Capítulo 40. Luke.

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—Quiero llevarte a cenar a un lugar elegante.

Becca presiona los labios, mirando sus atuendos en el clóset de la habitación con las manos en la cadera. Será nuestra primera noche libre desde hace un tiempo, quiero que sea especial.

Y por especial me refiero a asegurar que habrá sexo.

—Supongo que puedo usar un vestido y tacones, pero es todo lo que obtendrás de mi.

—¿Te refieres a la ropa, verdad?

Ella asiente. Sostiene la toalla que la envuelve y gira para mirarme.

—Sal de aquí ahora, si quieres que me vista. Solo conseguirás sexo si me alimentas primero.

Le dedico una gran sonrisa.

—Esa es mi chica.

Cierro la puerta detrás de mí y también me dirijo al baño. No tuve tiempo de ir a mi departamento por ropa limpia, así que solo tomé unos boxers y un par de calcetines de los que guardo en casa de mamá para tomar una ducha rápida.

Mi plan consiste en salir a cenar, luego ir a mi departamento lejos de Brandon y sus interrupciones. Y si jodida cerveza sin alcohol.

Aliso mi traje lo más que puedo, dejando mi cabello despeinado y libre para que seque con la brisa fresca. Luego espero por Becca en la sala.

Ella no tarda en salir, llevando un vestido negro escotado y tacones, su cabello rojizo está suelto sobre sus hombros. Hermosos rizos rojos tan largos que llegan al borde de sus tetas.

—No voy a maquillarme —se queja—. La última vez que usé este vestido estaba casada.

—Te ves preciosa, mamita. —sonrío como bobo mirando el profundo escote—. Y creo que estas son mis nuevas gemelas favoritas.

Becca se ríe de mi, toma el bolso de la encimera y la sigo afuera hasta el auto. Por supuesto, ella conduce de nuevo. Lanzo la ropa sucia en la cajuela antes de subir al asiento.

—¿Y a dónde vamos?

—Conseguí reservación en el restaurante Mile High —tomo su mano de la palanca de velocidades para besarla—. Bienvenida al viaje todo pagado por la experiencia de tu vida.

Becca se ríe de nuevo, liberando su mano para seguir conduciendo al restaurante. Estaciona al frente para entregar el auto al valet parking y espera en la acera a qué yo baje.

—Aun me preocupa tu pierna, Luke. Tendrías que estar descansando.

Me aseguro de pasar mi brazo por su cadera cuando camino junto a ella porque esta cita tiene qué ser perfecta.

—No te preocupes por mí pierna, mamita. —la llevo al ascensor—. Preocúpate por las tuyas.

La pelirroja golpea mi abdomen en un gesto juguetón mientras el ascensor sube hasta el piso. Nos detenemos en la entrada para hablar con el chico del restaurante.

—Buenas noches, tengo una reservación a nombre del señor Sawyer —deslizo los billetes en su mano, como acordé en la llamada previa.

—Por supuesto, señor y señora Sawyer. Por aquí.

El chico guarda los billetes y nos guía personalmente hasta una de las mesas. No es la mejor, pero es algo tomando en cuenta el poco tiempo que tuve para organizar todo.

Dejo que Becca ordene la cena para ambos, incluso dejo que elija el vino porque ella sabe más de esas cosas que yo. Luego me limito a seguir la conversación.

—¿Brandon sabe de esto? —señalo al restaurante—. Sabrá que ustedes no llegaron a dormir.

—Si, lo sabe. —corta el filete a la parrilla y lo pasa por el aderezo—. No está de acuerdo, pero soy una mujer adulta.

Mierda, la mujer es dura. Es como un Christian con tetas.

Saca esa maldita idea de tu mente, ahora.

—¿Quieres irte ahora o quieres tomar un postre? —ofrezco.

Becca hace un gesto con la boca, mirando el menú. Espero que prefiera irse para llevarla a mi departamento, pero ella mantiene los ojos en los postres.

—¿Crees que debería llamar a tu madre? Ya sabes, solo para asegurarme que todo está en orden.

—Lo está —alejo el menú de sus manos—. Si mamá necesitara ayuda, no dudaría en llamar. Lo prometo.

Levanto la mano para que el camarero se acerque y poder pagar la cuenta mientras terminamos lo último de nuestras copas. He hecho esto muchas veces, sé cuando la suerte está de mi lado.

Becca tiene que conducir de nuevo, y esta vez le digo como llegar a mi departamento. Dios, espero que esté limpio. Y aún tenga cerveza. Estacionamos en mi puesto y señalo mi edificio.

—Bienvenida a mi hogar, mamita.

Sus cejas rojizas se fruncen.

—¿Vives en esta zona? Esta llena de bares y clubes nocturnos.

—¡Lo sé! ¿No es genial?

Gira para mirarme con esa expresión irritada que tiene Christian. Bajo del auto y extiendo mi mano hacia ella para que la tome, ambos yendo por las escaleras.

—¿Por qué no usas el ascensor? —señala el aparato en el rincón.

—¿Crees que tengo este cuerpo caliente por estar sentado sobre mi culo? Me mantengo activo todo el tiempo que pueda.

Ahora pone los ojos en blanco.

—Si, recuerdo cuán activo eras, Luke.

Mierda, ahora estoy nervioso. ¿Y si mi departamento no le gusta? ¿Y si le parece demasiado simple? ¿O hace preguntas sobre otras mujeres?

Pongo la llave en el cerrojo y empujo la puerta, el foco encendido en la sala me indica que la ama de llaves del edificio estuvo aquí. Gracias Dios, sábanas limpias.

—Es lindo —camina por la pequeña sala—. Un departamento de soltero, sin duda.

—No soy muy exigente, mamita. Una cama, un refrigerador y una televisión es todo lo que necesito para ser feliz.

—Me gusta —se mueve ahora a la cocina—. Sencillo pero agradable. Realmente no pensé que fuera así.

—¿Ah, si? —busco en el refrigerador la botella de vino tinto que siempre tengo lista y un par de copas—. ¿Qué esperabas?

Sus cejas se entrecierran.

—Latas de cerveza, posters de mujeres desnudas y una cama enorme con un espejo en el techo.

Tenía un calendario.

—No pierdas la fe, no has visto la habitación todavía.

Ella sonríe y le entrego la copa, luego señalo la sala para que empecemos con la seducción. Me dispongo a seguirla cuando mi móvil timbra con una llama.

—Oh Dios, ¿Es tu madre? —pregunta a medio camino en de la sala.

—Es Christian.

Lo cual es extraño porque cuando está solo con Ana solo piensa en su pene. ¿Cambió de opinión sobre el trío?

—¿Christian? —respondo la llamada, regresando a la cocina para recargarme en la encimera—. ¿Qué ocurre?

—¿Hablaste con el jodido Abernathy? —dice sin saludar—. Me llamó para disculparse, aunque no entendí una mierda.

Veo a Becca girar para acercarse al sofá, pero se detiene con la copa en la mano y camina hacia la puerta. No sé que hace, mi atención puesta en escuchar a Christian.

—... Que mencionaste algo sobre ser idiota o algo así, se disculpó por los malentendidos con Ana. —sigue diciendo, mi atención cambiando ahora a Becca cuando abre la puerta.

Se queda ahí parada, hablando con alguien porque estira la mano. ¿Quién podría ser a esta hora?

¡Mierda!

—¡Tengo qué colgar! —termino la llamada y voy a la puerta, donde Becca sostiene una caja con galletas.

—Luke, la vecina te trajo galletas —levanta más la caja para que la vea—. ¿Cómo dices que te llamas, linda?

—Penélope. —mierda, mierda, mierda—. Hola Luke.

—Si —tomo la caja de manos de Becca y la empujo de vuelta a Penélope—. Gracias, pero acabamos de tomar postre.

—Pero... —balbucea.

—¡Adiós, Penélope! —cierro la puerta en su cara y alejo a Becca de la puerta.

—¿Qué carajos, Luke? ¿Por qué hiciste eso?

Mi oportunidad de sexo acaba de salir por la puerta, igual que la vecina entrometida y sus galletas con laxantes. Maldita sea.

—Sientate, mamita. Déjame explicarlo.

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