Verdades y Verdades

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Al parecer, transformarse en dragón era una carga muy pesada para Pablo, porque tardó en despertar. A Rúben eso le hizo pensar en la primera vez que lo vio, malherido, y los tres días que duró el viaje en los que Pablo había estado inconsciente. Las heridas que tenía le daban a entender que antes de su encuentro, el joven había tenido otra lucha en su forma de dragón. Rúben pasó esos tres días al lado de Pablo, casi sin separarse de él.

Pablo despertó al cuarto día, y como Rúben había sospechado, el chico no recordaba casi nada. Su mente humana y su mente de dragón no estaban sincronizadas, lo que le causaba una gran confusión. Rúben recordó el pergamino que había encontrado y se dio cuenta de que podría ser útil para ayudar a Pablo a entender y controlar su dualidad.

Después del primer ataque y de que el pueblo se enterara de que habían atacado a su rey, comenzaron los preparativos para una inminente guerra. En los tres días que Pablo durmió, hubo cinco ataques más, pero estos fueron dirigidos a otros reinos. Estos reinos, al escuchar los rumores de que el rey de Drakoonia había domado a un dragón, comenzaron a recurrir a Drakoonia en busca de ayuda y protección.

Cuando Pablo finalmente despertó, se encontró en un reino preparado para defender a su gente.

Aunque Rúben no se lo había pedido, Pablo comenzó a entrenar de inmediato. La voz en su cabeza le gritaba que necesitaba proteger el reino, y él no podía ignorarla.

Rúben observaba a Pablo mientras entrenaba, impresionado por su determinación y habilidades. Aunque el joven aún no recordaba mucho, su instinto de proteger y luchar era evidente.

—Pablo, ¿Cómo te sientes?—preguntó Rúben, acercándose después de una sesión de entrenamiento.

—Confuso.... Y prefiero que me digan Gavi, Pablo es el otro.—Respondió Pablo, deteniéndose para tomar un respiro.

—No recuerdo mucho, pero siento que debo hacer esto. Siento que debo proteger este lugar.

Rúben asintió, comprendiendo?

—Lo estás haciendo bien... Gavi.—Dijo Rúben, colocando una mano en su hombro.

—Encontraremos la manera de sincronizar tus mentes y descubrir más sobre tu pasado. Pero por ahora, tu instinto de protegernos es lo que necesitamos, pero... No quiero que salgas lastimado, solo... Solo no te esfuerces mucho, tus heridas aún no sanan por completo.

Gavi asintió, agradecido por el apoyo de Rúben, necesitaba encontrar alguna manera de saber más, por lo que Bernardo le había contado... Él era único en su clase, y hace años no ha habido alguien capaz de domar a un dragón.

Mientras tanto, los preparativos para la guerra continuaban. Los reinos aliados llegaban a Drakoonia, buscando la protección del rey y su dragón. La tensión en el aire era palpable, y todos sabían que la batalla final se acercaba.

Cuando Pablo intentó volver a su forma de dragón para sincronizarse, no lo logró. Lo intentó tantas veces que resultó herido, con quemaduras en varias partes de su cuerpo. Cuando Bernardo lo encontró inconsciente, llamó a Rúben de inmediato.

—¡Llamen al Rey! ¡Rapido!—Gritó Bernardo, su voz llena de urgencia.— Los guardias acataron la orden de inmediato yendo en busca del Rey, quien en esemomento se encontraba en la biblioteca real.

Rúben corrió hacia la habitación y al ver el estado de Pablo, su corazón se encogió de preocupación.

—¿Qué ha pasado?—Preguntó Rúben, arrodillándose junto a Gavi.

—Intentó transformarse de nuevo y se lastimó.—Explicó Bernardo.

—No sé qué hacer.

Rúben miró a Pablo, su mente trabajando rápidamente. Y como si fuera un susurró traído por el viento, recordó el pequeño libro viejo que la bruja le había dado antes de irse del bosque.

Sabrás cuando sea el momento de leerlo, joven rey.

El momento había llegado.

—El libro.—Dijo Rúben, su voz firme.

Bernardo asintió, observando a Rúben mientras comenzaba a leer las primeras páginas. Las palabras parecían resonar con un peso preocupante.

—Humano y dragón, unidos por una injusticia hacia dos inocentes, trajeron consigo a un ser capaz de traer paz y causar la guerra.

—Un ser de corazón noble y puro, que será puesto a prueba y tratarán de mancillar su brillante corazón, como una vez fue.

—El humano necesita de otro, un jinete, uno que comparta un vínculo especial, aquel que haya sido elegido por el propio humano estando en su forma de dragón.

Rúben levantó la vista del libro, miró al joven inerte.

—Esto tiene que ver con Gavi.—Dijo Rúben, su voz llena de certeza.

—Necesita un jinete, alguien con quien comparta un vínculo especial.

Bernardo frunció el ceño, tratando de entender.

—¿Un jinete? ¿Alguien que lo monte cuando es un dragón?

—Sí.—Respondió Rúben.

—Pero no es solo eso. Debe ser alguien que haya sido elegido por él, alguien con quien tenga una conexión profunda.

Rúben continuó leyendo y se encontró con un retrato. Al principio, pensó que era Pablo, pero había algo diferente en la imagen. No podía precisar qué era, pero la semejanza era innegable.

—Mira esto.—Dijo Rúben, mostrando el retrato a Bernardo.

—Se parece a Gavi, pero hay algo diferente.

Bernardo observó el retrato con atención.

—Sí, bueno, yo diría que sí es Pablo.—dijo Bernardo.

—Pero, ¿Qué significa?

—No lo sé aún.—Respondió Rúben.

—Pero creo que este libro tiene las respuestas que necesitamos. Debemos seguir leyendo y descubrir más.

Rúben cerró el libro por un momento y miró a Gavi, acariciando suavemente su cabello.

—¿Quién querría hacerte daño?—Murmuró Rúben, sus dedos recorriendo los rizos de Pablo.

—Eres hermosamente extraño, Gavi, y eso me asusta porque nunca nadie me había hecho sentir lo que tú has hecho.

Bernardo observó a Rúben, comprendiendo las palabras, sonrió porque el día finalmente había llegado.

—¿Dónde quedo el señor, "Jamás voy a desposar a nadie, nunca voy dejar que alguien más pequeño que yo me de órdenes y me mangonee de aquí y allá"?—Preguntó riendo, Rúben le dio un codazo por eso.

—Pegame, pero caíste, y caíste fuerte amigo... Debemos ayudarlo a sincronizar sus mentes, necesitamos de los dos.—Dijo Bernardo, Rúben asintió.

—Sí, lo haremos.—Dijo Rúben.

—Pero primero, necesita descansar y recuperarse. Luego, encontraremos la manera de sincronizar sus mentes.

Gavi, aunque aún inconsciente, parecía más tranquilo bajo el cuidado de Rúben.

Bernardo no pudo dormir esa noche. Pasó horas leyendo cada pergamino sobre los Targaryen, los Velaryon y la lucha después de la muerte de Lucerys Velaryon. Mientras revisaba el libro que las brujas le habían dado a Rúben, algo hizo clic en su mente.

—Si Pablo necesita a un jinete que él haya escogido estando en su forma de dragón, eso significa…—Murmuró Bernardo, recordando la primera vez que vio a Pablo transformarse e ir en busca de Rúben para protegerlo.

—¡Oh, por los dioses… es Rúben!—Exclamó, riendo como como un dragón engripado.

—Y luego soy yo el que necesita leche de cabra. ¿Cómo no se dio cuenta? Pablo ya lo había elegido desde antes… Por eso lo encontró en las ruinas.

Cuando iba a levantarse para ir a despertar a su tonto rey, sin querer, echó un par de libros al suelo. Los recogió rápidamente, pero algo llamó su atención.

—La familia Targaryen…—Dijo al ver un retrato de la familia real antes de la muerte del rey Viserys I.

—¡Oh, por… Mierda!

Salió corriendo hasta la habitación de Rúben, llevando los libros con él. Entró de golpe, lanzando los libros sobre la cama. Rúben saltó de la cama con su daga en mano, preparado para cualquier cosa.

—¡¿Qué demonios?! ¡Bernardo!—Exclamó Rúben, aún medio dormido.

—¡Lucerys Velaryon, mira!—Dijo Bernardo, alterado.

—Mira, mira este es un retrato de la familia Targaryen. Mira al segundo hijo de la reina Rhaenyra, ese es Lucerys Velaryon…


—Es idéntico a Pablo. El retrato que estaba en el libro no era Pablo, era el príncipe Lucerys… Pablo es hijo de aquel que fue dado por muerto… Lucerys Velaryon no murió…

Rúben miró el retrato y luego a Bernardo, su mente trabajando rápidamente para procesar la información.

—¿Estás diciendo que Gavi es…?

—Sí.—Interrumpió Bernardo.

—Pablo es el hijo de Lucerys Velaryon. Lucerys no murió, se transformó en un huevo de dragón y eclosionó cien años después. Pablo es el resultado de esa unión, el pergamino, la leyenda, no era solo un simple cuento, alguien siempre lo supo, la leyenda hablaba de Pablo.

Rúben se quedó en silencio, asimilando la magnitud de lo que acababa de descubrir. Todo encajaba ahora; la conexión especial que sentía con Gavi, la necesidad de protegerlo, y la profecía de las brujas.

—Entonces, eso significa que…—Comenzó Rúben.

—¡Sí! Por los Dioses, te voy a matar.—Dijo Bernardo, tirandole otro libro.

—Tú eres el jinete que Pablo ha elegido. Juntos, pueden enfrentar la amenaza que se cierne sobre Drakoonia.

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