»𝘘𝘶𝘢𝘵𝘵𝘶𝘰𝘳

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Un año más tarde.

Jungkook se removió entre las sábanas, abrió los ojos topandose con la luz del sol iluminado todo el pequeño pero reconfortante cuarto.

—Buenos días, señorita sol —murmuró mientras frotaba sus ojos.

Como todas las mañanas, el cielo estaba esplendido. Jungkook sonrió mientras se asomaba por la ventaba abierta de su cuarto, estirando sus músculos adormilados. Saludó algunas aves que pasaron por allí cantando.

Pero si bien las mañanas, tardes y noches de Jungkook eran esplendidas desde hace un año cuando se mudó al reino, hoy era una bastante diferente.

Sin embargo, hablemos un poco más de la estadía de Jungkook todo este último tiempo. Hace exactamente un año, Jungkook se había marchado de la villa no sin antes prometerle a Seokjin que iba a visitar siempre que pudiese. Su guía, Namjoon, se había convertido en la única persona que conocía en todo el reino Anima, y si bien todos eran amables con él una vez que veían sus hermosos ojos, nadie realmente se interesaba en conocerle a fondo. Le había hecho mucha ilusión conocer montones de amistades, pero tampoco se molestaría por algo así. Puesto que las espectativas de Jungkook –aparte de lo anterior mencionado– fueron totalmente satisfechas. La gente era buena, los alimentos no escaseaba y la pobreza en realidad era más vista como humildad. También le dio una sensación caliente ver que muchos de los muebles y vehículos de madera eran provenientes de la villa, le hacía sentirse más cerca de su origen, de Seokjin principalmente.

En resumen, los sueños de Jungkook se habían hecho realidad.

Volviendo al tema inicial, hoy era un día diferente para la vida de Jungkook. Su única amistad Namjoon, le había informado que hoy sería la coronación. Hoy el hijo único del rey tomaría su lugar en la corona y para el gran evento, absolutamente todos en el reino Anima estaban invitados, sin excepciones. Jungkook, emocionado de ver al nuevo gobernante, aceptó entre saltos y un abrazo hacia su amigo.

Luego de un sabroso desayuno en su sala que también servía como cocina, Jungkook salió a caminar. Como hoy era la coronación y todo se concentraba en ello, tenía el día libre para prepararse y no trabajar en el taller. Caminó por las calles de piedra con las manos en sus pantalones de tela, pero se detuvo frente a la tienda del sastre.

Si él se había esforzado tanto en su empleo el último año, ¿qué tenía de malo darse un gusto? Después de todo, la ocasión lo ameritaba.

Así que, de sopetón, Jungkook entró a la tienda del sastre. Tiempo después, salió con una bolsa de papel marrón en su mano derecha, y en la otra su corazón dolido por lo que tuvo que pagar. Aunque se sintió emocionado ya que mientras se cambiaba, escuchó el chisme de algunas damas alagando de manera generosa al futuro rey. Hablaron de sus increíbles habilidades y que era todo un erudito, tampoco se mordieron la lengua a la hora de hablar de su apariencia. Cautivador y bienquisto. Con una cabellera negra que dejaba en ridículo la seda y que a la vez resaltaba su piel tan blanca como las nuves, ojos celestes que te envolvían haciendo que te olvides hasta de tu propio nombre, labios voluminosos pero elegantes. Y de su figura, Jungkook no quiso entrar en detalle cuando dijeron que harían lo que fuese por meterse debajo de...

Bueno, hablaron muy detalladamente sobre el príncipe, y Jungkook escuchó cada palabra.

O eso creyó, pero cuando Jungkook se fue, las damas suspiraron con tristeza mientras decían cuánto extraban los tiempos en los que el príncipe Jimin paseaba por las calles. Pero claro, estaba a punto de ser rey, no había tiempo para esos placeres, pensaron.

[...]

—Buenos días —saludó Taehyung mientras se asomaba por la puerta blanca. Al no obtener respuesta, caminó hasta las puertas del balcón y las abrió de par en par. Si bien hace tiempo que le habían permitido abrirla, Jimin raramente lo hacía y si así era, solamente pasaba en horas de madrugada cuando ya no aguantaba estar sofocado allí dentro—. Estás despierto —afirmó dando la vuelta.

—¿Qué necesita? —preguntó Jimin, sentado en su cama dándole la espalda.

De repente se sintió irritado por la abrupta aparición de luz, pero no lo demostró. No iba a irrespetar a su rey.

—Vine a decirte que... —juntó ambas manos en su estómago buscando palabras—no pienses demasiado en este día. Tu padre se encargará de tener al pueblo contento antes de darles la noticia, sabes lo bueno que es él —suspiró, algo triste de que siguiera sin hablar—. También que... creemos que es mejor si no asistes, porque es lo mejor para ti.

—No iré de todas formas.

Taehyung se movió a paso lento hasta quedar junto al pelinegro. Posó su izquierda en su hombro y masajeó amistosamente. Jimin apenas miró de reojo el anillo con un inmenso diamante en su dedo anular. Pudo sentir la mirada verde suplicante por una respuesta positiva.

Jimin suspiró a la vez que dejaba sus hombros caer: —Gracias por su preocupación. Y no, no iré. No podría mantenerme en pie...

Taehyung dejó la habitación luego de agradecerle e intentar darle ánimos. Jimin observó la puerta blanca por un tiempo considerable, pensando no sólo en lo aterrador que sería que todos los súbditos vieran en lo que se convirtió, sino también en que hoy estaba siendo el día con el que tanta ilusión había esperado. Ahora ya no le pertenecía. Ahora le tocaría observar desde la distancia como su padre recibía nuevamente la corona.

Una vez más maldijo a los seres repulsivos que le hicieron esto, y con desición, Jimin se puso de pie y caminó con paso firme hasta su armario por sus mejores prendas.

Le quitaron todo, pero él no dejaría que sus maldades hayan sido totalmente exitosas.

Claro que no.

Él seguía siendo el príncipe Park Jimin, del reino Anima.

Por más abatido que estuviese, añoraba ver a su gente, al menos de lejos.

Se preparó con su traje más elegante. Saco azul con detalles en blanco y rojo, pantalones blancos con una franja roja a los lados y zapatos blancos también. Peinó su cabello mientras se movía hasta el espejo de cuerpo completo. Se sintió bien a medida que veía sus botas. Y se sintió bien, hasta que llegó a su rostro.

A sus ojos vacíos.

Y nuevamente se sintió mal, recordando su realidad, entonces se quitó todas las prendas lujosas y de lo más recondito de su inmeso armario, tomó unas prendas muchísimo más discretas con las cuales pasaría verdaderamente desapercibido. Luego de una gran inhalación, Jimin salió rápidamente del cuarto antes de arrepentirse.

—Aquí vamos.

[...]

Los más importantes del reino estaban reunidos en el castillo. Si bien el evento era para todos, sólo la celebración, mientras que a la ceremonia en sí, asistían los de clase más alta. Otra nueva cosa que soprendía a Jungkook mientras esperaba en la plaza principal junto a Namjoon y su familia.

—Ese atuendo te sienta muy bien, Jungkook —le alagó el mayor.

El pelinegro sonrió: —Muchas gracias, Namjoon. Fue algo costoso, pero siento que valió la pena.

—Claro que sí. Y si no te conociera, amigo, pensaría que eres el mismísimo príncipe dentro de ese castillo —dijo señalando al castillo a la poca distancia—. Tu atuendo resalta tus ojos.

Jungkook carcajeó mientras con sus palmas tapaba sus mejillas enrojecidas. Sin embargo, no creía verse tan bien como Namjoon le decía. Llevaba puesto una camisa de terciopelo color celeste, pantalones de tela color blanco y unos zapatos de charol claros que su amigo aquí le regaló hace unos meses.

Mientras que Namjoon charlaba con su esposa quien tenía a una pequeña en los brasos, Jungkook caminó un poco hasta la fuente que lanzaba varios chorros de agua en un propio patrón. Justo en el medio tenía una estatua.

Era la figura de una mujer con vestido largo, su pose consistía en estar con una mano en el centro de su pecho, y la otra apenas levantada a un lado hecha un puño. Jungkook la miró con curiosidad, era hermosa. Aunque más le llamó la atención la imagen del castillo que se veía detrás.

Suspiró.

Simplemente bellísimo.

Admiró como el castillo era coloreado por el atardecer.

Hermoso. Hermoso. Hermoso. Chillaba internamente mientras sus ojos celestes brillaban con regocijo. Todo hasta que sintió una mano en su hombro justo cuando la noche se hizo aparecer; era Namjoon.

—La gente ya se está reuniendo en la entrada al castillo, seguramente la ceremonia finalizó. Vamos.

El pelinegro asintió, para después comenzar a caminar con su amigo y su familia. Las personas caminaban llenas de emoción reflejada en sus rostros, muchos corrían para llegar primeros aunque la prisa no fuese necesaria, era más por la euforia. Jungkook aguantó una risa divertida cuando vio a un niño tropezar por correr despavorido.

Cuando el grupo compañero del pelinegro ya se encontraba en la multitud frente a las grandes rejas del castillo, Namjoon frunció el seño al huír ciertos murmullos.

—¿Qué crees que le haya pasado? —preguntó una campesina a su esposo.

—Algo grave, pero por desgracia no me sorprende y era de esperarse, ¿cómo no? Hace tiempo que no le se veía andar por el pueblo y sí que era su costumbre —le contestó el hombre.

—Pero bueno, ¿no nos esforzamos mucho en esta celebración? ¿El príncipe no querría que celebremos de todas maneras? —preguntó nuevamente la esposa, tomó la mano de su marido y caminaron cuando las rejas fueron abiertas.

Jungkook sonrío eufórico al ver las rejas ser levantadas, dejando el paso libre a todos. Muy, pero muy emocionado, tomó el brazo de Namjoon y le arrastró para que entraran de una vez. El mayor carraspeó la gargante, y tomó la mano de su esposa para seguir el ritmo del pelinegro.

Único.

Jungkook miraba a todas partes a medida que avanzaba, fascinado por el inmeso tamaño del jardín, la cantidad generosa de todo tipo de flores y arbustos con formas, una fuente que quizás y dejaba en ridículo la anterior vista por el chico, decoraciones sofisticadas de color blanco y celeste. Todo iluminado por linternas cubiertas con tela blanca, dando como resultado una iluminación de ese color. El chico ya veía todos los días la estructura del castillo, pero ahora que lo tenía tan cerca, sentía que podía ser aplastado con semejante altitud.

—Hey, vas a romperme el brazo —le dijo Namjoon junto con una mueca disimulada.

—¡Oh, lo siento! —se disculpó y lo soltó con rapidez—Si así es desde afuera, ¿qué debo esperar del interior? —preguntó mirando sus manos juntas con timidez.

—No esperes nada, no dejes que tu imaginación sea la que te sorprenda, sino tus ojos —contestó, y palmeó la espalda del menor.

Jungkook asintió con emoción, y se detuvo justo enfrente de las enormes puertas abiertas. Se sintió pequeño de repente, llevó sus manos a su pecho que era golpeado de manera ruda por su corazón, suspiró. Ya estaba aquí, y estaba seguro de que cuando diera el primer paso dentró de la enorme estructura, no habría lugar mejor para él, que de allí de adelante.

Porque según Jungkook, una vez que cumples tus sueños, sólo queda felicidad.

—Aquí vamos, tú puedes —murmuró para sí mismo, y avanzó con seguridad.

El interior era mil veces más irreal de lo que pensó. Un techo inmensamente alto, paredes blancas con infinidad de detalles en celeste y dorado. Frotó sus ojos reteniendo las ganas de llorar, no quería llorar. Sin darse cuenta se olvidó de que iba en compañía y vagó por todo el lugar con la administración y curiosidad escrita en sus orbes celestes y de hecho, una que otra persona le alagó semejantes ojos tan bellos, él sólo asintió con un agradecimiento a la vez que sentía su cara arder.

Y mientras que Jungkook se paseaba por aquí, por allá, y degustaba algunas delicias, en un rincón del enorme baile, un príncipe vestido de civil observaba a todos festejar, sintiéndose un poco mejor de que por lo menos, su gente no se había tomado tan mal cuando se enteraron de que él ya no subiría al trono.

De hecho, se lo habían tomado tan bien, que aunque no lo hubiera admitido, en el fondo le dolió. Desechó por la borda esa sensación mientras acomodaba el antifaz negro en su rostro, se dio cuenta que éste sería un buen accesorio al momento de ver a tanta gente en el salón. Miraba con una sonrisa dolida a su gente bailar con alegría, a los niños correr, a los ancianos bebiendo junto a las mesas, y en los dos tronos dorados, a su padre y su esposo. Ambos reyes sonriendo a sus civiles mientras levantaban una copa de plata con vino.

De un momento a otro, la música se detuvo, ambos gobernantes se pusieron de pie y dieron algunos pasos tomados de la mano.

—¡Súbditos! ¡Mi querido pueblo! ¡¿Están disfrutando?! —preguntó en voz alta el rey Hoseok, mientras que su rostro presumía de una inmesa sonrisa. En seguida todos respondieron un enorme "¡Sí!" junto con varios aplausos y silvidos.

—¡Nos alegra no ser los únicos! —exclamó el rey Taehyung a la vez que alzaba su mano entrelazada con la de su marido. Todos rieron con alegría.

—¡Excelente! Damas, caballeros y niños, elijan una pareja, ¡y que comience el vals!

Seguido de aquello, la música volvió a sonar, esta vez una canción más lenta y elegante. Hoseok miró con una sonrisa a su esposo que fue correspondida, juntos bajaron los pocos escalones y a medida que avanzaban al centro del salón todos le abrieron paso, dejándoles en el centro de una ronda. Sin esperar más, el resto copió a sus gobernantes e invitaron a sus parejas, los que no la tenían, bailaron con algún desconocido, pero eso es lo que menos les importaba.

Jimin ya no quería seguir viendo. Ya no. Su interior dolía porque se suponía que él estaría allí, que él anunciaría el inicio del vals y al no tener aún su reina o rey, bailaría con todos los invitados. Podía irse, estuvo un buen rato observando a su gente y ya podía decir que tenía suficiente. Pero justo cuando dejó su copa en una mesa por ahí, quiso dar un último vistazo al salón.

Y lo vio a él.

Vio a un chico perdido entre la gente, era el único que no estaba bailando con un acompañante. En sus expresiones se notaba lo desorientado que estaba, hasta asustado se podría decir. Jimin sintió algo de lástima, aunque enseguida lo pensó, y creyó que era muy irónico decir que le daba lástima alguien que poseía lo que él no. Antes de irse le miró una vez más.

Entonces Jimin le vio a la cara completa y no sólo de perfil. Se sintió tieso en su sitió mientras era prácticamente hipnotizado por su belleza, y si bien en el reino había mucha gente con buenos genes, éste chico, a los ojos del príncipe, tenía algo que los demás no. Eran los ojos. Jimin se sintió tan abrumado de sensasiones que apenas era conciente del movimiento involuntario de sus pies. Esos orbes celestes le atraían de manera poderosa, familiar. Aún más sorprendido se sintió cuando el chico que jamás había visto en el reino le miró, de una manera que jamás nadie le había mirado y que él se haya enterado: con total normalidad. Cuando estuvieron frente a frente rodados de personas bailando el segundo vals, el chico no le dio una reverencia, no le dijo "Es un honor, su majestad". Como le era de costumbre.

Su ensoñación fue abruptamente mente interrumpida por el chico frente a él.

—¿Deseas bailar? —preguntó juntando las manos a su espalda.

¿Me tuteó?

Jimin, a pesar de sorprendido y algo ofendido, extendió su derecha frente al desconocido. Por lo menos tenía su antifaz, y eso explicaba la insolencia del muchacho. Decidió perdonarle por ahora.

Jungkook miró la mano en el aire que le esperaba, con timidez, la correspondió. Analizó atento como el hombre de antifaz llevaba su otra mano a su cintura y los juntaba más, aunque mantendiendo una distancia modesta para dos desconocidos. Jungkook dirigió su mano libre al hombro del contrario, y comenzaron a bailar en un ritmo lento.

Pero había un pequeño inconveniente.

—¡Auch! —Jimin dio un salto cuando sintió que le pizaban.

Era la primera vez que Jungkook bailaba un vals.

—¡Lo siento! ¡Perdóname! —exclamó cerrando los ojos con fuerza, listo para recibir un golpe certero en su rostro.

Pero nunca llegó, al abrir los ojos lentamente aún a la defensiva, el chico de antifaz no parecía querer golpearlo. Sin embargo, Jimin ocultaba una expresión indignada.

Otra vez con ese tuteo.

—Descuida —suspiró—. Intentemos otra vez —Jungkook asintió a la vez que colocaba nuevamente su mano en el hombro del contrario, y comenzaron otra vez—. ¡Agh! ¿Es que nunca bailaste antes? —preguntó mientras acariciaba su pie que fue pisado nuevamente.

Jungkook llevó sus manos a su rostro. Se sentía tan avergonzado, incluso asustado de ser descubierto, por eso tomó al chico del brazo cuando intentó irse, éste le miró sin poder creer su atrevimiento, su expresión se disimulaba en el antifaz.

—Es mi primera vez en un baile, lo siento mucho —habló con un poco de tristeza.

Tristeza que se notó en sus ojos, y Jimin sintió un revoltijo.

No puedo creer que haré esto.

—Bien, voy a enseñarte —sin perdir permiso, retomó la anterior postura entre ambos—. Mira mis pies, sigue el ritmo después de mí.

Y así comenzaron a moverse a un ritmo un poco más lento que los demás. Hubo uno que otro nuevo pisotón que le aseguraron a Jimin que saldría mínimo una ampolla, pero siguieron a la vez que Jungkook se disculpaba. Aunque a medida que la música avanzaba, los movimientos del novato eran más correctos, ya no pisaba a su acompañante y Jimin se sentía un maestro excelente, paciente e improvisado.

—¿Ya voy bien? —preguntó Jungkook, alzó la vista de sus pies para mirar a su pareja de baile.

—Todavía no me pisas, vas decente —contestó evitando mirar la enorme sonrisa que se había formado en el rostro de Jungkook ante tal respuesta.

Antes de que sonara la última melodía de esa canción, Jimin hizo a Jungkook dar una vuelta. Se vio tan lenta y perfecta a los ojos del príncipe, que cuando finalizó, tomó al chico de la cintura para atraerlo hacia él, ésta vez, sin distancia prudente de por medio.

Ahí se quedaron ambos, mirándose el uno al otro a la vez que sus respireciones se regulaban. Jimin encontró algo en los ojos del chico, algo que lo ataba a seguir contemplando, y eso, fue la sensación que durante el último año, jamás creyó volver a experimentar.

Se sentía... completo.

Mientras Jungkook sentía su pecho ser masacrado por sus latidos frenéticos. Ambos perdidos porque aunque la música había cambiado a una más alegre, ellos seguían igual y al parecer sin planes de cambiarlo por el momento.

Jimin abrió su boca intentado hablar, mas sólo salió un jadeo adolorido, porque resulta que mientras ellos se miraban como si hubieran descubierto un nuevo tipo de flor mística, los demás en el salón bailaban alegres, y un hombre robusto había chocado por accidente con el príncipe. Apenas se disculpó sin siquiera mirarle y siguió bailando alegremente con su acompañante.

Ojalá hubiera sido un simple empujón sin importancia, pero por ese pequeño accidente, el antifaz de Jimin se le había caído al suelo.

Todas las anteriores sensaciones se esfumaron al instante, se puso de rodillas con la vista al suelo, e intentó apresuradamente recuperar su antifaz, pero como se había dicho, la gente bailaba con mucha energía y con sus pataleos hicieron que el antifaz terminara prácticamente al otro lado del salón. El príncipe ahogó un grito de frustración, cerró sus ojos con fuerza ante el temor de que alguien supiera quién era y peor, que descubrieran su estado actual, entonces siendo conocedores de porqué verdaderamente no subió al trono.

Deseó que la tierra lo tragara allí mismo, que el infierno se abriera paso en medio del salón para que sus llamas le devoren por siempre. Fue ahí, cuando sintió un apretón en su hombro.

—¿Qué quiere? —preguntó, y tapó la parte de sus ojos con un antebrazo para más seguridad, seguía arrodillado en el reluciente suelo a pesar de los empujones.

—¿Estás bien? Ese golpe realmente no fue tan fuerte, aunque sí se llevó tu antifaz —habló Jungkook, se había puesto de cuclillas frente a Jimin—. ¿Qué? ¿Quieres mantener en anonimato tu identidad? —preguntó con diversión. Pero Jimin había asentido varías veces.

—Llévame de aquí —pidió bajo, Jungkook apenas le pudo escuchar.

Jungkook estaba confundido, pero por la manera en que el cuerpo de Jimin temblaba de una manera que él conocía muy bien, prefirió no cuestionar. Tomó al chico de una mano, y lo arrastró entre la multitud. En todo momento evitando a las personas que quería invitarles una pieza de baile. Jungkook los había logrado llevar hasta el jardín principal, pero Jimin seguía cubriéndose el rostro con el mismo temblor.

El de ojos celestes carraspeó: —Ya estamos afuera.

—No... ¡No es suficiente! ¡Nadie puede verme! ¡Llévame lejos, muy lejos! —exclamó, buscó el brazo de Jungkook y se aferró fuertemente a él, aún tapando su cara.

Ahora quien entraba en pánico era Jungkook. Trató de pensar como alguien del reino lo haría, entonces trató de ser optimista. Quizás esta persona de aquí sólo estaba tomándose las cosas demasiado en serio, quizás si le quitaba esa mano de su rostro vería que no pasaría nada malo y se calmaría. Convencido, de sopetón, apartó el antebrazo de Jimin con éxito.

Con la luz de la luna y las linteras alrededor del jardín, Jungkook entendió el esmero del chico en no ser visto.

—Tú... tú no deberías estar aquí —murmuró atónito mientras por primera vez, se miraban fijamente a los ojos.

—¡Sueltame! —jadeó al sentir el fuerte apretón en su brazo.

De repente la mandíbula de Jungkook se tensó, su agarre había aumentado en el brazo de Jimin, éste pensó que sería delatado, que ya todos verían el monstruo que era. Pero Jungkook no gritó de forma enloquecida que un monstruo gap se había escabullido como rata al reino para arruinarles la celebración. No. Si Jungkook había apretado el agarre, fue para que Jimin no escapara mientras lo arrastraba fuera del castillo hasta el único lugar seguro que conocía para alguien como él.

Su casa.

Corrieron sin importarles las miradas ofendidas por ser tan irrespetuosos e irse de tal manera. Jungkook era el que iba al frente arrastrando al príncipe. Cuando Jungkook había llegado al reino, suspiró un poquito decepcionado de que su casa quede algo lejos del castillo, pero ahora lo agradecía mientras corrían por las calles de piedra siendo más de medianoche.
Jadeando hizo que detuvieran sus piernas cansadas frente a su humilde casa. A pasos más lentos le pidió que pasara antes que él. Jimin dudó, pero Jungkook lo empujó suavemente como insistencia.

Cansado, el dueño del hogar se apoyó en su puerta luego de cerrar: —Repito, tú no deberías estar aquí.

Hubo unos segundos de silencio antes de que Jimin, con cansancio, se dejara caer de rodillas frente a Jungkook, y se aferró a sus piernas.

—¡Por favor! No me delates... —pidió mientras lloraba—¡Yo sé! ¡Sé que un monstruo como yo no debería ni asomarse por aquí! ¡No sabes cuánto lo sé! —sollozó—¡Sé que te aterra mirarme porque me temes! Sólo no le grites a todos que estoy aquí, y prometo irme para que nunca más veas mi aberrante rostro —murmuró en un hilo de voz mientras sus lágrimas caían.

Jungkook estaba congelado en sus sitio, sus mejillas rojas y su corazón a mil ante el repentino contacto. Pero más que eso, sintió su corazón romperse ante semejante escena. No sabía porqué éste gap se escabulló al reino sabiendo como funcionaban las cosas, aunque pensándolo bien, quizás éste pequeño ser era como él, veía mucho de sí mismo en él. En su anhelo de estar aunque sea un día en este mundo tan bello que era el reino Anima. Entonces, con una sonrisa lastimera, acarició el cabello de Jimin, quien seguía aferrado a sus piernas.

—No voy a delatarte.

Jimin al instante alzó su rostro soprendido, encontrándose con Jungkook, quien sonreía tratando de mostrarle con sus ojos que no mentía.

—¿No...? —susurró bajando de nuevo la mirada, soltó las piernas del chico pero se mantuvo en el suelo—¿Por qué? —preguntó mirando al suelo.

Le era muy raro. Si fuera él, hubiera corrido con su padre a decirle que un gap se había metido al reino en busca de arruinar la paz y todo lo bueno.

—Porque... —Jungkook se separó de la puerta y caminó hasta un estante en su cocina, sin prisa tomó una jarra de agua junto con un vaso y sirvió—porque digamos... —volteó para mirarlo fijamente, Jimin ya estaba de pie—que te entiendo un poco.

El príncipe parpadeó varias veces sin entender.

—¿Entenderme? ¿Qué... quieres decir?

—Viniste desde la villa porque te enteraste de la fiesta en el reino, ¿verdad? —no espero a que le respondiera, y continuó—Creíste que si usabas un antifaz pasarías desapercibido. Wow, buena estrategia —comenzó a caminar en su dirección.

Me hubiera servido hace un año atrás.

—Pero yo-

—No hace falta. Este reino es hermoso, entiendo. Eso sí, para la próxima, te recomiendo ser mucho más precavido —sonrió, extendiendo el vaso—. Ten, debes tener sed.

Jimin lo agarró apenas. Prefirió callarse y no contradecir toda la historia que se creó el chico ingenuo, así más le convenía. Aunque le fue muy extraño que no lo haya reconocido enseguida como el príncipe, ¿tanto había cambiado su apariencia desde que perdió su alma? Luego de beber todo el vaso, quiso irse rápidamente, no sin las insistencias de Jungkook para acompañarlo y asegurarse que salga del reino sin problemas.

Caminaron en silencio por un tiempo considerable, la villa no quedaba a la vuelta de la esquina precisamente. Aunque cuando habían llegado a un prado en las afueras del reino, Jimin creyó que era suficiente, ni de chiste se metería en la villa de los gaps. Jamás.

—Hasta aquí está bien, debes estar cansado.

—¿Seguro? —Jimin asintió—Mmh, bien... —murmuró mientras metía las manos en sus bolsillos. Estaba tratando de agunatar una pregunta, Jimin lo notó.

—¿Te ocurre algo? —preguntó con vacilación.

Jungkook miró el cielo estrellado y los planetas que se alcanzaban a ver: Venus, Marte y Júpiter. Ya los conocía perfectamente, claro, era la vista natural que todos tenían en común.

—¿Cómo te llamas? —preguntó aún con la vista sumida en el cielo.

Jimin casi se pierde en sus ojos tan brillantes que eran como un espejo de los astros, reflejando muchísima más belleza que la imagen original. Sacudió su cabeza y se concentró en la pregunta. Independientemente de la enorme ayuda que recibió de éste chico hoy, no podía simplemente confiar a ciegas.

¿Mi nombre? No puedes saberlo.

Aún así, quiso darle una respuesta como muestra de gratitud, inclusive si era un nombre falso el que le decía.

—Lilium. Mi nombre es Lilium —repitió cuando Jungkook le miró confundido—. Se supone que ahora me digas el tuyo.

—¡Oh, sí! Jungkook, me llamo Jungkook —repitió sonriendo apenas—. Nunca oí un nombre parecido al tuyo.

—Digo lo mismo de ti, Jungkook —rió con sarcasmo. Ya no sabía si la actitud del chico era actuada o si realmente era así de inocente—. Bien, supongo que puedes irte ya.

Jungkook asintió. Realmente no tenía mucha ganas de irse, pero sí se sentía cansado aunque trataba de ocultarlo, además, Lilium seguramente estaba igual y no quería seguirle reteniendo más. El pelinegro comenzó a caminar, pero se detuvo al oír un llamado.

—Por cierto, ¡gracias por no delatarme y ayudarme! —exclamó con una sonrisa.

Con una sonrisa real. Le alegraba que haya gente como Jungkook en su reino.

—¡De nada! —respondió de igual manera—¡Y por cierto! ¡Lilium, no pienso que seas un monstruo! —saludó con todo su brazo y continuó con su camino.

Jimin se le quedó mirando caminar a paso rápido.

¿Realmente había dicho aquello?

¿Quién es Jungkook y por qué actua tan empático con un gap?

—————

Look de Jungkook:

No me molestan para nada las correcciones, es más, las agradezco. ♡

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