Por ella me volví artífice, hacedor,

Fui creador de un mundo nuevo,

La coroné la reina de aquel cosmos,

Emperatriz de un universo para dos.

A ella le di mi alma envuelta en verso,

Era mi musa, el estro en mis sonetos,

La melodía que entonaba mi instrumento,

La Venus en el centro de mi lienzo.

Quizá quererla tanto me hizo daño,

Se fue volviendo el núcleo de mi vida,

El puntal que impulsaba mis acciones,

Y ahora que no la tengo me desgarro.

Solo soy el eclipse de aquel hombre,

Un errante que vive de despojos,

Un corazón sangrante que aún palpita,

Cuando emerge el recuerdo de su nombre.

Por eso yo a la muerte le declamo:

Augusta amiga, eterna compañera,

Déjame que me marche junto a ella.

Que tu aliento se vuelva mi aliciente,

Y descanse mi cuerpo entre tus prados.

Y renazca mi espíritu en las estrellas.