Nervios.

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Estaba muy cansada.

El cielo ya estaba completamente oscuro para cuando llegué a la Corporación. Todo el día buscando trabajo, eso era muy cansado, por lo menos tengo tres posibilidades, solo falta que me llamen.

Entro por la puerta principal directamente a la sala, y me dejo caer en el sillón. Solo cerraría los ojos por un par de minutos y luego me iría a mi cama.

Lindas ovejas...




-¡_____! ¡Despierta!

Pego un brinco del susto que Bulma me acaba de dar. Tallo mi ojo y le miro de mal humor.

-¿Qué quieres? ¿No ves que estoy durmiendo?

-Necesito que me hagas un favor. –pide ella. Vuelvo a acomodar mi cabeza en mi almohada y me cubro con mi manta...Un momento... ¿Estoy en mi cama? –Vamos, ______. Por favor...

-¿Qué necesitas? –digo aun confundida por mi repentina aparición en mi cuarto.

-Que vayas por Trunks a la escuela.

-¿No puede venirse solo? Él sabe volar y esas cosas... -cierro los ojos levemente. Bulma al ver que no le hacía caso por completo, decidió saltar sobre mí sacándome el aire.

Es un simple niño. -contradice. -¿Porfavor?

-Bien. Pero quítate de encima.

-¡Gracias! La hora de su salida es a las 2. No lo olvides.

-Claroo... -me levanto de mi cama para darme una ducha. Tardaré mucho en arreglarme, así que mejor lo haré desde ahora.

Mientras me quito mi ropa, que era la misma de ayer, me dedico a recordar la noche pasada.

Estoy segura de que llegué y me dormí en el sillón. Extrañamente amanecí en mi cama... ugh, no sé qué pudo haber pasado.

Tardo una hora bañándome y otra arreglándome. Para cuando salgo de mi cuarto, ya faltaban 30 minutos para que Trunks saliera de su escuela.

-¿A dónde vas? -su voz me detiene justo en la entrada de la casa. No creí que me lo encontraría.

-Iré por Trunks a su escuela. -giro a verle.

Mi boca se abre solo un poco de la impresión. Vegeta no tenía camisa, solo su pantalón azul y aquellos guantes blancos.

Trago saliva con nerviosismo.

-¿Si quiera sabes dónde queda?

-B...Bulma me dibujó un mapa... -levanto la hoja de papel, mostrándosela.

-Hmp... no tardes. -y sube las escaleras. Dejo salir el aire acumulado y me voy de ahí. Me costaba admitirlo, pero últimamente Vegeta me pone algo incómoda.

Con mi escarabajo de automóvil fui por Trunks. Sé que podía usar cualquier otro súper carro último modelo de Bulma, pero mi carrito no lo cambio por nada.

Para cuando llego por el pequeño Trunks, los niños ya estaban saliendo y los padres estaban aquí por ellos. Me recargo en mi carro y me dedico a esperarlo.

-Hola.

Un chico de mi edad se había acercado a hablarme. -¿Hola?

-¿Vienes por tu hermano?

Niego con la cabeza. -Sobrino.

-Oh, bueno. Casi adivino. -se ríe de su propio chiste. Intento no rodar los ojos. -Por cierto, soy Chad.

-Mmmh... -entonces veo aquella cabellera tan llamativa. -¡Trunks!

El pequeño Trunks me encuentra entre la multitud, y junto con su amigo llegan hasta mí.

-_____. -saluda. -Te presento a Goten. Es mi mejor amigo.

-Goten. -le miro mejor. -¿Por qué siento que eres algo de Goku?

-Es mi papá. -y se ríe. Sonrío de lado.

-Mucho gusto. -Miro al moradito. -Tu mamá no pudo venir por ti, pero aquí estoy yo. Y... antes de regresar a casa. ¿Quieren ir a algún lado? -ofrezco.

A ambos les brillan los ojos. -¡Vamos al parque de diversiones!

-No creí que quisieran ir ahí. Me refería a algo...

-Por favor. -suplica Trunks. -Mi papá me lo prometió y no lo ha cumplido.

Sonrío divertida. Eso no lo sabía.

-Lo siento, los llevaré otro día con el permiso de Bulma. Por ahora... ¡Suban a la nave! –ordeno. Los dos se ríen.

-¡De acuerdo!

-¡Goten, Trunks! –una niña de su misma edad se acerca a ellos con una caja en sus manos. Los dos giran a verla.

-¿Qué pasó Nile? –pregunta Trunks. Ella toma el aire perdido en su carrera.

-No olviden llevarse esto. –le entrega la caja a Goten. –Les toca a ustedes cuidarlos.

-¡Pero a mí me da asco! –se queja Trunks. La niña se encoje de hombros.

-Toda la clase debe cuidarlos. Así que mañana deben traerlos. –hace una reverencia. -¡Nos vemos!

-Rayos, yo creí que nos libraríamos de ella. –dice Goten mirando con recelo aquella caja. Les miro con curiosidad.

-¿Qué hay en la caja? –por fin pregunto.

-Es para un trabajo de biología. –explica Trunks con enfado. –Debemos cuidar a las lombrices rojas.

-Eso es raro... -digo en voz baja. -¿Para qué cuidar a las lombrices? ¿No pueden tomar nuevas y ya?

-Nos costó trabajo encontrarlas. Y nuestro deber es ponerles tierra y alimentarlas con restos orgánicos y así.

-¿No pudieron encontrar otra mascota? –me digo a mí misma. –Bueno, suban al carro. Y cuidado con tirar la caja.

En el camino de vuelta a casa, los niños me platicaron su día. Al parecer aquella niña llamada Nile estaba flechada por mi querido Trunks. ¿Quién iba a pensar que sería tan galán el chico?



Los tres entramos a la Corporación.

-________. –llama Trunks. -¿Puedes cuidar a las lombrices por ahora? Es que Goten y yo queremos jugar un rato.

-Claro, vayan a jugar. No hagan desorden y no salgan de la casa. –tomo la caja en mis manos.

Los niños salen al jardín corriendo uno detrás de otro y gritando quién sabe qué. Me río en mi interior y decido subir las escaleras para cuidar de las pequeñas.
Iba tarareando una canción mientras caminaba rápidamente hasta mi cuarto, una vez dando la vuelta en el pasillo, choqué con Vegeta y solté aquella caja en el aire, la cual se abrió por completo y las lombrices cayeron sobre nosotros.

No sabía qué era peor, si yo estando sobre Vegeta en el suelo, o ver su cara poniéndose cada vez más verde.

-¿Vegeta? –pregunto algo preocupada. Ese color no era normal.

-¿Q-qué es e-esto? –dice en voz baja. Hablaba de las lombrices que ahora se arrastran por alrededor. Tomo una de su cabello y se la muestro.

-Solo son lombrices rojas. Tú tranquilo. -creí que eso lo tranquilizaría, pero no esperaba esa reacción.

-¡Aleja esa cosa asquerosa de mí! –me grita. Doy un salto hacia atrás del susto por su grito y le veo retroceder aun en el suelo.

-¿Vegeta?

-¡Juro que si lo acercas dos centímetros más, los mataré a ti y a todos ellos!

¿Matarme?

-Vegeta... -le miro con sorpresa. –No me digas que te dan miedo las lombrices.

-¿Miedo? ¡Ja! ¡Me dan asco! ¡Las aborrezc...! ¡Aléjala de mí! –señala a una que ahora se está arrastrando hasta su lugar. Me levanto del suelo con rapidez y tomo a la "peligrosa" lombriz que atacaba a Vegeta. Esos cinco minutos me dedico a tomarlas todas y devolverlas en su caja.

-Listo. –sonrío victoriosa. -¿Mejor?

Le escucho murmurar cosas entre dientes, luego le veo decidido y alza su mano hacia mí. –Dame esa caja.

-¿La caja? ¿No que odiabas a las lombrices?

-La voy a quemar.

-¡No! –la cubro con mi cuerpo. -¡No puedes!

-¡No te pedí tu opinión! ¡Dámela! –forcejea la caja junto conmigo. Todo iba bien, hasta que volvimos a tropezar, pero esta vez, él se encargó de que la caja no se abriera, sin embargo por estar ocupado en eso, cayó de espaldas y conmigo encima. Me incorporo unos centímetros para verle al rostro, con mi cabello creando una cortina entre el resto del pasillo y nosotros.

-No los puedes matar. Son la mascota de la clase de tu hijo, si ven que no llega con ellas, le irá muy mal y hasta puede reprobar la materia. ¿Eso quieres? –explico. Pero pareciera que no me estaba escuchando. -¿Vegeta?

Me miraba con ceño fruncido, directamente a los ojos sin titubear, y eso me estaba poniendo nerviosa a mí.

-¿Vegeta? –vuelvo a preguntar.

-Quítate. –ordena. Alzo las cejas con sorpresa.

-L-lo siento. –me incorporo lo más rápido posible y de paso tomo la caja en mis manos. -¿Estás bien?

-Hmp... -ignora mi comentario y se levanta como si nada. –Es mejor que te bañes, o apestarás a lombriz. –y entra a su habitación.

Ni siquiera sabía que estaba conteniendo el aire. Como lo he dicho antes, estar con Vegeta me pone incómoda.

-Bueno... al menos logré que no les hiciera daño. –le hablo a la caja mientras entro al cuarto.

Duré una hora en bañarme y arreglarme un poco, justo cuando terminé de secar mi cabello, mi celular sonó.

-¿Bueno?

-¿La señorita _______?

-Soy yo. –acomodo mis cosas que dejé esparcidas mientras me arreglaba.

-Le llamamos del trabajo que usted solicitó, requerimos pintar uno de los murales de un restaurante.

-¡Oh! ¡Claro! –sonrío de oreja a oreja.

-¿Cuándo cree que pueda empezar?

-¡Cuando usted ordene!

-¿Le parece bien que en una hora nos veamos aquí? Para platicar del proyecto, y del resto.

-Estaré ahí. Gracias.

Cuelgo el celular y de inmediato salto a mi armario para vestirme con algo decente.

En diez minutos ya estaba saliendo de la Corporación Capsula. Para mi gran desgracia, mi carcacha de vehículo no encendía, por lo que tuve que tomar un autobús.
La junta era con un chico unos cinco años mayor que yo, que quería darle algo de vida a su restaurante, y yo pintaría el mural para compensarlo.

La reunión duró un poco más de lo previsto, pues el chico era simpático y hablamos de cosas un poco más triviales.

-Creo que debo irme. –sonrío amablemente.

-Te llevaré. –se ofrece.

-Puedo tomar un autobús.

-Insisto.

Al final me vi obligada a acceder.

Cuando le dije la dirección de la Corporación, quedó sorprendido, y más al saber que mi hermana era la famosa y millonaria Bulma Brief. Ruedo los ojos al verle tan emocionado, que ya rezaba por llegar rápidamente a casa.

-¡Gracias por traerme! –salgo del carro con rapidez. Él sale de su lado.

-Cuando quieras, no es molestia.

Muy tierno, no gracias.

-Hmm... -sonrío con la boca cerrada. Ya el cielo estaba oscuro y quería irme a dormir. –Nos vemos mañana.

-¡Hasta mañana, muñeca! –se acerca a besarme la mejilla. Yo comenzaba a tener un tic en la ceja. ¿Me llamó muñeca?

Decido entrar a la Corporación antes de que termine volándole un par de dientes al muchacho, y me dejo caer en el sillón de ayer.

-No te quedes dormida. –dice una voz. Levanto mi cabeza para encontrarme con Vegeta.

-Oh, hola príncipe azul. –sonrío traviesa, pero él no me devuelve la sonrisa.

Tampoco esperaba que lo hiciera.

-No pienso llevarte otra vez hasta tu habitación. –se cruza de brazos. Alzo las cejas sorprendida. Así fue como llegué mágicamente a mi cama.

-¿Por qué no? Según Bulma, tienes súper fuerza y esas cosas. –sonrío de lado. –No sería ningún problema. ¿O sí?

-Es poco respetuoso quedarse en el sillón en una casa ajena sin permiso. –contradice. –No soy tu caballo para estarte cargando.

-Nunca te lo pedí. Tú lo hiciste por tu propia voluntad.

-Bulma me obligó. –confiesa. Rayos, en el fondo esperaba que le hubiera nacido cargarme hasta mi habitación.

-¿Sabes? Me siento cansada como para discutir contigo. –alzo los brazos. –Deberías cargarme de nuevo.

Me mira incrédulo, no podía creer que se lo pidiera. Quería reírme.

-¿Es enserio lo que dices?

-Muy serio.

-¿Qué te hace pensar que lo haré? ¿Acaso estás sorda?

Le miro divertida, esta situación me causaba mucha gracia.

-A mí se me hace que eres un debilucho, y por eso no puedes... digo, quieres cargarme. –sonrío en mi interior al verle fruncir más el ceño.

-Tsk... No te funcionará esa táctica.

-Al menos lo intenté. –me incorporo del sillón y tomo los tacones que dejé a un lado. -¿Qué haces aquí? ¿No deberías dormir o algo?

-Estaba entrenando. –se encoje de hombros como si no fuera nada.

-¿Por qué entrenas mucho? –me coloco frente a él. Vegeta no era muy alto, pero sí más que yo, y cada vez que se cruzaba de brazos, sus músculos de los brazos se marcaban más.

-Para ser más fuerte. –dice obvio. Ruedo los ojos.

-No comprendo... ¿Para qué quieres ser más fuerte?

-Soy el príncipe de los Saiyajin. Debo ser el mejor. –su voz fue bajando hasta decirlo casi como un secreto entre nosotros. Una vez más me miraba directamente a los ojos. ¿No tiene miedo o algo? Soy una chica que no puede mirar directamente a los ojos a alguien más de cinco segundos, o muero de un paro cardiaco.

Agacho la cabeza. –Entonces, creo que iré a mi cama.

No escucho respuesta de su parte, así que sigo mi camino por los escalones hasta mi habitación.

¿Por qué estoy tan nerviosa?

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