2. Te queda bien mi ropa, Kookie

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Una vez que nos acomodamos en el dormitorio, observo lo bello que es mi amigo. Ese tono oliva de su piel, su cuerpo alto y esbelto o esos ojos oscuros y misteriosos. Sin duda, es atractivo, pero no exuda esa sensualidad que resulta tan natural en su padre. Y de repente me siento patético considerando si soy o no del gusto del Sr. Kim... 

De verdad debo estar mal de la cabeza.

Después de concentrarme en la partida de PUBG y ganarle un par de veces a Tae, él decide que es hora de bajar a preparar una pizza casera.

—¿Kookie, puedes poner la salsa? —pide Tae, mostrando un cucharon con una mezcla rojiza de dudosa procedencia que él mismo acaba de preparar.

Desafortunadamente para mí, Tae es la persona más torpe que conozco en labores culinarias, por lo que solo tiene que acercarse para salpicar toda mi ropa.

—Mierda —murmuro, buscando una toalla de papel o un paño para poder limpiar no solo mi ropa, sino que también el mesón y el piso.

—Oh, no. No hagas eso, Kookie. La mancha va a crecer —chilla, apartando mis manos—. Ve al cuarto de lavado al fondo del pasillo y enjuágalas. Después le pones el quitamanchas que está en la estantería al lado de la lavadora.

Sin más alternativa que obedecer voy hasta el cuarto de lavado. Me quito la camisa nueva, los pantalones y él bóxer que también fue víctima de la salsa. Irritado comienzo a fregar con agua y quitamanchas, pero requiere más tiempo del esperado que la sustancia atenué las manchas.

Mientras estoy aquí, intentando sin ningún éxito sacar la salsa de mi ropa, escucho el ruido de la puerta cerrándose por dentro y después un breve roce de tela.

Seguramente Tae tuvo otro accidente.

—¿Derramaste salsa en ti también? —pregunto, pero nadie responde.

Giro, mirando sobre mi hombro y veo al señor Kim a dos pasos de mí. Caliente y sudoroso. Su cabello húmedo y enmarañado cae sobre su rostro enrojecido y sus ojos oscuros me miran muy abiertos y sorprendidos.

Yo tardo un segundo completo en darme cuenta de que él está prácticamente desnudo; sus pantalones cortos de baloncesto, así como su ropa interior están enrollados a la altura de sus tobillos y sus zapatillas tiradas a tan solo unos centímetros de las mías, como si se las hubiese quitado a tirones, sin notar que había otra persona de pie en un rincón.

Mi boca cae abierta, sin ocultar la sorpresa y el deseo que se despierta en mi cuerpo.

¡Jodida mierda!

A medida que mi mirada vaga por su perfecto físico, me siento incapaz de mirar otra cosa que no sea la enorme polla que cuelga pesada entre sus piernas. Especialmente cuando comienza a crecer y a endurecer ante mis ojos.

En respuesta, un caliente dolor comienza a formarse en mi entrepierna. Trago saliva, preguntándome como se sentirá esa polla deslizándose en mí interior. Seguramente algo así de grande es capaz de lastimar mi virgen agujero.

Y aunque en mi imaginación se siente doloroso, el ser reclamado por él despierta en mí algo primitivo y erótico. Sólo imaginar mi pequeño e inocente ano expandiéndose alrededor de la polla gruesa del Sr. Kim, pone el mío tenso y jugoso. La sensación es tan intensa que parece lógico acariciarse, pero en el momento en que mi mano baja para hacer precisamente eso, soy sacudido por el aturdimiento y la consciencia de mi propia y evidente desnudez.

—¡Mierda! —grito, intentado agarrar algo para cubrirme.

—Joder, Kookie. Lo siento —dice él rápidamente, con su cuello, rostro y orejas ardiendo de la vergüenza.

Mi grito parece haberlo sacado del trance en el que él estaba, porque lo siguiente que hace es inclinarse y jalar de sus pantalones cortos, luchando por estirar la pretina de su ropa interior sobre la rígida erección que apunta directamente hacia mí.

—Lo siento, no te vi... Yo solo vine a cambiarme. Yo no tendría que... Oh, lo siento.

—Está bien, señor Kim —susurro rápidamente, tomando mis prendas y saliendo de la habitación, antes de que él responda.

Estoy tan sorprendido y excitado, que soy incapaz de evitar reproducir lo que ha pasado. Mi mente no logra comprender el hecho de que, acabo de ver al padre de mi mejor amigo desnudo y que eso no es mi imaginación.

Si hace unas horas pensé que lo deseaba, eso es nada comparado con lo que siento en estos momentos. Ahora mismo lo quiero a él y a su enorme polla. Tanto así que un pequeño gemido de necesidad se desliza por mis labios como una súplica.

Todo lo que puedo pensar es en tener su gruesa polla en mis manos... mi boca... mi ano. Verlo allí, justo frente a mí, pero sabiendo que no hay nada que yo pueda hacer, es una auténtica tortura y hace que sienta vergüenza por mi reacción. Él tiene que haber notado el deseo en mis ojos. No fue tan evidente como el suyo, pero no tengo ni una duda de que él reconoció mi mirada.

Sin embargo, me siento muy mal por él. Pobre, debe estar muy avergonzado por la reacción que tuvo su cuerpo al verme desnudo, aunque gracias a ella, ahora tengo como avivar mi imaginación. Realmente creo que encuentra mi cuerpo atractivo, pero puedo estar equivocado. El Sr. Kim se divorció hace años y puede ser que esté sin ningún tipo de atención. Es absolutamente posible que se sienta tan solo que, al más mínimo atisbo de carne desnuda y desconocida, él sienta algo.

Necesito creer que lo que sucedió fue solo un golpe de suerte. No puedo hacerme ilusiones ni ser de esos delirantes chiquillos que se sienten atraídos por hombres mayores y heterosexuales que al final te dejan con el corazón roto.

Así que como no puedo tenerlo, no tengo más alternativa que usar el recuerdo de su duro pene como el combustible perfecto para mis fantasías perversas.

Antes de salir de la sala de lavado, tomo unos pantaloncillos cortos y una camisa gris que descansan sobre la secadora y subo al baño para continuar con lo que estaba haciendo antes del incidente. Necesito alejar mi mente de los sofocantes recuerdos.

Cuando vuelvo a la cocina Tae está haciendo una obra de arte con la pizza, lanzando sobre la masa una cantidad grosera de ingredientes, completamente ajeno al intercambio visual que acaba de suceder entre su padre y yo.

—¿Funcionó? —pregunta él, dándome una rebanada de salame para probar.

—La mancha no sale, así que tome ropa prestada. Espero que no importe —aviso con un leve sonrojo.

—Kookie, lo siento mucho. Puedes tomar toda la ropa que quieras, no nos importa.

—Gracias.

Cuando la pizza esta lista, Tae y yo nos sentamos en el comedor a disfrutar de ella y no es hasta cuando estamos casi terminando que el Sr. Kim entra en la habitación, recién duchado y vestido.

Me asombra el que se siente a mi lado a comer. Es un poco incómodo, porque todo lo que yo logro pensar es en lo que él podría haber estado haciendo en la ducha.

¿Se habrá masturbado?

¿Acaso folló su mano pensando en mi boca... o en mi...?

Mientras Tae está sentado frente a nosotros charlando sin cesar sobre JiMin, la graduación y el ingreso a la universidad, yo no puedo hacer nada más que mirar al padre de mi mejor amigo, pensando en todas las cosas calientes que me gustaría que hiciéramos juntos.

—¿Y tú, Kookie? —interrumpe el Sr. Kim—. ¿Estás saliendo con alguien?

Mis mejillas revientan en rubor.

—No. Estoy solo, señor —respondo, concentrando toda mi atención en el trozo de pizza que queda en el centro de la mesa.

—No lo digas como si fuese tu única alternativa —replica Tae, sacudiendo la cabeza con burla—. Él rechaza a todos los chicos, papá. Ninguno le gusta.

—¿En serio? —pregunta él, mirándome con una expresión divertida en su boca.

—La mayoría de los chicos que conozco con unos niños inmaduros —explico, sonrojado.

—Bueno, eso es normal. No todos los chicos son tan maduros como tú, Kookie.

Por supuesto, él es el único que logra entenderme. Mi supuesto mejor amigo ni siquiera acepta mis razones, pero su padre, sin duda, sabe de lo que hablo. Al parecer, él puede leer en mí que yo estoy interesado en hombres.

Hombres experimentados con cuerpos hermosos y pollas perfectas, que saben bien cómo usarlas.

Hombres como el Sr. Kim.

—Mi JiMin, es obviamente la excepción —exagera Tae y comienza a hablar sobre lo maravilloso que es su novio. Yo dejo de escuchar en cuanto noto que el señor Kim observa con mucho interés mi boca.

¿Estará imaginando como sería besarme?

Mi lengua coqueta se asoma, deslizándose a través de mi labio inferior, humedeciéndolo. Sus ojos la siguen y su garganta tirita visiblemente cuando él traga saliva con fuerza.

Mi pulso se acelera en respuesta a su oscura mirada y trato de imaginar que indecentes pensamientos podrían estar naciendo en su cabeza. Realmente espero que, al menos, uno de ellos, incluya empujar su polla dentro de mí.

De repente, Tae ajeno a la situación, toma su plato y lo lleva al fregadero, hablando sin parar de JiMin, JiMin y más JiMin, mientras tanto, mis ojos no dejan de sostener los del señor Kim, hasta que los de él comienzan a bajar por mi cuerpo.

Segundos después puedo contemplar su mano moviéndose bajo la mesa, tanteando hacía mi muslo. Apenas logro creer que esto está sucediendo cuando sus dedos se deslizan suavemente contra mi pierna desnuda bordeando el dobladillo del pantaloncito prestado.

Tae sigue hablando a menos de diez pasos de distancia y yo muerdo mi labio reprimiendo los soniditos embarazosos que amenazan con salir. La mordida es aún más fuerte cuando el Sr. Kim se inclina y su aliento cálido roza mi oreja, provocando cosquillas y la tercera erección del día.

—Te queda bien mi ropa, Kookie —susurra, haciendo que me retuerza en la silla—. Aunque debo decir que te ves mucho mejor sin ella —y mis pulsaciones se disparan con el ronroneo masculino y caliente de su voz.

Y así de rápido, él empuja su silla, toma ambos platos y se pone de pie para llevarlos al fregadero.

¿Hice algo mal?

Necesito que me dé una explicación, porque casi se siente como si estuviese burlándose de mí, pero Tae aún sigue aquí demasiado cerca. Justo ahora sería un buen momento para que se encerrara en su habitación a tener sexo telefónico con JiMin, pero instantáneamente aparece la culpa. Este es un fin de semana de mejores amigos y no puedo enojarme con él, por el calor que me produce su hermoso padre.

¡Soy el peor amigo del mundo!

Le doy una última mirada al Sr. Kim, antes de subir con Tae para distraerme de la naciente erección que crece en mi entrepierna, pero la mirada que él me está ofreciendo me deja aturdido y aún más caliente.

¡Madre mía!

Yo deseo a este hombre.

Me quedo ahí mirándolo, esperando a que me de alguna señal o indicio de que desea hablar conmigo o quizá reunirnos para algo más. Cualquier cosa que él quiera, pero no lo hace. Él simplemente se sirve un vaso de vino y se encierra en su escritorio.

Puede ser que esté esperando que me acerque a él cuando Tae no se encuentre cerca.




.♡.

Gracias por todos los comentarios, saludos y mensajitos que enviaron. 




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