Capítulo 4 | Rumores (Parte II)

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Capítulo 4 | Rumores. (Parte II)

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CHAD

Cuando llegué aquí nunca me di la oportunidad de salir de la enorme casa y examinarla por fuera. Pese a que había un sol resplandeciente, el clima aún seguía algo frío y con aroma a tierra mojada. Las hojas de los enormes árboles seguían húmedas. En conclusión, el ambiente estaba como cuando termina de llover. Por suerte me había puesto unas zapatillas que no usaba mucho, así que el barro bajo mis pies no era un problema cuando me dirigía hacia el galpón de la casa. Creí que allí podría haber algo que me explicara el porqué de tantas cosas raras que sucedían.

A lo mejor encontraría una muñeca de trapo o algún objeto maldecido. Me sentía como esos invetigadores paranormales, hasta que me di cuenta de que se requería más valor y estar preparado mentalmente para cualquier cosa. Porque ya de pie dentro del frío y casi oscuro galpón, me hizo pensar en que si era buena idea o no hurgar en las cosas de mis bisabuelos. Pero a la vez me hizo pensar en porqué no había nada de ellos en la casa, ni siquiera una foto.

Encendí la linterna que llevaba, y alumbré en busca de alguna ventana que se pudiera abrir.

—Qué asco —Expresé luego de soltar un esturnudo debido al polvo. Cuando encontré una ventana me dirigí hacia ella y quité las viejas y podridas tablas clavadas en forma de equis que impedían abrir los postigos. Todo cayó al suelo fácilmente y entonces pude abrir la ventana con un poco de esfuerzo, soltando luego un polvo desagradable.

Tosí un poco mientras  movía mi mano libre en  busca de esparcir lejos la tierra en el aire. El lugar en definitiva se veía mucho más claro, y eso mismo hizo que se me erizaran los bellos y un escalofrío me recorriera. Habían algunos muebles cubiertos por sábanas blancas llenas de polvo, en algunas esquinas habían amontonadas tablas viejas que creí podrían servir para el fuego. Pero lo que más me sorprendió y me dejó helado fue ver entre objetos que no tenían utilidad alguna, una manta color rosa que ocultaba algo que bien me llegaba hasta la rodilla.

Me acerqué dejándome llevar por mi curiosidad,  y al quitar la manta me llevé la sorpresa de encontrar una muñeca de porcelana sentada en una pequeña silla de mandera color roja. Su aspecto era algo tétrico ya que estaba vieja, sucia y un poco rota. Pero aún así se podía contemplar lo hermosa que era. Su cabello era rubio y estaba suelto, su vestido era azul y sus zapatitos negros. Pese a que para cualquiera solo podría ser una muñeca común y corriente, a mí me incomodaban sus grandes y azules ojos, tal vez por el hecho de que me encontraba en un lugar oscuro y todo el asunto de las cosas raras que pasaban aquí ya me tenían paranoico. Me puse de cuclillas y acerqué mis manos a la muñeca dispuesto a agarrarla.

—¡ALTO AHÍ!

Pegué un brinco del susto y miré con temor hacia la persona que gritó aquello. Se trataba de un viejo con poco pelo en la cabeza y con algo de panza, vestía un mameluco sucio y por el logo que tenía supe que se trataba del señor de la electricidad. Lo miré con el ceño fruncido cuando empezó a carcajearse estruendosamente.

—¡Debiste ver tu cara, niño!

Me puse de pie y lo miré de mala gana. Él había abierto la puerta del galpón fuertemente a propósito para asustarme.

—Oh, hola, cariño—Saludó mamá apareciendo por detrás del viejo, mirándome con una sonrisa tensa—. ¿Qué haces aquí?

—¿Quién es él? —Pregunté con la intención de hacerle saber al viejo que no me había causado gracia su "chistecito". Él, al percatarse de mi rostro de pocos amigos, dejó de reír y se presentó sin dejar de sonreír burlona mente.

—Eh, tranquilo campeón —Dijo—. Mi nombre es Sam y soy el electricista. Así que, ¿por qué no te haces a un lado y me dejas ver cual es el problema?

—Aquí no están los cables de electricidad —Dije fríamente.

Él parecía divertido.

—Hazte a un lado, muchacho—Pasó por mi lado ignorándome—. Conozco esta casa como la palma de mi mano, ¿sabes?

Fruncí mi ceño con curiosidad y lo observé buscar algo. Cuando pareció encontrarlo hizo a un lado algunas maderas viejas, dejando ver a la vista los cables de la electricidad.

—¿Por qué dice eso? —Pregunté por lo anterior que dijo.

—Dicen que la casa está embrujada, niño. Todos saben eso.

Ladeé mi cabeza un poco y vi como mamá se acercaba a mí, colocando una mano en mi hombro para después hablarme en un tono bajito.

—No le hagas caso. Está un poco loco, es lo único que logré encontrar para que nos ayude aquí.

Sin embargo, gracias a todas las cosas raras que pasaron aquí, eso me hace dudar. Por lo que decido investigar.

—¿Está embrujada? —Mamá me mira mal por insistir.

El hombre comienza a trabajar.

—Sí, muchacho. Más de un pueblerino ha dicho que se ven o escuchan cosas extrañas aquí. Claro que fue antes de que la casa fuera habitada por ustedes.

—¿Cómo qué cosas extrañas? —Me atrevo a preguntar acercándome más al hombre. Mamá suelta un bufido y se va del galpón.

—Pues... Cuando pasan por aquí dicen ver una silueta en la ventana o sentada en el pórtico de la casa.

—Pero pudo haber sido una persona normal, ¿no? —Cuestino, sintiendo una inquitud en mi pecho.

Él viejo se encoge de hombros.

—Puede ser. Pero también hay jóvenes que dicen haber venido en la noche a... ya sabes, hacer tonterías de adolescentes, y cuando quieren entrar a la casa algo los aleja.

—¿De qué forma?

—Se ve que estás muy interesado.

Carraspeé incómodo y desvíe la mirada hacia la muñeca.

—¿Qué le digo? Han estado pasando cosas.

—Otra confirmación de que la casa está embrujada.

Me acerqué al hombre y me apoyé en la pared, de brazos cruzados lo observé cambiar unos cables que parecían quemados por otros nuevos.

—No lo entiendo.

—¿Sabes quiénes eran los antiguos dueños, niño? —Preguntó el hombre. En ningún momento dejó de hacer su trabajo mientras me hablaba.

Me encogí de hombros.

—Sí. Pero no los conocí —Respondí recordando a mis bisabuelos.

—El señor y la señora Jenkins, los brujos del pueblo.

Abrí mis ojos con sorpresa y me quedé de piedra. ¿Brujos? ¿Mis bisabuelos eran brujos? ¿Por qué mamá no me mencionó eso? Tenía muchas preguntas, pero lo que más me incomodaba era saber que estaba viviendo en la casa de unas personas que Dios sabe qué cosas habrían hecho aquí.

—Oh—Fue lo único que dije.

—Sí. Nadie los quería ya que los culpaban de muchas desgracias que pasaban aquí. Es más, cuando ellos iban al pueblo, aunque rara vez salían de su casa, la gente solía mostrarle cruces o decían algunas frases de la biblia—Rió fuertemente el hombre—¿Puedes creerlo?

—No—Respondí distraídamente sin poder salir de mi asombro aún. Sacudí un poco la cabeza volviendo en mí y decidí preguntarle algo que no me contestó —: ¿Por qué dijo que conoce la casa como la palma de su mano? ¿Ha estado aquí antes?

De pronto unos ruidos me hicieron pegar un pequeño brinco y a continuación el lugar fue más iluminado por la luz. La electricidad había sido arreglada.

—Bueno, ahora solo quedaría ver lo del gas y el agua. Aunque lamento decirte muchacho que eso tendrá que ser mañana a primera hora porque ahora tengo prisa—Dijo el hombre metiendo lqs herramientas en su maletín para luego cerrarlo y tomarlo en mano—. Le dices a tu madre eso.

Y antes de que yo pudiera preguntarle algo o siquiera despedirme, él se fue rápidamente.

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