5.

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Advertencias: angst, drama, temas de género.

A veces siento que siempre camino demasiado rápido

(Tan solo)

Y todo se viene

Encima de mí, encima de mí

Me vuelvo loco

Oh, tan loco...

Viviendo por mí mismo

~Living On My Own, Freddie Mercury~

Yoonji ingresó al pequeño departamento de Jimin con la vista baja, tratando de controlar los nervios que sentía en ese momento y de mantener su expresión neutra, a pesar de que por dentro su ansiedad la estuvieran comiendo por completo. Dejó la mochila con su bolso sobre el sofá antes ir a la cocina, sirviéndose un vaso con agua y fingiendo que todo estaba bien, que lo ocurrido una hora atrás no pasó.

Al voltearse, su hermano mayor se estaba sentando detrás de la mesa americana, observándola fijamente.

—¿Qué ocurre? —preguntó ella como si nada, tratando de usar un tono ligero en su voz, sin preocupación.

Jimin arrugó el ceño. Se veía inconforme, fastidiado. Yoonji tragó saliva, tratando de mantener la calma a pesar de que sentía como si estuviera a punto de explotar. Siempre fue muy controladora con las cosas que pasaban a su alrededor, pues era una forma de fingir tener el manejo de sí misma también. Pero esto... esto se le salió de las manos y no sabía cómo volver a retroceder el tiempo para que no ocurriera.

—¿Por qué no me dijiste que te tenías que juntar con alguien más? Pude haberte acompañado —preguntó Jimin, sin ocultar la molestia en su voz.

Yoonji suspiró, tratando de ganar tiempo para inventar una mentira que fuera consistente.

‹‹Mira en lo que te has convertido››, se dijo con reproche, ‹‹en una mentirosa por excelencia››.

—No quería molestarte con algo tan tonto, Jimin —mintió, sentándose también.

—No me habría molestado —replicó Jimin—, podría haberte pasado cualquier cosa. ¿Y si se hubieran aprovechado de ti? Demonios, Yoonie, ¡no conoces a esas personas!

Yoonji se sobresaltó al escuchar a su hermano gritar, porque no estaba acostumbrada a oírlo tan enojado con ella. La expresión de Jimin no se suavizó, se volvió más dura de ser posible, y el pánico pareció a punto de estallar en ese instante. Esa situación jamás pasó por su mente, y menos el ver a su hermano mayor tan enfadado con ella. Jimin, por lo normal, solía mantener la calma y jamás descontrolarse, siempre reprimiendo lo que sentía.

Por un instante, pensó en años atrás, cuando vivía con ellos, y Jimin llegaba llorando del colegio por las burlas que recibía. Su padre siempre se enfadaba con él, diciendo que no fuera mariquita, que los niños no lloraban, y su hermano mayor empezó a guardarse todo eso para él mismo.

—Le estás dando más importancia de la que realmente tiene, oppa —dijo Yoonji, tratando de aligerar el ambiente. Eliminó ese viejo recuerdo de su mente.

Su hermano mayor negó con la cabeza con fuerza, sin querer ceder.

—¿Por qué siento que hay algo que no me estás diciendo? —preguntó Jimin—. Yoonji, ¿de dónde conoces a Jungkook? ¡No quiero que te juntes con gente como él!

Las palabras de Jimin se enterraron en su alma, pero fingió indiferencia, fingió que no le afectó en lo más mínimo. Si dejaba traslucir sus emociones, todo iba a ser mucho peor. No podía perder el control.

—Ya te lo dije —continuó mintiendo—, Taehyung me pidió que le entregara un regalo por ser compañeros de League of Legends, nada más —luego, su voz se volvió temblorosa, sin poder evitar la recriminación—. ¿Y qué hay de malo con Jungkook? Ella me cayó bien.

Supo que cometió un error cuando Jimin volvió a observarla, en tanto su mandíbula se tensaba. Jamás lo vio tan enfadado con ella, tan molesto, como si Yoonji estuviera actuando de forma irracional e infantil.

—¿Ella? —los ojos de Jimin parecían echar fuego—. Es él, Yoonji, lo sabes bien. Jungkook es un chico, no una chica.

Asintió en silencio, tratando de controlar los desbocados latidos de su corazón, tratando de no dar rienda suelta a la histeria que parecía asentarse en su interior en ese instante. No quería comenzar a llorar, a gritar, a decirle toda la verdad de sopetón, porque no era el momento. Si daba algún paso en falso...

—Jiminie, ¿Jungkook estudia contigo? —preguntó de pronto.

La expresión de Jimin se volvió más cautelosa.

—Sí, estudia psicología conmigo —dijo precavidamente.

Yoonji se sentó frente a él, balanceando sus pies, y trató de avanzar con lentitud. Como si fuera un soldado en un campo de batalla, debía ir despacio para no activar alguna granada que convirtiera todo en un desastre.

—Jungkook parecía simpático —comentó como si nada—, pero... ¿qué hay de mal con él?

Estaba segura de que podía oír el rechinar de los dientes de Jimin, con la mandíbula apretada y los ojos brillando por el enojo.

—Yoonji, Jungkook puede vestirse como una chica y actuar como una, pero sigue siendo un chico —contestó con amargura.

Un momento de tenso silencio entre ellos, donde ninguno sabía qué decir exactamente. Por un instante, ella lo contempló con evidente asombro, atónita porque no podía entender bien a qué se refería. Fue cuando el rubor golpeó las mejillas de Jimin, con vergüenza, y Yoonji supo lo que ocurrió.

La incredulidad pintó su rostro, tratando de encontrarle sentido a esa absurda situación que se pintaba ante ella. En especial porque Jimin...

—Oh —murmuró, y cerró sus ojos un momento, como si eso hiciera más fácil lo que iba a decir—, entonces... te acostaste con él.

En el departamento resonó el ruido del vaso rompiéndose cuando cayó al suelo.

Sus ojos se abrieron de golpe y se dirigieron hacia el objeto destrozado en el piso, los vidrios esparcidos por el suelo. Sin dejar la sorpresa, levantó la vista con sorpresa, viendo el momento exacto en el Jimin apretaba sus labios y una expresión de odio se asentó en su rostro.

Otra vez el pánico pareció a punto de explotar, como si fuera una olla de presión en su máximo punto de presión.

—Jungkook lucía esa noche como una chica —escupió Jimin de pronto, tratando de justificarse—, y yo estaba lo suficientemente borracho como para confundirla como una. Cuando desperté en la mañana, me di cuenta de lo que hice.

Yoonji lo observó unos largos minutos en silencio, como si su mente tratara de encajar esa dura revelación que acababa de recibir. Era como si esa pieza del rompecabezas que trató de encajar por años por fin llegara a su lugar, y una breve idea pasó por su cabeza en ese momento.

Suavizó su expresión, esperanzada en que las cosas podían cambiar, que quizás ella no daría el primer paso, que alguien más podría apoyar lo que estaba sintiendo cada día.

Sus padres perderían la cabeza, lo sabía, lo tenía claro, pero Jimin... Jimin era su hermano. Su hermano mayor. Él también sufrió la intolerancia, más por parte de su padre, mientras ella fue reprimida fuertemente por su madre. Sus padres se esforzaron con toda su alma en que sus hijos fueran correctos, y por dios, qué ironía más grande.

¿Y si sus únicos dos hijos habían salido chuecos?

—Jimin —comenzó a hablar—, no me importa si eres gay–

—No —le interrumpió Jimin de golpe, con la voz teñida de asco—. No soy un enfermo. Confundí a Jungkook con una chica, es así de simple. No soy gay. No soy un asqueroso gay.

Algo se quebró en el interior de Yoonji al escucharlo, al oír el desprecio, la repugnancia y la aversión en su tono. Por un instante, fue como si Jimin no estuviera frente a él, sino su padre, hablando a gritos mientras regañaba a su hija.

Otro viejo recuerdo apareció en su mente, esas memorias que bloqueó por tantos años, porque eran traumáticas. Ella debía tener cinco años, mientras que Jimin estaba a punto de cumplir los siete, y jugaban en la habitación con los muñecos. Yoonji siempre agarraba las figuritas de acción, fascinadas por ellos, y Jimin... A su hermano mayor le encantaba jugar con Barbie, cambiándole de ropa y peinándole el cabello. Al menos, hasta que sus papás los descubrieron.

Mamá fue la encargada de castigarla a ella: la agarró del cabello, llevándola a otra habitación y dándole una bofetada, diciendo con tono calmo que ella no podía jugar con los juguetes de Jimin. Por otro lado, su padre se hizo cargo de Jimin, y él cuando regañaba, lo hacía con gritos. No estaba segura si su padre llegó a golpearlo, pero gritaba, como si estuviera poseído.

¡No quiero ningún maricón en mi casa, prefiero un hijo muerto a un jodido maricón, ¿lo entiendes, Jimin?!

Se puso de pie, sin dejar de mirarlo, esos gritos sin dejar su cabeza.

—Ser gay no es ser enfermo —respondió, tratando de controlar su timbre—. Y a ti te gusta Jungkook, lo vi.

Jimin la fulminó con la mirada. Por segunda vez en esa noche, pareció que su padre le devolvía la mirada.

No. Jimin no era su padre, Jimin no era su madre. Jimin lo debería entender, porque ellos estuvieron juntos en esa dura, dolorosa infancia.

—No me gusta. Me da asco. Me enferma verlo vistiendo como mujer, ¿acaso no puede asumir que es un hombre? Maricón y travesti, no puede darme más asco.

Unos nuevos segundos de silencio entre ellos, donde cada palabra dicha por su hermano fue como si fuera una cuchilla enterrándose en su pecho. Como si fuera una bala cruzando su cuerpo. Eran las palabras que su padre siempre decía cuando veía algo que se salía del estricto orden establecido, ya fuera por televisión o el periódico.

Por eso mismo, Yoonji no se controló en ese momento: le cruzó la cara con una bofetada, como si estuviera golpeando, de forma indirecta, también a su padre.

Lo abofeteó y la ira la golpeó, enfurecida, enrabiaba, siendo fuego vivo en ese momento.

—¡Pues bien que le metiste la polla en el culo! —le gritó con cólera—. ¡Estabas borracho, dices, pero cuando lo desnudaste le tocaste la polla y tuviste que meterte en su culo sin problema alguno, y hasta lo disfrutaste!

—¡Yoonji!

Pero ignoró el grito de advertencia, viendo a Jimin retroceder, con el terror en sus ojos. Ni siquiera sabía de dónde sacó todo ese valor para seguir hablando, para impulsarse a soltar todo lo que estaba pensando.

—¡Bueno, y qué si le gustan los hombres, al menos él es lo suficientemente valiente como para asumir sus gustos y vivir feliz con ello! —continuó gritando, sintiendo las lágrimas mojando su rostro. No sabía en qué punto el llanto hizo aparición, pero no le importó—. ¡Al menos él no vive una mentira como tú o yo! ¡Y si a mí me gustaran las chicas, ¿acaso igual me dirías asquerosa?! ¡¿O si me gustara vestir como hombre?! ¡Prefiero ser una asquerosa a que–!

Jimin se movió rápido, alcanzándola, y el dolor estalló en su mejilla. Un dolor conocido, el mismo que sentía cuando su mamá decidía tomar cartas en el asunto.

No pudo decir algo más cuando, de pronto, chocó con la mesa americana debido a la fuerte bofetada que Jimin le dio.

Se tambaleó, sosteniéndose, mareada, parpadeando debido al dolor que recorrió su rostro, y jadeó por la sorpresa. De forma automática llevó su mano a su rostro, y al alejarla, vio sangre en sus dedos. Su labio ardía por completo.

Levantó la vista, chocando con la sorprendida mirada de Jimin, el enojo desapareciendo. En la habitación sólo se escuchaba el tik-tok del reloj y los ruidos provenientes del exterior. Su mejilla seguía picando y su hermano parecía no saber qué hacer. Ella misma estaba fuera de sí, demasiado descolocada por lo que acababa de pasar.

—Oh, Yoonji —murmuró Jimin de pronto, dando un paso, pero Yoonji se alejó de forma automática—. Princesa... sabes que no lo hice a propósito...

Sollozó por el dolor.

Pero no dolor por el golpe, eso era lo mínimo. Un golpe físico sanaba, curaba, cicatrizaba y dejaba de doler con el tiempo. No, lo que realmente dolía era el dolor en su alma, en su corazón, al ver que una persona a la que amaba con todo su corazón la decepción de esa forma. Al ver que una persona en la que creía, en quien confiaba... dijo cosas tan horribles. Y, peor aún, la golpeó como forma de callarla.

Retrocedió, temblando.

—Vete a la mierda —le dijo a Jimin.

—Yoonji, por favor...

—¡Te odio! —le gritó, antes de salir corriendo del departamento.

Escuchó los gritos de Jimin, que la perseguía pidiéndole que se detuviera, que hablaran las cosas, sin embargo, no podía hacerlo. Necesitaba moverse para no quebrarse por completo, para no ceder al sufrimiento, para no comenzar a ahogarse en todo lo que estaba sintiendo en ese instante. Necesitaba estar lejos de su hermano mayor o aceptaría sus disculpas como si nada, y entonces... entonces...

Yoonji estaba aprendiendo a dar unos primeros pasos, no podía permitirse retroceder a pesar de que doliera.

Porque, a pesar de todo el miedo, todo el terror, quería salir de su zona de confort, aunque eso significara quedar sola en el mundo. Aunque eso significara que todo lo que conocía y la rodeaba se volviera desconocido para ella. Pero si así vivía feliz, si así podía ser quien era realmente, valía la pena. Siempre iba a valer la pena, a pesar de que al principio doliera.

Yoonji sabía que no podía ser feliz si no era miserable alguna vez en la vida.

Luego de media hora corriendo, se detuvo. No sabía en qué momento perdió de vista a Jimin, pero no le importaba tampoco, aunque tampoco supiera donde estaba.

Sacó su celular, marcando el primer número que se le vino a la mente.

—¿Hola?

—Jungkookie, necesito tu ayuda.

El novio de Jungkook, Jiyong, fue muy amable con ella, a pesar de que no la conocía.

—Gracias, Giyongchy —le dijo Jungkook cuando Jiyong dejó un té sobre la mesita del comedor para Yoonji, mientras la mayor se preocupaba de presionar una bolsa con hielo sobre la mejilla de su invitada.

—No te preocupes —respondió Jiyong como si nada, inclinándose para besar a Jungkook en la mejilla. Luego, miró a Yoonji con ternura—. ¿Segura que no quieres que le pegue a tu hermano, Yoongi? —le preguntó.

Yoonji soltó una risa entrecortada, negando con la cabeza. En medio de la oscura ciudad, con los autos corriendo a su lado, la única idea concreta que tenía era llamar a Jungkook. Ella y su novio fueron a recogerla, y Yoongi les explicó lo ocurrido con voz temblorosa, tratando de no estallar en ese loco llanto que pujaba en su garganta.

—Lamento estar molestando...

—No digas eso —y quien habló no fue Jungkook, sino Jiyong—. Cualquier amigo de Kookie es bienvenido aquí, así que tranquilo, de verdad, no te preocupes.

—¿Me quieres robar a mis amigos o qué? —le preguntó Jungkook a su novio, frunciendo el ceño, pero su tono estaba lleno de cariño.

Jiyong levantó las manos, exasperado, sin embargo, no dijo nada. Jungkook retiró el hielo del rostro de Yoonji.

—¿Puedo pedirte otro favor, Jungkookie? —preguntó Yoonji con timidez—. Sé que no debería hacerlo, ya te he traído muchos problemas, pero...

—Oye, Yoongi, no pasa nada —Jungkook le acarició la mejilla, sonriendo—. Si puedo hacerlo, entonces lo haré.

Yoonji mordió su labio inferior, indecisa, observando el cabello desordenado de Jungkook, y tomó aire.

Si no lo hacía en ese instante, no lo haría más adelante, eso lo tenía claro. Debía llevar a cabo esa idea que venía rondando desde hacía años en su cabeza.

—¿Tienes tijeras para cortar el cabello? —preguntó.

¡gracias por leer!

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