Nayeon es una omega preciosa.

Pese a que no se había cambiado, ni maquillado. Mucho menos arreglado. Pero para Mina era la obra de arte más real del mundo, una obra de arte con una pequeña nariz arrugada, cabellos castaños despeinados, pijama de corazones y sostenía una bolsa de basura en manos.

¡Que bonita mi omega! ¿Verdad, lobito? Pensó Mina en ese instante.

—Mina ¿Qué haces aquí? —dijo removiéndose incómoda por la sorpresa y obligando a Mina a dejar de pensar mucho haciendo un puchero luego. Nayeon suspiró sabiendo que hizo tan mueca porque la llamó por su nombre y no apodo—. ¿Minari?

La alfa dio un salto feliz al escuchar su apodo por la voz algo adormilada de la omega.

—¡BUENOS DÍAS NAYEON UNNIE! —chilló dando saltitos, sonriendo, pero de repente tosió falsamente forzando la garganta y tragando duro, Mina creía que se estaba dejando como una infantil—. D-Digo... Hmm Hoy... Hoy es nuestra cita, Nana.

Primera cita, primera cita.

Nayeon abrió sus ojos en grande.

Por supuesto, es gracias a eso que la alarma había sonado tan temprano, que de paso, amargó su mañana y la dejó con un gran malhumor por despertarse un sábado cuando esos días son sinónimo de flojear todo el día viendo series y comiendo lo que queda del refrigerador.

Lo peor es que de nada sirvió porque había olvidado por completo la cita con su alfa.

—Cierto, espera que bote la basura en el contenedor y me arreglo un poco —dijo con ella tomando marcha, sólo se haría un cambio de ropa rápido y lavaría su rostro puesto que ayer antes de dormir se había dado un baño con agua tibia. Como sea, cuando llegó al contenedor dejo la bolsa ahí y se dirigió a la puerta, sin embargo regresó donde estaba Mina meditando que iba a hacer—. Ahora vuelvo, Minari —se para se puntitas y le da un beso en la mejilla de forma rápida a la alfa, sonrojándose al instante para después separarse e irse corriendo dentro de su hogar.

Y Mina.... Mina quería morir porque no puede con tantos lindos sentimientos del momento en que el aroma de Nayeon se quedó en su mejilla.