Parte única

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Una tarde de un día Domingo, Kim Seokjin, un joven de 31 años, soltero y de una economía medianamente estable, no lo aceptaban en ningún empleo por su falta de una pierna, por lo que tuvo que apañarse sólo y decidió abrir su propio negocio.

  Aprovechó su talento en las habilidades culinarias, aunque no consiguió un local el cual se adaptara a sus ingresos diarios, por lo que al final se convirtió en un vendedor ambulante, vendiendo tamales (platillo mexicano en hoja de maíz hecho de masa de maíz y suele llevar un guisado, aunque en algunas ocasiones llevan dulce, y nueces) ya que en Corea del Sur la comida mexicana tenía un alto nivel de popularidad.

  Salía diario desde las siete de la mañana en una bicicleta con la cual empujar su carrito de alimentos, con la cual ya tenía práctica para empujar con un único pie.

  Ese día llegó a una esquina del parque donde tenía mayor ingreso de ventas por los niños hambrientos que olían la deliciosa comida que el preparaba en su olla portátil.

  Era muy temprano y el día estaba casi vacío, seguro era porque el día anterior la mayoría de la gente se desveló por una celebración la cual casi todos festejaron, así que duraría unas horas sólo, por lo que había llevado su propio desayuno para desayunar ahí y disfrutar la tranquilidad que se encontraba en aquél lugar (claro que no desayunaría tamales).

  Su desayuno era simple, conformado por un yogurth de fresa y un plátano, se sentía merecedor de aquello, ya que su día no había comenzado bien, se había caído de su cama debido a una pesadilla; se había resbalado en la bañera (afortunadamente no se desnucó); e incluso, durante el recorrido a aquel parque un hombre de su misma edad aparentemente se encontraba borracho por lo que casi lo atropella. Suspiró cansinamente y se propuso a desayunar tranquilamente.

  Lastimosamente al momento en que abrió su yogurth se le resbaló de.la mano el envase y se vacío todo su contenido en la masa de los tamales, y no traía respuesto para aquella.

  Dejó a una lado el plátano sin abrir, y trató de rescatar la masa, pero para su mala suerte la más ya había absorbido la mayor parte del líquido.

  No se rindió y se propuso a preparar los tamales, pero ninguno sabía bien con los guisados... Oh, ¡pobre joven desempleado que no puede mantener bien ni siquiera su propio negocio!

  Mientras el escupía la masa y guisado de horrendo sabor se acercaba un niño pequeño, harapiento y un poco sucio, de mejillas regordetas y obscuros cabellos. Su estómago gruñía fuertemente y con sus manitas regordetas y diminutas sujetaba fuertemente su abdomen.

  El pequeño niño se al menos unos 4 añitos se había acercado hasta el puesto rodante del joven Kim guiándose por el delicioso olor que de este emanaba.

  Seokjin levantó mirada cuando sintió una presencia aparte de la suya, observó enfrente y a los lados de sí pero no alcanzó a ver nada, cuando se levantó un poco para ver enfrente del carrito alcanzó a ver una figura pequeña, el pequeño niño lo miraba con súplica.

  Seokjin pensó que de todas formas no iba a poder tener ventas hoy, así que le preparó un tamal para el pequeño, pensó que lo mejor era no usar guisado, así que para rellenarlo le hechó pedacitos de su plátano que al final no comió, esperando que al menos el sabor suave y ácido de la fruta lograra neutralizar el sabor de la masa a yogurth de fresa. En lo que se cocinaban los tamales llamó al chiquillo preguntándole si tenía hambre, que no tuviese miedo y que se acercara a comer un poco.

  Pero el pequeño niño seguía atemorizado, no sabía que responderle o cómo hacerlo, después de unos minutos se acercó tímidamente y con algo de nervios miró el rostro del mayor.

  Cuando estuvo listo el tamal el mayor lo tendió en las manos del pequeño, envuelto en una servilleta para que le sea fácil sostenerlo. El niño le dió un mordido saboreando el sabor dulce y suave de aquel alimento extraño, dando unos cuantos gimoteos de satisfacción por los sabores que explotaban en su inmaduro paladar. Cerró sus ojos disfrutando y lo comenzó a comer con un poco más de prisa, al terminar se chupó los dedos debido al exquisito sabor que había probado.

  El mayor lo miró sorprendido y le preguntó si quería más, el niño no dudó en asentir con su cabeza, agitando rápidamente sus algo largos cabellos.

   Le tendió otro tamal, preparándolo del mismo modo que el anterior. El menor se lo comió con un poco más de rapidez.

  Al cabo de media hora, el niño duró sentado en el suelo, recargado en el carrito de alimentos. Seokjin en cambio, se quedó observando alrededor del parque, puesto que se le hacía extraño ver a un pequeño sin sus padres a esas horas, pero no encontré ningún adulto.

  Se agachó a la altura del pequeño y lo llamó:

—¡Hey! Mi nombre es Seokjin, pero puedes decirme Jin, ¿Cuál es tu nombre hijo? ¿Dónde están tus padres?

  El niño lo miró con tristeza e hizo algunas señas con sus manos que el mayor no entendió. Lo invitó a su casa en lo que conseguía la información de los padres del niño.

  Cuando llegaron le tendió un cuaderno con hojas blancas y unos cuantos colores para que se entretuviera en lo que buscaba por internet si de casualidad encontraba información, pero después de horas tras horas no encontró nada. Regresó a donde el pequeño a probar suerte, pero grande fue su sorpresa que el niño había escrito algo.

"Perdón por no poder ayudar, llevo días sólo, extraño a mi mamá y papá, pero ellos ya son ángeles y me dejaron aquí solito. Tengo miedo porque nadie me escucha, ni siquiera yo lo puedo hacer, no sé porque no puedo hacer sonidos, pero si puedo oír a todos, a ti te puedo oír. Gracias por darme de comer, tenía mucha hambre, me agradas, eres bueno".

Seokjin lo miró con tristeza, al momento de terminar de leer la pequeña nota liberó unas cuantas lágrimas y abrazó al pequeño dejándolo confundido por su inocencia.

  Le dió asilo, y comenzó a llevarlo en sus días de trabajo, temía dejarlo solo.
Llevó los papeles ante un juez, logró quedarse con la custodia y adoptó al chiquillo. Se comunicaba con el por medio de la escritura y así averiguó su nombre, "Park Jimin" decía en sus notas, y en su foto registrada, aunque ahora le habían cambiado el apellido al del joven Kim. No había pensado jamás en convertirse en padre soltero, y mucho menos de una forma tan repentina sin un trabajo estable, pero lograron sobrellevar la situación.

  Se preguntarán que fue de ellos dos. Sólo diré que ahora el muchacho Kim Jimin está saliendo con su toga y birrete de la universidad en la que estudia, con su aparato del oído puesto, abrazando a su padre quien ahora tiene una prótesis, que después de tanto esfuerzo de ambos, ahora tienen un restaurante de comida mexicana la cual es la más reconocida de la capital, y con los ingresos pagaron los tratamientos para la pierna de Seokjin, la restauración de la habilidad de escucha de Jimin, y los estudios de este último, quienes ahora se encontraban celebrando por el futuro doctor con honores en quién ahora se ha convertido.

  Quién lo diría, ¿no? La mala suerte de un pobre tamalero, y un niño huérfano y mudo cambió drásticamente, y ahora los dos son muy exitosos. Esta es una lección, no importa de donde vengas, si no, que tanto te esfuerces por mejorar tu vida.

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