Capítulo Doce

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— Sal conmigo.

— BeomGyu...

— Necesito distraerte, me preocupa como has estado y creo que es buena idea.

SooBin se cruzó de brazos mientras desviaba la mirada con inquietud —: ¿A dónde iremos?

— Conozco un lindo lugar que estoy seguro te encantará.

El mayor comenzó a moverse sobre el columpio azul, de adelante hacia atrás.

— No es necesario, Beom...

— Quiero hacerlo — musitó el menor —. Y no me vengas con tus mierdas de que estás bien y que no me preocupe por ti. Sabes que de todas maneras lo haré.

SooBin suspiró.

— No trates de salvarme...

— ¿Salvarte? — espetó BeomGyu con un ahora claro enojo en su voz —. No sé a que te refieres con salvarte, pero realmente estás mal, SooBin. Comprende lo que te digo.

— ¿Cómo que estoy mal? ¿Uh? 

— Joder, no te hagas el desubicado. Ambos sabemos cómo ha sido tu comportamiento últimamente, y déjame decirte que no es nada normal en ti.

El mayor bajo la mirada a sus Converse desgastados y murmuró casi inaudible —: No valgo la pena, no te mortifiques...

Autoestima. Autoestima es algo que BeomGyu se había dado cuenta que era algo que a SooBin le faltaba, y demasiado. Siempre en sus pláticas salían frases de ese tipo: «No te preocupes por alguien como yo».

Y es que en su cabeza no cabía el por qué era así. Es decir... Era Choi SooBin. Realmente para BeomGyu, SooBin era la definición de lo indefinible. Contradictorio, pero cierto. Era de una forma tan indescriptible, inefable. Además, el tipo era realmente apuesto; sus pequeños ojos, finos labios en forma de corazón, la gran altura con la que contaba, además de rasgos extremadamente... Extremadamente perfectos. Si él quisiera, lo pondría frente al espejo y le señalaría poro por poro su belleza, la externa que tantas veces veía y la interna, que tantas veces le mencionó.

— Deja de decir eso.

SooBin se encogió de hombros —: Es la verdad.

BeomGyu rodó los ojos y tras el ultimo trago de su leche de fresa, se levantó del columpio rojo.

— Dame tu dirección.

— ¿Para qué? — cuestionó el más alto.

— Mañana, ocho de la noche, me gusta la puntualidad, ¿sabes?

— No estás hablando enserio...

— Por supuesto que sí, estaré afuera de tu casa y te llevaré a una cita.

— Se supone que soy yo quien te invita — se burló el mayor.

— Tu auto es un desastre y sigue en el taller. Deja de hablar y anota tu dirección aquí.

BeomGyu le extendió su teléfono y SooBin rodando los ojos pero con una expresión divertida, anotó su calle en la aplicación de notas.

El menor sonrió satisfecho, con una sonrisa de pan —: Gracias.

Y sin más, se fue del parque, ésta vez yéndose antes que SooBin, quien seguía fumando el sexto cigarrillo de la noche, el cuál se supone sería el último.



[...]




— Mamá — llamó BeomGyu desde la sala a su madre, quien cocinaba la cena —. Mañana saldré con TaeHyun, ya sabes, para que no me esperen en la noche, tengo mis llaves.

La mayor se asomó desde la puerta y le sonrió de manera dulce, como siempre hacía —: Está bien, solo recuerda tener cuidado. No me gusta cuando sales de noche, hijo.

— No es nada realmente, TaeHyun me cuida muy bien — mintió, ella asintió y volvió a su tarea que no podía descuidar si no quería que la carne al horno se sobre-cocinara.

El teléfono de la casa de los Choi sonó anunciando una llamada entrante. BeomGyu se levantó del sillón donde veía su celular desinteresado y contestó.

— ¿Sí?

¿BeomGyu? — se escuchó del otro lado de la línea.

— ¡Oh! Buenas noches, Señora Kang.

La voz de la persona al otro lado no era desconocida para el chico, de hecho, era la madre de Kang TaeHyun.

TaeHyun, el chico que se sentaba al fondo del salón. Gran parte del alumnado —chicas y chicos— estaban interesados en él. Apuesto, una personalidad muy única y además, el mejor consuelo para alguien, digamos... Necesitado.

También era popular debido a su fama de ser bueno en la cama, y vaya que muchas personas querían comprobarlo. Sin embargo, él no le daba el gusto a cualquiera. ¿La razón? Simple. Su corazón le pertenecía al mismísimo Kai Kamal Huening, y era correspondido. Nada del otro mundo.

Por su parte para BeomGyu, TaeHyun le era indiferente, el sentimiento era recíproco entre ambos chicos. El único inconveniente era que la familia Choi y la familia Kang eran buenos amigos y socios, eso era casi un sinónimo de que tendría que haber amistad —o algo más— entre ambos chicos al ser hijos únicos.

Pero no la había. TaeHyun y BeomGyu se habían puesto de acuerdo tiempo atrás a fingir salir, no en un ámbito amoroso, sino como amigos. Entonces, ahí era cuando BeomGyu se escapaba con SooBin al parque mientras que TaeHyun y HueningKai se comían la boca en la casa del extranjero a escondidas de sus padres.

Ese pequeño trato de cubrirse el uno al otro los beneficiaba a ambos, en eso estaban más que de acuerdo.

Y por supuesto, todo eso a escondidas de ambas familias.

— Hola, querido. ¿Se encuentra tu madre?

— Claro, espere un segundo.

BeomGyu tapó el micrófono del teléfono y exclamo al aire esperando que su mamá lo escuchara desde la cocina.

— ¡Mamá, te llaman!

Ella se quitó los guantes para sacar el molde de vidrio del horno y salió a la sala, luego con una sonrisa a su hijo le hizo una seña para agradecer que le avisara. BeomGyu le dio un beso en la mejilla y subió a su habitación ya que no quería entrometerse en la llamada.

— ¿Hola? — contestó la mujer.

— Necesito hablarte sobre tu hijo, Choi.



[...]



El de cabello oscuro camina por su habitación mientras escuchaba música y se reprendía a si mismo el invitar a SooBin a una cita sin tener nada preparado antes.

— Vaya idiota... — murmuró para sí mismo.

Encendió su computadora y buscó lugares ideales para una cita; quería que su mayor se divirtiera un poco. Últimamente daba aspecto deprimente, y sabía que era peligrosa esa actitud en alguien como SooBin. ¿Por qué? Por que, aunque el peliazul se mostrara indiferente ante situaciones que le perjudicaran, BeomGyu era consciente de que su mayor se destruía más y más. Sólo quería sacarlo un poco de su entorno.

Se atrevía a decir que SooBin tendía a la autodestrucción

Buscó lugares un tanto lejos de su hogar para poder pasar el tiempo. Su búsqueda se vio beneficiada al encontrar una especie de pradera, en las fotos se veía pacífica, además, si se caminaba por los alrededores, se podía hallar un centro comercial y restaurantes. Nada mal...

Revisó si aún tenía dinero de su mesada y sonrió.

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