Aemond Targaryen

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Magnus I Targaryen, a pesar de su linaje real, no pudo tener descendencia que sobreviviera. En su desesperación, adoptó a Rúben, un niño huérfano con un corazón noble. Sin embargo, no todos en la corte estaban contentos con esta decisión. Sir Blomkamp, un caballero que había servido fielmente durante años, esperaba ser nombrado sucesor. Cuando Magnus eligió a Rúben en lugar de él, Blomkamp se sintió traicionado y lleno de resentimiento.

En su ira, Blomkamp recurrió a una de las brujas del norte, conocida por sus poderes oscuros y su capacidad para alterar el destino. Se adentró en el bosque encantado, buscando la cueva donde la bruja residía.

—Bruja, he venido a pedir tu ayuda.—Dijo Blomkamp, su voz llena de determinación.

La bruja, envuelta en sombras, lo observó con ojos penetrantes.

—¿Qué deseas, caballero?—Preguntó la bruja, su voz resonando en la cueva.

—Quiero la ruina del bastardo que ha usurpado mi lugar.—Respondió Blomkamp, su odio evidente.

La bruja sonrió, sus labios curvándose en una mueca siniestra.

—Puedo concederte tu deseo, pero el precio será alto.—Dijo la bruja.

Blomkamp, cegado por su deseo de venganza, aceptó sin dudar.

—Haré lo que sea necesario.—Dijo Blomkamp.

La bruja comenzó a recitar un hechizo antiguo, invocando fuerzas oscuras que ni siquiera ella podía controlar por completo. Su intención era traer de vuelta a Cannibal, uno de los dragones más temidos de la época de la Danza de los Dragones. Sin embargo, algo salió terriblemente mal.

En lugar de invocar a Cannibal, la bruja trajo de vuelta a Aemond Targaryen desde el infierno. En ese momento, ni Blomkamp ni la bruja se dieron cuenta de lo que habían hecho.

Aemond renació en un reino lejano de Drakoonia, sin recuerdos de su vida pasada. Al principio, fue un niño normal, pero a medida que crecía, comenzó a experimentar visiones y sueños perturbadores. Cada año, las visiones se volvían más claras y vívidas, mostrándole fragmentos de su vida anterior.

Aemond veía a Lucerys Velaryon, el joven príncipe que una vez amó obsesivamente. Recordaba cómo, en un momento de furia y celos, había matado a Lucerys durante la Danza de los Dragones. La imagen de Lucerys cayendo al mar, su cuerpo arrastrado por las olas, lo perseguía en cada sueño.

—¡No!—Gritaba Aemond en sus sueños, viendo una y otra vez la escena de la batalla en Bastión de Tormentas.

—¡Lucerys, no!

A medida que Aemond crecía, su amor obsesivo por Lucerys se intensificaba. Cada visión lo llenaba de culpa y desesperación, deseando poder deshacer el pecado de su vida pasada. Al cumplir la mayoría de edad, todos sus recuerdos volvieron a él, y con ellos, su deseo de venganza y poder.

Con la ayuda de la misma bruja que lo había traído de vuelta, Aemond comenzó a tramar sus planes.

—Bruja, necesito tu ayuda una vez más.—Dijo Aemond, su voz llena de autoridad.

La bruja, reconociendo al príncipe renacido, asintió.

—¿Qué deseas, mi señor?—Preguntó la bruja.

—Necesito un dragón, uno que me obedezca sin cuestionar.—Respondió Aemond.

La bruja, utilizando su magia oscura, le entregó un huevo de dragón. Aemond, con un ritual oscuro, mató el corazón del dragón y dominó su mente, convirtiéndose en el primer jinete de dragones en más de cien años.

—Con este dragón, reclamaré lo que es mío por derecho.—Dijo Aemond, montando a su nuevo dragón.

Aemond, ahora con todo su poder restaurado, comenzó a reunir fuerzas y aliados, preparando su ataque contra Drakoonia. Su objetivo era claro: destruir a Rúben y reclamar el trono que creía que le pertenecía.



La revelación de que Gavi es una parte de Lucerys Velaryon cambió drásticamente los planes de Aemond Targaryen. Al enterarse de la existencia de Gavi, Aemond enloqueció. Su objetivo seguía siendo tomar Drakoonia, pero ahora tenía una nueva obsesión: recuperar a Lucerys, a quien una vez amó profundamente.

Aemond, con sus recuerdos restaurados, se vio consumido por la culpa y el deseo de redimir el pecado de su vida pasada. La idea de que Lucerys, o al menos una parte de él, había renacido en Gavi, lo llenó de una mezcla de esperanza y desesperación.

En su fortaleza, Aemond discutía sus planes con la bruja que lo había traído de vuelta.

—Bruja, he descubierto algo que cambia todo.—Dijo Aemond, su voz temblando de emoción y locura.

—¿Qué has descubierto, mi señor?—Preguntó la bruja, observándolo con curiosidad.

—Lucerys Velaryon… ha renacido.—Respondió Aemond, sus ojos brillando con una intensidad peligrosa.

La bruja frunció el ceño, tratando de entender.

—¿Renacido? ¿Cómo es posible?

—No lo sé, pero está aquí, en Drakoonia. Su esencia vive en un joven llamado Gavi.—Dijo Aemond, su voz llena de determinación.

—Una vez lo amé tanto, y ahora tengo la oportunidad de remediar el pecado de mi vida pasada. Debo tenerlo, debo protegerlo.

La bruja, comprendiendo la gravedad de la situación, asintió.

—Entonces debe actuar rápidamente, mi señor. Debe tomar Drakoonia y reclamar a Lucerys… a Gavi.

Aemond, con una nueva obsesión en su corazón, comenzó a movilizar sus fuerzas. Su ejército, compuesto por guerreros y dragones, se preparaba para la invasión. Pero ahora, su objetivo no era solo el trono de Drakoonia, sino también el joven que llevaba la esencia de Lucerys Velaryon.

Cada año, las visiones de su vida pasada se volvían más intensas. Aemond veía a Lucerys en sus sueños, recordando los momentos que compartieron, aunque fueran breves y llenos de tensión. Recordaba cómo, en su juventud, había sentido una atracción inexplicable hacia Lucerys, una mezcla de amor y celos que lo consumía.

—Lucerys…—Murmuraba Aemond en sus sueños, viendo el rostro del joven príncipe.

—Te prometo que te protegeré esta vez.

Las visiones de la batalla en Bastión de Tormentas eran las más dolorosas. Aemond veía una y otra vez cómo había perseguido a Lucerys en el cielo tormentoso, montado en su dragón Vhagar. Recordaba el momento en que Arrax, el dragón de Lucerys, había caído al mar, y cómo había sentido una mezcla de triunfo y horror al ver a Lucerys desaparecer bajo las olas.

—¡No!—Gritaba Aemond, despertando en medio de la noche, su cuerpo cubierto de sudor.

—No dejaré que eso vuelva a suceder.

La obsesión de Aemond por Lucerys se convirtió en su motivación principal. No solo quería reclamar el trono de Drakoonia, sino también redimir su pecado y recuperar a Lucerys, aunque solo fuera una parte de él en Gavi. Su amor obsesivo lo impulsaba a hacer cualquier cosa para lograr su objetivo.

—Lucerys, te encontraré.—Murmuraba Aemond, mirando al horizonte.

—Y esta vez, te protegeré.

Con su ejército y su dragón oscuro, Aemond se preparaba para la invasión. Sabía que la batalla sería feroz, pero estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para reclamar a Lucerys.

La guerra por Drakoonia estaba a punto de comenzar, y con ella, el destino de todos los involucrados.

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