Trick 12: ¿Una linda characatita en el barrio? ¡El reto del queso helado!

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Lo admito, mi intento de vengarme de Martina fue un verdadero fiasco; aunque también es cierto que todo fue por culpa de esa sarta de inútiles que me tocaron como equipo. ¡Grrr, que rabia me da!! ¡Ah no, pero ni crea esa jirafa oxigenada que ya me he rendido! Lo juro, no descansaré hasta encontrar la oportunidad perfecta para cobrar de una buena vez mi venganza... ¡Basta! Ya debo olvidar este asunto. No vale la pena seguir con lo mismo todo el rato. Es fin de semana, y como dicen por allí: "y el cuerpo lo sabe". Así que lo mejor que puedo hacer ahora es pasármela bien y así desestresarme de esta semana tan terrible que he tenido: ¡He pasado por tanto que ya no doy más! 

***

Carmen

Sábado por la mañana. En la sala de entrenamiento de la escuela Chìbǎng, Mandy y Xian se encontraban en medio de un combate de prácticas.

–¡A ver qué te parece esto! –Mandy se lanzó al ataque–. ¡IAIAIAIA! –ella le propinó una lluvia de puñetazos a su compañero.

–Veo que has venido con muchas energías el día de hoy –Xian tuvo que esforzarse más de lo que había previsto para esquivar los ataques de Mandy.

–¡Toma esto! –Mandy exclamó, y sin previo aviso lanzó una patada de media vuelta dirigida al abdomen de su oponente.

–¡Eso estuvo cerca! –Xian por poco logró hacerse a un lado en el momento justo.

–¡Xian, ¿papá está aquí?! –Jet se apareció por la puerta que conectaba con el resto de la casa.

–¡Uo, uf! –Xian esquivó un par de golpes de Mandy–. ¡No, no se encuentra aquí! Se fue al mecánico a recoger el auto.

–¡¿Es en serio?! ¿Y ahora quién se supone que me dará dinero para salir con mi novia? ¡Mierda, y justo el día de hoy que había quedado con Amy para ir a los carts...!

–Lo siento, Jet. Te prestaría, pero ya sé que nunca me pagarás –Xian le dijo.

–¡Tacaño!

–¿Sabes cuánto dinero me debes hasta ahora de todas las veces que te he prestado? ¿Cómo te atreves a llamarme tacaño?

–Préstame cincuenta soles, hermanito... ¿Cómo dices? ¿Que me los saque nomás? Muchas gracias –Jet dijo y de inmediato desapareció por la puerta.

–¡Jet, ni se te ocurra! ¡Oye, espera!

–¡JAIAAA! –aprovechando la distracción de Xian, Mandy le asestó una certera patada de media vuelta en el abdomen. Xian cayó de rodillas y tomándose del estómago. No podía hablar, pues el ataque le había sacado todo el aire.

–¡Jajaja, una vez más he obtenido la victoria! –Mandy sonrió mostrando los dientes, y con la mano derecha realizó la "V" de victoria.

Xian no respondió nada. Solo gimoteos ahogados salieron de su boca.

–Xian, ¡hey! ¿Estás bien? –preocupada por lo mucho que tardaba su compañero en ponerse de pie, Mandy se le acercó, se puso de cuclillas, y con la mano derecha le tomó el hombro.

Xian asintió. Se echó de espaldas sobre el reluciente piso de madera. –Estoy bien, no te preocupes –una vez recuperó el aire, él finalmente respondió.

–¡Fiu, menos mal! Ya me estaba remordiendo la consciencia por haber usado demasiada fuerza en mi ataque...

–No, lo has hecho bien. Fue mi culpa por distraerme.

–Creo que por el día de hoy ya ha sido suficiente entrenamiento, ¿no te parece, Xian? –Mandy habló con voz agitada.

–Estoy de acuerdo –Xian respondió.

–Oye, Xian. Me estaba preguntando... ¿tienes algo que hacer ahora?

–No, la verdad es que no. La tarde de ayer me la pasé todo el rato ayudando a mamá en el restaurante, así que ahora me ha dejado el día libre. ¿Por qué me lo preguntas? –Xian, ya algo recuperado, se sentó.

–Mira –Mandy se dirigió al vestidor y sacó su mochila. Una vez estuvo de vuelta, de ella extrajo un cupón y se lo mostró a Xian–. ¿Recuerdas ese día en el que me viste detrás del coliseo?

–Eh... ¿te refieres a cuando Samara y sus amigos te agarraron a huevazos, y después tú te enojaste y los perseguiste echa una demente?

–¡Ejem! Sí, ese día. Aunque no era necesario que me recuerdes todos los detalles –Mandy le dirigió una mirada inquisidora–. En fin, lo que quería recordarte es que ese día Samara estaba ofreciendo vales de descuento para la heladería de su tío. De todos los vales ella sorteó el único que servía para reclamar un queso helado totalmente gratis. Y adivina qué: ¡yo lo gané! ¡Mira!! –Mandy le tendió el vale.

Xian lo cogió y lo leyó. –Aquí dice que la heladería pertenece a un nuevo restaurante de comida típica que ha abierto a unas pocas cuadras de aquí. Vaya, no sabía que habían abierto un nuevo restaurante en el barrio –Xian le devolvió el vale a Mandy.

–¿Me acompañas a reclamar mi queso helado? ¡¿Si?!! –Mandy junto las manos y comenzó a tambalearse hacia adelante y hacia atrás cual una niña pequeña cuando se engríe con su padre.

–Claro, no hay problema. Como ya te dije, tengo el día libre.

–¡Perfecto! ¡Vamos entonces!

–¿Así como estamos? ¿No sería mejor que cada uno vaya a su casa y se aliste primero? Quisiera darme un baño.

–Como quieras. Te vengo a buscar en quince minutos, entonces –Mandy no esperó la respuesta de Xian, y salió de la sala de entrenamiento tarareando una alegre melodía. "...I hallucinate when you call my name...", Xian la oyó entonar mientras ella se alejaba de muy buen humor rumbo a su casa.

Xian y Mandy, ya bañados y vestidos con ropa de calle, se encontraban avanzando por una estrecha callejuela del barrio. Allí todas las casas estaban hechas de sillar. Algunas contaban con macetas colocadas en aros de metal clavados en la blanca pared de la fachada, en las que crecían geranios con pétalos de vivo color rojo. Mandy iba en ese momento montada sobre su patineta, impulsándose con un pie de cuando en cuando. Las manos las tenía refundidas en los bolsillos de su short pescador de color negro, y solo las sacaba de cuando en cuando para acomodarse los cabellos que se salían de su amada gorra de lana gris y le caían sobre los ojos.

–Creo que el restaurante está volteando por esta esquina –Xian señaló.

–Haber, déjame ver el mapa del vale... sí, tienes razón. Es aquí a la vuelta.

Ambos viraron hacia la derecha. A media cuadra se veía un letrero de madera que colgaba encima de la puerta y decía "picantería y heladería Jorita". Mandy se adelantó hasta llegar frente a la puerta. Esta era una antigua puerta doble en ese momento abierta de par en par. A un lado de la entrada una joven de su misma edad se encontraba atendiendo un puesto de queso helado, el que consistía en un cilindro alto de madera con una sombrilla amarilla encima. Allí, sobre el cilindro, en una batea de metal estaba contenido el queso helado formando un achatado cerrillo de color blanco crema.

–¡Buenos días! –la saludó la muchachita. Ella vestía sombrero de ala ancha y hecho de paja, falda típica de color guinda, y blusa amarilla con bordados blancos. Su cabellera, de color castaño oscuro, estaba recogida en dos largas trenzas que le caían a los costados de su sonriente carita sonrosada. Su aspecto recordaba al de la tradicional characatita arequipeña.

–¡Woww, que buen disfraz, amiga! –la joven del sombrero de paja se quedó observando boquiabierta a Mandy–. ¿Quién te maquilló? ¡El tono púrpura se ve tan real!

–Dejemos eso para después –Mandy solo tenía ojos para el queso helado.

–¿Deseas un queso helado? Puedes probar una muestra, si gustas –la characatita le tendió a Mandy una pequeña paleta con un poco de queso helado que había sacado de la batea de metal.

–¡Que rico!! –Mandy exclamó tras apurar el queso helado de la paleta–. Sí, quiero uno. Toma –la joven púrpura le alcanzó el vale.

– Oye, Mandy, ¿Por qué me dejaste atrás? –Xian se quejó. Él acababa de llegar.

–¡Ash! Yo no tengo la culpa de que seas tan lento, papito.

–Mmm...

–¡Uy, cuanto lo siento! –la characatita le devolvió el vale a Mandy–. Este vale solo sirve de lunes a viernes. Además, no es para queso helado, sino para una paleta de helado sabor queso helado.

–¿Qué? ¡Eso no puede ser! –Mandy le arranchó el vale a la muchachita y leyó con avidez.

–Discúlpala, por favor. Lo que pasa es que cuando se emociona no se da cuenta de lo que hace.

–No te preocupes, no pasa nada –la characatita le contestó a Xian con una sonrisa.

–Rayos, tenias razón... ¡qué mala suerte! –una vez terminó de leer el vale, Mandy se lamentó, y se tomó la frente con la mano izquierda a la vez que bajó la mirada.

–No te desanimes, amiguita. Si tanto deseas un queso helado, puedo venderte uno. No son caros, en serio – la muchachita de los queso helados trató de animar a Mandy.

–¡Waa, pero yo quería que sea gratis!!

–Lamento el mal entendido.

–Xian, ¡snif, snif! ¿Me prestas para comprarme un queso helado? –Mandy le tendió la mano a su amigo.

–Lo haría, pero mi hermano me ha dejado sin un solo céntimo –Xian sacó su billetera, la abrió y luego la agitó para abajo. Nada cayó.

–¡Maldita sea! ¡¿Por qué tendremos que haber nacido pobres?! ¡¿Por qué?! –Mandy se lamentó, en tanto con los puños comenzó a golpear el pecho de Xian.

–¡Mandy, por favor, ¿quieres calmarte?! –Xian le reclamó–. Je je, señorita, en serio lamento que tengas que presenciar todo esto...

–No te preocupes, no me molesta. Por el contrario, ustedes dos me han animado mucho en esta aburrida mañana –la characatita soltó una discreta risita.

–¡Pues entonces regálanos un queso helado como agradecimiento! –de pronto Mandy se le acercó con las manos juntas y los ojos abiertos y diáfanos.

–¡Mandy, por favor! –Xian ya no podía más con la vergüenza.

–Me doy cuenta que te gusta mucho el queso helado, amiguita.

–¡Por supuesto! ¡Es mi postre favorito!!

–Bueno, pensándolo bien, hay algo que puedes hacer si tanto deseas comer queso helado sin tener que pagar...

–¡¿En serio?! ¡Dime a quien tengo que matar!

–Jajaja, no es algo tan exagerado. Acabo de recordar que el día de hoy hay un concurso de glotones, y en la sección de postres, obviamente, el platillo que se servirá es queso helado. El concurso es simple: pides una ración extra grande de queso helado, y si te la acabas antes de que pasen diez minutos no tendrás que pagar nada por el consumo.

–¡Me apunto! ¡Cuenta conmigo!

–Este, Mandy, no es por querer ser aguafiestas ni nada parecido, pero: ¿Qué harás si no logras superar el reto? –Xian le tocó el hombro repetidas veces con el índice.

–Eso no pasará, ¡estoy segura de que ganaré!

–Solo por si las dudas, este... señorita: ¿Podrías decirme cuanto cuesta la porción extra grande de queso helado?

–Cuarenta soles.

–¡Glup! –Xian tragó saliva.

–¡Confía en mí, sé que ganaré! –Mandy le dio un palmazo a Xian en la espalda.

–¡Uff! ¡Sí que pesa! –sobre una mesa de mantel a cuadros ubicada en el interior del restaurante, la characatita dejó el enorme tazón que contenía el queso helado; era toda una una montaña del tradicional postre arequipeño. Los comensales que a esas horas se encontraban almorzando observaron con curiosidad la escena. Muchos se preguntaron sobre quien podría ser aquella muchachita púrpura sentada frente al enorme tazón. "Quizá sea parte de un show organizado por el restaurante con motivo de su apertura"; "Tal vez se trate del anuncio de una promoción"; "Ahora que lo pienso bien, quizá esa joven sea la mascota publicitaria del restaurante"; "¿Ya vieron? Ella es morada como la chicha de jora"; "Señorita Jora"; "Ella es la chica Jorita, ¿entienden? Chica en vez de chicha": muchas fueron las opiniones y comentarios al respecto. Y es que a todos los presentes la repentina aparición de Mandy les llamó bastante la atención.

–¡Mmm! –Mandy se relamió.

–¡Es enorme! –a Xian la mandíbula se le fue hasta el suelo por la impresión–. ¡¿En serio piensas que podrás acabarte todo esto, y para colmo en diez minutos?!

–¡Por supuesto que podré! Y si no vas a animarme mejor te quedas callado.

–Qué chica para más terca...

–¿Comenzamos? –Mandy se dirigió a la characatita, fingiendo que no había escuchado el último comentario de Xian.

–Espera –la characatita sacó su celular y puso la alarma para que suene dentro de quince minutos–. Me caes bien, amiguita, así que como cortesía de la casa te he dado cinco minutos extra.

– No los necesito, pero si tanto insistes...

–¡Buenas tardes, damas y caballeros! ¡Tengo el placer de anunciarles que dentro de unos instantes ustedes serán testigos de nuestro primer concurso de glotones! La participante en esta ocasión es la jovencita aquí presente. Ella se llama...

–¡Me llamo Mandy, y les aseguro que ganaré!

–Ya la oyeron, amigos. Esperemos que nuestra concursante pueda lograrlo. Así que por favor démosle nuestros mejores ánimos para que así sea.

Los comensales aplaudieron. Muchos estaban impresionados por el tamaño del tazón y por la enorme montaña de queso helado que contenía.

"¡Ánimos, chica Jorita!"; "¡Tú puedes, niña morada!": fueron algunas de las arengas que Mandy oyó exclamar a los presentes. –Grrr –ella soltó un gruñido. Evidentemente no se tomaba demasiado bien las muestras de apoyo.

–¡En sus marcas, listos, ya!! –la characatita dio la orden de inicio.

"¡Vamos, tu puedes!"; "¡Dale, niña de jora!": los comensales animaron cada quien a su manera a Mandy. Muchos aplaudieron y otros hasta silbaron. "¡Cállense, idiotas!", Mandy refunfuñó para sus adentros. Sin embargo, la visión del queso helado hizo que su mal humor se disipe en un instante. –¡Ñam, ñam! ¡A comer se ha dicho! –Mandy exclamó muy contenta, y se puso manos a la obra.

–Por lo que más quieras, Mandy, gana, por favor –Xian estaba sumamente nervioso.

Los primeros tres minutos Mandy comió sin cesar. En ningún instante la cuchara dejó de moverse. Sin embargo, pasado este tiempo, ella comenzó a comer más lento. –Ayyy, ya no puedo más –llegado un momento ella se quejó arrastrando la voz.

–¡Pero si todavía te queda más de la mitad! ¡Ay! ¿Por qué no me escuchaste cuando te advertí? Ya me imaginaba que no podrías acabarte tremendo monumento. ¡¿Y ahora qué haremos?!

–Nunca pensé que diría esto... pero... ¡ya no puedo comer más queso helado!

–¡Maldita sea, Mandy! ¡No me vengas ahora con eso! ¡Te lo comes todo así revientes!

–Qué malo eres, Xian... te digo que ya no puedo más –Mandy hundió la cabeza sobre el tazón de queso helado. "¡Oh!", los comensales expresaron su desilusión.

–Este, amiga, perdón eh... ¿Cómo te llamas? –Xian se acercó a la characatita con cierto temor.

–Me llamo Carmen, ¿y tú?

–Xian, mi nombre es Xian. Carmen, lo cierto es que no sé cómo decirte esto, pero... la verdad es que ni mi amiga ni yo tenemos dinero para pagarte ahora... ¡pero no te preocupes! Ambos vivimos cerca, así que te pagaremos. Es más, yo te lo pagaré hoy mismo. Solo tienes que acompañarme a mí casa, es en el chifa de aquí nomás...

–Tranquilo, tranquilo, Xian –la characatita le mostró una divertida sonrisa–. No te preocupes por eso. Solo déjame la dirección de tu casa y más tarde cuando me desocupe del restaurante iré a cobrarte. Además, ahora lo más importante es que lleves a tu amiga a su casa. Mira nada más lo mal que ha terminado la pobre.

–Je je, sí, creo que tienes razón –Xian esbozó una sonrisa nerviosa.

Xian llamó un taxi para llevar a Mandy a su casa. La subió en el vehículo y él ya estaba por entrar, cuando en eso cayó en la cuenta de que no tenía ni un céntimo para pagar la carrera.

–¡Pero que torpe soy, si no tengo ni un céntimo! –él se lamentó tomándose la cara con la mano derecha.

–¡Oww, se te ve tan tierno cuando estas preocupado! –la characatita se le acercó–. Toma –ella le alcanzó un billete de diez soles–. Ya me los pagas cuando vaya a tu casa.

–Gracias, muchísimas gracias –Xian junto el puño derecho contra la palma izquierda, y realizó una ligera venia. Luego de ello se subió al taxi y el vehículo partió al poco rato. Carmen se despidió con una sonrisa y agitando la mano derecha.

Varias horas después, Mandy se encontraba postrada sobre su cama y lamentándose de lo mucho que le dolía el estómago.

–¡Ay con esta chiquita! ¡Si serás, si serás! –su madre entró a la habitación con el teléfono inalámbrico–. Toma, es tu amigo Xian. Dice que como no le contestabas el celular tuvo que llamarte al fijo. El pobre chico se nota que está muy preocupado por ti.

–Haber mamá. Pásame el teléfono, por favor.

–¿Quién es, Mandy? –preguntó Robin.

–¿Es el chico que te trajo a casa ahora en la mañana? –preguntó Tabata.

–¡Chispas! –los dos niños se miraron entre sí, y luego miraron a Mandy–: ¡Mamá, Mandy tiene novio!

–¡¿Qué hacen ustedes aquí, par de engendros?! ¡Largo de aquí!

–¡Mandy! ¡Cuántas veces te he dicho que no les llames así a tus hermanos! Tal parece que quieres que te deje sin propinas hasta que acabes el colegio, ¿no?

–¡No, mamá, eso no, por lo que más quieras! – Mandy le suplicó a su madre.

–Bueno, ya lo hablaremos después. Niños, salgamos un momento, que Mandy va a hablar con su novio...

–¡Mamá!!

–Con su amigo, ay... ¡Perdón, hija!

Una vez Mandy se quedó sola, se llevó el teléfono al oído.

–Mandy, pensé que estarías agonizando, pero por los gritos que te he oido lanzar parece que te encuentras muy bien de salud.

–¿A sí? Je je, ¿qué cosas no? Y de casualidad, este... ¿también llegaste a oír lo que dijo mi mamá?

–Pues sí.

–¡Mierda! Sabes qué, Xian, no hagas caso de nada de lo que hayas oído. Mi mamá es bien bromista y siempre sale con alguna tontería para fastidiarme.

–Tranquila, no te preocupes por eso. Lo importante es que ya estas mejor.

–Pues sí, je je, tienes razón. Por cierto, gracias por haberme traído hasta mi casa.

–No fue nada. Estoy seguro de que tú hubieras hecho lo mismo por mí.

–Je je, sí, seguro que sí... Oye, Xian, por cierto, ¿Cómo hiciste para pagar por el queso helado? ¡¿Y por el taxi?! Porque mamá me contó que me trajiste en taxi.

–Carmen me prestó dinero. Ya no te preocupes por eso.

–¿Carmen? ¡¿Se puede saber quién rayos es Carmen?!

–Carmen, la chica de los queso helados. A ella me refiero.

–¡Grrr! Así que ya te sabes hasta su nombre, ¿eh? Y encima lo dices así tan fresco, como si entre ustedes dos existiera una confianza de toda la vida. Ahora me doy cuenta de que resultaste ser todo un mujeriego, Xian.

–¡Claro que no, yo no soy de esos! –Xian replicó indignado–. Si le pedí su nombre fue porque tenía que ganarme su confianza para que así ella me acepte el pagarle después la deuda, la que, por si ya se te olvidó, tú provocaste.

–¡Xian, Carmen ya irse! ¡Ven a despedirte! –en eso Mandy oyó por el auricular la voz de la madre de Xian.

–Ajá, y seguro que invitarla a tu casa también forma parte de tu plan para ganarte su confianza, ¿no es así? ¿Sabes qué, Xian? ¡Adiós! –Mandy colgó la llamada hecha una furia.

–¿Qué? Mandy, espera, hey. ¡Mandy! –Xian contempló el teléfono con gesto confundido–. ¿Y ahora qué le pasa?¡Definitivamente no te entiendo, Mandy Carpio!

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