𝐧𝐢𝐧𝐞𝐭𝐞𝐞𝐧. prelude to tragedy

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XIV —— prelude to tragedy

🦢

ES EL PRIMER SÁBADO de diciembre cuando Fianna se escapa de Hogsmeade para visitar a su hermano mayor en Londres.

Lo sabe, en serio, debería haber aprendido la lección cuando lo hizo la última vez y terminó en cama durante una semana. Pero Fianna cree que esa es una de las razones por las que la pusieron en Gryffindor y no en Slytherin: su terquedad siempre prevalece. Además, Hope le había dado a Remus el calendario de adviento de Fee para que se lo diera a ella, así que tenía que visitarlo sí o sí.

Molestamente, sin embargo, él tiene que hacer un recado de algún tipo antes de que puedan ir a almorzar (y ella pueda aprovechar su billetera). Ella le da una mirada extraña cuando le dice esto con nerviosismo, porque no quiere acercarse a una reunión de la Orden, pero él le dice que no es una...

... Lo cual, por supuesto, es una gran mentira.

Fianna mira a Remus mientras entran al Caldero Chorreante, el lugar sorpresa de su supuesto recado. A los ojos de Fianna, un recado es recoger tu rímel favorito cuando se te acaba, enviar tu correo a través de una lechuza o comprar tinta nueva para tu pluma. Un recado no es una reunión de una hora.

—Estás de coña.

—Puedes quedarte aquí, si quieres —señala Remus.

Ella mira en derredor. Peter está detrás de la barra, visiblemente con resaca y bebiendo una pinta de cerveza. En la esquina, hay dos hombres viejos y de aspecto aterrador con vasos de Whiskey de Fuego. Fianna capta su mirada y él se sobresalta para asustarla. Ella salta.

—Eh, prefiero subir —dice Fianna apresuradamente.

Remus se acerca a Peter.

—¿Qué tal?

—Canuto me prometió que habría panceta de tocino cuando subiera —contesta Peter—. Así que estoy terrible ahora mismo, pero el dulce sabor del cerdo frito me aliviará —entonces, se da cuenta de Fianna—. No, hoy no te sirvo.

Fianna gime.

—Pero eso podría haber sido mi única ayuda para lo que vamos a hacer...

Remus le da una mirada de pánico, y Fianna se da cuenta de que hay dos personas al azar en el pub que podrían informar a los mortífagos sobre su paradero. Los ojos de Fianna se abren como platos; pensando rápidamente, inventa una mentira, en caso de que los extraños que están cerca estén escuchando.

—Sin ofender, simplemente no sé si el salón es el adecuado para la fiesta de Navidad —prosigue. Peter y Remus la miran confundidos. Ella les lanza miradas, como diciendo: ¿No veis lo que estoy haciendo?—. Pero supongo que si lo comprobamos, podremos decirle a papá que no es el mejor lugar.

Al final, Remus parece darse cuenta de lo que ella está haciendo.

—Bueno... creo que sería genial para una fiesta —pero Fianna se estremece ante lo obviamente falso que está siendo. Él también debe haberse dado cuenta, porque rápidamente dice, con su voz normal—: Terminemos con esto de una vez.

Peter hace un gesto hacia las escaleras y suben.

Antes de entrar, Remus se vuelve hacia su hermanita, frunciendo. Ella piensa, oh, aquí vamos.

—Te has vuelto buena mintiendo.

—Estamos en medio de una guerra —ella dice, incómoda.

La reunión en sí es aburrida; Fianna jura que no le dirá a nadie dónde ha estado, cuando Molly, la hermana mayor de Prewett, recuerda con quién sale Fianna. Se desploma en una silla del rincón y sólo se anima cuando llega Sirius, que le da un pastelillo de limón antes de sentarse junto a James.

Luego, Fianna se dirige hacia ellos dos.

—No te di las gracias antes —le dice a Sirius—, así que... gracias por el pastelillo.

—No es para tanto —Sirius da un gesto de su mano—. ¿Quieres saber algo cursi?

—¿Qué?

—Los pastelitos de limón solían ser los favoritos de Regulus.

Fianna se queja.

—Pues claro.

—Digo, podría estar recordando mal y los suyos en realidad fuesen otra cosa, como arándanos o... excremento de rata —se mofa Sirius—. Algo que le gustaría a un mortífago, ¿sabes?

—Joder —dice James—, Reggie caza extraviados.

Fianna resopla.

—Parece que le gustaría el limón.

—Sí, porque es muy amargo —dice Sirius.

—Normalmente no eres tan malo con él —señala Fianna.

—Sí, pero no te he visto desde que ese capullo consiguió que acabases despartida —se lamenta Sirius—. Y dijo aquella mierda sobre Lunático... Georgia se lo contó a Cornamenta —añade, cuando Fianna abre la boca para preguntarle cómo lo sabía—. No sé por qué no habéis roto...

Fianna frunce el ceño.

—Se disculpó con Remus.

—Es cierto, Canuto —afirma James.

—¿Desde cuándo? —Sirius ladea la cabeza, como un perro confundido.

—Creo que quizás estabas borracho cuando lo dijo...

—Ah... vale, pues retiro esa parte —dice Sirius—. Todavía no lo apruebo.

Fianna da una sonrisa falsa.

—No creo haber preguntado.

James se echa a reír, justo cuando Remus reaparece. Sacude la cabeza y dice:

—Tíos... Moody acaba de decir que va a hacer espeleología en Navidad.

Sirius se burla.

—Ah, ¿si?

—Yo sé que tú estás pensando en hacer el perrito, colega —suelta James.

Hay una pausa, los tres chicos se dan cuenta de que la han cagado. Fianna finge que no sabe por qué están entrando en pánico, que ignora que lo más probable es que Sirius y Remus estén saliendo... Aunque la idea de que su hermano se tire a alguien la pone enferma.

—¿Y qué es hacer espeleología? —cuestiona Sirius.

—Irse a cuevas... —Fianna alza la ceja.

Sirius levanta las manos, a la defensiva

—Vale. Espeleología bien podría ser una palabra usada para hacer el perrito, y tengo ideas por eso de las cuevas, créeme, pero no voy a revelarlas delante de ti, Fianna.

—Vaya, si has dicho el nombre entero —suelta James.

Remus gruñe.

—Es que me parecía raro que Moody se pasara las Navidades mirando cuevas distintas en Nueva Zelanda, pero tú —señala a Sirius— tenías que hacerlo sexual.

Sirius le lanza un beso a Remus, tratando de ignorarlo como una broma. Remus parece molesto, mientras James niega con la cabeza, pero la mente de Fianna todavía se da cuenta de que a Moody le gustan las cuevas.

—¿Significa que... Moody ha ido a cuevas en el Reino Unido?

Remus se encoge de hombros.

—Probablemente. ¿Por qué?

Fianna murmura una excusa antes de cruzar corriendo la sala y atrapar a Ojoloco Moody antes de que se vaya. Tal vez él pueda ayudar con el problema de las cuevas, si tiene una mejor idea de las cuevas que Crouch; tal vez el problema que tiene con Regulus esté resuelto. Si saben dónde está el horrocrux, estarán a medio camino de destruirlo, ¿verdad?

Ojoloco Moody la mira. Tiene un ojo falso sujeto a la cara con una correa de cuero sucia. Su labio superior está constantemente curvado y apesta a puros. Fianna traga saliva.

—Buenas —saluda ella.

—Eres la hermana de Lupin —le suelta él.

—La misma.

—La que sale con un mortífago.

Fianna mira a su alrededor con torpeza.

—... Supuestamente.

Moody resopla.

—Apártate de mi camino.

—¡Sólo quería pedirte recomendaciones! —dice Fianna.

Levanta la ceja, la que está encima del ojo bueno. Ella continúa:

—Tengo muchas ganas de dedicarme a la espeleología, y mi hermano dijo que te vas de viaje durante Navidad. Me preguntaba... ¿hay alguna cueva en el Reino Unido que conozcas y que deba evitar?

—¿Recomendaciones de lugares a evitar?

—Sí... —Fianna se da cuenta de lo estúpido que suena—. Solo... pensé que siendo tú, siendo Auror y todo eso, tendrías una buena idea de cuáles son los peligros de los que debería mantenerme alejada.

Moody lo considera por un momento y luego asiente.

—Tiene sentido —afirma—. Naturalmente, cualquier espeleólogo conoce los fundamentos: verificar el tiempo de antemano, o cualquier movimiento de tierra reciente en la zona —Fianna asiente, fingiendo que lo sabe—. Hay tres en el Reino Unido que no recomendaría. Una se llama la cueva de Drácula, en Devon, porque allí habitan vampiros.

—Comprendo.

—Pero se solucionan fácilmente con un conjuro de aturdimiento, si te topas con ellos —prosigue él, agitando la mano como si eso fuera algo habitual. Quizá para él lo sea, piensa ella. Pero pronto se da cuenta de que si Moody no ve a los vampiros como una amenaza, Voldemort pensará lo mismo—. Luego hay una en las afueras de Bakewell: no hay vampiros, sino un desagradable poltergeist...

Tampoco es digna de un horrocrux, piensa Fianna.

—Luego está el peor: hay una cerca del Lago Ness, que es conocida por los muggles como una entrada al infierno. Nadie ha salido con vida de allí... Pero hay rumores de que los Inferi habitan en el lago de su interior.

Los ojos de Fianna se iluminan.

—¿Un lago... en la cueva?

Es lo que había en los dibujos de Kreacher.

—Al parecer —dice Moody. Él debe haber notado su expresión inspirada, porque agrega—: Nadie sale con vida, así que no te hagas ilusiones.

—Oh, los Inferi suenan súper aterradores, no iré allí —comenta Fianna—. ¡Gracias!

Moody la mira raro, pero sale de la sala con un puro encendido entre los labios. Vuelve junto a su hermano y sus amigos con el ánimo por las nubes.

—Nunca había visto a alguien tan feliz después de hablar con Moody —dice James.

—Acabo de recordar que tengo muchísimos deberes —le dice Fianna a Remus—. ¿Crees que podríamos almorzar rápido y luego volver a la escuela?

Remus parece confundido, pero se rinde y se encoge de hombros.

—Claro —se vuelve hacia sus amigos y les dice—: Nos vemos más tarde.

Los dos chicos se despiden de él entre dientes mientras Fianna sale apresuradamente de la sala.

Durante la comida, Fianna está ansiosa por volver al colegio lo antes posible. Engulle su sándwich de atún a tal velocidad que casi se abrasa la lengua; lo cual no cambia mucho las cosas, en realidad, porque acaba teniendo que ver a Remus comerse su sándwich con su habitual ambladura. Por fin termina, y Fianna le da los diez minutos de cortesía antes de decirle que tiene que irse.

Toma su calendario de adviento y un pastelito de limón que compró y se Aparece de regreso a Hogsmeade. Sin preocuparse de que la gente la vea reaparecer tan abiertamente, marcha por el sinuoso camino hacia la escuela, en busca de Regulus.

El Mapa del Merodeador le dice que está en las mazmorras, por lo que se dirige hacia allí y las gárgolas la dejan pasar. Rápidamente revisa la sala común en su busca, pero él no está allí; entonces, camina derecho hacia su dormitorio.

Fianna llama a la puerta. Después de dos golpes se abre.

Regulus le devuelve la mirada.

—¿Por qué estás aquí?

—¿Estás solo?

Regulus frunce el ceño.

—Sí, ¿por qué...?

Fianna entra.

Confundida, Regulus cierra la puerta, después de agarrar un calcetín cercano y colgarlo en el pomo. Fianna lo observa hacerlo y frunce el ceño.

—Um...

—Ya sé que no estás aquí para eso, pero mantendrá a Crouch alejado.

—Ah, vale —dice ella, asintiendo—. Mi hermano me hizo ir a una reunión de la Orden, y después estuve hablando con Ojoloco Moody, a quien le gustan las cuevas...

Mueve las cejas y le da la mano. Sin embargo, Regulus parece entender lo que quiere decir, porque se acerca a ella con el alivio inundando su rostro.

—¿Sabes dónde está el Horrocrux? —pregunta él.

—Sé dónde está el Horrocrux —ella asiente.

Regulus sonríe débilmente, luego se voltea y se pasa los dedos por el cabello.

—Eso significa que la parte fácil ya pasó.

Fianna asiente.

—Podemos ir y destruirlo una vez que estemos listos. Ya casi estamos, Reg.

—Aún estoy lejos, porque no sé cómo destruirlo... —dice él, cansado.

Ella frunce.

—Ya lo resolveremos.

—Sí. Los dos.

Fianna lo mira con extrañeza, pero decide pasar página. Será un "los dos," le guste o no, piensa mientras se sienta en su cama.

—¿Poniéndote cómoda? —Regulus se burla.

Ella pone los ojos en blanco.

—¿Sigues comiendo esas hojas de menta?

—Sí, ¿por qué? —él toma asiento a su lado.

Ella apoya la barbilla en su hombro.

—Me preguntaba si corría el riesgo de encontrar una en mi boca si nos besábamos...

Él comienza a reír.

—¿Me usas por mi cuerpo, Lupin?

—Sólo por tu boca —dice, y luego se estremece. Se sienta erguida, mientras él se tapa la boca, riendo más—. No lo quise decir así...

—A ver, estaré más que feliz si quieres que...

¡Ahora no! —dice, dándole un codazo en el brazo. Sus mejillas se han puesto de un rojo brillante.

—Lo sé, ahora no. Y, en fin, he querido decirte que hay una razón por la que he estado usando las hojas de menta. Las he tomado para encubrir la poción que he estado bebiendo.

—¿Para...? —Fianna frunce el ceño.

—Convertirme en animago.

—Copiota.

Regulus rueda los ojos.

—Bueno, me has hecho pensar en ello. Sólo se me ocurre que... si algo se tuerce, habrá una forma perfecta de escapar sin ser detectado. Siento que sería beneficioso para mí disponer de eso también.

Fianna se siente culpable por el comentario.

—Romeo y Julieta dijeron lo mismo sobre huir —dice débilmente—. Y luego murieron.

—Tú no vas a morir —dice él.

—¿Por qué siento que sí? —a ella se le quiebra la voz.

Regulus niega con la cabeza.

—No dejaré que pase.

—Porque ahora eres Dios —ella se burla.

Él la abraza; sus brazos serpentean alrededor de su cuello, sus rostros cómodamente apoyados contra el hombro del otro. Ella siente que él pasa el dedo por su espalda y su corazón se derrite, deseando poder quedarse así para siempre.

Pero no pueden y nunca podrán hacerlo.

Fianna recuerda que cuando era pequeña sus padres la llevaron a ver Romeo y Julieta en el teatro The Globe de Londres. Sus ojos brillantes de seis años miraban a Romeo y Julieta muertos en el escenario con horror, pensando en lo tontos que eran por meterse en aquel lío. Podrían haber sobrevivido, Julieta se movía cuando Romeo se apuñaló.

Y aún así, los dos murieron.

Y por mucho que esto aterrorice a Fianna, se pregunta si se está metiendo en el mismo lío.

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