22. Una lucha por la energía

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Mackster

Aterrizo como un rayo en medio del jardín de la casa de Ismael. El destello de mi energía ilumina el lugar durante unos instantes y hace temblar las luces de los faroles gastados, que no llegan a alumbrar demasiado en esta noche nublada. No sé si el clima refleja mis emociones o si está así por casualidad, pero siento placer con cada trueno. El sonido alivia mi furia. Observo el reflejo de los relámpagos en la tela metálica de mis brazos y es como si me pasaran su fuerza.

Kimba ladra sin parar, no se anima a salir de su cucha.

Me tiene miedo...

—¡Mackster! Mackster... ¿qué hacés? —Recién ahora noto a Ismael, que avanza despacio hacia mí, cubriéndose del viento—. Menos mal que estoy solo en casa, cualquiera podría haber visto... —No termina la frase—. ¿Qué te pasa? Hablá. Me estás asustando.

—Necesito que le hagas un hechizo a Tomás. Necesito olvidarme de él y vengarme de toda su manipulación y mentira.

—Guau... Calmate. ¿No querés pasar adentro y tomar algo?

—No. —Varios rayos salen disparados de mi espalda y uno impacta en el olivo. Una rama cae pulverizada.

Kimba aúlla e Ismael se transforma. Su luz azul impacta en mi aura y me tranquiliza.

—Mackster, no puedo hacer eso. No está bien. El universo es el que le va a devolver lo que te hizo.

—No creo en tus cosas new age y tampoco puedo esperar al universo. Quiero hacerlo sufrir ya mismo.

—No. Vos lo que querés es recuperar tu energía. —Ismael me toma de las manos.

De pronto, nos rodea un círculo azul. Siento que tengo que cerrar los ojos. En cuanto lo hago, nos veo dentro del edificio con el que soñé cuando me dormí abrazado a Tomás: una construcción con paredes descascaradas y huecos que dan a un vacío negro, aunque ahora el pasillo está un poco más iluminado.

Ismael y yo seguimos tomados de las manos. El círculo azul que nos rodea comienza a brillar con mayor intensidad y nos envuelve dentro de una burbuja.

Abro los ojos y me encuentro de nuevo en el jardín de la casa de Ismael. Él está frente a mí, con los párpados cerrados. Lo imito y regreso al edificio oscuro. Sigo sintiendo a mi cuerpo físico, pero también puedo habitar esta otra realidad mental. ¿Será el plano astral del que habló Gaspar en sus clases?

Enseguida, oímos un chillido horrendo que recorre la siniestra construcción. ¿Qué es eso? Veo una nube negra que se acerca por el pasillo hacia nosotros, a toda velocidad. Impacta con fuerza contra el campo de fuerza azulado, que resiste. La oscuridad viviente circula a nuestro alrededor, estrellándose una y otra vez contra el escudo. Durante un instante, siento miedo y quiero abrir los ojos, olvidarme de todo.

La oscuridad se concentra hasta adquirir una forma humanoide. Una vez que las nieblas se despejan, veo el rostro pálido de Tomás.

—¿Qué carajo sos?

No me contesta. Percibo que no puede lastimarme ni volver a dominarme, pero comprendo que tiene algo que es mío.

—Pedile que te devuelva la energía que te robó —dice Ismael.

—Yo...

Recuerdo el día que lo conocí en la entrada del Applegate, cuando me presentó a Felipe, a Diego y a Jaime, las veces que entrenamos en el equipo de básquet, el día que nos dimos nuestro primer beso, medio borrachos, solos en su casa después de una fiesta. Tomás vuelve a recuperar el color en el rostro.

—¡Mackster! —Me llama de pronto, con la voz alterada—. Mackster, ¿qué es este lugar oscuro? ¿Dónde estoy? ¡Ayudame! —grita. Llora y golpea el campo de fuerza azul.

—¡Tomás! —Intento soltar las manos de Ismael, pero el chico me toma con fuerza—. ¡Necesita mi ayuda!

—¡No seas pelotudo, Mackster! Te está manipulando.

Dudo por unos instantes. Algo en la boca del estómago me dice que Ismael tiene razón.

«A vos también te gustan las minas, ¿no? ¿O te hiciste gay como Ismael? Mirá a ese puto. Maricón. Che, van a pensar que sos puto si te peinás así. Esos tipos están enfermos. Yo quiero una vida normal. Me gustan los dos...».

Miro a Tomás con furia, él empalidece. Las sombras que lo envuelven tiemblan y comienza a chillar.

Escapa.

Ismael y yo lo seguimos en el plano mental. Atravesamos un pasillo sombrío que lleva hacia una puerta con una figura dibujada en su fachada, un retrato. Tomás la atraviesa y la cierra. A medida que nos acercamos, me invade una impresión inmensa: se trata del retrato en acuarela que Tomás hizo de mí, pero con la imagen invertida.

Tiene los rasgos deformes y los colores cambiados; mi pelo es morado, mis ojos azules y mi piel verde. El uniforme de la escuela es marrón. ¿Qué es este espanto? Siento un peso inmenso en el pecho y empieza a faltarme el aire. Respiro más despacio y huelo las plantas de la casa de Ismael. Él aprieta mi mano con fuerza.

—No te desconcentres. Recordá que estamos bien y en mi casa —indica—. Que tu cuerpo le de fuerzas a tu mente para cortar con la influencia vampírica de Tomás...

Asiento y trato de abrir la puerta. Está cerrada con llave. Retrocedemos y disparo un rayo que destroza la cerradura.

Entramos.

Aparecemos en mi cuarto, pero lo observamos desde esta otra dimensión mental. Es como si estuviéramos debajo del agua y pudiéramos percibir distintas vibraciones que vienen de todos lados. El lugar se encuentra igual a como era antes de que lo destrozara, aunque por un momento lo vemos como está ahora: con todas las cosas rotas. Creo que el presente todavía no llegó a esta dimensión, pero está cerca de hacerlo.

Tomás es una presencia traslúcida que recorre el espacio y posa sus manos en distintos objetos. Puedo ver cómo absorbe su energía, es un resplandor multicolor que sube por sus brazos. Lo rodean nubes de sombras que también succionan parte de ese brillo.

Tiemblo, espantado al darme cuenta de lo que estuvo haciendo conmigo. Ismael vuelve a apretar mi mano con fuerza, dándome valor.

—¡¡Tomás!! —grito. El rubio se para en seco y levanta la mirada—. ¡Devolveme mi energía!

En ese instante, Tomás comienza a sacudirse. Se resiste, pero un tornado de luz roja y blanca sale de su coronilla para volar hacia mí. Atraviesa la burbuja azul que me envuelve y entra en mi ser.

—Andate. ¡Tenés la entrada prohibida, ahora y siempre! —grito.

Manifiesto un destello blanco que lo aleja de nosotros.

En ese momento, Ismael mira hacia arriba y se concentra, creando una nueva burbuja azulada, esta vez sobre Tomás, que desciende, lo apresa y se lo lleva a través de un vórtice.

Ismael y yo nos tomamos con ambas manos y usamos nuestra energía para exorcizar mi cuarto y mi casa; la luz blanca que sale de mí se mezcla con la de la burbuja azul de Ismael que nos rodea. Todo se expande como un resplandor celeste inmenso que nos encandila, lo siento barrer con la oscuridad restante en cada rincón de la mansión.

Lo último que veo es la imagen espejada y deforme del retrato que Tomás hizo de mí, quemándose.

Cuando abro los ojos, estoy en la casa de Ismael. Lo suelto y me tambaleo. Él viene hacia mí y me ayuda a sentarme.

Lo abrazo.

—El cuadro que me regaló Tomás... era un portal desde donde robaba mi energía...

—Sí. —Ismael asiente y nos separamos.

—Gracias.

—No sos el único al que le robaron la energía. Investigué y tenías razón: pasa algo en la escuela. Los alumnos se enferman porque los están vampirizando. Los protegí con distintos pentagramas, pero ya no es suficiente. Tenemos que ocuparnos de eso urgente.

Me refriego los ojos. No quiero volver a ese lugar. No mientras pueda encontrarme con él de nuevo. Ismael parece entender lo que pienso con solo mirarme.

—Mackster, no vamos a dejar la escuela en manos de un vampiro energético y de esas... de esas cosas que están con él.

—¿Esa especie de duendes envueltos en sombras? ¿Vos también los viste?

—Sí, estaban en tus recuerdos. Vi... una parte de ellos. —Se sonroja y nos quedamos en silencio unos instantes—. Vení, te voy a preparar un té.

Entramos a la casa y vamos hasta la cocina. Mientras él pone el agua a calentar, me pregunto cuánto vio de mi relación con Tomás y si llegó a vislumbrar algo de mi pasado... ¿Y si ahora sabe del bullying que me hacían en mi otra escuela durante la primaria? Por un instante, la actitud segura que me esfuerzo en mantener desaparece y me invade una sensación de vergüenza.

—Lo que vimos era la contraparte astral de Tomás —me explica—. Cualquier humano puede volverse un vampiro energético. De hecho, cualquiera que manipula o lastima a otros, y lo disfruta, se alimenta de su energía psíquica. Aunque para llegar a enfermar a tantos alumnos, como pasa en el Applegate, son necesarios grandes conocimientos de magia negra o la intervención de entidades oscuras. Por eso Tomás trabaja con ellas y les pasa energía.

—Esas entidades... ¿Creés que lo hayan manipulado?

Me mira en silencio.

—Quizás, en parte, pero no te ilusiones. No pueden obligarlo a parasitar la fuerza vital de todo un colegio, eso fue obra de él.

Me quedo en silencio un rato, observando el vacío. Mi exnovio no solo es una mierda, también es un vampiro asociado a entidades siniestras. ¿Todo en mi vida tiene que ser así? No lo aguanto más. Creo que la cabeza me va a explotar. Sin embargo, a medida que la energía recuperada se acomoda en mi ser, vuelvo a sentir fuerza y confianza.

El agua hierve e Ismael prepara el té. Vamos hasta el comedor, donde nos acomodamos frente a la mesa.

—Mackster... A través de tu mente y tu... vínculo con Tomás, pude ver un poco más sobre la fuerza que invadió el colegio y confirmar mis teorías. Los seres a los que está asociado Tomás no son del plano astral. Son parásitos interdimensionales que lo contactaron a través de la zona crepuscular. Hace un tiempo que les sigo la pista.

—¿La zona crepuscular? ¿Qué es eso?

—Existe un plano material, donde nos movemos con nuestros cuerpos físicos, y otros más sutiles, donde nos movemos con un cuerpo energético: ahí estuvimos recién enfrentando a tu ex... Eh... supongo que es tu ex. —Empalidece.

—Sí. Seguí explicando.

—Bueno... es mucho más complejo que esto, pero podríamos decir que también existe un plano intermedio entre el físico y el energético: la zona crepuscular. Un lugar de pasaje donde lo material se vuelve etéreo y viceversa. Los chamanes o personas que logran sintonizarse con él, ya sea en el sueño o en la vigilia, lo pueden transitar con cualquiera de sus cuerpos, físico o astral. Dicen que algunos hechiceros ocultan cosas en esa dimensión, también que a través de esa dimensión se manifiestan los objetos y poderes de los arcanos en la Tierra. Los dioses y los ángeles pueden moverse en los tres planos con libertad.

—¿Y vos decís que los seres oscuros son de ahí?

—No sé de dónde son, pero seguro están usando la zona crepuscular para robarnos la energía.

—¿Cómo sabés?

—Las descripciones que encontré de ciertos paisajes de la zona crepuscular coinciden con lo que viste en el colegio. Existen puntos donde esa dimensión intermedia se puede superponer con el mundo material.

—¿Los habrá invocado Tomás?

—O ellos lo contactaron a él. No hay forma de saberlo ni de sacar más información, a menos que le preguntes.

—No pienso hacerlo. No quiero hablarle nunca más.

—Okey. —Ismael se cruza de brazos—. Lo voy a encarar yo entonces.

—No. Es un imbécil y te odia.

—Ya lo sé. —Levanta una ceja.

—Encima, ahora te tiene más bronca.

—¿Por qué?

—Porque estás conmigo... porque te juntás conmigo —me corrijo.

Ismael me mira en silencio.

—Macks, tenemos que resolver esto ya. Esta noche. No puedo enfrentar a esos parásitos interdimensionales solo. ¿Me vas a ayudar?

Me quedo mudo, Ismael bufa.

—Vanesa seguro viene. —Se levanta de la silla, se apoya en la mesa y me mira fijo—. ¿Y si los que están enfermos empeoran? ¿Y si alguno muere alimentando a Tomás y a esas entidades? Pensá en Catalina, que tiene un retrato embrujado como el tuyo. Tenemos que destruir lo que sea que lo mantenga funcionando. —Deja escapar un suspiro, angustiado—. Escuchame, Macks: si querés, después dejás el Applegate y te olvidás de todo lo que viviste con Tomás, pero ahora tenés que ayudar a la gente que sigue ahí, como Vanesa o Astrid. Además, vamos a evitar que esos seres oscuros hagan alguna maldad con la energía que se están robando.

Me llevo las manos a la cara para esconder mis ojos llenos de lágrimas. Estoy harto de todo esto, ya no quiero llorar más. Hago un gran esfuerzo y logro contenerme.

—Okey —le digo con la voz apagada, después de unos instantes—. Contá conmigo.

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