Capítulo Cinco

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Ya era un nuevo día y BeomGyu se levantó con desgano. Era sábado así que no debía preocuparse por arreglarse o algo parecido. Peinó hacia atrás con sus manos la cabellera que comenzaba a crecer atravesándose por sus ojos y, cuando soltó bostezo aún somnoliento, finalmente salió de su cama.

Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina, todo estaba solitario ya que su madre cada fin de semana iba con sus amigas a tomar el té e incluso a veces no llegaba a cenar. Su padre, por su parte, nunca sabía a donde iba, regularmente ni siquiera cuando estuvieran todos donde mismo se notaba su presencia, el señor Choi era alguien reservado, así que aunque le preguntara a dónde iba cuando se ausentaba, probablemente sólo lo ignoraría para seguir leyendo la sección de finanzas en el periódico.

¿Conclusión? Estaba solo en lo que quedaba del día.

Suspiró y se dispuso a tomar un cereal para luego darse un baño. Tal vez podría ir a tomar fotos nuevamente aprovechando la luz del día; había visto unas flores muy bonitas a un par de calles en el jardín del barrio, algo así como un invernadero. Asintió para sí mismo emocionado por la idea, subió nuevamente a ducharse y ponerse ropa decente más decente que ese pantalón de ositos y playera blanca.

Una vez listo, tomó nuevamente su cámara polaroid color menta y, después de ponerse una chaqueta café afelpada que combinaba con sus pantalones de mezclilla, salió de casa.

Había encontrado como su pasatiempo ideal el tomar fotografías a cosas de su alrededor mientras llevaba puestos sus audífonos. Cuando terminara la escuela, le gustaría especializarse en fotografía y viajar por el mundo capturando eso que sus ojos veían, mostrando la belleza de las cosas.

Un romántico, en pocas palabras. 

Caminó un par de calles en busca de algo interesante que captar en su cámara que no haya visto antes. Cuando por fin encontró un árbol de una calle nunca antes visitada por él, que era pintado por colores cafés y naranjosos, se dio cuenta que ya no tenía papel.

Bufó y rápidamente pensó en donde podría conseguir, ya que la cámara ya lo tenía incluido y nunca tuvo que recurrir a reponerlo. Entonces a su mente llegó el recuerdo que en aquella tienda de conveniencia que visitó antes con SooBin logró ver paquetes de ese específico papel. Algo acobardado, quiso mejor volver a casa y ver películas; honestamente le daba miedo que lo fueran a asaltar o algo por el estilo, ya que su madre le inculcó que no debía salir de su barrio debido a que de aquel lado sólo había ladrones y demás delincuentes.

Dispuesto a dar la vuelta sobre sus talones y volver, sintió un tacto ajeno en su hombro.

— ¿Qué haces? Es muy temprano.

BeomGyu tembló en su lugar, pero aquella voz lo hizo aliviarse un poco.

— Son las cinco, no es temprano, SooBin. Además, tú solo vienes en la noche. Creo que soy yo quien debería preguntarte qué haces aquí — curvó su boca en una tímida sonrisa y volteó a verlo.

— ¿Ahora también controlas mis horarios? Eres increíble, Choi BeomGyu.

— No controlo nada, solamente eres muy dramático.

SooBin se encogió de hombros y sonrió: — Lo sé. Vine a pasear un poco.

El menor no se movía de su lugar, el peliazul tampoco, sólo se veían mutuamente. Esta vez, BeomGyu pudo apreciar más a detalle las facciones de el mayor; era muy delgado en general, en su rostro resaltaban las ojeras y una pequeña cortada bajo su labio. Llevaba los mismos jeans negros y converse desgastados, pero un suéter verde oscuro de botones abiertos era víctima de los constantes pellizcos que le daba el mayor a la manga larga.

— Soy lindo. ¿Cierto?

El castaño salió de ese trance al escuchar la voz de SooBin, quien veía con diversión como era escaneado por su profunda mirada.

¿Lindo? No lo iba a negar, a pesar de las ojeras que reposaban bajo esos ojos que reflejaban constante preocupación y el demacrado rostro, lucía realmente apuesto, podía asegurar que jamás vio a alguien así, jamás.

— Lo eres.

SooBin rio y rodeó sus hombros con su brazo y comenzaron a caminar a paso lento. 

— Acompáñame a comprar unos cigarros.

BeomGyu dirigió la mirada a la mano que descansaba en su hombro, pensó unos momentos antes de hablar. No quería joderlo de nuevo.

— ¿No estás molesto conmigo... Por lo de anoche? 

SooBin tardó unos segundos en responder, negando la cabeza: — No, pero creo que debes dejar de preocuparte por mí. No valgo la pena.

Algo en el pecho de BeomGyu dolió.

— Deberías dejar de decir esas tonterías, SooBin.

— ¿En serio? Qué lástima, es lo que más me gusta hacer — respondió con una sonrisa mientras veía el cielo nublado.

Tal vez era idiota o algo así, BeomGyu no encontraba una palabra para describir a SooBin de pies a cabeza. Aparentaba ser alguien como cualquier otro, pero el castaño en el fondo sabía que con el peliazul no era así. Nunca conoció a alguien como él, le generaba tanta curiosidad conocerlo, desmenuzar cada pensamiento que salía de su boca y analizar todas sus acciones, como cuando sonreía y se marcaban sus hoyuelos, cuando miraba al cielo sin ver nada a la vez.

— ¿De dónde eres?

— ¿A qué te refieres?

— Estoy seguro de que no vives aquí, mi madre me ha llevado a cada casa de este barrio visitando a sus amigos y jamás te he visto.

SooBin tocó su barbilla simulando pensar. — Tienes razón, jamás nos vimos antes. ¿De dónde crees que soy?

— No respondas mi pregunta con otra pregunta.

— Ya, BeomGyu. No te enojes desde tan temprano... — pellizcó suavemente su mejilla —. Soy del barrio de a lado.

—¿Quieres decir que eres de el barrio donde me obligaste a llevarte para comprar tu encendedor mientras fingías no conocerlo?

—Efectivamente.

BeomGyu sonrió incrédulo por el hecho de que fue engañado tan fácilmente, él y su amabilidad: — Eres increíble.

— Lo sé.

— Entonces... ¿Por qué siempre vienes aquí?

El peliazul frunció un poco el ceño, probablemente pensando una respuesta.

— Creo que tu barrio es más lindo que el mío, el parque está bien cuidado y al menos no te roban tus cosas.

BeomGyu asintió satisfecho con la respuesta, pero con la necesidad latente de preguntar más y más. — ¿Y por qué siempre te vas cuando las campanas suenan? Sólo estás aquí poco tiempo.

— No creo necesitar más tiempo para sólo fumar.  Además, si alguien de esas casas me ve y no me reconocen como de alta sociedad, así como tu familia, probablemente me echen y jamás podría volver aquí. Por eso vengo en la noche.

SooBin tenía razón sobre que lo echarían al no ser de ese barrio. Años atrás, había un tipo de unos treinta años que entraba y vendía comida para mantener a su esposa enferma, los vecinos de la calle de al lado notaron que era un indigente y se encargaron de llamar a la policía. Se enteró que los vecinos se aliviaron de que ya no habría escorias por ahí.

BeomGyu nunca supo nada más de esa persona, sintió pena por él.

Entonces llegaron a la tienda, nuevamente se separaron ahí, SooBin pidió al chico que atendía unos Marlboro rojos y BeomGyu fue por el papel fotográfico. Pagaron y el menor agitó su mano a modo de despedida, dispuesto a dirigir su paso a su barrio, pero SooBin jaló un poco su brazo.

— ¿Vas a volver allá? — preguntó el mayor.

— ¿Tú no?

SooBin suspiró. — ¿Quieres divertirte un poco?

— ¿Divertirme?

— Umh. Haces muchas preguntas. ¿Quieres o no? Confía en mí.

La cabeza de BeomGyu era un dilema; si se ausentara, nadie en su casa lo notaría, pero jamás había salido en compañía de un desconocido, y menos a divertirse sin saber a qué se refería. Probablemente SooBin podría ser un asesino lindo que atrapaba a sus víctimas con sus encantos, o probablemente sólo exageraba un poco. 

— Está bien.


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