol está muy fuerte, a pesar de que el invierno se acerca. Por las dudas, Drake le coloca la capucha a Robin y luego, se la coloca él.

Emmie se pone a la cabeza del grupo y los guía a través de un ambiente lleno de plantas de diversos colores, rumbo a lo alto de una llanura. Kenzie camina al lado de Drake. Lleva un fusil en su espalda, sostenida por una correa que le atraviesa el tronco de manera oblicua. También tiene una pistola en su bolsillo.

—La última ufóloga se llama Neferet —informa con la mirada hacia el frente. Está bastante tranquila y ya no se nota enojo en ella—. Ella es más poderosa que yo, así que no hará falta que uses tu nueva identidad ni te presentes. Te mirará y sabrá todo.

Otra abducida. Genial.

—Claro.

—No te hará nada, es buena chica.

—Ajá.

—Es media rara.

—¿Más que ustedes?

—Si te asustaste de nosotros, probablemente ella te asuste más.

Drake está a punto de soltar que ellos lo secuestraron de la peor manera, pero no quiere decir eso frente a Robin. No quiere que se asuste aún más. A pesar de que se comportó bien allá afuera en el Pentágono, no olvida que no quería salir de la base.

Con un poco de esfuerzo, el grupo llega al final de la llanura. No es tan empinada como parece, pero aún así, la subida se vuelve complicada. Al final del trayecto se visualiza una diminuta cabaña. A simple vista, no se ve mal. Es sencilla, bastante parecida al simulacro de cabaña de los ufólogos: ventanas limpias con cortinas blancas, puertas, paredes y pisos de madera. Simon corre la puerta de entrada con un golpecito e ingresa a la casa como si fuese la suya.

Por dentro, el lugar es chico, aunque para una sola persona está bien: una única habitación en donde cabe cocina y dormitorio. Luego, otra puerta en donde se supone que está el baño. No parece haber nada eléctrico, ni siquiera luz. Los ufólogos aprovechan a quitarse las capuchas.

—Carly, ven conmigo, Joey y Robin, quédense con sus padres —indica Emmie—. ¡Fíjense por dónde caminan! Pueden haber escorpiones...

—No, Emmie, Neferet ahuyenta a los escorpiones —admite Simon.

Drake toma a Robin con más fuerza que antes. No hay mucha luz dentro de la casa y hay bastantes cosas extrañas: marcas raras y dibujos sin sentido sobre papeles amarillentos en la única mesa, junto a crayones de colores. ¿Cómo es que ella soporta vivir en ese estado? De noche todo debe ser peor...

—Debe estar en el jardín de atrás —aventura Simon.

—¿Jardín? —cuestiona Drake confundido—. ¿Tiene jardín?

—Sí, porque ama la naturaleza.

Simon cruza la habitación con total naturalidad. Drake se sorprende un poco al notar que los alrededores no están sucios: no hay polvo ni insectos (aunque hay muchas telarañas en las esquinas de la habitación). Pasa un dedo por las puertas de un ropero y, en efecto, no hay nada.

Del otro lado de la habitación, al lado de la chimenea, hay una puerta. Tras ella, se encuentra un pequeño jardín con flores y una huerta. Simon camina hasta una reposera en donde hay alguien de espaldas. Le habla con un tono jovial y divertido, aunque Neferet no responde. Drake se queda quieto hasta que, de repente, Neferet se inclina por el costado de la reposera sin ponerse en pie, con una rapidez algo extraña y una rigidez corporal aún más llamativa. Lo mira a él. Drake esconde a Robin tras él y no mueve ni un músculo.

Neferet tiene el cabello largo y abundante de color grisáceo. Es bastante delgada, mas se nota fuerte y sana. Su ropa —jeans grisáceos, sudadera rosa y chaleco plateado— parece estar desgastada, aunque hecha a su medida.

Y sus ojos... Sus ojos son enormes, saltones y del mismo color que su cabello. Drake se siente desnudo frente a ella. Incómodo, muy incómodo, como si ella estuviese escaneando hasta lo más profundo e íntimo de su ser. Se encoge un poco y trata de cerrar sus ojos, pero no puede hacerlo hasta que ella le quita la mirada de encima. Las sensaciones se van, aunque ahora necesita correr de allí. Se muerde el labio y se concentra en mirar el suelo. Cierra los ojos, frunce un poco las piernas como si quisiera ir al baño. Se siente avergonzado, muy avergonzado, más de lo que jamás ha estado.

—Ella... —escucha. Esa es Kenzie—. Te dije que era más poderosa que yo.

—Vamos adentro —manda una voz que no reconoce. Esa debe ser Neferet: se escucha autoritaria aunque juvenil, e incluso suena muy parecida a la forma de hablar de Simon.

Drake escucha pasos al lado suyo y Robin moviéndose tras él. Kenzie le pone una mano en el hombro y una electricidad pequeña recorre la zona. Kenzie quita su mano al segundo y Drake abre los ojos poco a poco.

—¿Quieres quedarte aquí? —propone Kenzie con voz suave.

Drake mira su cuerpo rápidamente. Baja la cremallera del chaleco porque se siente asfixiado. Suelta un poco el apretón de Robin y nota que él agradece eso. Agita un poco su manita y vuelve a tomarlo de la mano. Mira al interior de la casa, en donde el resto ya se ha acomodado en la mesa central. Emmie le entrega la comida de McDonald's a Neferet.

—Puedo quedarme contigo un rato aquí afuera —ofrece Kenzie—. O dejarte solo. Neferet no dirá nada.

—No, está bien —resuelve sin pensarlo. Suena así como si hubiese dicho esa frase muchas veces, pero no lo percibe.

—De veras, Neferet no se molestará.

—No pasa nada. Además, prefiero estar adentro.

Kenzie se encoge de hombros y se dirige al interior de la casa. Drake se gira y la sigue. Robin se suelta y corre a sentarse al lado de los niños. Kenzie se ubica al lado de Simon y Drake, al lado de ella, lejos de Neferet. Trata de no mantener contacto visual con la nueva integrante. De cualquier forma, Neferet está concentrada en Kenzie.

—Ay, Kenz —habla Neferet repentinamente y con voz tan amistosa como sorprendida. Se lleva una mano al pecho con delicadeza—. ¿No te dejaron pasar al Pentágono? Qué mal de su parte.

Kenzie se encoge de hombros con más pronunciación que hace unos segundos, y rueda los ojos con desprecio.

—No me sentí bien ahí dentro —comenta Emmie—. Hay algo que nos están ocultando.

—Como siempre —murmura Simon.

—Bien, pero no podemos ir en contra de eso de un segundo al otro —admite Neferet—. Si queremos averiguarlo, tenemos que ir despacio.

—Sea lo que sea, es grave.

¿Grave? ¿Peor que una invasión extraterrestre?

—Ella es la hija del actual presidente de los Estados Unidos —presenta Emmie al lado de Neferet, quien toma un poco de gaseosa sin dejar de mirar a Kenzie enfrente suyo.

Drake se encoge de hombros y aleja un poco la silla de la mesa. Mientras más lejos, mejor.

—¿Te acuerdas que la hija menor de Elliot Jones murió en un incendio accidental a los dieciséis años? —habla Simon—. Fue hace diez años, cuando Elliot era un activista por el medio ambiente. Bueno, ella no murió. ¡Todo fue mentira!

Drake rueda un poco los ojos al oír la pavada de Simon. ¿Quién lo eligió como líder?

—Tomé el apellido de mi padre porque no conocí a mi madre —comenta Neferet—. Murió cuando yo era beba. Una vez, cuando yo tenía quince años, escuché un sonido durante una noche. Era verano, estábamos de vacaciones en la casa de campo de papá. Salí al patio. Vi luces de colores, pero una blanca me cegó por completo. Cuando volví a abrir los ojos, estaba en un hospital con múltiples heridas.

Otra raptada por los aliens. Otra abducida. Drake escucha la historia con una de sus manos sosteniendo su cabeza, como si la situación fuera aburrida. Supone que en algún momento se acostumbrará a escuchar ese tipo de relatos.

Quién sabe, quizás, él sea el próximo abducido con poderes telepáticos.

—Después de eso, mi mente cambió. Empecé a escuchar voces ajenas. Las cosas se movían cuando me ponía nerviosa. Mi cabello se cayó. Volvió a crecer de este color. Mi papá se enteró que algunos compañeros de trabajo me consideran un fenómeno. Otros despertaron sospechas. Y al final, otros optaron por matarme. Yo soy un peligro. La gente incontrolable es un peligro.

Neferet hace una pausa para beber la gaseosa. Toma una papa frita y se la acerca a los niños.

—¿Quieres?

—¿Por qué no le preguntas a su padre? —se queja Emmie.

—Todo el mundo come papas fritas. Desde aquí arriba puedo verlo muy bien.

—¿Sabías que a veces se encuentran animales muertos junto con la comida de ese tipo de lugares? —agrega Emmie—. Ranas, cucarachas, gusanos...

—Qué asco su comida chatarra —opina Simon con la nariz arrugada—. Tiene olor feo y está hecha con animales...

—Sí, Simon, es parte de la cadena alimenticia —comenta Neferet.

—Drake dice que comer comida de ese lugar cada tanto tiempo no es malo —recuerda Luke. Robin toma la papa y la come sin más. Joey y Carly también toman otras.

—En fin —concluye Neferet—. Los tontos de los agentes no pensaron que si yo escuchaba las voces de sus cabezas, evidentemente, me adelantaría a sus planes. Le conté mi idea a papá y él contribuyó. Hicimos un simulacro de incendio en la casa de campo. Toda mi familia estaba de paseo, yo me quedé dormida y explotó algo. El resto fue actuación.

—Su padre nos contactó —explica Emmie—. Bueno, cuando eso ocurrió, nosotros ya nos habíamos escapado de la base, así que solo contactaron al anterior líder GU, el padre de Simon. Un médico forense estudió un cuerpo muy demacrado que no era suyo. Y la enterraron.

—Algunos me siguen buscando —admite Neferet mientras mira el fondo de la caja de papas fritas vacío—. Por eso, me escondo en una reserva natural. Es demasiado grande y necesitan pedir permiso para ingresar. Y si lo hicieran, no es bueno pelear con un experimento alienígena. Mi sangre tiene productos extraterrestres y ellos ni siquiera saben cuántos planetas tiene la Vía Láctea.

—Y hablando de alienígenas —comenta Simon. Pone los codos sobre la mesa y se apoya casi por completo sobre ella—. ¿Qué averiguaste, querida?

Neferet toma un sorbo más de su gaseosa con un poco de ruido.

—Salen en plena noche, los tripulantes no bajan a tierra, toman cosas con tentáculos que salen del interior de las máquinas —informa Neferet—. Recogen agua, plantas, animales y todo lo que quieras, hasta bolsas de basura. A veces, se llevan humanos, aunque muy pocos. Arrojan clorpromazina por las noches, aunque solo en los alrededores de las ciudades.

—¿Otra vez? —se queja Luke con los brazos cruzados—. ¿No tienen otro químico?

—Al parecer, no.

Drake recuerda haber leído sobre repentinas mutilaciones de animales durante las noches de la década de 1940 en casi toda América. A pesar de que nunca se encontró al culpable, se admitió que los cuerpos contenían clorpromazina, un sedante que, en el planeta Tierra, se usa para ansiedad, delirios, psicosis y esquizofrenia. La gente no tardó en adjudicar el problema a visitas alienígenas o a un posible monstruo llamado Chupacabras. Después de todo, no hubo otras explicaciones.

—El gobierno dirá que esas máquinas son para la limpieza del planeta —admite Simon—. En todo caso, mencionarán la posibilidad de un ataque terrorista. Le dirán a todos que los esconderán hasta que logren contener la situación. Mañana, evacuarán las ciudades. Le darán información falsa a los periodistas para que nadie sepa que las máquinas están por todo el mundo. Si es necesario, cortarán Internet y las comunicaciones.

—¿Y qué pasa si alguien necesita hablar con alguien más? —pregunta Drake.

—Te darán una línea especial —lo tranquiliza Emmie, aunque ella se escucha un poco alarmada. Incluso tiene las mejillas un poco más rosadas—. Solo que deberás pedirla. Además, han construido búnkers subterráneos. Dicen que son aptos para la supervivencia por casi un mes y que pueden albergar a muchos ciudadanos, incluso a los enfermos.

—También están preparando a los ejércitos —menciona Simon—. Tienen armas de todo tipo listas para pelear.

—Tengo una muestra del material de las máquinas. —Neferet saca un frasco de plástico de su bolsillo y se lo entrega a Simon—. Es muy duro de romper. Me costó mucho conseguirlo, así que no lo pierdan. Nada de las máquinas se rompe al caer.

—¿Cuántas máquinas has visto? —interrumpe Emmie.

—No muchas —afirma Neferet—. Tal vez, seis o menos.

—¿Y a quién acusarán si algo sale mal? —vuelve a preguntar Drake.

—Les aconsejamos que dijeran que son de múltiples procedencias —responde Emmie—. Para que no haya conflictos con nadie.

Una taza sobre la mesada tras Neferet se rompe con un ruido significante. Todos vuelven la mirada hacia allí, excepto Kenzie. Ella, por su lado, está tan roja como sea posible. Su mandíbula está tensa y su respiración se escucha con facilidad.

—Ay, Kenz, no me rompas las cosas —pide Neferet al volverse hacia ella—. Tienes que controlar tus poderes cuando estás enojada.

¿Controlar poderes cuando está enojada?

Drake no le quita la mirada de encima a la joven mientras memoriza jamás hacerla enfurecer por nada.

—Me enfurece que no me hayan dejado entrar —murmura Kenzie entre dientes.

—Sí, ya sabemos, pero no me rompas las cosas a mí —la regaña Neferet—. Mátame las cucarachas, pero no me rompas la casa...

Emmie observa los alrededores. Incluso se pone en pie y comienza a mover cosas. Luke se acerca a ella y habla de algo. Drake busca a Robin con la mirada y se acerca más a él, en caso de que deban salir corriendo. Los ufólogos no son malos, pero a veces, son impredecibles.

—Nosotros tenemos esto. —Simon deja una carpeta con anatomía alienígena sobre la mesa. Neferet la hojea—. Sabemos que son nocturnos y muy diferentes a nosotros, mucho más simples. Tienen poca resistencia al Sol. Suponemos que provienen de un planeta errante o alguno que no haya tenido estrellas cercanas. Están completamente diseñados para vivir en la oscuridad: tienen visión nocturna, se camuflan con facilidad, son silenciosos para moverse...

Genial. Si tienen que encontrarse con uno cara a cara, Drake tendrá que buscarlo en la oscuridad que tanto adora.

—¿Qué piensas de esto, Drake?

Neferet mira a Drake nuevamente, pero esta vez, él no se siente mal. El resto de los ufólogos (incluso los niños) lo observan con atención y se mantienen alertas a su respuesta. Drake piensa lo que está a punto de decir para no hacer enojar a nadie:

—No creo que lo que yo diga sirva de mucho —concluye Drake en voz baja.

—¿Por qué no? —indaga Emmie al mismo tiempo que se acerca a ellos con paso acelerado y Luke la sigue.

—Porque él cree que nada dará resultado —admite Kenzie con un tono de voz tan sorprendido como suave. No le quita la mirada de encima como si quisiese buscar algo más dentro de él.

—Ah, yo tampoco —menciona Neferet. Se mete un cubo de hielo en la boca mientras la sala se sumerge en silencio—. Mejor tomemos sus máquinas e invadamos otro planeta nosotros.

Pero ninguno de los ufólogos habla otra vez.

Apareció mi segundo personaje más querido: mi tan querida Neferet. 

Adivinen quién es mi primer personaje más querido :)

¿Cuál es su personaje preferido hasta el momento y por qué?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro