xvii. Family, Luke

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chapter xvii.
( the lightning thief )
❝ family, luke
( you promised ) ❞

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DEJAMOS A PERCY EN LA ACERA DEL CENTRO DE MANHATTAN. El vuelo de regreso a Nueva York había sido estresante. Todos mirábamos el exterior, esperando a que Zeus nos derribara del cielo. Pero aterrizamos en casa sin rasguños y sin problemas. Luego cogimos un taxi al Empire State y Percy salió, seguido de Annabeth y yo con nuestros collares y Grover con su lata de hojalata que recibió un gran mordisco, antes de cerrar la puerta y caminar por la acera.

Había sido su idea ir al Olimpo solo, no daría una razón adecuada, pero supuse que si no salía vivo, tendríamos la oportunidad de contarle a Quirón todo lo que había sucedido.

Pero había regresado todo de una pieza, con el rayo a salvo en las manos de Zeus, lo que indicaba que el mundo ya no estaba al borde de una catástrofe. Percy y yo ya no éramos delincuentes en fuga, creando su propio culto (como lo describe la encantadora Barbara Walters), pero la niebla había manipulado nuestro viaje hacia una historia triste en la que éramos víctimas de Ares, un secuestrador loco. Percy pronto se convirtió en un héroe público que se enfrentó al 'loco' con una pistola y salvó a todos sus amigos, que estaban a salvo bajo custodia policial.

Los reporteros nos contaron la historia, y solo asentimos y lloramos en los hombros del otro, (lo cual no fue exactamente difícil).

—Lo único que quiero —dijo Percy tragándose las lágrimas—, es volver con mi querido padrastro. Cada vez que lo veía en la tele llamándome delincuente juvenil, algo me decía que todo terminaría bien. Y sé que querrá recompensar a todas las personas de esta bonita ciudad de Los Ángeles con un electrodoméstico gratis de su tienda. Éste es su número de teléfono.

Percy recuperó a su madre y me dijo que su padrastro no los molestaría en un tiempo.

Fuimos los primeros mestizos en regresar vivos de una misión desde Luke. Cuando volví a la seguridad de la cabaña siete, mis hermanos se unieron para darme el abrazo más grande que jamás había tenido. Me acurruqué en sus muchos hombros y no pude detener las lágrimas que brotaron de mis ojos. No entendí por qué estaba tan emocionada, pero creo que fue porque, por una vez, sentí que enorgullecía mi cabaña. Eso le demostré a mi padre, pero a ellos sobre todo que yo era una heroína, que los hijos de Apolo eran algo más.

Siguiendo la tradición del campamento, llevamos coronas de laurel a una gran fiesta preparada en nuestro honor, luego dirigimos una procesión hasta la hoguera, donde quemamos los sudarios funerarios que nuestras cabañas nos hicieron en caso de que no regresáramos.

La cabaña de Apolo me hizo uno hermoso de seda dorada, con el arpa de Apolo perfectamente cosida en el centro que parecía brillar al sol. Percy me dijo que era una lástima que no pudiera enterrarme en él y luego le hice una llave de cabeza, diciéndole que se callara, pero todo lo que hizo fue reír.

El de Annabeth era de una hermosa seda gris con búhos bordados. Y como Percy era el único en su cabaña, otra se ofreció a hacer la suya. La de Ares se había ofrecido como voluntaria para crear un sudario con una vieja sábana blanca con una cara sonriente pintada con X como ojos.

Pero a pesar de toda la diversión y los juegos, no pude evitar sentirme horrible. Como si algo malo estuviera a punto de suceder. Era como esos momentos en los que caminas solo por la calle y sabes que todo está bien, pero los pelos de la nuca te hormiguean y solo tienes que mirar hacia atrás, pensando que alguien te sigue, alguien malo, alguien de quien no se puede confiar. Para mí, era la sombra de la tolerancia a los problemas que flotaban sobre mi cabeza como un humo espeso. Me estaba olvidando de algo. Toda esta misión había sido una gran pieza de rompecabezas, y aún faltaban algunas.

Después de estar en una misión que se centró en el amor de Percy por su madre y su determinación de salvarla, de repente me di cuenta de la falta de eso en mi vida.

Claro, tenía a Hannah y su novio. Pero apenas paso tiempo con ellos en términos escolares. Por lo general, pasaba todo el año en el Campamento Mestizo. No sabía nada más.

Algunos podrían argumentar que Quirón fue una figura paterna para mí. Lo conocí desde que tenía siete años. Pero quería una relación con un padre como la que tenía Percy con su madre. Quería tener una madre que me hiciera un pastel de cumpleaños azul especial o galletas o hotcakes azules especiales. Pero no era así, y estaba demasiado asustada para crear una relación parecida con Hannah en caso de que la lastimara.

Pero cuando regresé a la cabaña de Apolo al final del día tras una pelea de espadas con Percy (en la que fracasé), lo había decidido. Todo lo que hizo falta fue un mensaje iris que brilló sobre mi cama. Cuando respondí, me emocioné un poco al ver a Hannah aparecer en su sala de estar.

Tan pronto como me vio, su rostro se arrugó y supe que estaba enojada. Su cabello castaño claro estaba recogido en una cola de caballo, lo que me dio la idea de que había estado limpiando. Llevaba su ropa de trabajo y había una mancha en sus mejillas rosadas que se parecía sospechosamente a la formación de hielo.

—¡Claire Moore! —siseó, y me alegré de que ninguno de mis hermanos estuviera en la cabaña en ese momento—. Durante tu viajecito a través de Estados Unidos, que seguro disfrutaste muchísimo, ¿pensaste en enviarme un mensaje para comprobar si estabas bien?

Una sonrisa tímida apareció en mi rostro.

—Uh... sobre eso...

Le conté todo, de principio a fin. Hannah escuchó con atención, pero pude ver que sus orejas se ponían rojas; definitivamente no estaba feliz. Pero había un alivio en sus ojos azules que me dijeron que al menos estaba agradecida de que todavía estuviera viva. Cuando mencioné a Percy, sus cejas se arquearon.

—¿Un hijo de Poseidón? —dijo sorprendida—. ¿Y está destinado a mostrarte el propósito de tus poderes? —resopló—. Lo siento, Claire, pero suena terriblemente cliché.

No pude evitar sonreír y estar de acuerdo con ella. Y mientras continuaba, me di cuenta de que esta misión me había enseñado algo. Que debería disfrutar de la familia que tenía. Mis hermanos, pero también la que estaba al otro lado de la frontera estatal. Porque, antes de que te des cuenta, podrían deslizarse de tus dedos. Y si tienes una vida como la mía, lamentablemente era algo que podría suceder.

—Oye, Hannah —dije con cuidado—. Um... me preguntaba (si está bien, quiero decir) si podría... ya sabes... ¿quedarme allí durante el trimestre escolar?

Vi que su rostro se iluminaba y una sonrisa apareció en su rostro.

—¡Oh, sí por supuesto! —a ella parecía no importarle el peligro que traía conmigo, y supongo que yo también tendría que dejarlo pasar—. Aquí hay una gran escuela. ¡Te inscribiré ahora mismo! ¡Será genial tenerte de vuelta!

Siguió parloteando, con la cara ancha y emocionada. Sentí una sonrisa formarse en mi rostro. A pesar de todo lo que podría salir mal, sentí que este riesgo era lo correcto.

Cuando terminó la llamada, vi a Lee entrar con el resto de los hijos de Apolo. Me pareció una coincidencia que todos vinieran justo cuando yo había terminado. Por la expresión de sus rostros, me di cuenta de que habían estado discutiendo algo importante.

—Hola —los saludé—. Siento haberme ido temprano... tenía que hablar con alguien.

Se detuvieron en mi cama. Lee estaba en el centro, con un aura de confianza y autoridad como siempre. Ahora que conocí a nuestro padre, pude ver que se parecía mucho a él. Lee miró a Michael y Jenna a su lado antes de hablar.

—Claire, queremos que seas la capitana de nuestra cabaña.

Parpadeé.

—¿Qué?

Cuando no dijeron nada ni se rieron, fruncí el ceño.

—Espera, ¿es en serio?

—Sí —asintió Lee.

—Lee, no, eres el capitán —me levanté, acercándome a mis hermanos—. Eres el mayor, has tenido más experiencia.

Al lado de Jenna, Jay negó con la cabeza.

—Claire, llevas aquí más tiempo que cualquiera de nosotros, eres la mejor arquera que el Campamento Mestizo ha visto en siglos y has ido a una misión. Es más de lo que ninguno de nosotros ha hecho.

Me sentía honrada, en serio. Había una parte de mí que quería aceptar esa oferta. Para sostenerla y conservarla y nunca dejarla ir. Pero me sentía culpable. Lee era el capitán y nunca me imaginé a mí misma asumiendo ese papel. Pero estaba esa otra parte de nuevo. Queriéndola... tratando de alcanzarla... Rápidamente negué con la cabeza.

—No. No puedo aceptarlo, chicos. Lee, es tu trabajo. No voy a quitártelo.

Lee dio un paso adelante y puso sus manos en mi hombro. Me miró directamente a los ojos. Eran amables y gentiles. Un marrón cálido.

—Claire, si no hubiera pensado que serías la mejor persona para ocupar mi lugar, nunca lo habría dicho. Ya lo hemos discutido entre nosotros. Queremos que seas la capitana de la cabaña.

—Pero —dije más tranquilamente—, tengo que irme para el periodo escolar —mi excusa parecía bastante estúpida—. ¿Quién se ocupará entonces?

Lee se encogió de hombros, con una sonrisa en su rostro.

Obviamente, lo haré yo.

No pude evitar la risa que escapó de mi garganta. Lee pronto se unió, al igual que todos los demás. Pensé, sonriendo, que quizás ser capitana no estaría tan mal. Annabeth era capitana de la cabaña seis, y Lee era de la nuestra... tal vez yo podría hacerlo.

Cuando pasó el dos de julio, celebré por fin llegar a los trece años, mientras que la mayoría de las personas normales que vivían una vida normal sin la sombra de la muerte colgando sobre sus hombros disfrutaban del día por tener un año más. Pero para mí, como mestiza con una recompensa por mi cabeza donde quiera que fuera, cada cumpleaños era como un letrero de neón brillante que decía: ¡Buen trabajo, Claire! ¡Has sobrevivido otro año sin que te mataran brutalmente!

Como regalo de cumpleaños, Jay me dio una caja llena de galletas con chispas de chocolate de la panadería de su padre y un cupcake con una vela de cumpleaños entre el glaseado de limón. Compartí las galletas con Annabeth, Percy, Grover y Jay y me guardé el pastel para mí, pero incluso entonces, Percy logró robar un poco de glaseado con su dedo. Después de descubrir que tenía sabor a limón, lo escupió sobre la hierba ("¡Ew! ¡Percy, qué asco!")

Toda la cabaña siete celebró con un buen (aunque vergonzoso) concierto de 'Feliz cumpleaños' lleno de arpas y laúdes. Hannah y su novio enviaron una tarjeta de la que brotó confeti con un regalo de dulces. No esperaba nada de mi padre, Apolo. Cuando era pequeña, esperaba recibir atención en ese día especial y lloraba cuando no conseguía nada. Ahora, estaba acostumbrada a tener un padre siempre ausente salvo ese día antes de la misión.

Así que me sorprendió cuando vi un pedazo de papel brillante en la parte superior de mi funda de almohada cuando regresé después de la hoguera. Supe de inmediato de quién era y estuve tentada de tirarlo a la basura. No me importaba si ofendía a Apolo; no le tenía afecto de hija.

Pero me encontré abriéndola y fruncí al ver las palabras escritas en cursiva. Ningún "Feliz cumpleaños" o "¡Felicidades por sobrevivir un año más!" Ni siquiera un hola, sino un extraño recordatorio:

SI MIRAS DIRECTAMENTE AL SOL

TE PUEDE DEJAR COMPLETAMENTE CEGADO

Si dijera que no lo entendí sería un eufemismo. La frase parecía completamente estúpida. Algo que todos sabían sin siquiera pensarlo. No parecía tener una descripción codificada especial que contuviera el secreto de mi vida que necesitaba descubrir. Y si lo fuera, sería extremadamente horrible. Me dieron ganas de tirarlo aún más, pero me encontré metiéndolo en mi funda de almohada, sorprendiéndome.

Luego llegó el 4 de julio, y siguiendo con la tradición, todo el campamento se reunió junto a la playa para asistir a unos fuegos artificiales organizados por la cabaña 9. Estos tiempos me emocionaban. Cada año, los hijos de Hefesto creaban un espectáculo. Nunca fueron las cutres explosioncitas rojas, blancas y azules. Siempre una historia y misiones heroicas de la antigua Grecia. Una vez fue Jasón de los Argonautas y el Argo. Otra, Perseo y su misión para salvar a Andrómeda.

Este año, habían anclado una barcaza lejos de la orilla y la habían cargado con cohetes tamaño misil. Había rumores de que el final épico iba a ser una gran batalla de espartanos atravesando el cielo estrellado.

Percy, Annabeth y yo estábamos extendiendo una manta de picnic cuando Grover apareció para despedirse. Vestía sus vaqueros habituales, una camiseta y zapatillas, pero en las últimas semanas tenía aspecto de mayor, casi como si fuera al instituto. La perilla de chivo se le había vuelto más espesa. Había ganado peso y los cuernos le habían crecido tres centímetros, así que ahora tenía que llevar la gorra rasta todo el tiempo para pasar por humano.

—Me voy —dijo—. Sólo he venido para decir... Bueno, ya sabéis.

Ver a uno de mis mejores y más antiguos amigos recibir finalmente su licencia y emprender una misión a la que ningún sátiro ha sobrevivido me hizo ahogar un sollozo. Me negué a mostrar las lágrimas, así que rápidamente abracé a Grover. Sentí a Annabeth tomar el control también, envolviendo sus brazos alrededor de nosotros. Le recordó que no se quitara los pies falsos.

Cuando nos alejamos, Percy le preguntó dónde buscaría primero.

Grover pareció un poco avergonzado.

—Es... ya sabes, un secreto. Ojalá pudierais venir conmigo, chicos, pero los humanos y Pan...

—Lo entendemos —le dije. Entonces comencé a preocuparme—. ¿Llevas suficientes latas para el camino? ¿Agua? ¿Dracmas? ¿Dinero en efectivo?

—Sí.

—¿Y te acuerdas de las melodías para la flauta? —añadió Annabeth.

—Jo, chicas —protestó—. Parecéis tan controladoras como mamá cabra.

Pero en realidad no parecía molesto.

Grover agarró su su cayado y se colgó una mochila del hombro. Tenía el aspecto de cualquier autoestopista de los que se ven por las carreteras, no a la cabra flaca y aterrorizada que veía al comienzo del verano.

—Bueno —dijo—, deseadme suerte.

Nos dio a Annabeth y a mí otro abrazo rápido, le dio una palmada en el hombro a Percy y se alejó entre las dunas.

Sobre nosotros, el cielo estalló en colores brillantes: Hércules matando al león de Nemea, Artemisa tras el jabalí, George Washington (hijo de Atenea) cruzando el río Delaware.

—¡Eh, Grover! —le gritó Percy. El sátiro se volvió en la linde del bosque—. Dondequiera que vayas, espero que hagan buenas enchiladas.

Él sonrió y al punto desapareció entre los árboles.

—Volveremos a verlo —dijo Annabeth.

Quería creerla. Tenía que creerla. Grover será el primer sátiro en regresar de la búsqueda de Pan. Tenía que serlo.

Transcurrió julio. Pasé los días concibiendo nuevas estrategias para capturar la bandera y haciendo alianzas con Annabeth y Percy, asegurando que el estandarte se mantuviera fuera de las zarpas de la cabaña de Ares. Entrené con mis hermanos y amigos, escalé el muro de lava y Percy comenzó a enseñarme a usar una canoa, creyendo que era hora de que comenzara a superar mi leve miedo al agua. Después de un tiempo, ya no dio tanto miedo, pero honestamente apestaba en el piragüismo. Parecía inclinar el largo y pequeño barco cada pocos segundos. Al final, las lecciones terminarían en mí aferrándome a Percy por seguridad o (al final) los dos cayendo al lago.

Pero la sensación de inquietud aún no había pasado. Había algo que faltaba, algo importante. El rompecabezas aún no estaba terminado. De vez en cuando, sola, pensaba en la profecía.

Irás al oeste, donde te enfrentarás al dios que se ha rebelado. Había estado allí, y lo había hecho. En lugar de ser Hades, el dios fue Ares, controlado por el Titán del Tártaro en sus sueños.

Encontrarás lo robado y lo devolverás. Hecho. El rayo maestro y el yelmo de oscuridad estaban de vuelta en sus lugares correspondientes.

Serás traicionado por quien se dice tu amigo. Este podría haber sido Ares, supongo. Actuó como si fuera nuestro amigo durante la mitad de la misión...

Al final, no conseguirás salvar lo más importante. La madre de Percy, dejada en el inframundo pero luego salvada.

¡¿Pero qué estaba olvidando?! Había lagunas obvias, lo sabía. No sabíamos quién fue el ladrón original del solsticio de invierno. ¿Quién era el mestizo que Ares había encontrado y decidió poner bajo la influencia del Padre del Tiempo? ¿Estaba aquí, en el Campamento Mestizo? ¿Justo debajo de nuestras narices? ¿O andaba por la ciudad de Nueva York? Quizás eso era lo que me inquietaba tanto, porque alguien estaba trabajando las sucias necesidades del Titán y no sabía quién.

*

LA ÚLTIMA NOCHE de las vacaciones de verano llegó demasiado rápido. Mis nervios bailaron en mi estómago mientras la luna se elevaba en el cielo. Mañana sería la primera vez que pasaría el semestre escolar con Hannah desde hace mucho tiempo, y estaba aterrorizada de que terminara tan mal como la última vez.

Los campistas cenamos juntos por última vez. Quemamos parte de nuestra cena para los dioses. Junto a la hoguera, los consejeros mayores concedían las cuentas de fin de verano. Percy consiguió su primer collar de cuero y la cuenta que le dieron fue suficiente para que se sonrojara, incluso detrás de la luz del fuego. Sonreí levemente. El diseño era de tono negro, con un tridente verde mar reluciente en el centro.

—La elección fue unánime —anunció Luke—. Esta cuenta conmemora al primer hijo del dios del mar en este campamento, ¡y la misión que llevó a cabo hasta la parte más oscura del inframundo para evitar una guerra!

El campamento entero se puso en pie y me vitoreó. Incluso la cabaña de Ares se vio obligada a levantarse. La cabaña de Apolo me empujó hacia delante junto a Percy, al igual que la cabaña seis con Annabeth, para que pudiéramos compartir los aplausos. No pude evitar la sonrisa que creció en mi rostro. Annabeth se sonrojó mucho debajo de su cabello rubio. Esta fue nuestra primera misión, lo que ella había querido desde el principio, lo que yo había querido. La sensación que recorrió mi cuerpo fue extasiada, tanto que abracé a mis amigos y me reí con ellos.

Aún me quedaba un día más en el campamento antes de que Hannah viniera a recogerme. Todos se preparaban para la inspección final, empacando y limpiando literas y baños. Jay frunció el ceño cuando me vio tirada en el borde de mi cama.

—¿Te vas para el invierno? —me preguntó, y de repente me sentí un poco culpable por no decírselo antes.

—Sí —le di una pequeña sonrisa—. He decidido intentarlo de nuevo con Hannah... con suerte, ningún monstruo nos atacará esta vez.

—Irá bien —Jay colocó una mano reconfortante en mi hombro.

—Espero que sí —respiré hondo, agarré mi collar de mi mesita de noche y me lo puse—. Voy a salir a entrenar, ¿vienes?

Sacudió la cabeza.

—No, todavía me queda por limpiar.

Envié una sonrisa.

—Vale, nos vemos.

Fui a salir de la cabaña, pero Jay me llamó. Me di la vuelta.

—¿Sí?

Parecía incómodo. Se rascó la muñeca izquierda y, por primera vez, me di cuenta de las marcas rojas en sus brazos por los arañazos de las uñas.

—¿Qué piensas de Apolo? Papá, quiero decir.

Fruncí, preguntándome a dónde iba con esta conversación.

—No mucho. ¿Por qué?

—¿Y de los otros olímpicos?

—Jay, ¿estás bien? ¿Qué pasa?

—Nada —respondió rápidamente—. Solo... no sé, ¿no crees que son malos y no buenos?

Me empezaba a preocupar de verdad. Parecía que se iba a poner enfermo.

—Por supuesto que sí —dije finalmente, insegura de lo que quería decir—. Pero, Jay, no es el trabajo de los dioses ser buenas personas.

Después, se quedó en silencio y lo dejé solo en la cabaña. El sentimiento de pavor regresó, flotando sobre mi cabeza como mi propia nube de tormenta personal. Algo en lo que dijo me puso nerviosa. ¿Qué intentaba decir? ¿Qué era tan importante en lo que yo sentía por los dioses?

Llegué al campo de tiro con arco y me quité el collar. Lancé la llave al aire, mirándola girar antes de aterrizar de nuevo en mi palma, convirtiéndose instantáneamente en Portador del Sol. Sentí el peso del carcaj en mi espalda. Saqué una flecha normal y la metí en mi arco. Tiré de la cuerda hasta mi oreja y la solté. Pero fue a medias, la flecha se incrustó a centímetros del centro del objetivo.

Seguía sin comprender qué olvidaba. Eran esos momentos en los que deseé tener los cerebros mágicos que tenían los hijos de Athena, que podían descubrir algo con un chasquido de dedos. Las últimas piezas del rompecabezas estaban esparcidas, perdidas bajo la alfombra, el televisor o el sofá. Tenía que buscarlas con las manos y de rodillas.

¿Quién fue el ladrón? ¿Quién robó el rayo y el yelmo en el solsticio de invierno?

Preparé otra flecha. Ahora que lo pienso, podría reducirlo fácilmente. Tenía que ser un mestizo, ningún dios podía robar las fuentes de poder de los demás. No pudo haber sido el mismo Cronos, está muy lejos, en el Tártaro, y afortunadamente seguirá así. Tiré de la cuerda. Podría reducirlo aún más a sólo los mestizos que estaban en el solsticio de invierno.

Eso trajo una sensación terrible en mi cuerpo, que se filtró desde mi estómago hasta mi corazón. Había alguien aquí. Tendría sentido. Esa misma persona habría dejado entrar al perro del infierno para atacar a Percy; así, Quirón pensaría que no estaba seguro en el campamento y lo enviaría a una misión. Para enviar el rayo a Hades en el inframundo.

Mi brazo comenzó a temblar por la presión de la flecha. Serás traicionado por quien se dice tu amigo.

Claro que no fue Ares. Nunca fue Ares. Era un amigo del campamento. Alguien que estuvo presente en el solsticio de invierno. Alguien que supiera cómo dejar entrar a un monstruo en las fronteras del campamento. Alguien que pudiera robar, alguien que odiara a los dioses, alguien que fuera un blanco fácil para la manipulación de Cronos...

Mi brazo cayó. La flecha se deslizó lentamente de mis dedos y golpeó el suelo, pero no presté atención.

Siempre dicen que la primera etapa del duelo era la negación. La persona que no quiere creerlo, porque pensarlo le haría derrumbarse, incapaz de afrontarlo. Pero en el fondo, sabías que era la verdad. Porque tenía tanto sentido que te hacía enojar. Esa fue la siguiente etapa. Te enojaba que esto pudiera pasar, que esta persona se iría, moriría, sería capaz de hacer esta cosa horrible. Después de prometer tanto. Así me sentía en este instante.

No quería creerlo. Conocía a Luke desde que tenía seis años. Me acogió, me prometió la esperanza de una familia. Me llevó a un lugar seguro, ha sido como un hermano para mí todo este tiempo. Lo miro y veo sus ojos y pienso, Luke nunca me traicionaría así. Nunca traicionaría a Annabeth.

Pero luego veo la cicatriz en su rostro y me doy cuenta de que después de esa misión, nunca volvió a ser el mismo. Me di cuenta de que lo haría. Él me traicionó. Rompió esa promesa. Me dejó sola en la oscuridad. Me envió al peligro. Y eso me enfureció más de lo imaginado.

Estaba tan enojada que comencé a correr. No fui hasta Quirón, el Sr. D ni a Annabeth. Corrí hacia la cabaña once. Empujando a través del ardor en mi pecho. Y no estaba segura de si era por correr tan fuerte o por todas mis emociones que parecían mezclarse en una.

Quería preguntarle por qué lo hizo.

Cuando llegué a la cabaña de Hermes, irrumpí por la puerta, haciendo que todas las cabezas de dentro saltaran y mirasen en mi dirección.

—¿Dónde está Luke? —les pregunté, tratando de mantener mi tono tranquilo—. ¿Dónde?

Travis Stoll se puso de pie y caminó hacia mí. Me di cuenta de que sabía que estaba enojada, sus pasos eran un poco vacilantes.

—Lo vi hablando con Percy en la arena.

Se me heló la sangre. Luke no lo haría... no, sí lo haría. Parecía que tenía que adivinar doblemente sus intenciones de ahora en adelante. Rápidamente giré sobre mis talones y salí corriendo de allí. Me dirigí hacia la cabaña tres. No sabía por qué, pero era como si aún necesitara tranquilidad. Esa parte de mí todavía creía que estaba equivocada, quería creerlo...

Golpeé mi puño en la puerta de Percy.

—¿Percy? —llamé—. ¡Percy, déjame entrar!

Mi corazón latía muy rápido. Cuando nadie respondió, intenté mirar por la ventana. Mi corazón se aceleró aún más al no ver luz.

—¡Percy! —lo intenté de nuevo, golpeando el cristal—. Percy, ¡¿estás ahí?!

Tras seguir sin respuesta, me dirigí hacia la arena de entrenamiento. Mis pantorrillas y mi pecho estaban comenzando a arder, pero lo ignoré. Avancé tan fuerte como pude. Esperaba que solo estuvieran entrenando, no causando ningún daño... pero cuando solo me encontré con un maniquí de práctica cortado, mis nervios empeoraron. Sentí la necesidad de llorar. Si no se encontraban aquí, ¿dónde estarían? ¿Cómo podría salvarlo?

La arena estaba desierta. Ninguna presencia cerca. Ni un soplo, ni el más mínimo viento. Pero había una nube de pavor, una nube de ansiedad, y era yo.

Sentí que mis rodillas se tambaleaban. Como si acabaran de notar que me aterrorizaba que Luke dañara a Percy.

—¡¿Luke?! —llamé—. ¡¿Percy?! ¡¿PERCY?!

Era inútil. Finalmente colapsé en el suelo, mis manos se hundieron en la arena. Podía sentir las lágrimas en mis mejillas, formando pequeños puntos en la arena marrón mientras caían. Tenía ganas de irme a dormir, esperando que todo esto fuera un sueño. Que me despertaría y Luke sería como siempre.

Entonces una voz dentro de mi cabeza susurró: no, no te rindas.

La escuché. Me puse de pie y me sequé las lágrimas. Miré hacia el bosque que rodeaba la frontera del campamento, y una fuerza dentro de mí me hizo caminar hasta allí. Los pasos se hicieron cada vez más rápidos hasta que empezaron a correr, hice girar mi collar una vez más y el Portador del Sol hizo peso en mi mano.

Entré al bosque y seguí mis instintos. Mis piernas guiaron mi cuerpo. Derecha, luego izquierda, luego derecha otra vez. Pasé árboles y ninfas del bosque, que observaban con interés. Como si supieran tan bien como yo que ocurría algo malo.

Podía oír voces en la distancia. Las seguí. Por alguna razón, deduje que me estaba acercando más y más. A cada paso, mi corazón parecía apretarse con más fuerza. Mi estómago estaba lleno de mariposas, y no de las buenas, al pensar en ver a Luke. Las voces se detuvieron de repente y cogí velocidad para ir más rápido.

—¡¿Percy?! —nombré de nuevo—. ¡¿Percy?!

Llegué a un claro junto al arroyo. Jadeé al verlo. Luke no estaba, pero Percy estaba en el suelo y un escorpión trepaba por su brazo hasta su cuello. Con un grito, corrí hacia adelante y con un movimiento de mi mano, el escorpión salió en espiral con un chispazo. Aterrizó en el suelo, chisporroteando antes de convertirse en polvo. Portador del Sol se encogió de nuevo en el collar y caí de rodillas junto a Percy.

—¡Despierta! —lo sacudí.

Sus párpados se agitaron.

—¿Claire? —su voz era débil.

Percy se desplomó de nuevo, pero lo agarré y lo arrastré para que se pusiera de pie. No tenía peso propio, y podía sentir mis rodillas balancearse por toda la fuerza de estar de pie y cargarlo después de correr antes.

—¿Percy? —lo sacudí de nuevo, pero cuando no se despertó esta vez, grité—: ¡Ayuda! ¡Que alguien me ayude! ¡AYUDA! ¡Percy!

Traté de correr con él a mi lado. El color desaparecía de su piel. De repente pensé: el agua lo curó antes. Nos acerqué al arroyo, sumergiendo sus tobillos. Vamos, pensé, ¡vamos!

Pero el veneno debía ser bastante fuerte. Sus párpados se agitaron, pero no despertaba. Su piel estaba tan pálida como la propia muerte. Sentí un sollozo salir de mi garganta.

—No, no, no... ¡socorro! ¡Ayuda, por favor! ¡Ayuda!

Comencé a arrastrarlo de vuelta al campamento, pero no llegaría a tiempo. Grité pidiendo ayuda, gritando su nombre con la esperanza de que se despertara. Y luego las vi. Las ninfas empezaron a moverse de sus árboles, mirándome con horror.

—Socorro... —sollocé—. Por favor...

Lo agarraron a ambos lados y, entre los árboles, apareció Jay. Vio lo que pasaba, se dio la vuelta y corrió al campamento, esta vez pidiendo ayuda a gritos. Me sentí inútil mientras veía cómo se llevaban a Percy. Yo era la hija de Apolo, era buena curando y, sin embargo, no sabía nada que pudiera salvarlo. El agua no pudo, no tenía ambrosía ni néctar, e incluso cuando Quirón dijo que debería llegar, el poder de curación aún no había alcanzado mis habilidades.

Una caracola sonó en la distancia, más campistas vinieron a ayudarnos y el mundo entero a mi alrededor se convirtió en una bruma de colores y lágrimas.

*

ME QUEDÉ EN EL CAMPAMENTO todo el tiempo que le tomó a Percy abrir los ojos. Afortunadamente, había sido un día. Hannah estuvo de acuerdo en quedarse todo el tiempo que fuera necesario y se sentó conmigo mientras yo lo cuidaba en la enfermería. Forzando tanto néctar como pude por su garganta y limpiando el sudor de su frente.

Acababa de entablar una buena amistad con él, no quería perderla.

Annabeth y Quirón se unieron, mirando ansiosamente al chico para que se despertara. No les había hablado de Luke... no me atrevía a decir siquiera su nombre. La idea de quién era, y quién era ahora, hizo que se me llenaran los ojos de lágrimas. No pude evitar pensar: ¿podría haberlo evitado? Me preguntaba si alguna vez había hablado del tema... que podría haberlo persuadido de lo contrario... ¿habría llegado a suceder esto?

Cuando sus ojos se abrieron, se llenaron de su color una vez más, y pensé en eso como una buena señal. Me llamó la atención, mirándome frotar su frente de nuevo. Una pequeña sonrisa torcida apareció en su rostro, pero parecía tensa.

—Aquí estamos otra vez —dijo.

Me sentí aliviada de verlo bromear. Al verlo despierto y vivo, parecía que al menos algo iba bien. Pero nunca le dejaría ver eso.

—Eres idiota —le dije en cambio—. Estabas verde y volviéndote gris cuando te encontré. De no ser por mí y los cuidados de Quirón...

—Bueno, bueno —intervino la voz de Quirón, sentado en la silla de ruedas—. La constitución de Percy tiene parte del mérito.

—¿Cómo te encuentras? —Annabeth preguntó, sus rodillas rebotando, haciendo mover sus manos en su regazo.

—Como si me hubieran congelado las entrañas y después las hubieran calentado en el microondas.

—Bien —dijo Quirón—, teniendo en cuenta que eso era veneno de escorpión del abismo. Ahora tienes que contarme, si puedes, qué ocurrió exactamente.

Percy contó la historia. Cada palabra me hacía sentir peor, como si estuviera siendo enterrada en un pozo de dolor y comprensión total. No me gustaba. Porque todo lo que Percy dijo sobre Luke no me sorprendió, y eso fue lo que me asustó. Era como si en el fondo supiera que él era diferente, capaz de cosas como esta desde que regresó de esa misión, y simplemente lo ignoré.

Cuando finalizó, hubo un largo silencio.

—No puedo creer que Luke... —Annabeth parecía dividida entre tristeza y enfado—. Sí, puedo creerlo. Que los dioses lo maldigan... Nunca fue el mismo tras su misión.

Hannah, que estaba sentada a un lado, parecía muy preocupada. Sus dedos se unían bajo su barbilla, mirando a Percy con una expresión fruncida. Me di cuenta de que estaba molesta.

—Quirón —dijo, y el centauro se volvió hacia ella—, ¿entiendes que hay que avisar al Olimpo?

Quirón asintió.

—Iré inmediatamente.

Percy negó.

—Luke aún está ahí fuera. Tengo que ir tras él.

—No, Percy. Los dioses...

—No harán nada —espetó—. ¡Zeus ha dicho que el asunto estaba cerrado!

—Percy —el tono de Quirón era suave pero severo—, sé que esto es duro, pero ahora no puedes correr en busca de venganza. Primero tienes que reponerte, y después someterte a un duro entrenamiento.

Percy parecía enojado, pero no respondió. En cambio, echó un vistazo a la mano con la que usaba la espada, donde el escorpión lo había picado con una pulgada de tristeza y pavor.

—Quirón, tu profecía del Oráculo era sobre Cronos, ¿no? ¿Aparecía yo en ella? ¿Y Claire y Annabeth?

Compartí una mirada con ella. No dije nada, no quería que Percy supiera que sabíamos sobre la Gran Profecía. Ni estábamos destinadas a saberla. Pero si él era el héroe... no iba a terminar bien.

Quirón se revolvió con inquietud.

—Percy, no me corresponde...

—Te han ordenado que no me lo cuentes, ¿verdad?

Sus ojos eran comprensivos pero tristes.

—Serás un gran héroe, niño. Haré todo lo que pueda para prepararte. Pero si tengo razón sobre el camino que se abre ante ti...

Un súbito trueno retumbó haciendo vibrar las ventanas.

—¡Bien! —exclamó Quirón—. ¡Vale! —exhaló un suspiro de frustración—. Los dioses tienen sus motivos, Percy. Saber demasiado del futuro de uno mismo nunca es bueno.

—Pero no podemos quedarnos aquí sentados sin hacer nada —argumentó Percy.

—No vamos a quedarnos sentados —prometió Quirón—. Pero debes tener cuidado. Cronos quiere que te deshilaches, que tu vida se trunque, que tus pensamientos se nublen de miedo e ira. No lo complazcas, no le des lo que desea. Entrena con paciencia. Llegará tu momento.

—Suponiendo que viva tanto tiempo.

Quirón le puso la mano en el tobillo.

—Debes confiar en mí, Percy. Pero primero tienes que decidir tu camino para el próximo año. Yo no puedo indicarte la elección correcta... —me dio la sensación de que quería que Percy se quedara en el campamento, sin embargo, estaba obligándose a no aconsejarlo—. Tienes que decidir si te quedas en el Campamento Mestizo todo el año, o regresas al mundo mortal para hacer séptimo curso y luego volver como campista de verano. Piensa en ello. Cuando regrese del Olimpo, debes comunicarme tu decisión.

Percy parecía querer preguntar más, pero se quedó callado.

—Regresaré en cuanto pueda —dijo Quirón—. Argos te vigilará —miró a Annabeth—. Oh, y querida... cuando estés lista, ya están aquí.

Percy frunció.

—¿Quiénes están aquí?

Le mandé a Annabeth una sonrisa alentadora. Volvería a casa con su padre durante las clases, para intentarlo todo de nuevo. Y esperaba que le funcionara. Ella devolvió la sonrisa.

Quirón salió de la habitación. Oí su silla de ruedas alejarse por el pasillo y después bajar cuidadosamente los escalones. Hannah suspiró y se puso de pie. Se volvió hacia Percy.

—Mejórate, ya tienes muchos problemas —puso una mano en mi hombro—. Te espero fuera, Claire —miró a Annabeth—. El conocimiento sobre la historia del padre de Annabeth es muy interesante.

Annabeth enrojeció un poco por la vergüenza y Hannah salió, saludándome antes de irse.

—¿Qué pasa? —preguntó Percy.

—Nada. He seguido tu consejo sobre algo —ella se removió en su asiento. Cuando él frunció, ella suspiró—. Me marcho a casa a pasar el año, Percy.

—¿Quieres decir con tu padre? —preguntó. Ella asintió.

—Le escribí una carta cuando volvimos —contó—, como tú habías dicho. Le dije que lo sentía. Que volvería a casa durante el año si aún me quería. Me contestó enseguida. Así que hemos decidido darnos otra oportunidad.

—Eso habrá requerido valor —le dijo Percy, impresionado.

—Tendría que salir y hablar con él antes de acobardarme —Annabeth jugueteó con su gorra antes de levantarse lentamente. Reparé en que estaba asustada, pero sabía que era valiente. Annabeth le dio a Percy una mirada preocupada—. Cuídate. No hagas ninguna tontería... O al menos no sin antes enviarme un mensaje iris. Y cuando vuelva el próximo verano, iremos tras Luke. Pediremos una misión, pero, si no nos la conceden, nos escaparemos y lo haremos igualmente.

Percy logró esbozar una sonrisa.

—Parece un plan digno de Atenea.

Annabeth sonrió, le tendió la mano y él se la estrechó.

—Cuídate. Mantén los ojos abiertos.

Percy hizo un movimiento a dos manos con su mano buena.

—Cómo ordene, capitana.

Annabeth sonrió antes de volverse hacia mí. Me dio un fuerte abrazo que devolví. Ojalá pudiera quedarme así con mi mejor amiga. Desearía poder sentarme con ella y llorar por Luke, pero me mantuve fuerte, le deseé buena suerte y ella salió de la enfermería, dando una última mirada sobre su hombro antes de irse.

Finalmente volteé hacia Percy, pero él ya me estaba mirando.

—Ya sabías lo de Luke, ¿verdad?

Desearía que no preguntara, pero no se lo reproché. Me miré los dedos, recogiendo la tierra debajo de las uñas.

—Lo descubrí ayer, por eso te encontré. Fui a buscar a Luke. Quería preguntarle por qué. Pero también quería apuñalarlo.

Él asintió con la cabeza antes de mirar hacia la puerta.

—Ayúdame a incorporarme. Quiero salir fuera.

—Percy, no es buena idea.

No escuchó, sino que deslizó las piernas fuera de la cama. Lo agarré antes de que pudiera caerse. Se puso pálido por un segundo.

—Te lo he dicho.

—Estoy bien —respondió Percy. Logró dar un paso. Luego otro, todavía apoyado en mí. Argos nos siguió al exterior pero se mantuvo a distancia. Para cuando llegamos al porche, la frente de Percy estaba llena de sudor. Se agarró a la barandilla.

Estaba oscureciendo. El campamento parecía abandonado. Las cabañas estaban a oscuras y la cancha de voleibol en silencio. No había canoas en el lago, nadie recogiendo en los campos de fresas. La única persona que estaba allí era Hannah, despidiéndose de Annabeth y su familia desapareciendo en la distancia.

—¿Qué vas a hacer? —le pregunté a Percy finalmente. Se encogió de hombros.

—No lo sé.

Me contó que tenía la sensación de que Quirón quería que se quedara todo el año. Me dijo que no le gustaría, pero se sentía mal por dejarme sola con Clarisse como compañía. Sentí que una risa subía a mi garganta por primera vez ese día.

—Que adorable —bromeé con él. Se sonrojó—, pero me voy a casa con Hannah —la señalé.

Percy ladeó la cabeza.

—¿Lo intentarás otra vez?

Asentí.

—Con suerte, ningún monstruo nos atacará. Hay una buena escuela en Litchfield a la que puedo ir. Pero mientras tú dormías me dijo que podía enviarme a un internado en Nueva York si era la opción que me mantenía más segura. Cerca del campamento para que en caso de emergencia pueda llegar más rápido.

—¿Y lo harás?

Me encogí de hombros.

—No lo sé. Quiero pasar tiempo con ella, ¿sabes? Siento que la misión me ha enseñado que necesito apreciar la familia que tengo.

Percy me envió una sonrisa.

—Ten cuidado.

—Tú también —le dije—. No hagas nada que harías, Percy. Quédate al margen.

Él se rió.

—¿Qué intentas decir con eso?

—Envíame mensajes Iris —continué—. Y como dijo Annabeth, iremos a por Luke y se arrepentirá de habernos traicionado, te lo prometo. Somos un equipo.

Percy asintió y me estrechó la mano.

—Hasta la próxima, solecito.

—Lo mismo digo, sesos de alga.

Le di una última sonrisa, antes de bajar los escalones del porche para unirme a Hannah. Mientras todos actuaban con felicidad, una sombra de pavor cubría el campamento. Todo cambiaba y podría dejar de ser igual para siempre.

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END OF PART ONE

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aaahhh, terminamos la primera parte. estoy emocionadísima por el mar de los monstruos, no sabéis lo que se avecina. quiero avisar que la secuela del libro (DEEP END) se traducirá en SUNSHINE para que sea más sencillo acceder, así que sí, abarcará todos los libros.

sin más, nos vemos en la próxima actualización.

xoxo, lyra

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