Preguntas Y Respuestas

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—¿Todo bien?—Preguntó Rúben, el médico asintió para la tranquilidad del rey.

—Es un muchacho muy sano mi señor, es sorprendente como sus heridas sanan de forma tan rápida.

Rúben asintió, el joven no había pronunciado palabra alguna desde que le habían dicho que le entendía.

—Bien, cuando salga, dígale a Bernardo que traiga algo para que coma por favor.

—Por supuesto majestad, con su permiso.—El médico hizo una reverencia para luego salir de la habitación.

—¿Tienes hambre?—Preguntó, el joven seguía sin responder, con su mirada clavada en la ventana.

—Ya te dije mi nombre, por si no lo recuerdas, soy Rúben I Targaryen, rey de Drakoonia.—Rúben se dio cuenta de que su apellido había llamado la atención del joven.

—¿Targaryen? No tiene sangre Targaryen en sus venas.—Volvió a decir la voz en su cabeza.

—No eres un Targaryen... ¿Verdad?—La pregunta o casi afirmación dejo a Rúben estupefacto, claro, todos en el reino sabían que el no era un Targaryen de sangre, pero este chico ni siquiera sabía de la existencia de Drakoonia o eso le dio a entender.

—¿Cómo te llamas?—Preguntó Rúben y tuvieron que pasar varios minutos para que el joven pudiera responder a esa pregunta.

—Tengo... Tengo dos nombres.

—¿Ah sí? ¿Cuáles son?

—Pablo... Pablo Gavi.

—Pablo... Bueno, ¿Qué fue exactamente lo que te pasó?

—No lo sé... No recuerdo, no mucho, solo recuerdo que había fuego y me dolía la espalda.

Con eso las sospechas de Rúben se confirmaban, el joven, o mejor dicho Pablo, fue atacado por un dragón, aunque eso es muy inusual.

—Bueno Pablo, tan pronto te recuperes puedes regresar a casa, estamos un poco lejos ahora.

—¿Casa...?

—Sí, tu casa o... ¿No lo recuerdas?

—No recuerdo casi nada.

—Bien, no te preocupes, descansa un poco, luego vendrá alguien con alimentos para ti.

Pablo asintió recostandose en la cama, Rúben abandono la habitación dejando al chico para que durmiera un poco.

—¿Quién ganó? Él parece buena persona, ¿Cuánto tiempo habrá pasado?

Pablo se levantó de la cama, las voces resonaban en su cabeza causándole daño, el eco del sonido le causaba dolor, no entendía lo que pasaba.

—Basta...

—Pero no es un Targaryen...

—Basta ya...

No es de fiar.

—¡He dicho que pares!—El estridente grito resonó en la habitación.

Rúben se sentó en la biblioteca, frustrado por no encontrar la información que buscaba sobre Lucerys Velaryon. Aunque la leyenda de la unión entre dragones y humanos era fascinante, no era lo que necesitaba en ese momento. Cerró el pergamino y se dirigió a Bernardo, quien estaba revisando otros documentos.

—No he encontrado lo que buscaba.—Dijo Rúben, su voz cargada de frustración.

—Necesito más información sobre Lucerys Velaryon o algo que pueda ayudarnos a encontrar al hijo Targaryen.

Bernardo levantó la vista, preocupado por la expresión de su amigo.

—¿Qué piensas hacer ahora?—Preguntó Bernardo.

—Voy a volver con las brujas del bosque encantado.—Respondió Rúben con determinación.

—Ellas deben tener más información.

Bernardo frunció el ceño, sintiendo un mal presentimiento.

—Rúben, no estoy seguro de que sea una buena idea. Las brujas son impredecibles y peligrosas. Ya te lo dije antes.

—Lo sé, Bernardo, pero no tengo otra opción, necesito respuestas y ellas pueden dármelas, estoy seguro de eso.—Dijo Rúben, decidido.

Bernardo suspiró, sabiendo que no podía detener a Rúben.

—Está bien, pero ten mucho cuidado. No confíes en ellas más de lo necesario.—Rúben asintió y se preparó para partir.

Mientras tanto, Pablo, sin saber de la partida de Rúben, descansaba en su habitación. Bernardo decidió llevarle algo de comer y asegurarse de que estuviera bien.

Bernardo entró en la habitación de Pablo con una bandeja de comida.

—Aquí tienes algo para comer.—Dijo Bernardo, colocando la bandeja sobre la mesa junto a la cama.

Pablo, aún débil pero con curiosidad, miró a Bernardo.

—Gracias.—Dijo Pablo, tomando un trozo de pan.

—¿Dónde está Rúben?

—Ha tenido que salir por un asunto del reino, volverá pronto.—Respondió Bernardo.

Pablo asintió, pero su curiosidad no se desvaneció.

—¿Cómo es que Rúben es el rey si no es un Targaryen de sangre?—Preguntó Pablo, recordando las palabras que había escuchado.

Bernardo lo observó bien, realmente el chico no era de estos lares.

—Rúben no es un Targaryen de sangre, es cierto. Fue adoptado por el rey Magnus I Targaryen cuando era solo un niño. Magnus no podía tener hijos que sobrevivieran, así que decidió adoptar a Rúben, quien era un niño huérfano pero con un gran corazón y una increíble determinación.

—Rúben ha enfrentado muchas dificultades, pero siempre ha puesto el bienestar de Drakoonia por encima de todo. Aunque no lleva la sangre Targaryen, tiene el espíritu de un verdadero rey.—Concluyó Bernardo.

—Pregunta cariño...

—¿Magnus I?

—Magnus I Targaryen, hijo de Viserys II Targaryen y nieto de Rhaenyra Targaryen.

—Viserys... Tu legado es bueno, entonces ganaron.

—¿Rhaenyra Targaryen ganó?—Ahora sí que Bernardo estaba sumamente confundido.

—Así... Así es, la reina Rhaenyra Targaryen ganó la guerra.



Rúben no tardó mucho en llegar al bosque encantado. La atmósfera era densa y misteriosa, con árboles altos y retorcidos que parecían susurrar secretos antiguos. Las brujas lo esperaban en las profundidades del bosque, sus rostros ocultos bajo capuchas oscuras. A pesar de su apariencia intimidante, Rúben avanzó con determinación.

—¿Quién traerá la guerra y por qué?—Preguntó Rúben, su voz firme pero llena de urgencia.

Una de las brujas, con una voz rasposa respondió.

—La guerra será traída por aquel que desea poseer al último Targaryen…

Rúben frunció el ceño, tratando de entender.

—¿Cómo?

—Los humanos son crueles, joven rey.

—Han separado a una madre de su hijo y han lastimado al hijo…

—¿Qué? Habla más claro, si la guerra llega ustedes también sufrirán.—Dijo Rúben, su frustración evidente.

Otra bruja, con una voz más suave pero igualmente inquietante, intervino.

—Joven rey… ¿Aún no lo has entendido? La guerra ya empezó. Aquel que una vez dio vida, vendrá a quitarla. Tomó el huevo del dragón y con hechizos hizo algo terrible… Mató el corazón y dominó la mente… El primer jinete de dragones en cien años vendrá a Drakoonia por la sangre de los inocentes…

Rúben sintió un escalofrío recorrer su espalda. La gravedad de la situación era abrumadora.

—¿Q-Qué? Por los Dioses… El hijo de los Targaryen, ¿dónde está?—Preguntó, su voz temblando ligeramente.

La primera bruja respondió, su tono lleno de una certeza inquietante.

—Joven rey… El hijo Targaryen está en su legítima casa…

Rúben lo había entendido. Justo cuando iba a darse la vuelta para regresar a Drakoonia, una de las brujas le saltó encima, y el caos se desató. Dragones atacaron el lugar, y Rúben quedó desconcertado. Las brujas jamás protegerían a alguien que no fuera de los suyos, pero una de ellas dio su vida para que el fuego no lo alcanzara.

—¡Debes volver a tu reino!—gritó la bruja.

—¡¿Qué demonios está pasando?!—preguntó Rúben, tratando de entender la situación.

—¡La guerra empezó!—respondió la bruja con urgencia.

Un gigantesco dragón cayó al frente suyo, y la bruja se preparó para luchar. El dragón abrió su boca, listo para escupir una ráfaga de llamas, pero antes de que pudiera hacerlo, un rugido ensordecedor resonó en el aire.

Desde el cielo, un dragón de escamas azules, resplandecientes como cristales, se lanzó en picada, embistiendo al dragón negro con una fuerza devastadora. El impacto fue tan fuerte que el suelo tembló bajo los pies de Rúben. Los dos dragones se enredaron en una feroz lucha, sus colas y garras chocando con una violencia que hacía vibrar el aire.

El dragón negro, más grande y pesado, intentó dominar al dragón azul con su tamaño y fuerza bruta. Sus mandíbulas se cerraron alrededor del cuello del dragón azul, pero este último se retorció con agilidad, liberándose del agarre y lanzando una ráfaga de fuego azul que iluminó el bosque.

El dragón azul, a pesar de ser más pequeño, era increíblemente rápido y ágil. Sus movimientos eran precisos y letales, como si cada golpe estuviera calculado para causar el máximo daño. Con un rugido, se lanzó hacia el dragón negro, sus garras brillando con una luz azulada. Las escamas del dragón negro se astillaron bajo el ataque, y un grito de dolor resonó en el aire.

Rúben observaba fascinado y aterrorizado a la vez. Las brujas susurraban a su alrededor. El dragón azul, con una fuerza renovada, embistió de nuevo, esta vez apuntando a las alas del dragón negro. Con un movimiento rápido, desgarró una de las alas, haciendo que el dragón negro perdiera el equilibrio y cayera al suelo con un estruendo.

El dragón negro, herido y debilitado, intentó levantarse, pero el dragón azul no le dio oportunidad. Con una última ráfaga de fuego azul, el dragón negro fue consumido por las llamas, sus rugidos de agonía resonando en el bosque. El dragón azul se alzó victorioso, sus escamas brillando bajo la luz del fuego.

Rúben, aún atónito por lo que acababa de presenciar, sintió una mezcla de alivio y asombro. El dragón azul se volvió hacia él, sus ojos brillando con una inteligencia y profundidad que Rúben reconoció al instante. Eran los mismos ojos que había visto en el joven que había encontrado en las ruinas.

—Joven rey… Creo que ya no es necesario que busques más.—Dijo una de las brujas.

—¿A… A qué te refieres?—Preguntó Rúben, aún atónito.

—El último hijo de los Targaryen está frente a ti.—Respondió la bruja, señalando al dragón de escamas azules.

El dragón lo miró a los ojos, y Rúben comprendió la magnitud de lo que estaba ocurriendo.

—Oh por los Dioses...


Bernardo observaba a Pablo mientras este escuchaba atentamente la historia de Rúben. El joven parecía absorto en sus pensamientos, procesando cada palabra. Justo cuando Pablo iba a comer, los susurros volvieron de golpe, alertándolo de algo. Su expresión cambió drásticamente, pasando de la calma a la alarma en un instante.

—¿Qué sucede?—Preguntó Bernardo, preocupado.

Pablo no respondió. En lugar de eso, saltó de la cama y corrió hacia la ventana. Bernardo, sin entender lo que estaba pasando, lo siguió rápidamente.

—¡Pablo, espera!—Gritó Bernardo, pero el joven no se detuvo.

Pablo llegó a la ventana y, sin pensarlo dos veces, se lanzó por el balcón. Bernardo se quedó paralizado por un momento, incapaz de creer lo que acababa de ver.

—¡Oh, por los dioses!—Exclamó Bernardo, corriendo hacia la ventana.

Al asomarse, vio algo que lo dejó sin aliento. En lugar de encontrar el cuerpo de Pablo en el suelo, vio un enorme dragón de escamas azules emprendiendo vuelo hacia el bosque. Las escamas brillaban como cristales bajo la luz del sol, y el dragón se elevó con una gracia y poder impresionantes.

—Por los dioses…—Murmuró Bernardo, aún en estado de shock.

El dragón se alejó rápidamente, dirigiéndose hacia el bosque encantado.

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