Capítulo 6 | El Cura (parte II)

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Capítulo 6 | El Cura (parte II)

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CHAD

Bajé del auto y mis botas se llenaron de barro. Maldecí por lo bajo por mi descuido. Me di cuenta de que en este lugar llovía con frecuencia, ya que el cielo comenzaba a tornarse oscuro y el aire olía a tierra húmeda.

Mamá intercambió algunas palabras sin importancia con el Cura y avanzó hasta la casa con él. Georgie y yo los seguimos en silencio.

—Cariño, tú y Georgie quédensen en el auto. —Ordenó mirándonos por encima de su hombro.

—Pero yo quiero ir—Se quejó mi hermano, pero al recibir una mirada de advertencia por parte de mi madre guardó silencio.

Ambos nos dirigimos de vuelta al auto y nos quedamos adentro en  silencio. Georgie jugando con su tableta y yo metido en mis pensamientos.

¿Qué pasaría ahora? ¿Encontrarían algo? ¿Sería peligroso? He visto muchos documentales respecto a cosas paranormales y posesiones demoníacas. No quería que alguno de nosotros fuera afectado.

¿Qué tanto hicieron mis bisabuelos para conseguir tal fama del pueblo? Además, ¿qué no habían pasado muchísimos años como para que la gente siguiera creyendo tales cosas de la casa? Es como si se hubieran convertido en una leyenda.

«Conozco la casa como la palma de mi mano» Las palabras de Sam vinieron a mi cabeza, llenándome más aún de confusión y preguntas. De pronto recordé que él dijo que estaría aquí mañana a primera hora, así que tendría la oportunidad de seguir con mis preguntas. Y esperaba que él supiera responderlas.

—¡Muere! ¡Muere!

Miré a mi hermano por el espejo con el ceño fruncido.

—No grites, Georgie.

—¡Pedazo de porquería! ¡Hazte a un lado! —Me ignoró y siguió jugando. Me desconcertó el tono de voz y lenguaje que usó ya que mamá en esa tema lo tenía muy controlado. Pero lo dejé pasar por estar tan preocupado mirando la casa en señal de que pasara algo raro.

Un momento...

—Oye, Georgie—Lo llamé dándome vuelta para poder mirarlo, ya que me encontraba en el asiento del copiloto y él atrás.

—¿Qué?

—¿Quién es Dixie? —Pregunté con seriedad.

Él dejó de mirar la tableta para después posar sus ojos azules en mí, confundido.

—¿De qué hablas? —Preguntó.

—Ya sabes de qué hablo. Lo dijiste hace un momento en el pueblo. Dijiste que es tu nuevo amigo—Expliqué atento a alguna reacción de su parte.

Sin embargo, él arrugó la frente y negó con la cabeza.

—No sé de que hablas, Chad.

—Georgie... —Dije con advertencia.

—¡Es en serio! ¡Estás loco! ¡No sé de que me estás hablando! —Gritó tomándome por sorpresa por su alteración.

—Bueno, bueno, cálmate—Pedí ahora siendo yo el confundido. Él siguió jugando con la tableta y gritando groserias hacia el juego.

Solté un suspiro y bajé del auto cerrando la puerta detrás de mí y comencé a caminar hacia la casa. Pude sentir la llovizna en mi piel y la fresca brisa. Caminé procurando no pisar algún charco de lodo y así embarrar más mis botas. Debía de acostumbrarme a este tipo de clima ya que en mi antigua ciudad llovía rara vez.

Cuando llegué hasta la puerta pegué mi oreja a esta para saber si podía escuchar algo que delatase  saber qué estaba pasando. Sin embargo solo escuché murmurmos ininteligibles. Abrí la puerta y me adentré silenciosamente. Por suerte mamá y el Cura estaban de espaldas así que no me vieron.

—...Por eso recitaré algunas frases de la Biblia para saber si aquí hay algo. Y también echaremos agua bendita y deberán de poner algunas cruces hasta que cualquier ente no moleste más —Escuché explicar al Cura.

—¿No nos podrá hacer daño mientras?

—Si cargan con un crucifijo es poca la probabilidad de que suceda. De todas formas...

Y antes de que el Cura pueda terminar de hablar, una silla se deslizó hasta él por detrás tan bruscamente que ésta golpeó sus rodillas desde atrás, haciéndolo caer sentado en la silla. Mamá gritó cubriéndose la boca.

—Guarde la calma, señora—La voz del hombre sonaba extrañamente tranquila—. Este ente no es malvado.

—¿Cómo lo sabe? —Preguntó mamá algo alterada.

Sí, ¿cómo lo sabe?

—Cómo sabrá, conozco la casa por los rumores y cada vez que he venido a echarle un vistazo el ente me juega bromas pesadas. Así que ya estoy acostumbrado.

—¿¡Y procura que me calme con eso?!

—Mis sospechas apuntan a qué se trata de un duende.

—¿¡QUÉ?!

Quise acercarme e involucrarme en el tema, pero de reojo vi algo que me desconcertó por completo. En las escaleras (hacia arriba) vi una silueta moverse y esconderse en la pared. Así que dejándome llevar por la curiosidad salí de mi escondite y caminé silenciosamente hasta las escaleras para subir rápidamente por ahí. Mi corazón comenzó a latir de manera acelerada y sentí mi piel erizarse.

Las escaleras del ático estaban colgando, como si alguien hubiera abierto la puerta. El interior estaba oscuro así que no pude ver mucho por más que haya dado dos pasos más hacia adelante. Quise subir ya que mi curiosidad era mucho más grande que mi miedo a poder encontrarme con algo pertubador, pero un susurro me desconcertó por completo.

Medianoche.

Tragué saliva y miré hacia mis lados buscando la persona responsable de esa voz, pero en vano. Porque algo me decía que, fuera lo que fuera esa cosa, tenía que ver con las cosas extrañas que estaban sucediendo. Miré una vez más el ático y tomé las escaleras para  empujarlas hacia arriba, provocando que la pequeña puerta se cerrara. Volví a bajar y me encontré con que el Cura estaba diciendo algunas oraciones cristianas. Observé a mi madre quién me pidió no decir nada y se acercó a mí para susurrarme:

—El hombre dijo que no hay nada qué temer. La cosa que esté aquí no es mala y solo quiere jugar—Hice una mueca —. Lo sé, es horrible. Pero hey, estoy segura de que todo terminará. Solo confía en Dios.

—Bueno—Dije no muy convencido, viendo como el Cura terminaba su trabajo y se giraba hacia nosotros.

—Les dejaré un poco de agua bendita para que rocíen la casa y esperemos que esto sea suficiente.

Mamá y yo asentimos con la cabeza y despedimos al Cura, quién dijo tener que irse ya que tenía cosas qué hacer. Mi madre se ofreció a llevarlo de vuelta y me puso a cargo de Georgie. Ella dijo que volvería rápidamente y que mientras tanto mi hermano y yo juntemos leña para la estufa. Acepté a regañadientes.

No le diría lo que pasó con el ático. Era raro, pero sentía que algo sucedería a la medianoche pero no sería peligroso. Pase lo que pase, estaba seguro de que mi curiosidad se adueñaría de mí sin pensar en las consecuencias.

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