21: Genial...

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25 de enero, 2022

Necesitaba aire.

Dejar de pensar.

La música me ayudaba, pero como si fuera cosa del destino, las canciones que salían de mi playlist eran canciones desgarradoras de rupturas amorosas. Era una mala jugada por parte de la vida.

Mis pies colgaban y una caída de varios metros me esperaba si me movía unos centímetros. Sí, estaba sentada en el muro de la azotea.

Deje de escuchar música, me quite los auriculares y saque mi móvil, leí los mensajes de Pablo. Le había dejado en visto.

Le llamaría. Hablaría con él. Me diría la verdad. Me diría que es mentira.

Sí.

Eso pasaría.

Le marqué. Contesto al primer tono.

Val.

Oí su voz y en automático le colgué.

—Joder.

Respiré profundo.

Mi móvil sonó y en la pantalla apareció el nombre de como tenía registrado a Pablo, me estaba llamando. Apagué el aparato y lo guardé en el bolsillo de mi chaqueta. Mejor era hablarlo en persona.

Me bajé del muro, mis pies tocaron el suelo seguro y libre de una muerte y salí de la azotea. Bajé las escaleras, corriendo. Aún tenía clases y si mal no me equivocaba, me tocaba literatura. Caminé hacia el salón, al llegar observé que la puerta estaba cerrada.

Opción 1: tocar, que la profesora me haga pasar vergüenza y de igual formas me deje afuera.

Opción 2: perderme la clase.

Me ahorré la vergüenza. Además hace ya dos semanas que terminé el libro que dejo.

Caminé por los vacíos pasillos. Salí del edificio y fui al área verde. Moví mis piernas y rodeé la mitad del terreno hasta llegar a la parte trasera.

Vi que había alguien familiar, él también nota mi presencia. Me acerqué y pude visualizar el cigarrillo que había entre sus labios.

—¿Desde cuándo fumas? —le pregunté a Bruno.

—¿Desde cuándo te saltas clases? —contraatacó.

Me encogí de hombros y conteste, pero, en vez de una afirmación, fue una pregunta—¿Cambios de la vida?

—Cambios de la vida —me copió.

Quito el cigarrillo de sus labios y expulso el humo. No olía a tabaco, bueno tampoco era una experta en ese olor, pero estaba segura que eso no era tabaco.

—Eso no es tabaco ¿Es marihuana?

—¿Quieres?

—No —negué—, si te pillan, puedes perder la beca.

Bruno se encogió de hombros.

—No se enterarán. Nadie viene por aquí, salvo los excluidos.

—¿Me has llamado excluida, idiota?

—Tú lo dijiste, yo no —Le dio otra calada a su rollito blanco.

—No soy una excluida.

—¿Y por qué estás aquí?

—Me perdí una clase ¿y?

—No es eso, ya no estas con tu mismo grupito de princesas, apenas si te juntas con Carla. Tu grupito social ha caído de picada o más bien tú te has dejado caer.

—No es...

—Lo es, antes siempre te sentabas en primera fila, ahora apenas si entras a clases y si lo haces, te sientes en la última fila, a la hora del almuerzo  pasabas rodeada de personas, ahora comes sola en el ¿baño?

—No como en el baño —aclaré. Almuerzo en la azotea—, y que tiene que ver si me cambio de lugar en clase, solo es un lugar y ya.

—Pero es el bachillerato, una jungla, pasaste de ser la abeja reina a...

—Cierra la boca, Bruno —mascullé.

Cerro la boca. Pero, no le duró ni un minuto.

—Lo siento por no ir al funeral de tu mamá —susurró—, pensé que era lo mejor, que estés rodeada de amigos...

¿Amigos?

Ese día supe quien eran mis verdaderos amigos.

—No te preocupes.

Volvimos al silencio. El suficiente tiempo para volver a pensar en Pablo, en lo que me dijo Pau y la manera en la que Pablo se alejó de mí. Mi mente hacia especulaciones y solo quería respuestas.

Una de mis dudas era:

¿Por qué terminó conmigo?

—¿En que piensas? —Bruno chasqueó a pocos centímetros de mis ojos.

—Nada.

—Ese nada es ese jugador del Barcelona —Regresé a mirarlo y no era necesario verme en un espejo para ver mi mirada de ¿Cómo lo sabes? No pregunté, Bruno me respondió como si hubiese leído mi mente—. Los he visto detrás de la escuela. No te preocupes, no diré nada. Tampoco es que me interese.

Le dio otra calada a su porro.

Me encogí de hombros...

—Pues si, es él... es que todo iba bien y luego Puffff... —Mis manos hicieron el gesto de un derrumbe y por primera vez, le conté mi problema a Bruno.

—Tampoco es que te preguntará..., no quería saber de tu vida amorosa.

Rodé los ojos ¿Dónde había quedado el chico tímido que salía corriendo?

—¿Por qué? ¿Acaso sigues enamorado de mí? —pregunté burlona.

—No.

—Por si te hace ilusión, aún tengo guardadas tus cartas.

Admito que eran lindas y romántico.

—No me hace ilusión. Ni siquiera sé porque me gustabas.

Auch.

—Al menos yo no estoy enamorada de la persona que me trata peor que basura —ataque.

Y sí. Le seguía gustando Ester.

—Jódete.

Me reí. Sí me reí. Era la primera vez que escuchaba a Bruno decir "Jódete" y me daba risa su porte de "chico que le vale verga todo" cuando en realidad era todo lo contrario y solo era una simple fachada.

—Estás loca.

—Me iré —informé —, trata que no te pillen —dije refiriéndome a la marihuana.

Di tres pasos alejándome. Me detuve al escuchar mi nombre.

—Valeria.

Doble sobre mi eje. Bruno se acercó a mí y sin pedir permiso metió un rollito blanco en el bolsillo de mi chaqueta.

—Por si lo necesitas, te ves jodida. Solo una vez vale.




























💌💌💌
































Al llegar a casa, me llevé la sorpresa de ver el auto de Benjamín. Estaba aquí.

Entre a la casa, haciendo el menor ruido posible. Cerré despacio la puerta, pero mi cuerpo se llenó de miedo al escuchar pesados pasos acercarse.

—¿Dónde estuviste?

Volteé y lo vi. Su aspecto era tan desagradable, sus ojos estaban inyectados de sangre, su barba sin afeitar de una manera descuidada y el olor a cerveza que emanaba de sus poros.

—En el instituto.

Apretó su mandíbula.

—Anoche ¿Dónde estuviste? —Su voz gruesa, me hizo sentir escalofríos. Abrí mi boca para responder en una mentira, él me ganó —¡Y no me digas que con tus amigas, porque llame a sus padres y no tenían ni idea de donde estabas!

Di un respingo por su grito. Me quedé muda y en el mismo lugar, viendo lo rojo de sus ojos y el como sus fosas nasales se agrandaban al respirar.

—¿Estuviste con él?

Silencio.

Benjamín agarró una lámpara y la tiro contra el piso. Miles de cristales se rompieron en la madera, ahogue un grito.

—¡Eres igual que tu madre! ¡Una puta!

Se acercó tan rápido a mí, que ni tiempo me dio de reaccionar. Entre en razón al sentir un fuerte dolor en mi espalda.

Me había empujado contra la pared.

—¡Mira lo que me haces hacer!

Los ojos se me aguaron. La cabeza me hincaba, mi cuerpo no reaccionaba a lo que mi cerebro le pedía. Me quedé allí, viéndolo como seguía insultándome.

Cerré los ojos, a la espera de que todo esto desapareciera. Necesitaba mis auriculares, necesitaba un libro. Necesitaba perderme. Que esto fuera una pesadilla. Que todo esto no fuera real.

Escuche el sonido de la puerta siendo tirada en un portazo. Lento abrí los ojos y vi que estaba sola, todo a mi alrededor estaba tirado y hecho añicos.

Mis pasos se volvieron fantasmales, mi cuerpo pesaba al subir las escaleras y recorrer el pasillo que en ese momento se volvió inmenso. Mis ojos estaban nublados, las lágrimas estaban al borde, pero curiosamente ninguna se desbordaba. No podía llorar.

Caí sobre el colchón de mi cama, quise sentirme segura, pero lo único que sentí fue ese vacío.

Estaba al borde del llanto, mi vista nublada, mi corazón aumento su ritmo cardíaco y el sentimiento de asfixia apareció.

Cerré los ojos, los cerré con fuerza creyendo que se trataba de una pesadilla. Abrí los ojos y seguía sintiendo la misma sensación que aumentaba por cada segundo.

Desesperada, pase mis manos por mi rostro y cabello. El ahogo seguía, me asfixiaba, caía a un vacío y nadie me detenía. En un intento de llenar mis pulmones de aire, me deshice de la chaqueta, mis dedos aflojaban la camiseta. Buscaba liberar esa presión, lo único que conseguía era que mis manos temblaban y esa sensación de asfixia incrementaba más y más.

Creí que me moriría. Fueron segundos, tal vez minutos. No lo sé. Sé sintió una eternidad. Una eternidad sin poder gritar, sin poder respirar, con el corazón acelerado y los ojos cerrados.

Respiré. Una bocanada de aire que se sintió como si fuera la última y a la vez la primera. Lento abrí los ojos, los volví a cerrar y abrir. Parpadeé y miré el punto la fotografía enmarcada que tenía en mi mesita de noche. Una fotografía de mi madre y mía. Parpadeé y una lágrima de delito por mi mejilla.

¿Qué acababa de suceder?

Sabes la respuesta.

No sé cuanto tiempo me quede echa ovillo en la cama. Con un ligero temblor en mis manos y mi cuerpo exhausto. Respire y empecé a ponerme de pie. Tiré mis zapatos y me quité las medias, las plantillas de mis pies tocaron el frío de la madera que me hizo escalofríos. Me quite la falta y desabotone todos los botones de la blusa. Quede en bragas y en sujetador, con la blusa abierta dejando al descubierto mi torso y el color de mi sostén.

No quería sentirme así. Como si estuviera cayendo en un pozo sin fondo. No quería sentirme vacía. Mi mundo estaba roto. Necesitaba olvidar, dejar de pensar. Dejar de sentir que estoy cayendo.

Cometí un error. Otro más a mí lista.

Recordé lo que Bruno me dio. Creía que eso ayudaría en algo y fue por ese rollito blanco que contenía marihuana. Lo puse entre mis labios y lo encendí con una vela y un fósforo. A la primera calada, me ahogué. Luego le cogí la maña.

La relajación apareció.

Me encontraba sentada en el piso de mi habitación, con la espalda apoyada en la cama y los pies estirados en la alfombra. Dejaba salir humo de mi boca de vez en cuando.

Me coloqué mis audífonos, escuché música y quizá era el efecto de la marihuana, pero en ese momento me sentía flotando en medio del mar.

Alcé la mirada al ver una sombra, veía borroso y luego mi vista se fue enfocando. Visualice como Pablo, pasaba por la ventana de mi habitación.

—Pablooooo —murmuré su nombre alargando la "o" estiré mis brazos en su dirección en busca de un abrazo, pero luego recordé lo que me dijo Pau y las ganas de lloriquear y gritar vinieron a mí —¿Qué haces aquí? —Mi voz salió todo lo contrario a como pronuncie su nombre.

—¿Eso es marihuana?

—Lárgate —farfullé enojada —no te quiero ver—lloriqueé.

—¿Qué coño estás haciendo Valeria?

Me quito el porro de los labios y lo tiro al piso. Lo aplastó con la suela de sus zapatos, apagándolo.

—¡¿Tú que coño haces?! ¡¿No que haces aquí?!

Lo miré borde.

Me puse de pie y tuve que sujetarme de su brazo para no caerme.

—Te estuve esperando para nuestra cita, creí que te había pasado algo malo, no contestabas...

—No quería hablarte —confesé —. Y si quieres, puedes llevar a otra chica a tu tonta cita, de seguro tienes una gran lista de chicas rubias y bonitas.

—Valeria, estás drogada —Su voz salió en tono de regaño.

Deje su brazo y mantuve mi equilibrio, le miré a los ojos.

—¿Por qué terminaste conmigo?

—¿Qué?

—¿Por qué terminaste conmigo?

Se quedó mudo. Ese maldito silencio que me daba una respuesta.

—Te odio —dije al borde del llanto, dramáticamente me dejé caer a la cama —, ¿Por qué tenías que follarte a esas chicas?

—Val...

Me incorporé y volví a estar de pie. Con una voz suplicante hablé:

—Dime que es mentira, dilo, por favor.

Era suficiente mirarlo a la cara para saber que era verdad. Él no dijo nada, pero sus ojos expresaban arrepentimiento.

—Oh mierda —Pase mis manos por mi pelo, despeinándome—. Todos los hombres son iguales, unos hijos de puta. Mierda Pablo, creí que eras mi chico ideal, el chico que salió de un libro para quererme.

—Te quiero, Valeria, te quiero.

—NOO, no lo haces —Despeiné más mi cabello—¿Qué es lo que hago para que todos los chicos me vean la cara de estúpida? Soy una tonta, una idiota ¿Me pusiste los cuernos?

—Claro que no Valeria —Me agarro de las manos—. Te juro que no. Nunca lo haría.

—Entonces ¿Por qué? —Se quedó en silencio—. Odio esos malditos silencios tuyos —Agarré una almohada y se la tiré con fuerza.

No sé si era la marihuana, pero tenía la necesidad de llorar, reír, gritar y extrañamente todo se veía demasiado colorido, cuando sentía todo lo contrario.

Pablo seguía allí, mirándome con cara de cachorro arrepentido.

—¿No dirás nada? —me atreví a preguntar con un ligero temblor en mi voz.

—Lo siento.

Los efectos de la marihuana me hicieron reír amargamente.

—¿Qué lo sientes? —reí agrio —Mejor vete.

Caí sobre el colchón de la cama y susurré un apenas audible "vete".

—No me iré.

—Quiero que te vayas, en serio —Me volví a poner de pie y señalé la ventana —, vete por donde regresas-te —Mis pies me jugaron una mala pasada y me hubiese caído al piso, si no hubiese sido por los brazos de Pablo. Él me sujeto.

—Vete.

—No te dejaré en este estado, Val. Si quieres luego me mandas a la mierda y me dices que ya no me quieres ver más, pero no te dejaré sola, no así.

Dejé caer mi cabeza sobre su pecho. Cerré los ojos y los abrí al sentir que Pablo empezó a caminar, llevándome consigo.

Se metió al baño conmigo entre sus brazos, escuché como la regadera empezó a sonar.

—¿Qué... qué...Qué haces?

—Preparándote una ducha.

—No quiero.

—Te hará bien, anda —Suave empezó a empujarme hacia la regadera.

Abrí los ojos de golpe al sentir la tibia agua, en segundos mi cabello se empapó al igual que la blusa abierta que se pegó a mi cuerpo a causa del agua.

—¡No mires!

Grité al ver que estaba semidesnuda y mojada. Pablo no miró, aun así, corrí la cortina.

Pase mis manos por mi rostro, deje que el agua se deslizará por mi cuerpo. Lento empecé a quitarme la blusa, mis dedos acariciaron mi espalda baja. Ahogue un grito de dolor al tocar.

—¿Estás bien? —preguntó Pablo detrás de la cortina. No ahogue lo suficiente el dolor que sentía, Pablo me escucho.

No le contesté, volvió a preguntar, no le contesté y en una de esas intento asomarse por la rendija de la cortina. Le salpiqué agua.

—¡Dame privacidad!

—Solo quería saber si estás bien —se excusó.

—¡Pues claro que no estoy bien! Te follaste a otras y entiendo que no éramos nada, pero mientras tú te dabas tus momentos gloriosos, yo la pasaba llorando y no por ti, sino porque perdí a mi alma gemela y te necesitaba, Pablo. Necesitaba un abrazo tuyo, pero nunca viniste. Te extrañaba, pero ya veo que tú a mi no.

Los ojos se me nublaron.

—Lo... Lo siento.

—Tus lo siento no me ayudan en nada.

Me deshice de la blusa y de mi ropa interior. No escuché nada más de él. Me duché rápido y cerré la regadera, la espalda me dolía cuando tocaba esa parte. Quizá la marihuana estaba provocando que no sintiera, la hierba que consumí había provocado mucho, como el hecho de querer llorar y gritar, reír y enfurecerme. También no me dejaba pensar con claridad.

Pablo me paso una toalla, la acepté y cubrí mi cuerpo.

Escuché su voz detrás de la cortina, podía ver su sombra.

—¿Crees que una sobria tú, me perdonaría?

Me quedé quieta. Mirando su sombra y tratando de pensar claro.

—¿Perdonarte? No estábamos juntos, solo... no pensé que fueras así. Me equivoqué.

—En verdad lo siento Valeria, ... solo yo quería ol...

No termino de hablar.

—Genial..., tú y tus malditos silencios.










































































































































<333

Este capítulo fue 🥲

Si tan solo, Gavi no se quedara callado, todo sería diferente.

Aa pero Valeria tampoco se salva, si tan solo le dijera las cosas a Pablo. Pero en cierta forma, la entiendo.

Yo solo les quiero gritar un: ¡Hablen con la verdad!

Recuerden que solo estamos leyendo desde la versión de Val y no desde la versión de Gavi, y aunque estoy molesta con él y no trato de justificarlo, nos hace falta saber su versión 🥺

Y no me odien por este cap, el siguiente se viene más 💖

Nos leemos el domingo

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