Te tengo

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La asignación de su capitanía fue una noticia agridulce.

Sif, su esposa, había celebrado el que por fin alcanzase la posición que tanto anhelaba y merecía. Contaba con más de quince años fungiendo como primer oficial de cuanto pusilánime nombraran para el puesto ya era su tiempo de estar al frente. Tenía experiencia, tenía conocimientos suficientes y tenía una cabezota tan dura que lo arrojaba a situaciones de extremo peligro. Pese a esto, su dote de victorias era invicta a cero con el mar.

Sin embargo, aunque todos murmuraban que era su hora de llevar al servicio al implacable Mjolnir -como le llamaban-, la Asociación de Balleneros de H. todavía resentía las acciones de Odín Borson, su padre, y castigaba al hijo que tuvo la desgracia de hallar su lugar en el mundo sobre un barco, navegando en alta mar. Thor no podía estar peor valorado para la sociedad ballenera, pese a que su reputación entre los tripulantes y los demás capitanes y oficiales lo respaldaba en cada vuelta de pesca. Por lo que se le encargó el doble de kilaje de pesca que lo requerido para un principiante y la severa advertencia de que los daños al navío serían descontados con intereses de su pago.

Aun así, aceptó el trabajo.

Un bebé venía en camino y otro estaba por cumplir sus cuatro años. Por mucho que deseara quedarse y ver nacer a su pequeño, tenía que conseguir el dinero. Soñaba con comprar una casa más grande, más cercana al pueblo. Quería darle a Sif vestidos nuevos que reemplazasen aquellos harapientos que con tanta paciencia costura una y otra vez. Tal vez obsequiarle alguna joya real, y no solo las que talla con los huesos de pescado, con la que en silencio compensar el descuido a su matrimonio.

Un perdón inmerecido, según creía.

Lo había intentado todos estos años, pero su esposa no era estúpida y él no era capaz de negarse que aceptar viaje tras viaje era su manera de huir de la presión de su vida. No había hallado cómo sacar a flote su ahogado amor. Llegó a considerar, para vergüenza de su alma desahuciada, escapar lejos. A donde sea que el mar, siempre el mar a su rescate, lo resguarde de ver la decepción y la desilusión en los ojos de Sif. Ojos que supieron afiebrar su cuerpo y acuciar su corazón estaban apagados cuando yacían juntos; noches de pasión desabrida que los llevaba a odiarse cada vez más. Pero no iría a ninguna parte. Él, al igual que su padre, asumió un compromiso para toda la vida y hasta que la muerte, que se le antojaba a veces tan atractiva, los separe.

¿Era esto la felicidad?

¿Qué más da? La familia fue una meta que alcanzar. Como el tener empleo. Luego hijos. ¿Y qué seguía después? O mejor dicho, ¿qué hacer con ello? No le veía sentido, ¿acaso era así para todos? ¿Fue así para su padre? ¿Esta desazón lo empujó al fondo de cada botella? ¿Le calentó los acerados puños con que marcó a su dulce e inocente madre?

Un odio familiar, virulento, ante los recuerdos de su infancia le nubló la vista y parpadeó lejos lágrimas ácidas que se negó a derramar. Aferrado hasta que sus roídas uñas se enterraron en la madera de la baranda, se obligó a controlar su temperamento. Aquel que, por desgracia, es fiel retrato del de Odín.

—Capitán, señor —llamó la vocecita asustada de un peón que contrató para tareas que ninguno de los demás con más experiencia quería hacer—, la cena está lista.

El jovencito —Peter— lucía tan pequeño e inocente que se le encogió el corazón al traerlo a esta vida. No creía que este estuviera hecho para el mar, ni para los hombres con los que comparte cuarto. Ya había advertido a Tony, su contramaestre y hombre de confianza, quedándosele viendo con indiscreta lascivia. Lo que no era un comportamiento inusual. En las embarcaciones no eran admitidas las mujeres, ¿dónde encontrarían alivio cuando los días pasaban sin ser muy diferentes unos de otros? La tensión de no encontrar ni un solo cachalote por semanas destrozaba los ánimos y el sexo siempre estuvo ahí para motivarlos.

O saciar la curiosidad que en tierra no sería bien vista.

—Sírvanse, me uniré más tarde. —Despidió al muchacho, temiendo haber mostrado lo enfermo que se sentía.

Y no sería propio de un capitán transparentar su malestar. Menos cuando este no tenía mucho que ver con que llevasen más de siete meses sin pescar nada. Lo cual, le llevó a reconsiderar si esta vez no hubieran tenido razón los directores de la asociación de rechazar su solicitud para capitanear. Tal vez, como sucedió con todo a cuanto aspiró, una vez lo obtuvo perdió valor. No obstante, no era natural de él escaquearse de sus responsabilidades y se irguió en toda su altura, pareciendo un gigante junto a Peter que se retorció entre fascinado y atemorizado.

Thor era enorme. Un capitán en toda regla con la barriga colgando por debajo de la camisa, los brazos peludos y tan quemados por el sol que las cicatrices de su piel contrastaban, y la barba larga y despeinada del color del trigo tostado.

El parche del ojo era reciente, casi lo olvida.

—Está bien, señor —murmuró el joven, yendo de prisa a cenar antes de que los demás lo dejaran sin probar bocado.

Cuando quedó a solas, Thor intentó no pensar en la mala racha que Mjolnir estaba viviendo. Pero esto lo arrojó de lleno a reflexionar sobre sus pesadillas, las que lo tienen desvelándose tras despertar sudoroso y agitado y terriblemente excitado. Un apetito sexual que supera el que siente por Sif o con cualquier hombre con el que se permitió explorar algunas veces en tierras extranjeras. Nunca había experimentado una necesidad tal, al punto de que se asfixiaba en pleno orgasmo como si fuera un salto a la muerte. Ni siquiera podía entender el por qué de aquellas sensaciones, más que atribuirlas al agotamiento y a la angustia que lo embargaba cuando escribía el registro diario de la jornada.

Tal vez su cerebro compusiera aquellas visiones de placer para alejarlo del amargo sentimiento de culpa y desesperación. Y, a la vez, lo atormentaba por emprender viaje cuando no era lo que había querido en primer lugar. No fue de corazón franco que abordó Mjolnir, sino como un deber que lo oprimía y le dejaba el espíritu flaco. Al contrario de su cuerpo, que tan excedido en peso estaba que caminar hasta el interior del navío le costó el doble. Si Volstagg no fuese un chef de primera, podría rechazar los platillos que logra sazonar como nadie con pocos y baratos productos. Pero prefería atiborrarse de comida que de alcohol, su enemigo y compañero desde joven; genes de su padre.

Esa madrugada, no fue diferente a las otras.

Despertó con el rostro cubierto de sudor y llanto mientras entre sus piernas la emisión tibia de su orgasmo le advirtió que otra vez su pesadilla pudo vencerlo. En ellas, aunque se esmeraba en liberarse y escapar de su captor, no podía sino rendirse a las sensaciones. Se dejaba arrastrar hasta el fondo del mar donde recibía estímulos por doquier que lo sobrecargaban y le dejaban solo espacio para gritar... pero no podía hacerlo. Su grito era devuelto por el agua que entraba en su boca y nariz e invadía como lava sus pulmones que ardían ante la inundación. Ahí era cuando el placer de aquel amante al que no podía ver, del que apenas atisbaba piel clara, casi traslúcida, cabello y ojos tan negros como el fondo del mar mismo, se convertía en horror.

Y una vez el sueño se extinguía, no podía quedarse en la cama. Inquieto, se removía y con dificultad se ponía en pie para salir a tomar el fresco. Nadie a la vista, lo que le permitía relajarse y andar sin la gracia con la que se muestra ante sus tripulantes. No había estampa que pretender, era solo él y el mar. Un hombre miserable que no desea otra cosa que conectar con los misterios de este, aun cuando sabe que nunca los conocerá a todos. Quizá ninguno, pero pese a ello se siente bienvenido entre el silbido áspero del viento y las olas que golpean Mjolnir y lo mecen como un arrullo.

Tal vez se debe a que el mar le recuerda a su madre.

—Te extraño —susurró, viendo a la oscuridad y esperando que no sea en vano su mensaje, que aquí lejos del odio tumoroso de Odín pueda volver a sentirla cerca—, cada día.

—¿Con quién hablas, navegante?

Se tensó, apretando el barandal cuando perdió el equilibrio. ¿Había oído bien? ¿O fue el viento, su poco descanso y el coñac seco que contrabandeó Fandral y del que se permitió unos tragos durante la cena? Consideró que era posible esta última.

—No estás borracho, grandulón. —Le contestaron.

La voz trepó por su piel hasta colarse en sus oídos como arañas buscando refugio de la lluvia. Se estremeció, sintiendo la carne de gallina y buscando en todas partes da con que no hay nadie a la vista. Por lo que se reprende, ¡estás borracho, Thor!

—No volveré a tomar esa porquería.

—Mientes. —Le contestaron, cada vez más cerca. Tanto, que siente el hálito helado golpearle la cara y cuando parpadea como bobo comienza a vislumbrar un rostro—, ¿puedes verme?

Quiso negarlo, porque tal vez así se deshiciera de aquella presencia. Pero sus rezos fueron interrumpidos por unos familiares pozos negros que se fijaron en él. Ojos tan desprovistos de calor, semejantes a los de las ballenas muertas que pesan en su conciencia, que tiritó cuando lo repasaron de arriba abajo. Como a un insecto. Como carnada.

Los mismos ojos que se colaban a sus sueños cada noche y lo torturaban ahora lo tenían de objetivo.

—¿Quién eres? —Se atrevió a preguntar.

El sujeto, un joven que no debía llegar a treinta años, arqueó sus cejas. Sus facciones eran afiladas, pómulos altos, frente larga y una nariz recta que descendía soberbia hasta la delgada boca que sonrió con lo que pudo conjeturar como afecto. Tal parecía que se contentaba de verlo, pero Thor no se dejó engañar. Sus instintos le decían que corriera, pero cuando dio un paso atrás fue empujado al frente, contra el barandal donde su panza se aplastó y le cortó un poco el aire. Aun así, agradeció no tomar hondas respiraciones cuando el aroma a pescado y sangre le invadió la nariz por la cercanía del ser.

—Eres tú —dijo este, sin responder a su pregunta, y extendió la mano, pálida como el resto de él, hasta posarla en su mejilla—, he estado esperando por ti, navegante.

—No sé quién eres. —Soltó sin aliento y le sentó fatal la desilusión que asoló el rostro del muchacho del mar.

—Sí que lo sabes.

Pensó en sus pesadillas, sintió el eco de la voz del muchacho y reconoció vocablos de un nombre nunca antes mencionado, pero que ni bien las dejó asentarse en su lengua las supo reales:

¿Loki?

Un asentimiento y una sonrisa teñida de tristeza.

El tacto de aquella mano sobre su rostro fue asqueroso, resbaladizo y helado, pero se halló inclinándose hacia la palma cuando esta se retiró con brusquedad. Quiso llamarlo, disculparse quizá. No estaba en sus cabales para cuestionarse por qué tales sentimientos despiertos por una caricia, mas sí para interrogarse qué podía hacer para remediar la angustia del muchacho. Aun así, para su malsano alivio, la acuosa caricia volvió. Solo que no era una mano la que lo tocó, sino un tentáculo que no supo de dónde apareció hasta que fue tarde.

Eran del ser.

Nacían de este, de donde debieron estar un par de piernas. Y eran tantos que no se molestó en contarlos, sino en tratar de escabullirse de ellos. Pero fue en vano, estaba rodeado. De color verde, con líneas amarillentas, lo sujetaron a él, pero también cubrieron el barco. Atajó los portillos, bloqueó la escotilla. Reposaron en la cubierta como culebras, pegándose a la madera para detener la marcha lenta de Mjolnir.

Como una red, pensó, los atrapó.

Al exacto tiempo en que concilió con la verdad de que estaban perdidos, Loki dijo:

—Te tengo.

+

No había cómo se escurriese del agarre. Sus miembros envolvieron primero los brazos regordetes, luego los muslos gruesos, dos cruzaron el pecho formando una x y otro más se enroscó en el cuello corto donde la barba raspó su piel. Con estos bastaron para alzar al humano del suelo de la cubierta, sin resentir el peso.

Podía con navíos completos mayores en tamaño que el que ahora atracó, podría con el humano. Y dado que este pareció rendirse a la voluntad ajena, pues lo tuvo fácil. Lo difícil sería convencerlo de que fuera con él. Pero tenía maneras de persuadir la voluntad de cuanta presa tuviera en mente. Y este humano había habitado en sus pensamientos desde la primera vez que lo vio. Si no lo mató entonces, como tenía planeado hacerlo con todos en aquel barco ballenero que irrumpió sus aguas perturbando la paz de sus dominios, no lo haría ahora.

No cuando, colándose en los sueños de este, percibió que no había rechazo alguno a su toque, a su presencia. Mas sí, y lo entendía aunque le fastidiara, temor a perderse en lo profundo del mar.

—Dejame ir...

La súplica fue un susurro ronco y le hizo notar que en su entusiasmo apretó de más el agarre. Pero no podía sentir culpa cuando la reacción visceral de su cuerpo ante el contacto con el humano era avasallante. Una imperiosa necesidad de consumirlo. Probar el sabor de este, engullendolo hasta que fuese una parte de él y se quedase así para siempre. Era un ritual efectivo para calmar la agitación de sus tres corazones, que en su soledad constante, aullaron a los mares, confidenciaron a los vientos, cuánto deseaba encontrar a su amado.

Y lo hizo.

—Navegante, dime, ¿cuál es tu nombre? —Se movió para pegar su rostro al del humano, absorbiendo el brillo febril de los ojos del otro, el terror parpadeando en estos. También, notó con satisfacción, cómo este no se hizo hacia atrás, sino que lo encaró con un coraje estúpido, ciertamente. Una valentía inoportuna que le agradó.

La impertinencia del humano era una novedad bienvenida.

—Thor.

Thor —repitió hasta que pudo asimilarlo, lo pronunció como si fuese desconocido pese a que fantaseó por tanto tiempo que este al fin se lo diga—. Thor, Thor.

Resistió arrojarse al mar como se le antojaba. Dejó que el humano pudiera hacer pie en la baranda del navío, desenroscando un par de tentáculos para observarlo mientras otros tantearon cuánta fuerza les requería deshacer la ropa de este. Thor lo miró con desconfianza, pero dijo:

—Gracias.

—¿Qué es lo que agradeces, Thor?

—Ibas a ahogarme.

—¿Y qué te hace creer que ya no lo haré?

—Tus ojos —señaló.

Le extrañó aquella contestación, pero actuó en favor del humano y le concedió no responder con una amenaza. Quería que este confiase en él.

—¿Y acaso tú me ves?

—Creo... —titubeó—, que sí. Tú, en mis sueños, ¿verdad?, ¿son reales?, ¿estoy soñando ahora?

Le complació en demasía ser reconocido. Así como recoger el aroma de Thor, agrio miedo apenas perceptible por un tibio perfume que no pudo más que atribuir al interés. Si no temiese que de alejarse el humano correría a cubierta, haría una danza para este. Lo cortejaría, como no hizo con nadie antes. Pero era urgente la penuria, desbordándolo hasta que se adelantó para sostener los antebrazos de Thor con manos temblorosas.

—Me viste. —Rio—. Viniste por mí, volviste.

—¿Volví?

La confusión de Thor era adorable, casi podía ver cómo los aturullados pensamientos en la cabeza de este buscaban explicar aquella conversación.

—Oíste mi llamado, respondiste.

—¿Cómo es esto posible?

—Así lo quise. —Lamió sus labios, resecos por tanto tiempo fuera del mar—. Te quise.

Le supo amarga la verdad de su necesidad. Pero no se distrajo más y comenzó a enroscar más de sus extremidades en el cuerpo robusto de Thor. Lo abrazó, lo atrajo hasta él, arrancándolo de la firmeza que hasta entonces le permitió. Con sus brazos, lo estrechó cerca y por fin cubrió la boca de este con la suya.

Saboreó el horror y la sorpresa paralizante de Thor como un dulce que apimentó su lengua. Pero también probó algo más oscuro que bebió hasta embriagarse. Y quiso más, por lo que hundió las manos en el cabello de Thor, que se enredó en sus largos dedos y pudo jalonearlo. Ganó así un sonido nunca antes por él escuchado que creyó música y ansío oír más.

Thor, por toda respuesta, lo mordió.

Y Loki hizo lo mismo. Solo que no fue suave, rompió la piel hasta que el cobrizo sabor de la sangre del humano alcanzó su lengua y lo golpeó como un yunque. Fue un detonante, lo arrojó hacia atrás, por poco soltando a Thor que ahora sí de buena gana se aferró a sus brazos para no caer.

—¡Déjame en cubierta! —bramó Thor, pero su orden se perdió en un gemido—. ¿Pero qué...?

Loki sonrió.

—No irás a ningún lado.

Bajo su estricto comando, los tentáculos se colaron bajo la ropa de Thor, que se removió tratando de impedir el asalto. Solo que, lo que no sabía el humano, era que a su paso los apéndices expelían una sustancia lechosa que adormecía a sus presas. Una especie de gracia, de misericordia, para las víctimas, pero que en Thor no haría sino despejar las resistencias de este a ceder a lo que Loki sabe que anhela.

—Basta —pidió entonces Thor, mordiéndose los labios y empeorando la herida que los dientes de Loki infligieron en este. Sangre corrió por su barbilla, perdiéndose en la espesa barba—. No, por favor...

Si acaso, lo que logró fue excitar más el ánimo travieso de Loki.

—Eres mío —dictaminó, dejando que la conciencia de que ahora pertenecía a donde siempre debió llegar alcanzase al humano—. Ya no estás perdido, no deberás buscar más, eres mío y conmigo vendrás a donde vaya.

Y los sumergió.

+

Thor pataleó. Buscó que los tentáculos que retenían sus brazos lo liberen, pero nada fue efectivo para librarse del agarre apretado de estos. Para mayor inri, mientras más luchaba por quitárselos de encima, más debía contener la angustia de que le concedieran su pedido. Y es que no entendía la reacción de su cuerpo. Conflictuado entre el escape y la rendición, mas sí que sabía que el toque del ser lo exponía a sentimientos de oscurísima naturaleza. Pensamientos que había reprimido por tanto tiempo, negándose a ellos por temor a Dios, a que todos lo juzguen. Incluso si en el mar, lejos de las leyes del Cielo y de la Tierra, muchas concesiones eran permitidas, las suyas le avergonzaban.

Lo que empeoró cuando comenzaron los sueños.

¿Cómo podría ahora luchar contra esta bestia del pecado que salió del mar y contra sí mismo y esos vergonzosos deseos que escondió por años? Era una causa perdida.

Contra su voluntad, fue libre.

Los tentáculos hicieron un buen trabajo quitándole la ropa sin dejar que se escurra lejos, pero también hicieron que su piel se sienta en carne viva. Solo que el dolor no era algo que le incomodase, que quisiera no sentir. Lo contrario. Le dio la bienvenida como un sacrificio para obtener lo por siempre anhelado: libertad. La libertad de su civil armadura, la que lo ancla a un pueblo, a una familia, a un amor que no le nutre el corazón.

En la noche, el mar era una cueva lóbrega que podría haberlo espantado de no ser porque tenía en frente el rostro del ser y aquellos ojos antes negros ahora como esmeraldas brillaron con intensidad. Cual faros. Luces que lo guiaron a las perversiones que no creyó posible realizar, pero que ahora se le antojaron hacederos.

Y fue cuando lo sintió.

Un tentáculo serpenteó por su pierna, subiendo por sus muslos y hurgando entre sus nalgas hasta dar con su ano. Supo lo que estaba presto a acontecer. Temió y anticipó la intrusa caricia, desistiendo de patalear aunque entre más permanecía en el mar, más agua de este tragaba. Los pulmones trabajaron doble jornada en una tarea inútil cuando en lugar de oxígeno solo agua turbia les fue de sustento.

Se ahogaría pronto si no lograba salir a flote.

Thor... —llamó Loki, haciendo que enfoque la vista, parpadeando lágrimas que se perdieron en el agua.

Abrió la boca, queriendo responder no sabe qué, pero sus palabras fueron empujadas por su garganta por otro tentáculo. Este le penetró la boca, hundiéndose hasta que su reflejo nauseoso despertó. Las arcadas fueron amortiguadas por el órgano que raspó su lengua y su garganta con las ventosas. Fugazmente, creyó probar un regusto salado que nada tenía que ver con el mar. Por insólito que parezca, le gustó. Y fue de buena cuenta a extraer más, chupando con ahínco y dejando a un lado el asco.

Jadeó cuando el tentáculo en su trasero se movió, saliéndose para volver a entrar, estirándolo hasta que su vientre se tensó y creyó que echaría fuera las tripas con cada estocada. Pero al rescate fueron otros tentáculos que se pegaron a la piel de su barriga y pulsaron calentando la zona, que hormigueó deliciosamente. Cosquillas que no hicieron nada por disuadirlo a que suelte la presa en su boca. Mucho menos cuando gimoteó en torno a esta porque sus pezones fueron succionados por las ventosas de dos pícaros tentáculos.

Cerró los ojos.

Dijo adiós al mundo, a su cordura, a Loki que le sonreía complacido de verlo tan entregado a este insólito placer. Dijo adiós a la vida, pero este no parecía dispuesta a soltarlo aun porque cuando se le fue abruptamente retirado el sofoco oral, tuvo conciencia de que estaba con la cabeza fuera del agua y pudo respirar. Aunque debió ser breve su incursión al mar, todavía tuvo dificultad para recordar cómo llevar aire a sus pulmones. Tal cual si ya hubiese entendido que no era necesario, que podría prescindir de este en tanto tuviera con él al muchacho del mar. Como si este velase por su bienestar, o lo que era más preciso, como si este supiera lo que era mejor y Thor no tuviese voz o queja al respecto.

Si Loki lo dejaba morir ahogado, pues que se haga su voluntad.

Tal vez esto intuyó el monstruo marino en su rostro o en el modo en que, laxo, se recostó sobre los tentáculos que lo sostenían, porque lo besó con ímpetu. Y le metió la lengua, larga y escurridiza, hasta que Thor protestó, frustrado por no poder chuparla como antes hizo con el tentáculo. Esta fijación era una noticia de última hora, una que no le importó perseguir. Loki lo dejó hacer, le dejó tener lo que quería mientras con sus tentáculos le masajeaba las piernas, los brazos, la espalda. Uno de ellos se enroscó en su pene, que estaba erecto y tenso, queriendo liberar su carga ya. Una ofrenda de vida desperdiciada en el agua, qué más da.

Loki dejó su boca y comenzó a besarle el rostro. Mordisqueó sus mejillas, su nariz. Jaloneó con las manos su barba y luego la echó a un lado para hundir los dientes en su garganta. Thor dejó caer la cabeza hacia atrás, dándole más acceso. Consintió a su vez que el ser reemplazase los tentáculos de su pecho por las manos, que pellizcaron con agresiva diversión sus ya maltratados pezones. Aun con un tentáculo metido en el culo, Thor nunca estuvo más dichoso. Y si este decidía anidar allí por siempre, con tal de que se mueva y haga contacto con un punto en su recto que lo hacía ver estrellas, pues le daba igual que le estropease las vísceras.

Solo que la calma se rompió cuando volvieron a hundirse.

El mar helado cortó su piel, la cual estaba sobreestimulada por las caricias. Abrió los ojos, viendo al cielo, las estrellas tambaleantes y la luna perdiéndose detrás de las nubes. ¿Sería esta la última imagen que viese antes de morir?

—No morirás —calmó el ser.

—No me importa —burbujeó de respuesta, pero el otro debió entender porque sonrió.

El tentáculo que rodeó su miembro aceleró los bombeos, apresurándolo al orgasmo. Pero fue más efectivo el estiramiento de su ano, cuando otro tentáculo quiso abrirse paso junto al que allí había residido por rato largo, lo que lo arrojó al clímax. Lo sintió construirse en su cabeza, presionando su frente y empujando su único ojo sano hacia atrás. Luego descendió por su garganta, cayendo hasta su estómago que se agitó como si habitasen en este un puñado de peces globo hinchados y ponzoñosos o como si estuviera enamorado. Un hambre primitivo lo llevó a boquear por alimento y Loki le dejó tener más de aquella esencia lechosa de sus tentáculos. Mamó como si se tratase de un bebé o un cachorro, y el gusto activó sus prístinos instintos porque se encogió en posición fetal, subiendo las piernas que apresaron la cintura de Loki. Este movimiento despidió al segundo tentáculo en su culo, dejándole llano el terreno al primero que pareció engrosarse y latir al ritmo frenético de su corazón.

Sus pulmones estallaron, lo sintió. Si su corazón no siguió el mismo camino se debió apenas a que este obedeció el susurro de Loki de que se calme, de que se deje ir. Pero si lo hacía, pensaba él, en una bruma erótica que escaló hasta que, ciego, todas las sensaciones —el miedo, la angustia, la euforia de la libertad, el apetito insaciable, la alegría de pertenecer, la inquietante rabia de no haber llegado antes a ese instante cúlmine— se concentraron en su pene; si acaso moría, reflexionó, sería pleno y sincero.

Esto soñó. Y entendió que el peligro de cumplir los sueños es que dejan de importan las consecuencias. Loki lo consumiría entero, hasta la última gota de vida que brotó de su pene directo al vientre desnudo del ser. Cual si fuera un obsequio, el monstruo del mar volvió a besarlo. Luego se separó, y en la inconsciencia de la muerte, Thor alcanzó a oír, para tranquilidad de su espíritu corrupto:

—Te tengo.

Y, hundiéndose más, se perdieron en la vasta negrura del mar.


FIN.







Nota:

No advertí de qué iba al principio porque sí, porque cada quien debe dejar de leer cuando no está a gusto con algo.
Aunque pienso que no fue pa' tanto. Después de todo, es mi primer fic con tentáculos (?

En fin, si llegaste hasta acá: ¡holi, gracias por leer!


Esto, como menciono en la descripción, es parte del Lovely fest que creamos en By_Seokjinnies
Y va dedicado a Sim², quien aunque no le vaya el thorki, sí le van los 🐙 jaja

Aquí, por cierto, el listado de consignas del fest; resaltada ya la que corresponde a este os.

En fin, eso.

Nos vemos en otros os, si acaso les pinta la curiosida'. No diré cuando porque como el fest es nuestro, lo haremos según nos pinte, you know?

:)

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