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—Vamos, Lisa-ah, quisiera presentarte a una amiga mía —habló la mayor mientras salían del aula. Ciertamente aún sopesaba su idea de hacerlo, pero no veía algo malo de todos modos.

Ambas fueron dirigiéndose a la cafetería, aunque Lisa estaba algo insegura con la idea de conocer a más personas en su primer día de universidad.

—Tal vez parezca una total despistada, pero es muy noble en el fondo de su corazoncito —bromeó y la pelinegra dejó de tensarse.

A unos metros de ellas, Lisa pudo ver solo una cabellera castaña, tal parece que la chica dormía porque tenía el rostro escondido en sus brazos recostados en la mesa.

—¿Acaso está durmiendo? —le susurró a Jisoo y esta rodó los ojos.

¿Por qué Jennie siempre era así?

—Sí, casi siempre tiene flojera —fingió simpatía con una leve sonrisa, no iba a decirle que trasnochó en una fiesta absurda.

—Hey, Jennie. Ya, despierta. ¿Has comido algo siquiera?

—Mhm, ahora no fastidies. Me duele la cabeza —murmuró bajito.

—Toma asiento, Lalisa. Traeré algo para ambas, yo invito por hoy —sugirió y la pelinegra no pudo más que sonreírle ampliamente.

Lalisa, su mente reaccionó.

3... 2... 1...

Jennie se reincorporó lentamente, si bien su reacción sería hacerlo mucho más rápido, tampoco era como que quisiera que la tailandesa se diera cuenta. Cuando sus miradas se encontraron, Lisa fue la primera en desviarla, se estaba sintiendo incómoda si ninguna de las dos iba a hablar en ese momento.

¡Diablos, que sí es bonita!

Espera no. ¿Qué hago yo pensando en eso?

Jennie sacudió levemente su cabeza tratando de quitar todos sus pensamientos.

—¿Tú eres Lalisa Manoban? —actuó desinteresada.

—Claramente sí. ¿Tú eres la que llegó tarde y no supo resolver el ejercicio, verdad?

Jennie cambió, juró sentirse la chica más estúpida en toda su corta vida y, algo extrañamente pasó... Sus mejillas empezaron a arder y a colorearse de un suave carmín, estaba avergonzada. Por primera vez en su vida se sentía avergonzada frente a alguien y no cualquier 'alguien', sino a Lalisa Manoban, la chica nueva e inteligente de su facultad.

—¿Estás bien? —la pelinegra acomodó mejor el anteojos en el puente de su nariz—. ¿Tienes fiebre? Estás algo colorada —ya que estaba sentada al frente, quiso acercarse un poco más a ver el rostro de Jennie sin nada de cohibición en su sistema.

—¿Eh? No, yo, yo..., nada, creo que uh, hace calor, sí, es calor.

—¿Tienes calor? ¿Cómo dijiste que te llamas?

—Soy uhm... soy Jennie. Jennie Kim —intentó aclarar.

—Bien, Jennie. ¿Cómo que tienes calor? —cuestionó asombrada—. El clima no pasa de los 17° centígrados.

Joder, la surcoreana ya no sabía cómo esconderse.

—De seguro tienes fiebre —Lisa se sacó sus lentes y lo puso a un lado suyo. Entrecerró sus ojitos para poder ver con atención a Kim—. Creo que no es grave, no tienes escalofríos, no se nota que estás deshidratada y al menos no veo que sudes.

—No, en verdad creo que-

—¿Pasó algo? —apareció Jisoo con una bandeja en sus manos.

—Uh, al parecer sí, tu amiga Jennie parece que tiene fiebre.

—¿Qué? ¿Fiebre? —la azabache frunció el entrecejo.

—No, no es eso, yo...

Jisoo miró el rostro de la chica y no pudo evitar abrir sus ojos desmesuradamente. No, no podía creer lo que estaba viendo. ¿Acaso Jennie Kim estaba avergonzada?

La mayor decidió dejar la bandeja en el medio de la mesa y sentarse rápidamente al lado de su amiga.

—Esto es para las tres, disfrutemos de frutas picadas y jugo de naranja —le dio a Lisa un tenedor plástico junto a un pequeño envase con dicho alimento.

—Gracias —le sonrió amablemente, ella solo asintió.

La menor sacó un pequeño libro que tenía en la mochila y lo puso al frente suyo, volvió a colocarse sus lentes para leer atentamente mientras picaba algunas frutas con el cubierto.

—¿Me dirás lo que te pasa? —susurró Jisoo hacia su amiga aprovechando de la concentración de Lisa en su libro.

—No es nada —respondió secamente mientras dirigía con disimulo mal fingido su mirada hacia la pelinegra.

—¿Alguna vez me responderás algo que no sea "no es nada"? —respondió con fastidio.

—Si digo eso es porque absolutamente no es nada y ya —resopló tratando de no exasperarse por segunda vez en el día.

—Ay, qué buen humor el que te cargas hoy —soltó con sarcasmo. Pudo notar como el rubor en las mejillas de Jennie se habían dispersado, pero de igual forma quiso fastidiarla—. ¿Así que te avergonzaste frente a Manoban, eh? —no pudo ocultar su sonrisa burlesca.

—¿De qué hablas? ¿Yo avergonzarme? —rodó los ojos—. Como si no me conocieras. ¿Por qué tendría que hacerlo?

Jisoo arqueó una ceja y la miró como diciéndole: 'No te creo ni una sola palabra'.

—¿Crees que miento? —la mirada de la Kim no cambió—. Ahg, Soo, detente —se quejó fastidiada.

—¿Entonces ese es un sí? —dudó por unos segundos—. Sí, yo creo que sí.

Jennie volvió a rodar los ojos y le dio un leve empujón juguetón en el hombro.

—Eso no es cierto.

—Esto es extraño, apenas la conoces hoy y ya causa muchas cosas en ti —la ignoró por completo mientras sonreía ampliamente.

—Jisoo, ya es suficiente.

—Harían una linda pareja.

—Deja de decir estupideces.

—Seré la madrina en la boda.

—¡Kim Jisoo!

La susodicha que justamente tenía una pequeña uva verde en la boca dejó de masticar. Lisa levantó su mirada y la dirigió a Jennie, todos en el comedor guardaron silencio.

Bien, ahora sí que Jane quería que la tierra se la tragase. Los ojos de la pelinegra impuestos sobre ella la coercían filosamente, no pudiendo fingir la vergüenza que se apoderaba de su organismo.

¿Por qué su cuerpo reaccionaba de esa forma? No estaba entendiendo nada y eso lograba frustrarla. Se sentía una total tonta, Lalisa Manoban la estaba volviendo una tonta sin saber cómo y no sabía de qué forma iba detener todo eso.

Maldición, tan solo iban un día.

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