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—¡¿Qué hiciste qué?! —casi gritó una Jennie totalmente exaltada.

Era viernes por la mañana, Kim había llegado —esta vez— temprano a la universidad, por lo que al ver a su pelinaranja amiga no dudo en conversar un rato antes de empezar las clases. Vaya que no sabía si fue una buena idea enterarse de lo que pasó ayer.

Sana se aguantó el soltar tremenda carcajada al ver los ojos exaltados de su mejor amiga.

—¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué hiciste eso? —se enredó en sus propias palabras, Jennie no quería exasperarse pero vaya que la situación lo meritaba.

—Hubieras obtenido todas tus respuestas si tan solo habrías escuchado lo que dije en vez de observar a Lisa como una adolescente enamorada —se burló a más no poder.

—E-eso no es cierto. No digas estupideces.

—La estúpida aquí eres tú —se encogió de hombros.

—¡Se supone que eres mi mejor amiga! —gritó indignada.

—Claro, y para eso estoy. ¿Acaso una mejor amiga no ayuda a la otra a conquistar a su crush? —habló con aires de suficiencia.

—¿Crush? ¡No es mi crush!

—Sí, sí, como tú digas —rodó los ojos—. No entiendo por qué te pones así, Jennie. Es una salida de amigas —alzó la voz en la última palabra—. Nada más. ¿O acaso estás nerviosa?

—No tendría por qué estarlo.

—¡Exacto! ¿Ves que es fácil? —sonrió levemente, su amiga sí que era muy terca, pero igual le seguiría la corriente. Sana quería ver hasta dónde iba a llegar Jennie con esa actitud—. Ahora, lo importante es que la salida será este sábado a las 5 de la tarde.

—Pero Sanake... —siseó ante lo escuchado.

—Por Dios, Jen. ¿Desde cuándo tú te niegas a salir a divertirnos? —le reprochó y la mencionada calló abruptamente al no tener una buena excusa—. Nunca. ¿Verdad?

—Nunca —se limitó a hablar.

—Está bien. Es por eso que te quiero ver bien guapa como siempre el sábado. Ya sabes, para que puedas llamar su atención —sonrió traviesa y le dio un leve codazo.

—¡Sana Minatozaki!

La japonesa soltó una estruendosa carcajada propia de ella al ver cómo es que Jennie estaba cambiando bruscamente.

¿Desde cuándo Jennie Kim se avergonzaba? Eso sí que era algo digno de ver.

El sonido de la campana que indicaba el inicio de las clases interrumpió la conversación del par de chicas. Sana fingió secar sus inexistentes lágrimas de las mejillas a causa de todo lo cómico que se veía la situación de la castaña.

—Bien, nos vemos en el receso. Suerte.

—¿Suerte? —cuestionó confundida y con el entrecejo levemente fruncido.

Sana le indicó a dónde ver con la mirada y con una sonrisa burlesca, yendo hacia cierto punto. Kim volteó a ver sobre su hombro. Diablos. ¿Acaso el destino le estaba jugando una mala pasada? Bien, tal vez sonaba dramático, pero es que la pelinegra
lograba cosas en Jennie que nunca antes había sentido por alguien más. ¿Cómo se supone que debería llamar a eso? Es más... ¿Qué es lo que debería hacer?

Sana se fue sigilosamente, tratando de esconderse por ahí para ver cómo es que Jennie se iba a comportar con aquella chica.

Siendo que las mañanas en Seúl solían ser verdaderamente frías, en esa ocasión la coreana pudo apreciar que Lisa llevaba una polera de color azul marino casi dos tallas más grandes que la que debería llevar. Tenía unos jeans ceñidos negros junto a unas converse también negras. Jennie no podía dejar de mirarla.

Sin embargo, todo se fue por la borda cuando por fin pudo salir de su 'momento de idiotez' para notar como es que Lisa estaba frente a ella. Llevaba también un gorro de lana y sus característicos anteojos negros cayendo levemente por el puente de su nariz, unos cuantos mechones resaltaban como flequillo y todo eso resaltaba tan perfecto en su suave piel, que Kim ya no sabía qué hacer. Era tan hermosa que dolía buscar una buena explicación.

—Hey, hola... Jennie. ¿Verdad? —sonrió levemente mostrando sus blanquimentos dientes. El corazón de la mencionada parecía desfallecer.

¿Acaso me estaba hablando?

¿Me saludó?

¿Se había acordado de mi nombre?

¿O todo era tan bonito que era un sueño?

Esa y entre otras cosas más causaban un revoltijo de dudas y nervios en su mente.

Vamos, concéntrate. Ya sabes que su sonrisa es preciosa.

Solo no la mires por mucho tiempo.

—¿Estás bien? —preguntó la pelinegra mirándola con atención al no recibir respuesta ni saludo.

—¿Ah? Uh... ¿Yo? Sí, estoy bien —trató de responder rápidamente para luego mostrar una sonrisa de labios pegados, aunque más parecía a una mueca forzada.

¿Cómo es que se calma los fuertes latidos de su pecho? Ya no era dolor de estómago, Jennie quería convencerse que también sufría del corazón.

—¿Y t-tú? ¿Cómo has estado?

¿Ahora tartamudeo? Genial, volvió a pensar con sarcasmo.

—También estoy bien, pude adaptarme fácilmente —contestó con tranquilidad y Jennie asintió.

—Quieres... Bueno, ¿puedo acompañarte? —dijo apenada—. Para que llegues más rápido claro, puedes perderte aún.

Lisa rió levemente encontrando algo divertido en la actitud de la castaña.

—No lo creo, estuve merodeando un poco, pero suena bien. ¿Me diriges entonces? —le sonrió.

Ya no hagas eso, por favor. Voy a idiotizarme más.

—Por supuesto que sí —pudo articular con normalidad e hizo un ademán para que Lisa se pusiera a un lado suyo.

Ni bien empezaron a caminar, Jennie pudo sentir como todos a su alrededor las miraban sin pudor alguno. ¿Tenían algo de raro o qué? Hace una semana atrás, ella podía afirmar que cada vez que pasaba por los pasillos de la universidad, amaba todas las miradas puestas en si, le gustaba en demasía ser el centro de atención y saber el control que tenían en ciertas personas ilusas. Pero ahora, ahora no quería que la vieran y menos con la pelinegra a su lado. Quería pasar desapercibida y porqué no, hablar y mirar cuánto quisiera a Lisa.

—Uhm. ¿Y cómo es Tailandia? —intentó entablar una corta conversación.

—Bonito. Me gustaba el clima de mi ciudad, casi siempre era cálido pero me gustaría que lloviera más —explicó con calma.

—Suena muy bien. —trató de sonreír esta vez—. ¿Te gusta la lluvia?

—Me encanta. Es una de mis cosas favoritas y cada vez que sucede estoy fuera de casa todo el tiempo.

Le gusta la lluvia. Apuntado.

—¿Cuál es tu salón?

—La 095 - B.

—Entonces ya llegamos.

—¿Tu eres la chica nueva, cierto? —interrumpió una tercera voz. Una chica alta y de cabellera rubia estaba a su al frente—. Hola, un gusto. Mi nombre es Roseanne Park —sonrió acercándose de a poco.

Jennie rodó los ojos. ¿Quién le había preguntado a esa tipa sobre su nombre?

—Uh, hola y, sí. Yo soy Lalisa Manoban —y antes de que ambas pudieran tocarse las manos en muestra de saludo, Jennie tomó con delicadeza la cintura de la pelinegra.

—Pueden hablar después. Llegarás tarde, Lisa, vamos —habló con neutralidad, descolocando a la tailandesa con su tono y acciones.

Presionó un poco más el agarre en su cintura y la dirigió a su salón. Al estar frente a la puerta, la menor se removió incómoda por el repentino toque. Ella era un tanto arisca con el acercamiento y más aún cuando se le solía extraño todo en ese instante.

—Bueno... Gracias, Jennie —intentó sonar amable y, antes de poder entrar al aula, sintió como la mano de la coreana la detuvo. Volteó a verla una vez más.

—Eh... Nos veremos, es decir. ¿Podemos vernos en el receso? Aquí, en la cafetería.

—Claro, llegaré con Jisoo —bueno, al menos no la rechazó.

—De acuerdo... Hasta luego, suerte con tus clases —le esbozó una sonrisa amplia y la dejó irse.

Nadie se imagina el gran impulso que tuvo de poder besar siquiera su mejilla, mas Lisa podría tomarlo como alguien atrevida —aunque en verdad lo fuera— y no la dejaría acercarse nuevamente. Pero eso en su cabeza sería como un sueño inalcanzable y ahí se quedaría.

Sintiéndose dichosa, caminó alejándose por fin. Tal vez llegaría tarde a su clase pero poco le importaba, nadie iba quitarle la tonta sonrisa que tenía en la cara.

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