𝟬𝟯 🎸⤸₊ ❝ shining just for you ❞

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❝ 03. BRILLANDO,
SOLO POR TI.  ❞

♥︎.⭒🚒▝▝▝▝▝▝▝▝▝▝▝▝▝ 📣𓂅

。゚♡゚・🎸・゚episode three . . . 🎧

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  Dylan tenía media hora libre antes de que comenzara su próxima clase. Decidió usarla para acomodarse en el banco del pequeño patio interno, mientras ojeaba por encima su viejo diario, el cual encontró luego de limpiar su taquilla esa mañana.

Se trataba de un cuaderno de carátula dura aunque maltratada por el constante uso. Con pegatinas y recortes a modo de adorno en la cubierta y páginas sueltas a punto de desprenderse. Más que usarlo para escribir su día a día, Dyl solía dejar correr su inspiración sobre las hojas del diario, sus intentos de canciones aún yacían ahí esperando que algún día las terminara.

    Sus ojos se detuvieron sobre una en específico. Una de hace ya tiempo.

Una que quería dedicarle a Nick.

Por aquel entonces Dylan tenía un tonto enamoramiento por su amigo. Sonrió recordando su pequeño drama. Era tan cliché haber caído en aquello. En algún momento creyó que la historia tan usada en las películas que veía y libros que leía podía ocurrirle a ella también.

Que tonta, pensó para sus adentros.

Arrancó la página detestando los garabatos de corazones hechos en las esquinas y los borrones de su letra temblorosa.

  La estrujó entre sus dedos hasta formar una pelota y luego la arrojó al cesto cercano.

—¡Dylan, tengo una gran idea! — la chica pegó un brinco cuando Kevin apareció de repente en el umbral.

— ¿Tu gran idea tiene que ver con molestar a Nick o a Joe? ¿Cierto? — alzó una ceja reconociento su sonrisa malvada.

— ¿Cómo lo sabes? — Dyl se encogió de hombros. Guardó sus cosas y se levantó para acercarse a Kevin. — ¿Qué hacías?

— Uhm... Nada importante.

Pero así como Dylan conocía al derecho y al revés a Kevin, él también sabía cuando su amiga era sincera y cuando su tono pretendía ocultar algunas cosas. Tal vez, su curiosidad lo llevaría a regresar al patio interno más tarde.

Tal vez las cosas estaban a punto de tomar un giro diferente.

— ¡Nick! ¡Nick! — Nick estaba guardando unas cosas en su taquilla cuando Dylan y Kevin doblaron el pasillo del colegio en su dirección luciendo muy emocionados. — ¿Qué vas a regalar a papá y mamá por su aniversario mañana?

Nick se quedó sorprendido unos minutos.

— ¿Su aniversario es mañana?

— Sí. — asintió Dylan de manera obvia.

— No me lo habían dicho.

— Deberías saberlo. — Kevin frunció el ceño.

— ¡No tengo tiempo de comprar nada! — se quejó. — Tengo clase todo el día y ensayo por la noche. — Dylan se encogió de hombros bajo la mirada del chico. — Un momento... Para su aniversario faltan como cuatro meses.

— ¡Has picado! — sonrieron. — Inocente.

— No es gracioso.

— Que facilón eres. — le dijo Kevs. — Es que, me hace gracia lo fácil que es...

— ¿Qué tiene tanta gracia? — Joe se les unió.

— Ah, pues mira... — Dylan rodó los ojos divertida mientras él repetía todo de nuevo. — Le he dicho a Nick, ¿Qué vas a regalar a papá y mamá por su aniversario? Y va y me dice: No lo sabía, ¿Que les regalo? Y voy le digo: Has picado. Y va y me dice: No mola. Y tú me dices: ¿Qué tiene tanta gracia Kevin?

— Vale, vale... — Joe suspiró procesando la charla rápida de su hermano mayor. — Bueno... Ya lo pillo. No me puedo creer que picaras otra vez. Tío, no es su aniversario... Es el cumple de papá. — Los tres miraron a Joe con desconfianza. — No estoy bromeando.

— Ya, no voy a picar dos veces.

— Sí. — asintió Dyl tratando de recordar las fechas de cumpleaños guardadas en algún lugar polvoriento de su memoria.

— Chicos... fijaos... — Joe les demostró que hablaba en serio dándoles la espalda y sacando una tarjeta de cumpleaños exageradamente grande de su taquilla.

— Nick olvidábamos el cumple de papá. — se aterró Kevin agarrando a Nick del hombro.

— Como el año pasado.

Dylan empezó a preguntarse si le daba tiempo a tejer una bufanda en menos de seis horas.

— ¡Habéis picado! — sonrió un triunfante Joe desplegando la tarjeta donde enormes letras rojas formaban la palabra PSYCH en mayúsculas. — Es que soy alucinante.

Dylan estaba a punto de bromear al respecto pero la llegada de Stella la hizo olvidarse.

— ¿Qué hay? — sonrió la rubia. — Bueno... ¿Creeis que a vuestra madre le guste esto para su cumple? — Stella les mostró un suéter marrón con gatos y perros bastante... feo.

— ¿Qué rayos es eso? — pestañeó la pelinegra.

— Stella, acabamos de gastar la misma broma hace dos minutos. — dijo Kevin.

— Y yo acabo de gastar la misma broma hace dos segundos. — sonrió orgulloso Joe.

— Y yo no voy a picar tres veces. — afirmó Nick, Dylan le dió una palmada en el hombro.

— Además es el jersey más feo que he visto. Mamá no se lo merece. — negó decepcionado Joseph. — Míralo.

— Vale. — derrotada, Stella arrojó el jersey y Kevin lo atrapó. — Lo que le voy a regalar es esta bufanda de París. — sacó de su bolsa una preciosa tela rosada y luego la envolvió alrededor de au cuello con elegancia.

   Oh oh...

Dyl ya podía ir olvidándose de su plan de tejer una bufanda improvisada.

— Nick. — llamó Kevin.

— Eso sí le gustaría a mamá. — Nick entornó los ojos preocupado.

— ¿Habéis olvidado su cumple? — la rubia los miró con una sonrisa burlona. — Creo que la tienda aún está abierta.

  Los chicos asintieron diciendo que era buena idea y se marcharon corriendo, diciendo algo sobre que a la señora Jonas le gustaban los lápices y los teléfonos con forma de balón.

Dylan y Stells se quedaron riendo mientras los veían irse.

— Bueno, ¿Cómo va eso? — le preguntó su amiga. — ¿Todo bien en casa de los chicos?

— Sí, sabes que sí. — caminó junto a Stella acompañándola a su taquilla.

— Vale, solo comprobaba... Entonces ya no tenemos que preocuparnos por esa Penny.

— Nick no ha vuelto a mencionarla. — notó la chica frunciendo el ceño. — Y no hay nada de que preocuparse, Stells, ya te dije que solo somos amigos.

— Ajá. — la rubia la volvió a ignorar. — Bueno, ¿Qué llevas ahí? Me resulta... familiar.

Dylan bajó la mirada a su mano, aún sostenía su viejo diario. Las bromas de los chicos la hicieron olvidarse de guardarlo.

— Ah, solo es un tonto cuaderno de cuando era niña. Solía escribir toda clase de cosas que se me ocurrieran en él y lo estaba releyendo. — explicó por encima.

— ¿Como un diario, no? — Dylan asintió. — Sí, creo que recuerdo a la pequeña Dyl escribiendo canciones ahí. — sonrió ladeando la cabeza. — También a Nick molesto porque nunca se las quisiste mostrar.

— Sí... — la chica bajó la vista a sus zapatillas. Carraspeó. — Bueno. ¿Vamos a clase?

  A Stella no se le pasaba el hecho de que, cada vez que salía a flote el tema de las canciones de Dylan, ella cambiaba la conversación bruscamente.

  — Claro, vamos a clase.


    Ah... Las matemáticas. El dolor de cabeza de muchos, el talento milagroso de otros. Después de la escuela, Dylan y Joe se encontraban contestando sus tareas sobre la cama del segundo mientras Kevin tocaba la guitarra con aburrimiento. En la habitación reinaba un ambiente pacífico-caótico. Dylan estaba a punto de llorar de frustración, hasta que levantó la vista y vió entrar a Nick con la cabeza metida en una revista femenina.

Entonces tuvo un ataque de risa que puso fin a sus dilemas numéricos.

— No sé que regalarle a mamá.

— ¿En serio? No se nota. — Dylan le sonrió ganándose una mirada seria por parte de Nick, pero esto solo consiguió que su sonrisa de burla se agrandara.

— Las madres no deberían cumplir años... — empezó a decir Joe. — Tienen tantos ya que ya han recibido todos los regalos posibles.

  Dylan arrugó el ceño con sus palabras.

— Genial. Pónselo en la tarjeta. — asintió Nick sin tomarlo en serio. Pulsó el botón del mando que levantaba la batería y su cama apareció debajo.

La casa de los Jonas era como un sueño loco hecho realidad.

>> Bueno, aquí hay algo... — Nick se dispuso a leer en voz alta la revista. — Las cinco cosas más deseadas por las madres en sus cumpleaños... El número cinco es una vela que huela a spaghettis...— estrechó los ojos mientras leía.

— Ya tiene una. — Joe la mostró, Dylan se preguntó brevemente de donde la había sacado tan rápido. — Nunca la ha encendido... Espera... ¿Estos son mordiscos? — preguntó luego de examinarla bien.

— ¿Qué? — se defendió Kevin. — Olía deliciosa..

— Ahí tienes razón. — lo apoyó Dylan, Joe negó con la cabeza y de nuevo, la vela desapareció tan extrañamanete como había llegado.

— La número cuatro es un reloj dorado con un mono que aúlla al dar las horas. — siguió leyendo Nick.

— Hace dos cumples. — Joe sacó el reloj. — Y aún funciona bien.

— ¿Cómo haces eso? — preguntó la chica pero este solo le sonrió encogiéndose de hombros.

— El número tres es una cena con Joe.

— ¿Soy el número tres? — el mencionado se levantó de la cama para acercarse a Nick y leer por sí mismo.

— ¿En serio? ¿Quién escribió eso? — la chica también se acercó.

— ¿Cuál es el número dos?

— El número dos es unas vacaciones en familia.

— ¿Y el número uno?

— Unas vacaciones sin la familia.

Los tres asintieron.

— Suena lógico.

Unos pasos en las escaleras los pusieron en alerta.

— ¡Rápido, esconde la revista! — ordenó Kevin.

Nick, nervioso, solo se le ocurrió taparlas con sus brazos.

— ¿Qué escondes? — fue lo primero que notó la señora Jonas.

Dylan se aguantó el ataque de risa.

— Es que estamos investigando sobre... — comenzó a improvisar una excusa.

— Mujeres. — añadió Joe.

— Porque estamos escribiendo una canción sobre...

— Mujeres.

— La estamos escribiendo como...

— Mujeres. — sonrió Joe.

— Quiere decir desde la perspectiva femenina. — lo corrigió Nick, pero ya era tarde, Dylan ya no podía contenerse las carcajadas.

El señor y la señora Jonas solo los miraron extrañados.

— ¿Qué llevas ahí? — Nick intentó quitarle peso a la incómoda situación señalando la caja que sostenía la señora Jonas.

— Papá ha encontrado unas pelis caseras que creí perdidas en la mudanza, estoy deseando verlas. — sonrió emocionada.

— Oh, mamá, ya te hemos comprado el regalo pero tenemos una dudilla... ¿Quieres alguna cosa en especial para tu cumple? — los chicos asintieron ante las palabras de Joe.

— Cariño, tengo cuanto necesito, mientras mi familia esté sana, salva y unida. — les dió una sonrisa amorosa y se marchó para poner las pelis en la tele.

— ¿Por qué tiene que ponerlo tan difícil? — Nick arrugó la revista entre sus manos.

— Eh, papá... — llamó Joe.

— ¿Sí? — el señor Jonas los miró con atención.

— ¿Qué le has comprado a mamá?

— ¿Te acuerdas del año pasado? Sí que acerté... — Dylan y Nick intercambiaron una mirada, el año pasado el señor Jonas solo le regaló un montón de marcancía de la banda. — ¿Y ahora como lo supero? ¿Cierto? Una fiesta en una isla. Voy a alquilar una isla y mejor si es volcánica porque...

— No quiero fiestas de lujo. — intervino la señora Jonas. — Solo quiero reunirnos como una familia normal.

  Entonces las pelis caseras comenzaron a reproducirse en la tele gigante de los chicos. Nick se detuvo pensativo.

— Tengo una idea para el regalo de mamá.

— Creo que sé lo que estas pensando. — sonrió Kevin.

— Pasar todas las pelis a dvd.

— Y buscar una nutria que toque la trompeta.

— ¡No! — lo miró extrañado. — Solo los dvd.

— Entonces no pensamos lo mismo. — se marchó el mayor ofendido.

— Lo reeditamos todo y lo ponemos en la fiesta de cumpleaños.

— Además los dvd nunca se estropearán. — intercambiaron miradas, todos estaban de acuerdo en que, finalmente tenían el regalo perfecto entre sus manos.

No había forma de estropearlo.

— ¡Nick tienes que ver esto! Eras el niñito más lindo del mundo. — chilló contenta la madre del los chicos.

— Oh, gracias mamá. — asintió Nick desbordando su ego.

Joe y Dyl rodaron los ojos y se acercaron para ver los videos.

En la pantalla, un Nick bebé comía pastel de cumpleaños con los dedos. De fondo podía escucharse al señor Jonas insistiéndole con que sonriera.

— Ni por asomo. — se burló Joe.

— Esperaba a tener todos los dientes.

— ¿Y ahora cuál es tu excusa? — Los chicos rieron y siguieron mirando. — Él único niño que conozco que no quiere sonreír comiendo tarta.

La voz de la madre de los chicos tambiém se sumó al fondo del vídeo. Pero como se trataban de sonidos extraños y graciosos, voltearon a verla esperando a que se explicara.

— ¿Qué hacías detrás de mí?

— Oh, solo intentaba poner caras graciosas para ver si se reía... Así... — volvió a imitar los sonidos graciosos del vídeo y volvieron a reírse.

— ¡Ahora funciona!

— ¡Mirad! La última navidad en la vieja casa... — en la pantalla, los chicos estaban más grandes, vestían pillamas navideños y Nick tocaba la batería de forma desastrosa mientras Joe bailaba.

— El mismo solo de batería que haces de gira.

— Que buenos pasos, Joseph. — somrió Dylan apoyándo la cabeza en su hombro, este sol intentó ocultar su cara de la verguenza.

— ¿No tenías que ir al baño?

De nuevo el vídeo cambió.

Ahora se trataba de Kevin con un lazo acariciando a un caballo oscuro.

— Eh, es la primera novia de Kevin.

— Vaya orejas... y las del caballo también. — se burló el propio Kevin.

Tras varios intentos, Kevin consiguió acertar el lazo en uno de los postes.

— ¡Bien! — aplaudieron.

— ¿Qué hay gente? — llegó Stella seguida de Frankie. — Quería enseñaros estos... ¡Oh! Pelis caseras... — su tono se volvió melancólico de inmediato.

— ¿Dónde estoy yo? — preguntó enojado Frankie.

— Esto es antes de que nacieras.

— Frankie fuera. — se volvió a ir.

— ¡Oh! ¿Ese es Joe? — en el vídeo un primer plano de la cara de Joe de niño apareció. — ¿Te cortaron el pelo o te lo arrancaron a mordiscos?

  Todos rieron. Menos Joe. Este intentó apagar la tele.

— Creo que ya vimos suficiente.

— Que va. — Dylan le quitó el mando y volvió a encenderla. — Eh, Stells...

— Miren que niña más adorable. Mirad que ojos y que pelo. Mirad que sonrisa... ¿No es la sonrisa más mona que hayáis visto? — dijo conmovida.

— Stella... Eres tú.

— Ya lo sé.— Dylan y Joe negaron con la cabeza, su amiga no tenía remedio. — Pero eh, Dyl también era muy mona...

— No, no, no... — Dylan escondió su cara apenas se vió de niña. — Ya, ahora sí que podemos apagar la tele.

— Oh, venga, ¿Recuerdas cuando conocimos a Dyl y tenía puesto ese yeso enorme?

— Me rompí el brazo a inicios del verano montando bici. Entonces los chicos se mudaron y... — en el vídeo los cuatro lucían bastante chicos. Joe, Kev y Nick firmaban y dibujaban el blanco yeso de Dylan mientras esta sonreía por los colores. Stella no se equivocaba. Dylan era una niña de sonrisa cálida y largo cabello negro. Sus mejillas rellenitas y rosadas, y su holgado vestido le daban un aspecto muy tierno y adorable. — ...Y Kevin se robó mis galletas, ¿Cómo pudiste hacerle eso a una niña indefensa con el brazo escayolado?

— ¡Dijiste que no ibas a volver a sacar ese tema! — le arrojó a Dylan un cojín para que se callara.

—Es una buena historia, gracias a eso nos conocemos.

—Sí. — sonrió la chica. — Tienes razón.

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¡GRACIAS POR LEERME! Y DIGAMOS NO A LOS LECTORES FANTASMA

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