Voy dando tantos giros
que ya no sé dónde estoy,
voy haciendo tantos desgastantes
cambios que he perdido mi norte.

Me cuesta mantener la respiración
y tan solo pensar que no sé qué
va ocurrir mañana me asfixia,
no puedo controlar todo a mi alrededor
y eso me aniquila lentamente.

Mientras más me adentro a los rumbos
de la vida para encontrar mi camino,
más me extravío en la desdicha de
mi incapacidad de tomar decisiones,
caigo al vacío tan frágil y vulnerable
que basta un soplido para desvanecerme.

Mi mente es mi mayor aliada y enemiga,
tiene arrebatos de motivación y optimismo
haciéndome sentir capaz de todo,
pero cuando menos me lo espero me hace
sobreanalizar cada parte de mi existencia
solo para sentirme al final miserable
ante lo insignificante que es mi vida.