5. Descendí a los Infiernos (versión 2016)

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Toco timbre en el edificio de Gustavo, lo llamo y le mando mensajes a su celular. No hay respuesta. Intenté convencerme de que todo fue un sueño, pero fue inútil: Gustavo es un demonio y está preso en otra dimensión, quizás en el Infierno. Intento ver a Cecilia. Tampoco puedo encontrarla. Le dejo varios mensajes explicándole lo que me pasó. Estoy desesperado. En el trabajo nadie sabe por qué está faltando y tampoco pudieron comunicarse con él. ¿Cómo les explico lo que sucedió?

Me la paso rezando al Arcángel Rafael, pidiéndole que lo rescate. Traté de salir astralmente para pedirle ayuda o para ver a Gustavo y me resultó imposible. ¿Por qué estas nuevas habilidades me fallan ahora? Llamo a mi mamá. Ya no me importa nada. Le cuento casi todo, obviando mi encuentro íntimo con Gustavo. Pienso que me va a decir que estoy loco, que me va a rechazar de nuevo.

-Tu hermana y yo hemos visto fantasmas y tuvimos sueños premonitorios, pero nunca salimos del cuerpo. Tu abuelo tenía esa habilidad, la heredaste de él. Cuando era chica me contaba que se trasladaba de una dimensión a otra, que hablaba con ángeles y demonios. Nunca supe que lo haya hecho físicamente, como lo que me contaste. ¿Alguna vez soñaste que volabas?

-Sí, casi siempre. ¿Qué tiene que ver?

-Son recuerdos de tus viajes inconscientes. Tal vez ellos te den una respuesta.


***


Me preparo para meditar como me enseñó Cecilia. Me siento en un sillón, trato de calmarme y cierro los ojos. En vez de ver las imágenes de mis sueños, encuentro a Rafael. Aunque estoy perdidamente enamorado de Gustavo, tengo que admitir que el Arcángel enciende un anhelo ancestral en mí. Cuando pienso en el beso que me dio, me inquieto.

"Lo siento, no puedo ayudarte", me dice.

"¡Por favor!", exclamo en mi mente. "Gustavo..."

"Su nombre es Asmodeo", me interrumpe. "Tú superaste la prueba. Él falló. Esas son las reglas".

Rafael me mira a los ojos. Sé que quiere decirme algo que le está prohibido por su jerarquía. Antes de desaparecer, me muestra un libro verde que me resulta familiar. En la oscuridad de mi mente, intento recordarlo. Creo que lo vi en mis sueños. Utilizo una técnica que me enseñó Cecilia y empiezo a caminar, buscando el libro en los paisajes de mi mente. Recorro un desierto, un bosque, las ruinas de un templo, hasta llegar a una torre de piedra naranja.

Abro una puerta de madera y subo las escaleras. Al final, encuentro una habitación llena de cofres y estantes con libros y cristales, iluminada por un gran ventanal. En un atril descansa el libro verde, que tiene una inscripción en la tapa: Abraxas. Lo abro y leo la primera hoja: Podemos ayudarte. Toco las letras brillantes y entro al libro. Veo al sistema solar en formación, también al planeta Tierra. Hay un concejo de seres, suspendidos en el espacio como yo. No puedo verlos bien por la luz multicolor que irradian.

De pronto, comienzan a pelear. Se produce una explosión y los seres se dispersan, pero desde donde están siguen en contacto con la Tierra. La imagen se esfuma y me encuentro en un lugar blanco y vacío, frente a otros seres que parecen humanos. Usan trajes plateados, tienen la piel color arena y el pelo largo y blanco. ¿Qué son estas criaturas? ¿Por qué me mostraron todo eso? Me desespero y quiero huir, pero acepto su ayuda cuando recuerdo a Gustavo atrapado en el Infierno.

Abro los ojos y estoy de nuevo en mi cuerpo. Miro los estantes con libros y muñecos en mi departamento. Pasan los minutos, y no sucede nada. ¿Habré enloquecido? Seguro todo fue parte de mi imaginación. Me levanto del sillón y camino hacia la puerta, pero me detengo al notar que las paredes se vuelven transparentes. Los objetos están cruzados por líneas que me muestran su pasado. El lugar comienza a vibrar y se abre de nuevo un portal frente a mí. Detrás de él están los ángeles plateados.


***


Atravesamos el portal y aparecemos en la celda donde Gustavo está preso. Verlo de nuevo con mis ojos físicos, desnudo en esa prisión, me conmueve y excita a la vez, incluso con su cuerpo de escamas violetas y ojos de reptil. Corro a abrazarlo y lo beso.

-¿Qué hacés acá? -dice, todavía herido por la tortura-. ¿Cómo pudiste...? ¿Quiénes son los otros?

-No sé. Ofrecieron su ayuda.

Escuchamos un chillido y empieza a formarse una puerta en la celda. Uno de los seres cubre a Gustavo con una luz que sana sus heridas y lo viste con un traje verde pegado al cuerpo. Otro pone sus manos en una pared lateral y una geometría de luz la recorre para crear una puerta de escape. Salimos por ella hacia otra celda, antes de que entre una onda de fuego que se alza y estalla contra una pared, calcinando en todas las direcciones. El ángel de traje plateado hace desaparecer la puerta que creó. En la nueva celda encontramos a una figura humanoide cubierta de luz naranja. Los plateados le dan un cristal.

-Esto abrirá todas las puertas del lugar. Escapa y libera a los que puedas.

-Gracias -dice el ser naranja y huye de la celda.

-No podemos abrir el portal de regreso -dicen los seres-. Mastema debe haberlos bloqueado.

Salimos al pasillo, donde reina el caos.

-¡Allí están! -grita Dumah y nos señala. Viene con los demonios, pero los plateados los mantienen a raya con su energía.

-Vayan -dicen los seres.

Uno de ellos nos toca con sus manos en el pecho. Sentimos una energía que nos recorre y aparecemos en la terraza. Está sucia y llena de objetos viejos y oscuros que parecen poseídos. Los demonios golpean la puerta con violencia, intentando abrirla. Nos siguieron.

-Te amo -dice Gustavo. Me besa y lo cubre un humo oscuro.

Antes de que pueda reaccionar me toma en sus brazos, corre hacia el borde de la terraza y salta. Grito, abrazado a él, mientras la acera se acerca cada vez más. Cierro los ojos. El golpe nunca llega, siento el viento en el rostro y escucho un aleteo. Abro los ojos y veo una sombra alada debajo. Los demonios que nos buscan desde la terraza del edificio no pueden hallarnos. Siento que nos rodea la energía de los seres de pelo blanco, ocultándonos. Volamos fuera de la ciudad deforme y mal construida, llena de horrores y alimañas. Nos deslizamos más allá de la niebla y aterrizamos en el desierto. Sigo a Gustavo hasta una cueva.

-Es un viejo portal natural que usé hace muchos ciclos. Casi nadie lo conoce -explica y me toma de la mano-. Solo debemos pensar a dónde queremos ir.

Aparece en la entrada de la cueva una luz violeta con nubes brillantes en su centro, y comienzan a girar, creando un embudo. Cuando estamos por saltar, se oscurecen. Un rayo nos golpea, alejándonos del portal. Presiento que alguien vino dentro de ese resplandor. Agudizo la vista. Es Dumah, nos está cortando el paso.

-No podrán escapar -amenaza.

Se lanza sobre nosotros, y grito ya harto. Siento un poder nuevo que despierta en mí, cuando mi corazón se conecta con el centro de este mundo, más allá del desierto estéril y el cielo quemado. Encuentro una energía inmensa, cósmica, que nos envuelve, y expulso a Dumah lejos del portal.

-¡Deja de engañarlo! -Dumah le grita a Gustavo, mientras se acerca hacia nosotros-. ¡Muéstrale nuestra verdadera forma!

Los colores de Dumah empiezan a desaparecer a medida que se transforma en una sombra oscura, en un hueco en el espacio, y absorbe la energía con avaricia y odio. Aunque el demonio no puede atravesar la barrera de energía, continúa hostigándonos. Gustavo me mira con culpa y también comienza a cambiar. A mi lado veo a una oscuridad que me resulta conocida.

-No hace falta que me muestres tu otra forma. Ya sé que eras la sombra que entró a mi cuarto para absorber mi energía, pero ahora eres diferente a Dumah.

Aprieto su mano y él la mía, con esta fuerza Gustavo empieza a transmutar. Se vuelve una figura multicolor que ya no parasita a otros, toma lo que necesita de las estrellas y del planeta. Luego de esta revelación, vuelve a su forma: el Gustavo de escamas violetas.

-Vamos -lo tomo de la mano, le damos la espalda a Dumah y atravesamos el portal.

Aparecemos en el cuarto de Gustavo, en su cama. Él vuelve a su apariencia normal. ¿Acaso todo fue un sueño? ¿En verdad me transporté a otros mundos? Debería tranquilizarme, pero siento que algo está mal. Nos siguió una vibración fría y arcaica, familiar. Es un rostro nebuloso, que ruge y crece y se vuelve hacia nosotros.

-¡Es Mastema! -grita Gustavo.

Estamos agotados, somos incapaces de defendernos. Entonces, llega otra vibración. Un rayo verde golpea a Mastema y lo hace desaparecer. ¡Es Rafael! Siento que nos protege, antes de que caigamos exhaustos.


***


Lo único que me convence de que todo fue real es el relato de Gustavo y constatar que pasaron varios días en los que ambos estuvimos desaparecidos. A medida que pasa el tiempo empiezo a olvidar varias cosas y vuelvo a preguntárselas. Mi cabeza no puede procesarlo. Todavía no entiendo por qué no vuelven a buscarnos. Gustavo asegura que Rafael intervino en alianza con los seres plateados y nos salvaron. Todo me parece una locura. Empiezo a escribirlo como si fuera una historia de ficción. Tal vez para encontrarle un sentido. Ocasionalmente usamos nuestros poderes para chequear si siguen funcionando. Tal vez algún día volvamos a necesitarlos.

Sara y el resto de nuestros compañeros de la radio están contentos. Organizaron un brindis especial en nuestro aniversario y Sara nos hizo una torta. Me parece imposible que la persona que amo haya sido el demonio Asmodeo. Los años pasan y me voy a vivir con él a su departamento.

-Si Mastema no te hubiera obligado a seducirme... ¿Te hubieras enamorado de mí? -le pregunto, mientras acomodo mis cosas.

-Por supuesto.

-¿Y me hubieras confesado que eras un demonio?

-Te hubieras dado cuenta solo. -Se ríe y me besa.

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