Capítulo 1: Infectada especial

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

      Escuché varios gritos masculinos de lejos. No sabía si eran militares, tampoco si provenía de otros monstruos que buscaban el mismo final que yo. 

    Cuando reflexione sobre la decisión que estaba tomando, entendí que preferiría mil veces que experimenten con mi cuerpo, con mi sangre, haciendo lobotomías o pequeños cortes alrededor de mi piel para hallar no sólo la causa de la monstruolización, sino también una posible cura o vacuna ante el virus. Prefería vivir encerrada en un laboratorio a seguir sola.

   No podía seguir conviviendo con humanos. Después de que Ro-Sa decidió llamar al grupo del gobierno para que me capturen a cambio del llamado refugio para sobrevivientes, entendí que, si el grupo con el que estaba conviviendo desde el inicio del desastre no podía confiar en mí, ¿Como esperaría que otros hicieran lo mismo?

  Desconocía si existían otros seres como yo. Estaba entre la delgada línea entre un humano con poderes extraordinarios o un monstruo con capacidad de razonamiento y reflexión. No quería quedarme bajo la etiqueta de "infectada especial" debido a que no me sentía enferma, tampoco los monstruos generados por el virus podrían estar enfermos. Llegué a creer que, para ellos, una vez que cayeron ante la codicia humana, ya no había una salida de la monstruolización, ni siquiera la muerte era una opción. Las habilidades regenerativas de nuestros organismos nos hicieron sobrevivir a lo peor, y si lo ves desde el lado que te estoy contando, no es un beneficio o ventaja sobre el resto de los humanos.

   No saben lo suertudos que son. Si en este extraño apocalipsis quisieran suicidarse, lo pueden hacer libremente. Pueden morir. Eso es una ventaja para ellos. Pueden vivir cada día como si fuera el último, con el pánico o terror en el corazón, eso sí. ¿Y aquellos que queremos darle un final a nuestra tragedia cuando ya presentamos los síntomas? El universo nos manda a la mierda, puesto que los monstruos sobrevivimos a todo, balas, explosiones, he visto a monstruos sin cabeza o sin columna vertebral. Las habilidades que tenemos para seguir vivos es una desgracia para el humano que sigue viviendo dentro de nosotros.

   Mi grupo mismo pensaron en estudiarme, sin llegar a los extremos de hacer experimentos. Eran las típicas preguntas de qué se sentía estar "infectada", que pasaba por mi mente o qué estaba sintiendo yo que recorría por mi cuerpo. No eran preguntas muy originales o creativas las que salían de sus bocas, y el espectro que habitaba en mí, se reía por cada persona temerosa que se acercaba al ala de aislamiento a preguntarme lo mismo cada diez horas. 

   Cuando un compañero se contagiaba por el virus, como le sucedió a Jae-Hak, comenzaron a preguntarme qué cosas hacía para abstenerme a caer ante la tentación de la codicia. En qué cosas o personas pensaba para no escuchar a ese monstruo que, cada tanto, quería tomar mi cuerpo y comenzar a matar a los humanos que me rodeaban sin compasión alguna. Sin embargo, ¿Tiene sentido preguntarle eso a una persona ajena? ¿Es lo mismo pedirle a una madre que acaba de perder a su hijo que no caiga ante la cruel tentación de seguir buscándolo por todo un edificio de hospital (convirtiéndose en monstruo) a decirle lo mismo a una mujer que perdió a su marido con quién se casó por conveniencia? ¿Es posible comparar ambos dolores? A mi parecer, no. 

   Mi hermana hizo lo posible para que no me llevaran con ellos. Song-Hwa era una perfecta hermana mayor. Impidió a todo el mundo que hiciera experimentos conmigo, y que dejaran de un lado las preguntas cada cuatro horas, que extendieran el plazo entre "entrevista y entrevista", pues tanta reflexión de mi parte podría llegar a caer en las redes del maligno si llegaban a hacer una pregunta referente a la codicia con la que luchaba.

   Ella, por mi hermana, jamás le dijo a nadie sobre el último tema. Pensaba que, si informábamos sobre qué tipo de temas no se debían de tocar conmigo, algún necio desobedecería las normas y lo haría sin importar las consecuencias, por lo que tuvimos que mantenerlo en secreto. Eso sí, corríamos riesgo de que, entre curiosidad y curiosidad, alguien tocara ese tema. Pero las probabilidades eran menores, y si lo hacían, yo simplemente negaba durante unos minutos, luego el "entrevistador" cambiaba de pregunta, pues era contado el tiempo que mantenían conmigo. 

    Giré sobre mi propio eje cuando un auto blando y a toda velocidad pasó rozándome brazo. Chocó brutalmente contra las barreras de concreto al costado de la calle, lo que hizo que se volcara, antes de caer al suelo, dio media vuelta por el aire. Aplaudí por el espectáculo, era presenciar en 3D una película de acción. Cuando el auto dejó de deslizarse por el asfalto, tuve mucha curiosidad. ¿Habían sido humanos aquellos que llegaron con tanta "energía" a este lugar?

    No aguanté la emoción, por lo que comencé a acercarme a paso lento. Vi los cadáveres de los militares causado por el gran choque, pues el auto resultó caer sobre un grupo de ellos, pero la mayoría habían sido gravemente lastimados a causa de la explosión del mismo. Éstos últimos tenían varias piezas de vidrios o de metal en distintas zonas del cuerpo. Pero si lo vemos en forma general, casi todos estaban gravemente heridos.

   A medida que me acercaba, presencié como aquellos soldados que seguían vivos, comenzaron a dispararse a sí mismos. He conocido historias sobre que a la mayoría los sacrificaban por escasez de recursos hospitalarios, pues debían priorizar a los civiles. Una historia conmovedora.

   Uno de los soldados, el que estaba más alejado al vehículo, temblaba con su arma para dispararse. Se notaba el miedo y los nervios en todos los sentidos. De su pantalón, mezclado con la sangre, podía ver rastros de orina que se escurría por el suelo. Decidí a acercarme a él lentamente.

—¡No te acerques! —cambió la dirección de la punta de su pistola hacia mi lugar. —¡Eres un infectado especial! ¡Aléjate de mí! —me acerqué aún más. Sus piernas estaban dobladas completamente. De su otra mano, se podía ver algunos dedos fuera de sitio, así como el mismo brazo. Se notaba que hacía un esfuerzo sobrehumano para apuntarme y aguantar todo el dolor.

Me senté frente a él. Mirándolo con pena. Él se vio a sí mismo, como si estuviese analizando en que zona tenía más dolor. Volvió a mirarme, y me dijo: —Por favor, mátame.

—¿Por qué lo haría? Se ve que lo tienes todo controlado. —la monstruolización se apoderó de mí. Tenía ganas de burlarme de la débil situación en la que se encontraba el pobre sujeto. Era patético que, a diferencia de sus colegas, él le pida a un monstruo que lo mate porque su cobardía no permitía hacerlo por sí mismo.

—Pienso en mi hijo y en mi esposa. —Dijo soltando una lágrima. Tiró su arma lejos de nosotros. —No puedo dejarle a mi niño creer que su padre lo abandonó.

—Esa es tu idea, ¿no? —comencé a reírme de forma cínica. —Prefieres que te mate, antes de que tu hijo vea a su padre sin un brazo... —moví con fuerza su extremidad, ocasionando que el grite de dolor. —sin las dos piernas... —con una daga, le hice una pequeña cortada en una de las piernas, pero ni siquiera la sintió, pude ver por su expresión de terror al notar que ya no había forma de salvar sus extremidades inferiores. —Mira a tu alrededor, no es por tu hijo. Es porque serías el único sobreviviente de una misión. —tomé su mentón, y lo hice mirar a nuestro entorno. —No quieres hacerte responsable ni que sus familias te responsabilicen por sobrevivir. 

    Para cuando volví a dirigir mi mirada a él, la empatía volvió a estar en mí. Eso significaba que la parte humana volvía a tener el control de mi cuerpo.  —Sería más digno que yo muera en labor antes de matarme yo mismo.

—Respira hondo, padre de familia. —acaricié su mejilla tratando de brindarle tranquilidad. El monstruo quiso volver a tomar posesión de mí, pero se lo permití solo para tener en control los poderes que me brindaba. —Dulce sueños, querido. —si estuviera con los ojos abiertos, habría muerto viendo mis ojos oscuros, tenebrosos y sin alma. Hice que las cuchillas que salían de mis dedos atravesaran su cráneo haciendo cinco huecos, por fortuna, murió al instante. —Patético. —murmuré para mi misma. Tomé el chaleco de un hombre que estaba a su lado, y tapé su rostro. —Patética yo, también. —Me levanté de mi lugar, y limpié mi vestido blanco. Se había teñido completamente de sangre, a diferencia de la zona superior. Cuando escuché el llanto tanto del conductor como del acompañante del vehículo. Uno lloraba de dolor y porque le dolía arrastrarse por el suelo, el otro lloraba por tener que sacrificar a otro soldado.

—Patéticos ustedes, también. —me reí. 

—¿Eres especial, no es cierto? —el que se arrastraba como gusano, me preguntó a la distancia. Mis ojos negros aún no se habían despojado de mí. —Que tonta mi pregunta. —volvió a hablar. 

—Sigue tu camino, gusano. Seguro encontrarás tierra. —cuando llegué a él, me subí sobre su espalda. Me aseguré de pisarlo con fuerza y hacer que grite de dolor, provocando que llore. —Sigue y perseveras, o algo así era. —Di un salto sobre él antes de retomar mi camino hacia el túnel, donde seguramente me esperarían con las armas en alto.

—¿Tú también estás para liberar a los nuestros? —preguntó el mismo sujeto. 

—¿Me ves con cara de defensora de pobres? —mi voz sonó rasposa, seca y, por lo que me escuchaba, parecía que hablaba con muchas más cuerdas vocales que las que tenía. Se sentía y se oía extraña, pero al estar acostumbrada, no le di importancia. —Libéralos tú. Seguro que estarán emocionados al verte así. —me burlé de su inútil estado. Si ese era nuestro héroe, pobre de los monstruos. —¡Cuidado todo el mundo! ¡El mesías está en camino! —grité con emoción. El espectro podía tener el control de lo que hacía o decía, pero siendo sinceros, tanto él como yo pensábamos de la misma manera. —Si nuestro salvador viene arrastrándose como si fuese una maldita lombriz, prefiero el laboratorio.

—Espérame.

   Una voz, igual de oscura que la mía, se oyó del joven que lloraba por el otro militar.

Resultaba que éramos varios los infectados especiales, o eso parecía. Sus ojos estaban negros, y su cara toda ensangrentada y lastimada. No tardaría en curarse, era claro. Habló unas cuantas palabras con su amigo, hasta que alzó su brazo, transformándolo en una bella ala llenas de espinas, como si fueran de un carbón ardiendo. Era algo extremadamente hermoso. 

—¿Hay que llegar así de formales? —pregunté, haciéndome la tonta. Miré lo que alguna vez fue mi vestido blanco. —Espero piensen que el diseño es así. —Ví que el joven volvió a la normalidad, pasando su ala al brazo de humano. Tomó con fuerza el cuello del abrigo de su amigo, y lo arrastró hacia el túnel. Se detuvo en la entrada, mirándome a los ojos con esa bella mirada oscura que a mi espectro le gustaba ver en cada infectado. —Dejaré que tú y tu mascota vayan adelante.

   Cuando él comenzó a avanzar, yo los seguí. No había conversación. Cuando cruzamos la entrada, mi espectro desapareció. Dejándome a mí y a mis pensamientos sobre si lo que hacía era una buena decisión. Pero ya no había forma de retractarme. 

Al llegar al final, sentí varios disparos hacia mí. Mi cuerpo absorbió las balas y las derritió. De los mismos huecos por donde entraba las balas, salía el metal en forma líquida. A mis "compañeros" los derribaron por la cantidad de sangre que perdieron. Los oficiales seguían disparándome, buscando derribarme también. Sin embargo, tanto ellos como yo sabíamos que no lo iban a lograr. 

   Levanté ambas manos sobre mi cabeza y giré sobre mi eje, dándoles la espalda. Coloqué mis manos en el cuello y me arrodillé sobre el suelo. Literalmente, parecía una criminal entregándome a la policía. 

—Dejen de ser unos cobardes. No haré nada. Me estoy ofreciendo. —dije una vez que dejaron de dispararme en la espalda. —No consideren esto como que me capturaron, sino que me entrego a ustedes. —mi espectro volvió por unos segundos para decirles: —No hay peor vergüenza para un militar que el criminal se entregue por sí sólo, porque no lograron capturarlo.

Cuando ví nuevamente a mis compañeros, ambos ya se habían desmayado. Yo me dejé tirar, golpear y arrastrar por los adultos. Quizás así se sentían mejor con su pobre orgullo.













¡BIENVENIDOS A LA NUEVA HISTORIA!!
ESPERO LES GUSTE, está hecha con amor ah.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro