64.

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Advertencias: angst, drama, temas de género.

Voces del pasado llaman mi nombre...

Renuncio a mi pasado para vivir de nuevo.

~A Quiet Life, Teho Teardo&Blixa Bargeld~

—Es evidente que sufres de depresión, Yoongi.

El aludido se tensó cuando Jungsoo habló con voz suave, casi dulce, y miró hacia otro lado, sin saber qué responder enseguida. No quería escuchar aquellas palabras, aunque estaba al tanto de que no había error en ellas.

—Vamos en nuestra tercera sesión, y es la última que tienes conmigo —prosiguió Jungsoo, sin perder el tono amable—, la próxima semana viajas, ¿no es así?

Asintió, su garganta apretada, queriendo hundirse en la silla bajo la atenta mirada del psiquiatra.

Jungsoo se limitó a sonreírle otra vez, a pesar de que sus ojos eran críticos y calculadores.

—Voy a enviarle tu ficha a Jaebeom —continuó—, pero quiero también que comiences a tomar antidepresivos —agarró la libreta de recetas que poseía, comenzando a anotar en ella—. Escitalopram. ¿Alguna vez has escuchado de él?

Mordió su labio inferior, negando con la cabeza, porque de pronto se sentía algo tímido y apagado. El mayor suspiró, quitándose los lentes que tenía.

—Yoongi, ¿tienes miedo? —preguntó, sin que hubiera acusación en su voz, sólo curiosidad.

El muchacho trató de pasar el nudo de su garganta tragando saliva, forzándose a respirar con calma para no ceder al pánico y al terror.

—Yo... um... —tosió, tratando de relajar la tensión de sus hombros—, es sólo que... uh... no quiero hacerme dependiente de ellos. De los medicamentos. Temo que eso pueda ocurrir...

Su tono se fue apagando de a poco, sin saber cómo expresar concretamente el susto que sentía.

—Yoongi, no debes pensar esas cosas —dijo Jungsoo—, porque eso no va a ocurrir bajo ningún término. Si sigues mis instrucciones y las que te dará Jaebeom, no deberíamos tener problema alguno, ¿está claro? Él va a tener un estricto control sobre todo el tratamiento, y yo también. Sora igual estará para apoyarte e incluso Kwon sabrá de esto. Los cuatro nos preocuparemos de que estés bien en todos los sentidos —se inclinó un poco—. Confía en nosotros: no vas a generar dependencia.

Sus labios temblaron un instante, balbuceante, para luego asentir con timidez. El miedo seguía allí, por supuesto, pero sabía que debía avanzar, debía seguir adelante, porque las cosas estaban resultando bien. Estaban avanzando y él quería mejorar más aún, para poder llegar a convertirse en esa persona que tanto soñaba y deseaba ser.

Jungsoo le sonrió.

—Comprarás los comprimidos de diez miligramos —comenzó a explicarle—, pero vas a comenzar consumiendo cinco miligramos, así que debes dividir el comprimido en dos. Puedes consumirla en la mañana o en la noche, tú decide la hora que mejor te convenga, pero sólo una vez al día, ¿está claro?

Asintió en silencio, pero Jungsoo no lució conforme.

—Repítelo, Yoongi —le dijo el psiquiatra.

Humedeció sus labios.

—Comprar la caja de diez miligramos. Consumir la mitad estos días, en el horario que sea mejor para mí —dijo.

—Vas a tomar cinco miligramos por cinco días —prosiguió Jungsoo—, luego de eso, empezarás con los diez miligramos como corresponde, ¿está bien?

—Consumirlo así durante cinco días —repitió—, después tomar la dosis completa.

—Vamos a monitorearte estos primeros meses —agregó—, y estos días, cuando empieces a consumirlo, no te sentirás muy bien. Mareos y nauseas son comunes, Yoongi, así que no te asustes por ello. ¿Tienes alguna duda?

—¿Me sentiré mejor con ellos?

El hombre sonrió.

—No inmediatamente. Pero te ayudarán a controlar la ansiedad y los ataques de pánico —Jungsoo estiró un dedo, tocándole la frente—, sin embargo, también tienes que poner de tu parte para esto. Los antidepresivos no hacen milagros.

Asintió, agarrando la receta que el mayor le tendió y guardándola en su mochila, poniéndose de pie.

—Envíame una de tus letras cuando estés trabajando en ello —dijo Jungsoo, acompañándolo a la puerta—, y puedes escribirme por correo. Quiero saber cómo te está yendo.

—¿Aunque sea malo? —preguntó Yoongi.

—En especial eso —el hombre le revolvió el cabello—. No te guardes nada, Yoongi, porque no hace bien. Nunca hace bien.

Sí, Yoongi lo sabía mejor que nadie.

Cuando llegó al departamento de su hermano, lo vio acurrucado junto a Jungkook, ambos viendo una película en la televisión. Habían arrendado un DVD así que estaban instalados en el sillón, con latas de cerveza a un lado.

Los miró con una ceja enarcada.

—¿Están borrachos? —preguntó.

—Nop —se rió Jungkook, haciendo estallar la p en sus labios—. Hace calor y Jungkook sugirió alcohol.

—Esa es pésima idea —dijo Yoongi, entrando al lugar.

—Es la mejor idea del mundo —corrigió Jimin, antes de abrazar a Jungkook—, con alcohol, los dos nos volvemos pegajosos.

La expresión de Yoongi se tornó asquienta, como si fuera a vomitar.

—Repulsivos, eso son los dos —declaró.

—¡Ven a ver la película con nosotros! —dijo Jungkook, moviéndose y sentándose en el regazo de Jimin—. Hay espacio para ti.

—¡No caigas, Yoongi! —gritó una cuarta voz, y Yoongi miró hacia el pasillo, donde un aterrado Hoseok estaba—. ¡Me invitaron a ver una película y de pronto comenzaron a besarse! ¡Fue asqueroso!

—¡De seguro tú querías hacer lo mismo con mi hermano, maldito! —acusó Jimin con el rostro colorado.

Yoongi suspiró. Decidió ir a visitar a su hermano unos días, aprovechando que tendría su última visita con Jungsoo, y Hoseok se coló en el viaje. Llevaban tres días allí y, al siguiente, iban a devolverse para comenzar a ordenar sus cosas e irse hacia Seúl.

Su estómago se apretó ante la perspectiva de aquello.

—Voy a dormir —declaró Yoongi, pasando de largo hacia el cuarto que compartía con Hoseok.

—¡Aburridoooooooooo! —se burló Jungkook, antes de comenzar a chillar, pues Jimin se dedicó a dejarle besos en el cuello—. ¡No, allí no, me estás...!

Yoongi fingió no oír nada más: él no sabía en qué estaban ellos dos y no quería aclararlo, tampoco, pues Jimin tenía algo de razón. Sin alcohol, Jungkook y Jimin lucían tensos al lado del otro, dándose miradas furtivas y fingiendo que no había nada, cuando era claro que algo estaba pasando. Pero con alcohol encima, se ponían coquetos y juguetones.

Una vez en el cuarto, Yoongi echó su mochila a un lado y se recostó sobre la cama, sintiendo inmediatamente como la cama a su lado se hundía.

Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando los labios de Hoseok acariciaron su cuello también.

—Te extrañé —dijo Hoseok.

Yoongi suspiró, ahora con una de las manos del chico deslizándose por su brazo derecho. Había dicho que quería ir con Jungsoo sin nadie, además que después salió con Namjoon para ponerse al día. Hoseok lo sabía, por supuesto, y no insistió en acompañarlo, ya que entendía que era una salida como amigos, nada más.

O eso decía en voz alta.

Como fuera, estaba algo cansado en ese instante. Fue un largo día.

—Yo también —contestó, dándose vuelta, y los labios de Hoseok ahora lo besaron en la boca.

Fue corto, de unos segundos, pero luego de separarse, el más alto volvió a besarlo. Así fue durante varios segundos, y cuando Yoongi se removió, pegándose más a él, notó la erección del chico.

—¿Te pones duro sólo con unos besos? —se burló con cariño.

Hoseok le miró con las mejillas coloradas.

—Eres tú —confesó sin vergüenza—, eres muy caliente.

Yoongi lo golpeó en el brazo, oyendo sus risas, y le dio otro beso. Hoseok acarició su nuca, sin presionar ni pedirle nada, porque sabía que era Yoongi quien tenía que empujar en esos pasos. Era él quien le diría si seguir adelante o no.

Con timidez, Yoongi deslizó su mano por la entrepierna de Hoseok, acariciándolo por encima, oyendo su respiración acelerada.

—¿Puedo? —murmuró.

—Por favor —contestó Hoseok.

Yoongi volvió a reírse, desabrochándole el pantalón, y rogando que ni Jimin ni Jungkook oyeran algo (lo que creía poco probable, porque debían estar follando en el sillón en ese momento). Metió su mano por la ropa interior de Hoseok, tocándolo, agarrándolo de la base.

Bajó la vista, viéndolo detenidamente: la vez anterior no se detuvo a hacerlo, pues estaban a oscuras, demasiado calientes, pero ahora sí lo hizo. No era tan largo, aunque sí grueso, y en ese momento estaba hinchado y soltando líquido preseminal.

El pene de Hoseok en su mano. Aquel pensamiento provocó que se pusiera colorado.

Otra breve idea cruzó su mente. Se sentía pesado en su mano, ¿cómo...?

Comenzó a masturbarlo.

—¿Hobi? —preguntó contra su oído, sin dejar de mirar la polla que acariciaba.

—¿Mmm...?

—¿Puedo... uh...? —levantó la vista, chocando con los ojos afiebrados de Hoseok—. ¿Puedo chuparla?

Sus palabras provocaron que Hoseok se atragantara con su saliva, comenzando a toser, pero Yoongi sólo le miró con una expresión tímida.

Cuando Hoseok sintió que aquello pasó, aclaró su garganta.

—¿Tú... uh... te si-sientes preparado para eso? —balbuceó, su voz como un hilo.

Yoongi frunció el ceño.

—Es sólo chupar un pene —contestó, antes de bajar la vista—. Ow, ¿ya no estás caliente?

—¡Yoongi!

Se rió, subiéndose sobre él para darle un beso, volviendo a acariciarle la polla, y sin dejar de sonreír al sentir cómo se endurecía y humedecía. Él mismo se sentía un poco necesitado en ese momento.

—¿Entonces...? —insistió, alejándose unos centímetros.

Hoseok cubrió su rostro con un brazo.

—Hazlo —murmuró con el tono temblando.

Yoongi le dio un pequeño beso en la barbilla, retrocediendo para acomodarse entre las piernas estiradas del muchacho, acercando su rostro al miembro duro y erecto. Olía a almizcle, y brillaba por el líquido preseminal que salía de la pequeña abertura. Su curiosidad fue más grande, y sin pensarlo demasiado, lamió su extensión.

El sabor era un poco salado, pero no desagradable, sin embargo, eso no llamó su atención. Lo que le hizo detenerse y mirar hacia Hoseok fue escuchar su gemido ronco y bajo, encontrándose con que el chico estaba presionando su mano contra su boca, su rostro demasiado colorado, ojos nerviosos mirándole.

—No te tapes —le dijo—, quiero escucharte.

Hoseok negó con la cabeza, aunque volvió a gemir cuando Yoongi repitió la acción, lamiendo su pene con dolorosa lentitud.

—Tu... tu he-hermano va a oírme... —jadeó Hoseok, sin dejar de mirar a Yoongi lamiendo su polla otra vez, una sonrisa descarada en su rostro—, y él va a... a matarme...

Yoongi besó la punta de su pene.

—Jimin no podría matar ni a una cucaracha —le dijo.

Luego, el más bajo cerró sus labios alrededor del glande, chupando sólo de forma superficial, y observó la expresión desesperada del chico, casi luciendo como si fuera a morder su mano para dejar de gemir.

Sin embargo, sólo unos segundos después echó su rostro hacia atrás por la sorpresa cuando espeso líquido blanco golpeó su labio inferior. Hoseok tembló bajo él, eyaculando en su rostro, y Yoongi no sabía qué hacer, a pesar de que su rostro quedara manchado con semen (porque no iba a tragárselo, en definitiva).

—Eso fue rápido —dijo en medio del silencio, porque Hoseok ocultó su rostro en una almohada para gimotear.

—Cállate —la voz del chico salió ahogada—, ¡no... no soy precoz! Pero na-nadie me la chupó antes...

—¿En el sexo no vas a durar mucho, entonces? —preguntó Yoongi, enderezándose.

—¡No me pongas a prueba! —lloriqueó Hoseok.

Yoongi quiso decir algo, pero prefirió ir al baño para limpiarse, pues no permitiría que nadie viera su rostro de esa forma. Cruzó el pasillo rápido para no encontrarse con nada desagradable, y una vez dentro, se miró en el reflejo, observándose un instante antes de desviar la vista con vergüenza, y echó a correr la llave.

Una vez su rostro quedó limpio, volvió a mirarse. No salió enseguida.

Tomó aire, desabrochando sus pantalones, bajándoselos, y prosiguió con la ropa interior (uno de los bóxeres que Hoseok le compró). Su entrepierna estaba algo húmeda.

Mordió su labio inferior. La verdad es que eran pocas las veces en que se tuvo que tocar, pero nunca fue en busca de su propio placer, sino para saber qué sentía. A veces era incomodidad. Otras veces extrañeza. Pero placer...

Sus dedos se deslizaron por su monte de venus, sintiendo el vello en su piel, pero no movió su mano más allá, ya que estaba algo asustado.

Permaneció así unos instantes antes de negar con la cabeza, volviendo a subirse la ropa interior y los pantalones, lavando sus manos una vez más.

No. No.

Salió, forzándose a respirar con calma, y casi corrió al cuarto al escuchar un gemido bajo viniendo del comedor.

Hoseok le miró, poniéndose de pie para también limpiarse, y Yoongi se recostó boca abajo, sin saber qué decir. Segundos después, el chico regresó, recostándose a su lado.

—Gracias —murmuró Hoseok, dándole un beso en la mejilla—, me gustó mucho.

Sonrió con debilidad.

—No fue nada...

—Me gustaría devolvértelo —dijo Hoseok, provocando que se quedara congelado—, en algún momento. Cuando tú quieras... podrías decírmelo y yo...

—No —le interrumpió—. No.

Hoseok no siguió hablando, con un incómodo silencio instalándose entre ellos.

Yoongi iba a volver a hablar cuando de pronto la puerta se abrió.

—¡Así los quería pillar! —gritó Jimin, sin camisa y los pantalones abiertos.

—¡Jimin! —gritó Jungkook detrás, también sin playera.

—¡ASCO! —gritaron Hoseok y Yoongi.

Jimin recibió un almohadazo que lo derribó, decidiendo nunca más beber cuando su hermano fuera a visitarle.

Yoongi sentía que iba a vomitar en cualquier momento.

—Estás muy pálido —dijo Taehyung, dejándole un vaso con agua a su lado.

El chico le miró con cansancio, con su cabeza doliendo, palpitando.

—Se me va a pasar —dijo, porque el día anterior empezó a consumir el antidepresivo completo. Los cinco miligramos no hicieron mucho efecto en su cuerpo, sin embargo, cuando comenzó con los diez, empezó a sentirse mal.

—¿Quieres que te traiga un Hoseok? —bromeó Lisa, entrando al cuarto y llevando una caja vacía—. Bebé, deja aquí tus muñecos.

—¡No son muñecos, son figuritas de acción! —dijo Taehyung.

Lisa le miró como si fuera estúpido.

—¿Por qué están arreglando eso hoy? —preguntó Yoongi—. Nos iremos la siguiente semana.

—Porque si no lo hacemos hoy, Taehyung lo hará a último momento —contestó Lisa.

Hubo un momento de silencio en el que Yoongi se puso a pensar sobre ello. Irse. En menos de una semana. La perspectiva estaba haciendo que se sintiera mareado otra vez.

Más aún porque debía guardar sus cosas para el departamento que sería su hogar, pero... pero...

¿Qué cosas tenía? En la casa de Taehyung sólo tenía prendas de vestir, y cuadernos y libros de clases, nada más. Todas las otras cosas las tenía en la casa de sus padres, pero no se atrevía a volver allí. No se atrevía a acercarse.

Aunque la llave para entrar la tenía en un bolsillo de su chaqueta.

Humedeció sus labios. Tal vez...

Al día siguiente, observó la casa de lejos, con Hoseok y Jin a su lado, y dio un paso con indecisión.

—¿Estás seguro? —preguntó Jin—. ¿Cómo sabes que no están?

—Es domingo —murmuró Yoongi—, deben estar en la iglesia.

Hoseok hizo una mueca, asintiendo.

—Jiwoo me lo confirmó. El culto dura hasta las una de la tarde, así que tenemos una hora para que saques lo que necesites, Yoongi.

Asintió, sin sentirse demasiado bien, pero trató de disimularlo, pues no quería preocuparlos. Caminaron a paso rápido hacia la casa, y con la mano temblando, metió la llave en la cerradura.

—¿Esto puede ser considerado allanamiento de morada? —balbuceó Jin, mientras abría la puerta—. ¡Soy muy guapo para ir a la cárcel!

—¡No seas exagerado! —regañó Hoseok—. Además, ¡nadie va a enterarse! Esto será muy rápido...

—¿Quieren callarse? —gruñó Yoongi cuando entraron—. Con toda probabilidad ya llamaron la atención de los vecinos.

Quiso agregar algo más, sin embargo, enmudeció cuando vio el interior de la casa. De su antiguo hogar. Su corazón se encogió.

Estaba igual que siempre, por supuesto, pero de alguna forma... de alguna terrible forma, lucía más frío y helado, poco cálido. Lucía como si le fuera ajeno, como si nunca antes hubiera estado allí, y eso le hizo sentir un poco mareado, como si fuera a vomitar.

No podía quedarse en ese lugar tanto tiempo.

Su garganta se sintió seca cuando avanzó, yendo a la escalera, y observó los cuadros que estaban colgados en la pared. Los dos primeros eran del matrimonio de sus padres. En el siguiente una foto familiar, pero sólo con Jimin teniendo un año. En la cuarta salían los cuatro, con él teniendo dos años. Las siguientes eran un conjunto de fotografías, con cuatro expuestas hacia abajo: cuando Jimin salió del kínder, cuando él también terminó allí, otra de los dos en el patio jugando, y la última era una grupal con los miembros de la iglesia, cuando tenía diez años.

Sin embargo, la siguiente envió una corriente de dolor por su cuerpo: era otra foto familiar, pero alguien (su padre, probablemente, rayó el rostro de sus dos hijos). La siguiente, también en donde salían los cuatro, estaba con ellos recortados.

Casi corrió a su viejo cuarto, jadeando porque no quería seguir viendo más fotografías. Sabía que sus dos amigos se quedaron en el primer piso para vigilar por cualquier cosa, y él lo prefería así, ya que no quería que le ayudaran con eso.

Su cuarto estaba como lo dejó, también: la cama en una esquina con la ventana que daba hacia la calle, el armario, el escritorio, una silla, el velador y el canasto para ropa sucia sin ninguna prenda. Trató de focalizarse a lo que iba, y sacó un bolso que tenía de debajo de la cama.

Lo primero que agarró fue el peluche de Kumamon que Hoseok le regaló en navidad, y que por el apuro de irse no se llevó. Después fue hacia el armario, sacando las pocas prendas neutras que poseía (la ropa no tiene género, se repitió, aunque no se llevaría esos vestidos ni faldas bajo ningún motivo), para luego ir hacia el escritorio.

Sacó unos viejos cuadernos donde tenía sus primeras composiciones, letras de las que no quería deshacerse, y después empezó a guardar fotografías que conservaba. De su familia. Con Jimin. Con Hoseok. Con mamá.

Guardó algunas cosas más, útiles personales u objetos con algún valor sentimental del que no quería deshacerse, y cerró el bolso y se lo colgó, recogiendo el peluche.

Miró una última vez el cuarto. Nunca más volvería allí, lo sabía, y cerró la puerta, sabiendo que ese lugar ya no era su casa. Ya no era un hogar.

No, hogar era algo que él iba a construir en Seúl, con aquellas personas que eran su familia, y se prometió que iba a ser feliz, aunque costara. Aunque al principio doliera.

Bajó al primer piso, Seokjin y Hoseok luciendo aliviados de que hubiera terminado rápido, y se apresuraron en salir.

Sin embargo, no dieron ni dos pasos para irse cuando un auto dobló en una esquina. Yoongi se congeló, pues lo reconoció inmediatamente.

—¡Oh, mierda! —dijo Hoseok, agarrándole la mano—. ¡Vamos!

Sentía sus pies como plomo, incapaz de moverse, menos cuando el auto frenó con fuerza y mamá se bajó.

—¿Yoonji? —preguntó ella con tono lleno de sorpresa—. ¿Qué estás haciendo aquí? —sus ojos se pusieron lagrimosos—. ¿Vas a volver, hermosa?

Retrocedió, sintiendo un escalofrío cuando vio a su padre bajarse.

—¿Qué es eso? —preguntó el hombre, mirando su bolso—. ¿Qué llevas allí? ¿Nos estás robando?

—No —dijo, a pesar de que su voz fue apenas un gorjeo—. No es nada. Adiós.

—¡Yoonji! —gritó su mamá dando un paso para alcanzarlo, pero Jin se interpuso, haciendo que tuviera que retroceder—. ¿Qué? ¡Quítate de en medio, mocoso insolente!

Hoseok tiró de él una vez más, pero no podía moverse tan rápido. Su mundo entero se movía, se balanceaba, y las ganas de vomitar que estuvo conteniendo todo el día parecían aumentar.

—Hija, hija, ¿para dónde vas? —sollozó su mamá—. Regresa a casa, por favor, ¡te extrañamos! Volveremos a ser una familia y te perdonaremos...

—¡Quítate, imbécil!

Yoonji se giró para ver a su papá golpeando a Jin en el rostro, tirándolo al suelo, y se estremeció porque no quería eso. Él no quería.

—¡Seokjin! —gritó Hoseok, soltándolo, y no sabía qué hacer.

—¡Me aburrí de tus estupideces! —dijo su papá, adelantándose para agarrarlo del brazo—. Vamos a casa, ¡voy a darte una lección ahora mismo!

El hombre apretó su muñeca, casi doblándosela, y soltó un jadeo de dolor, tratando de soltarse del fuerte agarre. Sin embargo, su mamá lo empujó de los hombros.

—Vamos, vamos —murmuró ella—, te arreglaremos, cariño, papá te enseñará lo correcto...

—¡No! —gritó con terror—. ¡No, no, no!

—¡Suéltalo! —Hoseok agarró a su papá de los hombros, enojado—. ¡No te atrevas a tocarlo!

Su padre lo soltó cuando Hoseok volvió a tirar de él, pero su mamá, detrás, volvió a empujarlo para llevarlo a su casa.

—¡No, mamá, no! —se resistió volteándose, chocando con sus ojos afectados.

—Yoonji, Yoonji, es por tu bien —insistió ella—, vamos a casa, a tu casa, volverás a ser una mujercita como corresponde y te conseguiremos un marido que...

—¡No! —rompió a llorar al oír sus palabras.

Ella pareció querer decir algo más, sin embargo, Jin agarró a Hyeyin por los hombros, tirándola hacia atrás. Su labio estaba roto, pero parecía darle lo mismo.

—Ve con Taeyeon —le ordenó Jin con voz grave—, ¡ahora!

Tembló y retrocedió mientras se aferraba al bolso.

—¡Deja de tocarme, maricón asqueroso! —gritó Hyeyin—. ¡Voy a denunciarte!

—Señora, cálmese —espetó Jin.

Hoseok sostenía a su padre contra su cuerpo para impedirle agarrarlo, forcejeando con él.

—¡Yoongi, vete de aquí! —gritó Hoseok.

Volvió a estremecerse, jadeando, pero obedeció, ya que no sabía qué más hacer. No sabía qué otra cosa decir.

Entonces corrió. Corrió, aunque escuchaba los gritos de sus padres, aunque no se giró a verlos porque sabía que, si lo hacía, no seguiría avanzando, se quedaría allí observando todo ese desastre, y no podía hacer eso.

No podía porque estaba avanzando, porque las cosas estaban bien y él dejó de arrastrarse para sobrevivir. Porque estaba empezando a caminar y no podía dejarse caer en el barro otra vez, a pesar de que sus piernas temblaran, se doblaran, y sintiera el peso del mundo irse sobre sus hombros.

Entró a la casa de Taehyung, interrumpiendo el juego de Minseok y Jongin persiguiendo a Sohyun, pero poco le importó pues fue directo a la cocina, donde Taeyeon estaba preparando el almuerzo.

—¿Yoo...?

La interrumpió cuando la abrazó, enterrando su rostro en el pecho de la mujer, jadeando y sollozando, apenas soportándolo. Apenas aguantando.

Ella les hizo un gesto a los menores para que no entraran, devolviéndole el abrazo.

—Ya, ya... —susurró ella—, no pasa nada, estoy aquí, Yoongi...

—Mamá... —murmuró con la voz quebrada—, mamá, mamá...

Taeyeon besó su coronilla, sin dejar de acariciarle la espalda.

—Mamá está aquí —dijo la adulta en voz baja—, mamá está aquí, y te ama mucho, Yoongi...

Asintió, incapaz de mirarla, pero sintiendo sus palabras como ese bálsamo que tanto necesitaba para su corazón tan, tan roto, que había momentos donde realmente creía que no podría repararlo.

Sin embargo, allí estaba, y se sintió aliviado de que mamá le quisiera, aunque Hyeyin le odiara por eso. Pero mamá le amaba, y eso era suficiente para él. Siempre sería suficiente para él.

¡gracias por leer!

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