Gatitas peligrosas

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Llego al trabajo un día más y veo que el desfile está preparado. Hoy es el gran día. Me acerco a los vestuarios y observo a las chicas semi desnudas correr de un lado a otro, maquillaje, peinados y ropa por todos lados. Por un lado me agobia esta parte del desfile y por otro, me hace gracia ver a las chicas gritar.

En días como hoy las chicas pasan de ser las mejores amigas a ser unas arpías y rivales las unas de las otras. Me dirijo a la máquina de café para servirme uno, saliendo de los camerinos. Echo un vistazo a las cámaras de seguridad como siempre. Nada extraño.

Llaman a la puerta y abro.

Aparece una de las chicas, se llama Margot o algo así. Es muy alta, delgada y con un pelo rubio platino perfectamente peinado.

- Hola -le digo-. ¿Necesitas algo?

- Sí... -la chica parece nerviosa y dudar- verás, es que yo había traído un maletín con algunas cosas que me sirven para modelar mejor y que los tacones me duelan menos. También llevo maquillaje y cosas así, el caso es que ha desaparecido y querría saber si hay posibilidades de usar las cámaras para ver quien lo puede haber cogido. 

La chica lo suelta todo de carrerilla y con una velocidad que me deja pasmado. 

- Emm, claro, pasa.

La dejo entrar. Huele a vainilla y aspiro su aroma. Es embriagador. Me coloco la chaqueta y me siento en mi silla. La chica se coloca tras de mí.

- ¿A qué hora llegaste? -le pregunto.

- Sobre las cinco o así -me dice. 

Hoy ha sido mi jefe quien ha venido por la noche, porque hay uno de los desfiles que se celebra a primera hora y había que trabajar por la noche en ultimar los detalles. 

Tecleo y coloco en las pantallas de abajo las imágenes de esa hora. Se observa a la chica entrar efectivamente con un maletín en la mano. La sigo a través de las cámaras hasta uno de los camerinos. Ella se va de la imagen y me centro en monitorizar el maletín. Acelero el proceso y paro una media hora después, a eso de las cinco y media. 

Otra de las chica parece hurgar en el maletín, luego se retira y se va de la imagen.

- ¡¡Lo sabía!! -grita la chica- Esa víbora de Raven siempre toca mis cosas.

- Bueno, pero no te ha robado el maletín. 

- Alguien se lo tiene que haber llevado ¿No?

Me encojo de hombros y me centro en sus ojos. Son muy bonitos, los lleva maquillados con un ahumado que se los hace más claros y mucho más grandes. La chica es muy guapa. Nunca antes me había fijado en ella. Quizá porque me gustaba tanto Daniella que las demás, me daban igual. 

- ¿Seguimos buscando? -me dice la chica sacándome de mi estado de letargo. 

- Sí -respondo.

Regreso a mi puesto y seguimos monitorizando el maletín. Avanzo y avanzo hasta las siete en punto. Una persona entra en la imagen, es un maquillador, creo, toma el maletín y sale de la imagen. 

La chica no me deja margen de acción cuando sale de la sala. La sigo hasta llegar a los camerinos, la chica mira a todos lados hasta que ve al muchacho que aparece en la imagen. Se dirige a él y al maletín que está justo detrás.

- ¿Se puede saber qué haces? -le espeta la chica.

- Mi trabajo -le dice el chico en un tono bastante despectivo. 

- Con mí maletín -la chica se cruza de brazos.

Yo solo soy un mero espectador, pero la situación es hipnótica y graciosa. 

- ¿Pone tu nombre? -la que responde es otra de las modelos. 

- Tú no te metas Sophie -le grita la rubia a la morena-, siempre es la misma historia.

- Me meto si me da la gana, si no dejases tus cosas por ahí tiradas siempre, quizá no las cogerían por equivocación -la morena habla con chulería. 

- Yo no suelo ir por ahí equivocándome siempre. ¿Pero qué vas a decir tú? Todas sabemos que te acuestas con la mitad de los estilistas para que se centren más en ti. Te viene bien que se equivoquen y cojan mis cosas que son de mejor calidad que las tuyas.

- ¿Qué has dicho? -la morena se abalanza sobre la rubia y la sujeta del pelo rompiendo su peinado.

- ¡¡SUÉLTAME ZORRA!! -grita la rubia. 

Yo me acerco a ellas y tomo de la cintura a la rubia, mientras a la morena la sujetan otras dos chicas. 

Ellas siguen enzarzadas en propinarse pequeños golpes y tirones de pelo.

- No tengo la culpa de que los hombres prefieran pasar el rato conmigo -suelta la morena mientras se zafa del agarre. 

La morena se gira y se sienta de nuevo en la silla, donde los maquilladores vuelven a trabajar con ellas como si nada hubiese pasado. 

- Eres una sinvergüenza -le sigue gritando la rubia-, algún día me las pagaras. 

Me llevo a la rubia fuera del lugar para que se calme. Le tiendo una infusión y la dejo un rato sentada a mi lado para que se le pase. No ha dejado de llorar desde que se sentó a mi lado. 

- Tranquila, no merece la pena que discutáis por esas cosas -le digo a la chica y le toco ligeramente el desnudo muslo. 

Ella me mira y me sonríe ligeramente. 

- Es que las chicas como ella hacen la vida imposible a las demás. Se creen que llegarán más lejos si se acuestan con más gente. Y luego ¿Qué?

- No sé -le respondo.

- Pues que aparecen muertas, como Daniella.

Me quedo en shock tras lo que ha dicho. 

- ¿Qué quieres decir? -le pregunto.

- La verdad. A Daniella la mataron porque sí, era hermosa, pero consiguió muchos de sus trabajos acostándose con los productores, los fotógrafos o los maquilladores. Y si no, menospreciaba el trabajo de sus compañeras y las ponía constantemente en vergüenza.

- Eso no es cierto -le espeto molesto.

- Claro que lo es. Si no la mata algún loco celoso con ella lo hará algún matón contratado por otra modelo que esté cansada de sus tonterías.

- ¿Cómo puedes decir algo así?

Me levanto y me limpio las manos en la ropa.  

- Puedes preguntarle a cualquiera de las chicas de ahí fuera. Todas discutieron con ella antes de su muerte. Porque era fría, calculadora, soberbia y egoísta. Y más de una tiene el dinero y las ganas para hacer algo así.

La rubia que parece más tranquila se incorpora y se dirige de nuevo a los camerinos.

- Pero -le digo parándola antes de que salga-. La mató un hombre. 

- ¿Y qué? Este mundo es cruel y Daniella se acostaba con casi todos los hombres que le habían hecho un casting o le podían conseguir un empleo. Ella misma alardeaba de eso delante de nosotras. Pero este mundo es un nido de gatitas peligrosas. Cualquiera pudo haber sido.

Me quedo quieto en el sitio. Eso aumenta el número de sospechosos en le caso de Daniella casi a infinitos. Parece que damos un paso adelante y tres hacía atrás. 

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