XXI. Visitante

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Ana se levanta disparada de su asiento y camina hacia la puerta principal, con Buzz y Kian pisándole los talones. Buzz está tronándose los nudillos, jugueteando con sus dedos de manera ansiosa. El ruido en el silencio enloquece a Ana.

—Deja eso —espeta ella. Su mano se envuelve alrededor del pomo de la puerta, lista para abrir. Buzz la mira con incredulidad.

—¿Así que los cazadores de héroes están en la puerta y solo vas y atiendes? —sisea él, intentando apartarla.

—¿Qué? ¿Y crees que puedes con ellos? —Ana exige, en voz baja. Aleja las manos de Buzz con una palmada, pero él no cede. Ambos se quedan ahí por al menos diez segundos dándose manotazos como niños antes de que Kian por fin los detiene.

—No tenemos que poder con nadie —les dice, separándolos del otro—. No tenemos que pelear con nadie. No sabemos por qué están aquí. Abrimos la puerta, respondemos sus preguntas y se irán.

Ana lo miró con los ojos entrecerrados.

—Debes tener alguna experiencia con estos tipos entonces —dice ella, Kian se encoge de hombros.

—Mi truco es que siempre y cuando no actúes como si fuera la gran cosa, entonces no es gran cosa —dice, alisándose la camisa. Mira por encima de Ana por un rato antes de observar hacia adelante y tomar los anteojos de lectura de Buzz—. Pero ponte estos, ayudarán con el disfraz.

Ella lo hace, y Anastazya se siente como si estuviese mirando a través de una puerta de cristal manoseada. Todo está ligeramente fuera de foco.

En la puerta hay una fuerte conversación, sacudiendo el marco con su fuerza. Buzz parece que va a vomitar. Kian mira a Ana a su lado, con una pequeña sonrisa en su rostro, pero sus puños están tan apretados que tiemblan. 

—Quizá puedes irte y pretender que estás cocinando algo —murmura Buzz, dejándose caer sobre el sofá y encendiendo su televisor roto. A través de la estática, una caricatura se reproduce sin volumen. Ana se apresura hacia la pequeña —aunque sorprendentemente limpia— cocina. No sabía cocinar. ¿Y si meneaba agua del grifo en una olla?

Dándole la espalda, la puerta se abre. Ana escucha la voz del hombre y un escalofrío recorre su columna. Era gutural y profunda, como si se hubiera fumado una caja de cigarrillos cada día por los últimos veinte años.

—Hola, yo soy el Dr. Edgar Boswick, soy el ayudante del presidente del condado de Brooklyn. ¿Cómo se encuentra usted hoy? —pregunta con amabilidad. Ana quiere imaginarse una cálida sonrisa en su rostro, pero no parece poder colocarla a la imagen mental del hombre en su cabeza. Menea la olla con más vigor.

—Estoy bien, ¿y usted? —Kian responde con calma.

—Me encuentro bien, gracias por preguntar. Mi equipo y yo estamos encuestando a los residentes del condado de Brooklyn acerca de unos recientes disturbios en los vecindarios. Solo estamos intentando medir nuestra respuesta basada en el nivel de preocupación de nuestros residentes. ¿Puedo hacerle unas cuantas preguntas? —dice. Ana mira por encima de su hombro para echarle un vistazo al hombre. Está bien vestido, con una camisa abotonada hasta arriba, pantalones de tela y afilados zapatos de vestir. Su cabello se ha tornado plateado con la edad y su peinado está impecable. También está bien afeitado, con una tabla asegurada en las manos. La está apretando con fuerza, demasiada para un hombre que solo hace encuestas a sus residentes.

—Por supuesto que puede, señor —le dice Kian, apoyándose de manera estratégica en el marco para que el doctor no pueda mirar hacia adentro.

—Primero, en una escala del uno al diez, ¿qué tan seguro se ha sentido desde que reside en Brooklyn?

—Como siete y medio. Es que a una cuadra están unos cuantos indigentes particularmente problemáticos que me dificultan caminar solo a veces —responde Kian, moviendo los pies de manera incómoda. Ana intenta reprimir una mueca de desagrado. Fury le había enseñado montones de cosas sobre la naturaleza humana durante su época como agente de S.H.I.E.L.D. Una que se le había quedado grabada es que, cuando las personas mienten, hablan demasiado. Añaden detalles que sobran. Kian, en definitiva, estaba hablando un poco de más.

El hombre hace una pausa.

—Anotado. Segunda pregunta, ¿se ha enterado del alarmante incidente que ocurrió en Central Park a principios de esta semana?

A Ana se le hiela la sangre.

—No, no me he enterado.

—A la mayoría de los espectadores se les pagó, pero unos pocos han debido escapar sin ser sobornados. Los rumores han llegado a los oficiales de la ciudad. Una persona actualmente sin identificar fue vista atacando civiles inocentes cerca de este parque con sus... dones.

No eran inocentes, eran monstruos.

—Eso es terrible. Pero ¿no sabía que Midtown Manhattan era parte de su jurisdicción?

—No lo es —responde el hombre con rapidez. Ana puede imaginar que tiene la mandíbula tensa—. Pero la seguridad del condado es crítica. Parece que en años actuales la gente dotada de Nueva York ha causado y causará daños sin precedentes si permanece sin control. Daños y peligros que pueden llegar a cada parte de la ciudad. Como ayudante del presidente de este condado, mis planes son controlar el crimen, y ningún individuo está exento de eso. Sin importar cuán poderoso.

Ana puede oír la fricción de los vaqueros de Kian contra el marco de la puerta mientras este se remueve incómodo.

—Ya veo.

—Sí. Así que, mi última pregunta es si está usted dispuesto a firmar una petición para llevar al ayuntamiento para que los individuos dotados de nuestra ciudad sean registrados en una base de datos pública, y que así podamos evitar que suceda de nuevo una tragedia como la que hubo en Central Park.

Tragedia. Quizá para los demás, ella era un monstruo.

—Por supuesto. —Hay una pausa en lo que Kian escribe su nombre en la tabla del sujeto—. ¿Eso es todo?

—Sí, señor, gracias por su tiempo.

La puerta se cierra, sacando a Ana de sus humos. Sus manos aprietan la cacerola de agua y la observa con ojos vacíos mientras hierve.

—¿Por qué mierda firmarías esa petición? ¿Acaso no es muy malo para nosotros y la superhumana que estamos alojando en nuestro cuarto extra? —Buzz le grita. Kian lo hace callar, presionando un suave dedo sobre sus labios mientras se apoya de la puerta, escuchando movimiento. Después de un rato, él suspira.

—No necesito que ese hombre piense que esta casa le causará problemas. Y no necesito que regrese —le dice Kian a Buzz—. Además, no creo que esa propuesta sea aceptada. Es una invasión directa a la privacidad.

—Es una lista negra, eso es lo que es —afirma Buzz—. Maldita locura.

Kian se aparece en el hombro de Ana.

—¿Para qué hierves agua?

Ana suelta el mango y observa mientras la ebullición se ralentiza y se convierte en una escasa sustancia a fuego lento y luego en nada en absoluto. Sus oídos se agudizan en cuanto escucha el crujir de las escaleras mientras el hombre se dirige a visitar a los vecinos de arriba de Buzz y Kian. Kian debe notar su falta de respuesta, pero cuando va a hablar, Buzz lo interrumpe.

—Eso no estuvo tan mal. —Suspira Buzz, finalmente apagando el televisor y poniéndose de pie.

—Sí, eso es porque a ti te tocó sentarte en el sofá y no hacer nada. —Kian bufa, empujándolo de manera juguetona—. Por suerte el doctor estaba jugando a ser político, y no justiciero.

—Ana, ¿sabes de quién estaban hablando que estuvo  en Central Park? Queda justo al lado de la torre, ¿no es así? —pregunta Buzz, recostándose sobre su destartalado comedor. Ana no puede apartar sus ojos de la cacerola humeante, su corazón palpitante estremece sus huesos.

—Sí —dice con dientes apretados—, lo sé.

—¿Entonces? —exige Buzz—. ¿Qué clase de héroe de mierda va por ahí matando gente inocente en plena luz del día?

Ana se gira hacia él, con su rostro retorcido en una expresión indescriptible. Kian da un paso atrás. Ana se queda mirándolo solo por un rato más antes de negar con la cabeza. Kian y Buzz ya sabían demasiado, ya se habían acercado demasiado a todo esto.

Necesitaba irse, y pronto.

—¿No escuchaste a Kian? Es una invasión a la privacidad.

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No tienen idea de lo rápido que traduje este capítulo, Mika (la autora) apenas lo subió ayer.

¡Ojalá les haya gustado! Apuesto a que no fui la única que creyó que serían los Vengadores buscando a Ana.

En otras palabras, no pierdo la esperanza de un posible encuentro de Kian y Buzz con el equipo —especialmente Pietro—, ¿qué opinan?

¡Cuídense!
xoxo

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