Trick 1: ¿Qué rayos me ha pasado? ¡La maldición de Daysy entra en acción!

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¡Riiiii, Riiiii! Sonó nuevamente con fuerza. –Ahh, santo cielo, callen esa cosa –un quejido apagado surgió de debajo de la almohada.

¡Riiiii, Riiiii! Otra vez. –Deja de molestar...

¡Riiiii, Riiiii! Una vez más. –Ya cállate –la voz apagada dijo, y una mano se dirigió al despertador.

¡CRASH! el despertador fue lanzado contra la pared. Riiiii, Riiiii, Rii... y el sonido se apagó.

–¡Mandy, ¿Qué ha sido ese estruendo?! –una voz enojada habló desde la habitación contigua–. ¡Ay que me hayas vuelto a romper otro despertador, te juro que te quedarás todo el mes sin recibir ni un solo céntimo de propina!

–¡Nooo! –Mandy Carpio se levantó de forma intempestiva de su cama. La almohada terminó tirada en el piso–. ¡Uhhuu, uhuu! –Mandy respiró agitada. Miró a su alrededor. Por la persiana de su ventana se filtraban minúsculos y débiles rayos del sol de la mañana–. Fiuu, solo fue una pesadilla... soñé que mamá me iba a dejar sin propinas por todo un mes, ¡qué susto!

Aun amodorrada y con el pelo totalmente desordenado y greñudo, Mandy se levantó de su cama y se sentó en el borde. Se puso una pantufla. En estado de meditación permaneció por quien sabe cuánto tiempo.

–¡Mandy, alístate de una vez que llegarás tarde al colegio! ¡Que me entere que has vuelto a llegar tarde, y ya no será solo un mes el tiempo que te quedarás sin propinas! –nuevamente se hizo presente la exclamación proveniente de la habitación contigua.

–¡Ay diosito! así que no fue una pesadilla –Mandy se puso la otra pantufla y por fin se levantó. Como una zombi se dirigió tambaleándose hacia el baño–. ¿Dónde está la llave del grifo? ¡Rayos! No veo nada. Mejor prenderé la luz... ¡AAAHHHHHH!!! ¡¿Qué diablos significa esto?!!! –el alarido que en ese momento Mandy lanzó pudo oírse por toda la manzana.

¡Hola a todos! Primero que nada voy a presentarme. Mis nombres y apellidos completos son Mandy Valentina Carpio Shelley. Soy una joven estudiante que actualmente se encuentra cursando el cuarto año de secundaria. ¿Qué como soy? Pues soy una chica alegre, divertida, muy amigable, y sobre todo muy guapa. De mi madre heredé una espectacular cabellera castaña y ondulada, en tanto de mi padre las cejas curvadas y mi redondeada nariz. Tengo los ojos cafés como mi madre, pero con la forma de los de mi padre; la combinación es de lo mas sexy. Pero bueno, para no alargarme demasiado con la descripción de mi agraciada figura, resumiré el tema en una sola frase: soy un bombón. Ahora pasemos a mis hobbies, estos son... ¡al diablo! ¡No puedo seguir con esto! ¡Me acaba de ocurrir una desgracia muy desgraciada! ¡Me quiero moriiir! ¿Quieren saber de qué se trata? Pues continúen leyendo, amigos.

***

El día anterior a la desgracia:

–¡Ya estoy lista! –con el uniforme puesto (chaqueta verde, blusa blanca con rozón rojo a modo de corbata, falda negra) y la mochila colgada de un hombro, Mandy se apareció en la cocina de su casa. Solo encontró allí a su padre, quien estaba lavando los trastos del desayuno.

–Tu madre ya se fue con tus hermanos. Dijo que no podía seguir esperándote, pues llegaría tarde al trabajo –un hombre de aspecto bonachón, mostacho negro y calvicie incipiente le habló a Mandy.

–Ay nooo –se lamentó la joven.

–Mandy, ya te ha dicho tu madre que dejes de ir a la escuela con esa vieja gorra.

–Pero si es mi gorra de lana, papá. La necesito para protegerme del frio. Mira que estamos en pleno invierno.

–Bueno, bueno. Luego discutiremos eso. Ahora corre al colegio que llegarás tarde. ¿Quieres que te llame un taxi?

–No, pa. Me iré en la patine... je je. ¡Papi! ¿Me das plata para el taxi? Tomaré uno afuera.

–No hija, que mejor te llamo a uno de confianza.

–Necesito dinero, papá.

–Ay mi niña, eso te pasa por andar haciendo renegar a tu madre.

–¡Papááá!! ¡Porfis, porfis, porfis!

–Ok, ok, está bien. Pero que tu mamá no se entere que te di dinero.

–Mi boca es una tumba, papá.

–¡Adiós papá! –al poco rato Mandy se despidió de su padre. 

–Hija, ya te ha dicho tu madre que no vayas al colegio en patineta, que es peligroso. 

–¡Papá, no seas así! Además, ni que el colegio estuviera tan lejos. ¡Son solo unas pocas cuadras!! 

–Bueno, bueno. Ya luego lo discutiremos. Ve con cuidado, hija. Ya sabes que en la calle los carros no respetan nada. –Tranquilo, pa. Sabes que con la patineta mi destreza no tiene igual.

Se ajustó la mochila en la espalda y se acomodó el gorro de lana. Este último era de color gris y tenía un puño bordado con hilo blanco en la cara delantera. Ya montada sobre su patineta, Mandy bajó embalada la avenida. El tráfico era infernal a esa hora, por lo que sin ningún reparo ella decidió ahorrarse las molestias usando la vereda.

–¡Ten cuidado, mococha del demonio! –una anciana con su bolsa de pan tuvo que hacerse a un lado para evitar ser atropellada por Mandy y su patineta. 

–¡Wujuuu! Lo siento, señora Fabi. 

–Lo chiento, lo ciento, ¡siempre es lo mismo con esta niña malcriada! –refunfuñando, la anciana continuó con su camino.

Llegó al cruce de la avenida y con una temeridad que a quienes la veían les encogía el corazón, Mandy sorteó autos y taxis, combis y microbuses.

–Lo lograré, llegaré a tiempo –Mandy consultó la hora en su celular.

¡BUM! Su distracción provocó que se choque con un joven oficinista, a quien le hizo caer su portafolio, que se abrió y como consecuencia todos los documentos que contenía se esparcieron por el suelo. 

–Lo siento. Lo siento –Mandy se apresuró a subir sobre su patineta y antes de que el joven pudiera reclamarle algo, ella partió a toda velocidad.

–Ya me falta poco, llegaré a tiempo –Mandy logró divisar el colegio al otro lado del parque. Atravesó el camino del parque a toda velocidad, pero cuando ya estaba a punto de alcanzar la pista del otro extremo, algo la hizo desviarse intempestivamente.

–¡Noo, otra vez ese saco de pulgas nooo! –aterrada y apretando los dientes, Mandy huyó del peludo y corpulento perro que comenzó a perseguirla con la lengua afuera y soltando ladridos amigables de vez en cuando.

–¡Otra vez tarde, señorita Carpio, esto es el colmo! –la tutora del salón, con los brazos cruzados y continuamente chocando la punta de su zapato contra el suelo, regañó a Mandy. La tutora estaba de pie bajo el umbral de la puerta del aula. 

–Lo siento, profesora Flor, pero es que un perro me comenzó a perseguir y yo... 

 –¡No quiero excusas, señorita Carpio! Y encima mira como estas, toda sudada y desarreglada. Un desastre completo. 

–Lo lamento, no volverá a ocurrir –Mandy bajó la cabeza. 

–Entra de una vez, que me estás haciendo perder el tiempo. Ya conversaremos de esto en el primer recreo. 

–¡Nooo! ¿Ósea que otra vez me quedaré sin recreo? 

–¡Pasa de una vez! ¡Ya, ya! –la profesora la apremió, en tanto le dirigió a Mandy una mirada de "¡un día me vas a sacar de quicio!".

Mandy entró a toda carrera al salón. Dejó su patineta debajo de su carpeta y se sentó. –¡Hola! –saludó a sus amigas, quienes desde sus lugares de más adelante voltearon para saludarla.

Llegó la hora del segundo recreo. Mandy y sus amigas se quedaron en el salón conversando, a la vez que comían sus refrigerios.

–Chicas, ¿Qué les han mandado de comer hoy?

–A mí me han mandado pan con queso y una manzana. ¡A sí, y mi cajita de jugo, jaja!

–Yo tengo mi papa rellena con su ensaladita.

–Uyy, que rico –dijo Mandy–. ¡Ejem! – ella se aclaró la garganta tras colocar su puño delante de la boca–. Y a ti, mi gran amiga Daysy, ¿Qué te han mandado de comer el día de ¡hoynk!? 

Las amigas de Mandy no pudieron evitar el echarse a reír, aunque trataron de hacerlo de forma disimulada. A quien Mandy se acababa de dirigir no era una de las chicas de su grupo, sino una rechoncha compañera que se encontraba comiendo en una carpeta de más adelante. La mencionada compañera no le respondió.

–Oigan chicas, creo que Daysy no me ha escuchado. Dayyysyy, ¿estas allí? ¡Respóndeme! Rayos, ¿Qué le puede haber pasado a esta muchacha el día de ¡hoynk!? –Mandy insistió. Nuevamente las risas de sus amigas le hicieron eco. –Chicas, ¿cuándo era el examen de lenguaje? ¿Creo que era ¡hoynk!? Daysy, ¿tú sabes? El examen, ¿era ¡hoynk!?

–¡Ya basta! –las risas a duras penas contenidas de las amigas de Mandy se vieron interrumpidas por el ruido que produjo el puño de Daysy al caer sobre su carpeta–. Ya deja de fastidiarme, Mandy. Te lo advierto –Daysy se levantó de su asiento y señaló a Mandy, presa de una rabia que se le salía por los poros. 

–No sé de qué me hablas. En ningún momento te he fastidiado, Daysy. En serio que no sé qué es lo que te pasa. Déjame decirte que te noto muy rara el día de ¡hoynk!

–Hoynk, hoynk, ¿no? Así que piensas que soy un cerdo. Esto va en serio, Mandy, me vuelves a fastidiar una vez más, y te juro que lo lamentarás. 

–Ay, pues perdón si te ofendo con mis muestras de amistad. ¡Aburrida! –Mandy se cruzó de brazos y tras sacarle la lengua retomó la conversación con sus amigas. Por su parte Daysy regresó a su lugar y continuó comiendo.

–Chicas, chicas –Mandy les habló a sus amigas–, hoy me lastimé los dientes cuando me estaba cepillando. Es que estaba muy dura una de esas cosas, este, ¿Cómo se llaman esos hilos que tienen los cepillos? 

–¿Cerda? –preguntó una de las muchachas del grupo. 

–¡Sí, la cerda! –Mandy exclamó–. ¡Esa cerda tan fastidiosa!

–¡Te lo advertí, Mandy! –Daysy cerró de golpe su táper de comida y se puso de pie. Se acercó a Mandy con los puños apretados. 

–Ay no, creo que le va a pegar –una de las amigas de Mandy les susurró con preocupación a las demás.

–Tranquila, Daysysita, amiga linda. No es para tanto, jeje –Mandy le mostró una sonrisa nerviosa.

Ofuscada a más no poder, Daysy recitó en voz alta y amenazante una serie de palabras en un idioma desconocido, aunque las amigas de Mandy jurarían luego que les sonó a quechua, aimara, o a algún otro dialecto nacional similar. En ese momento, no supo si fue real o una ilusión, Mandy sintió un aura maligna, una especie de fuerza negativa manando de Daysy y depositándose sobre su propio ser. Una vez que Daysy terminó su conjuro o lo que fuese que hizo, relajó los puños y regresó a su asiento.

–Te lo advertí. Ahora lo lamentarás –Mandy escuchó claramente a Daysy pronunciar esta amenaza. 

–¿Eso es todo? ¡Jajajaja! ¿Qué se supone que me has hecho? ¿Maldecirme? ¿Un conjuro? Vaya, Daysy, no pensé que a ti te podría gustar el gastar este tipo de bromas. Definitivamente estas muy rara el día de hoynk... ¡diablos! –Mandy se tapó la boca–. ¡Perdón, se me escapó! Sus amigas estallaron en carcajadas. En ese momento todas pensaron que lo que acababa de hacer Daysy se había tratado de una simple broma.

Aquella noche Mandy tuvo un sueño de lo más extraño. En este se le aparecía un borroso e informe ser dorado que le decía: "este es el primer paso hacia tu destino". Eso fue todo cuanto recordó de aquel sueño al despertar. No le encontró sentido alguno, y por lo tanto rápidamente lo relegó al olvido.

Amanecer del día siguiente, el día de la desgracia. Tras a regañadientes despertarse y dirigirse al baño, Mandy soltó un alarido aterrorizado apenas vio su reflejo en el espejo.

–¿Qué es esto? No tiene sentido. Debe ser la continuación de ese extraño sueño que he tenido anoche, ¡sigo metida en la pesadilla! Sí, eso es –ella trató de convencerse–. ¡Auch! –se quejó tras pellizcarse la mejilla. Mandy no lo podía creer. No era una pesadilla, se encontraba en la realidad. Resulta que su piel se había vuelto púrpura, los iris de sus ojos ahora eran púrpuras, y de un púrpura más oscuro era ahora su cabello. Entonces un pensamiento repentino se le vino a la cabeza.

–Daysy... ¡esa odiosa Peppa Pig me ha maldecido! –Mandy se lamentó presa de la angustia y del pánico. 

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