Resaca

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Parejas secundarias: Melizabeth
Rating: T (casi M pero no)
Género: Romance
Advertencia: Ebriedad, Lime

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Tomar demasiado hará que olvides pequeños momentos... ¿placenteros?
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Zeldris gruñó con molestia ante el dolor de cabeza que sentía. Abrió lentamente sus ojos para enfocar y ver dónde estaba. Era un cuarto muy lindo, muy claro para su gusto. Intentó levantarse de la cama, que era muy cómoda, pero el peso de su cuerpo le venció. Sentía como su cabeza le daba vueltas.

Se quedó ahí, intentando relajarse para disminuir su molestia. Cerró los ojos unos momentos para abrirlos al escuchar que la puerta se comenzó a abrir, sus sentidos estaban muy sensible.

— Buenos días, mi pequeño dormilón... — Susurró una suave voz, como si supiera que él estaba sensible. Zeldris sonrió al ver a la dueña de ésta, era Gelda, quien traía en sus manos una bandeja con un desayuno.

— Gelda... ¿Qué pasó? — Lo único que recibió fue una pequeña risa de la chica, quien avanzó por el cuarto, dejando la bandeja en un mueble junto a la cama. — Dime qué no hice nada estúpido.

Gelda tomó asiento en la cama y Zeldris no dudó en acercarse a ella para apoyarse en su regazo. Su novia lo besó en la frente, haciéndolo sonreír.

— ¿Qué pasó? No lo sé, dímelo tú... — El tono juguetón de Gelda no le agradó mucho a Zeldris, quien lentamente comenzó a tomar asiento en la cama. Aprovechando lo posición, la chica tomó un vaso con agua junto a un par de pastillas.

Zeldris vio como ella se los ofrecía con la mirada y no dudó en tomar el vaso con agua para luego tomar las pastillas. Esperaba que éstas funcionaran rápido. Gelda agarró el vaso vacío y lo colocó en el mueble.

— No te preocupes, no hiciste nada malo. Al menos de lo que me contó Elizabeth. — Comentó con sinceridad para alivio de su pareja. — Zeldris, es la primera vez que te veo borracho... No me imagino cuánto tuviste que beber para llegar a ese nivel de embriaguez.

— Demasiado. — Soltó Zeldris con una mueca de incomodidad, y fue suficiente para que la joven entendiera que era mucho lo que había bebido. — Pero al menos les gané a Meliodas y a Ban.

— Me alegro. — Murmuró Gelda, ver a Zeldris animado era algo que ella apreciaba. Después de todo, él tenía mucha presión en sus hombros debido a su padre.

— Yo... Lo siento. No quise que llegara al punto en el que tuvieras que cuidarme. — Dijo Zeldris con molestia, él la miró con ternura al ver la sonrisa que le regalaba, indicándole que no era problema. Fue cuando notó tres manchas rojas en el cuello de Gelda. — ¿Estás bien?

Gelda parpadeó algo confundida ante su repentina pregunta y cambio de humor. — Claro que estoy bien.

Zeldris fruncio el ceño al ver esas manchas; si alguien había intentado tocar a Gelda, él se encargaría de que sus manos no estuvieran para volver a hacerlo. — Gelda...

— Zeldris... — Le regresó el tono de reproche pero con un toque burlesco. Gelda lo miró preguntándose cuál era la razón de su insistencia hasta que notó que él la mirando su cuello. Un gran sonrojo apareció en sus mejillas, resaltando debido a su piel pálida.

Zeldris arqueó la ceja ante su reacción. Al ver que ella se quedó callada, decidió continuar insistiendo. — Me refiero a esas manchas rojas en tu cuello. ¿Cómo te las hiciste?

Gelda se quedó callada, reuniendo las fuerzas para decirle la verdad. — No me las hice yo...

— ¿Quién fue el desgraciado que te las hizo? — Murmuró Zeldris con seriedad, indicando que estaba enojado. Gelda no sabía si avergonzarse o reír ante la pequeña situación que su novio estaba haciendo.

— Zeldris... — Gelda evitó su mirada, el simple hecho de recordarlo le daba nervios. El chico de cabellos oscuros la miraba seriamente. — Fuiste tú. Tú me mordiste suavemente, bueno, no tan suave pero no me dolió... ¿Zeldris?

El mencionado sintió como sus mejillas se ponían rojas de la vergüenza al ver que era su culpa, poco a poco pequeñas memorias de la noche anterior regresaban a su mente. Él la había mordido en un momento poco lúcido, podía recordar como ella decía su nombre de manera placentera.

Zeldris miró una vez más esas manchas y rápidamente se comenzó a disculpar con Gelda. — Perdóname, no era mi intención. ¡Tienes todo el derecho estar enojada conmigo!

— Zeldris, no estoy molesta. Sé que jamás harías algo para lastimarme... De hecho, lo disfruté un poco... — Comentó Gelda muy apenada ante la cara de incredulidad de Zeldris.

El chico no sabía cómo sentirse por lo que simplemente se acostó en su regazo nuevamente para mirarla con vergüenza, así como ella lo hacía. Después de un tiempo, ambos rieron. Gelda comenzó a relatarle cómo fue que llegaron a "esa parte" de la situación mientras Zeldris escuchaba y miraba atentamente los gestos de su novia.

(I)

Gelda manejaba tranquilamente hasta la dirección que Elizabeth le había mandado. Honestamente no le molestaba esta situación, todo lo contrario, tenía curiosidad de ver a Zeldris. Puso la radio para ambientar un poco el silencio de las calles hasta que vio un bar con un logo de un cerdo.

— Que bueno que esté solo... Bueno, considerando que son las cuatro de la mañana, es buena hora. — Murmuró Gelda para si misma mientras estacionaba el carro y baja de éste. Sus piernas expuestas por la falda temblaron ante la corriente de aire. — Gran momento para olvidar mi chaqueta...

Abrió la puerta con precaución, solo para encontrarse a un grupo de personas ebrias tiradas por todo el local y un cerdo corriendo por debajo de las mesas. Una chica de cabellos plateados perseguía al animal.

— ¡Hawk, devuelve esos lentes! — Exclamó Elizabeth algo agitada, deteniéndose al ver a Gelda en la entrada. — ¡Gelda!

Elizabeth corrió hacia Gelda, quien sonrió en forma de respuesta. — ¿Está todo bien? Según Zeldris, iba a ser una pequeña fiesta.

— Así era... Pero todo se descontroló cuando empezaron a competir. — Dijo Elizabeth con cansancio, caminó evitando pisar a un rubio y a un muchacho de cabellos rosas. — Sígueme, Zeldris está por aquí.

Gelda asintió y la siguió con mucha curiosidad. Elizabeth se detuvo frente a mesa, donde se encontraba Ban tirado en el suelo con Elaine, ambos durmiendo; Meliodas y Zeldris hablando aniamdamente, aunque en realidad el último mencionado era el que platicaba. El rubio estaba recostado en la mesa, mientras estiraba sus manos hacia arriba.

Gelda miró detenidamente esa escena, era algo que debía recordar detalladamente. Sonrió al ver los gestos de Zeldris, eran tan tiernos.

— Son tan suaves...— Murmuró Meliodas con una sonrisa tonta. Zeldris rió mientras despeinaba los cabellos de su hermano.

— Eres un pervertido sin remedio. — Comentó Zeldris mientras miraba a su alrededor hasta que notó la presencia de Gelda, quien le sonrió. Sin pensarlo dos veces, el muchacho se levantó sin importarle haber tirado la mesa y, a su vez, a su hermano.

Zeldris caminó torpemente hasta Gelda, quién la abrazó mientras escondía su rostro en su pecho. Como un niño, Zeldris rió entusiasmado, causándole a su novia ternura.

— Eres mía... Mi dulce y amada Gelda... — Murmuró con puchero. Zeldris amaba sentir la calidez de su novia y a ella le daba cierta gracia verlo en ese estado puesto a que él no lo haría en público.

— Elizabeth... — Calló Gelda a ver que su amiga está quitarse de encima a Meliodas, por lo que simplemente se despidió rápida y fuertemente para que la escuchara. Zeldris caminaba torpemente, intentando no alejarse mucho de Gelda, quien le tomó la mano para guiarlo.

– Tengo sueño... Y hambre. — Murmuró Zeldris al ver que Gelda abría la puerta trasera, en este caso era mejor que tuviera espacio por si vomitaba al menos eso pensaba la chica.

— Lo sé. Cuando lleguemos a mi casa, te preparé todo lo que quieras. — Le ofreció Gelda mientras hacía un gesto con las manos para que entrará al carro. — Pero antes ocupo que entres y te estés quieto.

Zeldris la miró con una sonrisa y entró al carro sin dudarlo, cosa que Gelda agradeció unos momentos pues cuando iba a cerrar la puerta, sintió un tirón en su brazo.

— ¿Eh? — Gelda escuchó la puerta cerrarse, solo para darse cuenta de que estaba en su auto y que todo era culpa de Zeldris. Sintió sus mejillas encogerse ante la posición en la que su novio la puso. Ella debajo de él.

Zeldris tomó con una de sus manos ambas manos de la chica para evitar que lo alejara, su otra mano viajaba por la piernas de Gelda, quien sentía como entraba en calor.

— Yo tengo hambre de ti... — Murmuró Zeldris con una voz roca que avergonzó a Gelda, quien se retorcía del asiento trasero ante la incomodidad del que pequeño espacio. — No sabes lo mucho que me he aguantado para probarte.

Gelda tembló al sentir la mano de Zeldris debajo de su falda, no sabía cómo es que él era muy cálido. Podía sentir como aliento del joven golpeaba su cuello. — ¡Zel! ¡Zeldris!

— Shh... Ni siquiera te he tocado como he querido y ya estás gritando mi nombre. — Su voz ronca, como pudo cambiar de un niño travieso a un hombre atrevido.

— ¡Ah! — Gritó Gelda en respuesta a una pequeña mordida, sintiendo sus mejillas colorearse de un tono rojizo mientras intentaba respirar en lo que consideraba a la parte trasera del caro como un espacio asfixiante.

Los besos de Zeldris no ayudaban a entender la situación, su toque la enloquecía pues se sentía firme y suave a la vez. Sabía que si hacía fuerza, lo podría alejar pero no quería hacer eso... ¿o sí? Gelda volvió a gritar suavemente al sentir otro mordisco mientras oía a Zeldris reír roncamente ante su débil estado.

— ¿Qué pasa Gelda? ¿Por qué tiemblas de esa forma...? — Gruñó ásperamente, ante el movimiento de Gelda al intentar liberarse de su agarre. Mordió una vez más para luego bajar su rostro a sus pechos, donde aspiró con gozo su dulce aroma.

Gelda sintió mano dejar de acariciar su pierna para subir por su vientre por debajo de su blusa. — ¡Zel...! Debes detenerte. — Murmuró con algo de sentido.

Unos momentos después sintió como sus manos eran libres y el peso de su amado encima de ella. Gelda parpadeó algo confundida. — ¿Zeldris?

Con cuidado, Gelda tomó asiento... Con Zeldris en su pecho completamente dormido. Ella rió con dulzura mientras besaba su frente y lo estrechaba entre sus brazos antes de colocarlo en el asiento trasero y tomar su lugar de piloto.

(II)

— Después llegamos a mi departamento, te cargué hasta mi cuarto y eso sería básicamente todo lo que hiciste. — Dijo con un tono simple pero tierno para Zeldris, quien no podía mirarla a los ojos directamente debido a la enorme vergüenza que sentía.

— Demonios, me estoy pareciendo a Meliodas. — Se lamentó el muchacho con mucha decepción. Gelda sonrió al ver el estado de su amado, quien lo dejó pensar tranquilamente de sus acciones mientras peinaba sus cabellos.

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N/A: Hola a todos, gracias por leer. Que tengan un buen día. uwu

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