verdad

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—Verdad.

—Miedosa.

— Con tus preguntas, dudo que elegir verdad sea el camino fácil.

— Me conoces demasiado bien. Esta es realmente mala.

— No te pases, por favor.

— No te puedo asegurar nada— rió—. ¿Haz pensado en mí mientras lo hacías con alguien más?

Jeongyeon dudó. Definitivamente no quería responder eso, pero solo le quedaba una prenda a cada una, y Nayeon no parecía tener reparos en cumplir sus propuestas. No estaba dispuesta a perder la oportunidad de quedarse sin sus besos, así que decidió dejar su dignidad de lado.

— Sí.

— Cuéntamelo.

— No fue solo una vez.

— Oh— Nayeon se veía realmente complacida—. Cuéntame la más terrible.

— Había salido sola a una discoteca. Estaba algo estresada, me sentía sola, mi cabeza estaba perdida... tú habías subido a Instagram una foto con una chica y yo sólo podía pensar en que, aunque era lo mejor para ti, odiaba la idea de saber que alguien más podía tocarte. Sentía que... que nadie te podía cuidar como lo hacía yo, que nadie te conocía tan bien como yo. Que nadie era digno de ti.

Nayeon escuchaba con atención. Su corazón se aceleró tanto que temía que se escuchara.

— Me odiaba porque no se supone que me debía sentir así, y porque no podía hacer nada para solucionarlo. Así que pensé en que tal vez si trasladaba todas esas emociones a lo físico, me iba a sentir un poco mejor.

— ¿Y funcionó?

— Para nada— soltó una pequeña risa, y llevó su cabello hacia atrás—. Encontré una chica, tenía el cabello similar al tuyo, tu misma altura, y llevaba un rato mirándome. Hablamos un poco y la llevé a mi casa. Cuando empezamos a hacerlo, no podía ni siquiera abrir los ojos. Quería imaginar que eras tú, pero sus labios no sabían como los tuyos, sus gemidos no sonaban como los tuyos, no se movía como tú.

— No suena tan terrible. Mucha gente tiene sexo pensando en alguien más.

— Oh, todavía no te digo lo peor. Yo estaba frustrada porque mi idea no estaba funcionando, y era incapaz de hacer mucho, así que la dejé tomar el control. Pero apenas me tocó... —bajó el volumen de su voz, y su mirada se estancó en el suelo— yo dije tu nombre.

— ¿Qué pasó después?

— Pues lo lógico, se enojó y se fue. Yo estaba tan enojada conmigo misma que ni me importó. En ese momento, solo quería tenerte para mí.

— Oh, pobre bebé— Jeongyeon levantó levemente la mirada, algo avergonzada de lo que acababa de decir. Nayeon se enterneció, y entendió el nivel de confianza que representaba que Jeongyeon le haya confesado eso—. Te diré algo para que no te sientas mal. No eres la única. Yo... me he tocado pensando en ti. He llegado gimiendo tu nombre.

Las dos estaban ruborizadas. No estaban solamente confesando un acto puntual. El hecho de que ambas hayan estado en la mente de la otra durante el tiempo que estuvieron separadas, en especial de formas tan íntimas, dejaba ver la superficie de los sentimientos enterrados. A pesar de los años, a pesar de la distancia, y de nunca haber hablado de lo que pasaba dentro de ellas durante el tiempo que estuvieron juntas, en el fondo del corazón de Jeongyeon siempre estuvo Nayeon; y en el de Nayeon, siempre estuvo Jeongyeon.

Nayeon decidió retomar el ambiente ardiente, y animó a Jeongyeon a seguir, rompiendo la timidez de ambas.

— Te toca.

— No sé si preguntar, porque siento que me vas a decir reto.

— Pues tienes toda la razón— nuevamente esa risa empalagosa.

— Bueno, reto. Te reto a que el resto del juego lo hagas sentada sobre mis piernas.

Los ojos de Nayeon se abrieron en grata sorpresa. Dispuesta a no perder un segundo más, se acercó a la menor y la empujó para que se sentara un poco más al centro de la cama. Jeongyeon casi siente su corazón detenerse cuando Nayeon no se sentó suavemente sobre sus rodillas como pensó que haría, sino que levantó una de sus piernas y se colocó a horcajadas sobre ella. Su intimidad mojada quedó peligrosamente cerca de la vagina expuesta de Jeongyeon, quien tuvo que hacer grandes esfuerzos para no impulsar sus caderas hacia arriba en busca de algo de contacto. Sus muslos seguían presionados entre sí, no quería aún que la mayor descubra el efecto que había tenido en ella. Nayeon bajó la mirada y sonrió con picardía al ver la pubis totalmente depilada de Jeongyeon.

— ¿Te preparaste para alguien en especial, Jeongyeonnie?

— Tal vez— susurró, mientras tomaba las caderas de Nayeon y se sujetaba firmemente de ella, usando su cuerpo como punto de apoyo. No quería apoyarse sobre sus manos porque eso la dejaba unos centímetros más lejos, y en ese momento todo lo que quería era que fuesen una sola, si era posible.

— Me encanta— contestó en ese mismo volumen.

— Esa era la idea.

Las manos de Jeongyeon acariciaron el trasero de Nayeon, y esta supo que debía hablar rápido antes de arriesgarse a perder el control y arruinar todo su plan.

— ¿Verdad o reto?

— Reto. No voy a aceptar que me digas miedosa de nuevo— sonrió, divertida. Le encantaba la confianza que tenían para jugar y reírse en situaciones como esa.

— Una mujer valiente. Exactamente mi tipo— guiñó el ojo—. Prometo no ser tan mala esta vez.

— Te escucho.

— Cuando empezamos... ya sabes, a vernos... los dos primeros días me hiciste dos chupetones.

La sonrisa de Jeongyeon se ensanchó, orgullosa. Nayeon le dio un leve golpe en el brazo, bromeando.

— Te reclamé por eso, porque en serio me daba miedo que los vean. Estaba realmente molesta, pero, ¿sabes algo? No era contigo. Era conmigo misma, porque descubrí que me gustó mucho que me reclamaras de esa forma. Solamente que me quise desquitar contigo.

— Me encanta saber esto, preciosa, pero no entiendo qué tiene que ver con el juego.

— Reto de memoria— una sonrisa traviesa le inundó el rostro, y la punta de su lengua se asomó brevemente entre sus labios—. Te reto a que los vuelvas a hacer. Exactamente donde estaban antes.

Jeongyeon apretó la piel entre sus manos y pegó a Nayeon más aún a su cuerpo. Jadeó al sentir sus pechos presionándose a ella, solamente separadas por la delgada tela del top.

— Esto suena más como un premio para ti que como un reto.

— Tú me hiciste subirme sobre ti y no te dije nada.

— Mmm— sacó la punta de la lengua y trazó suavemente una línea en el cuello de la mayor. Nayeon tiró su cabeza hacia atrás para darle mejor acceso.

— Tienen que ser los mismos— susurró—. Sino no vale.

— Espero que mi memoria no falle, entonces— contestó, cubriendo su garganta con suaves besos. Meditó unos segundos antes de decidir qué hacer. Estaba totalmente segura del de la clavícula, fue en el lado derecho, una pequeña marca de nacimiento hacía que sea imposible confundirse. Pero también hubo uno en el cuello... realmente no podía definir de qué lado lo hizo, o si fue incluso más hacia el centro. Distrajo a Nayeon con más besos y traviesos apretones mientras tomaba una decisión. Por un lado, no quería arriesgarse a perder, en serio quería su beso. Estaba segura de que si no lo ganaba, Nayeon la haría esperar y rogar mucho más, y a esas alturas estaba completamente desesperada. Por otro lado, si este era el tipo de castigos que ponía la castaña, entonces estaba dispuesta a aceptar que ella tome el control. Sin muchas opciones, terminó por escoger el lado izquierdo, justo debajo de la oreja. Besó y chupó ambas zonas, siendo premiada con jadeos y pequeños gemidos retenidos, hasta que se separó y vio aparecer dos manchas rojas que contrastaban con la piel blanca. Acarició la espalda de Nayeon, y subió con tiernos besos hasta su mejilla, donde picoteó un poco antes de separarse y regalarle una sonrisa para hacerle saber que había terminado.

Nayeon llevó una de sus manos a su clavícula y acarició delicadamente la obra de Jeongyeon.

— Este está perfecto— dictaminó con una sonrisa—. Los recuerdos que me trae... terca desde chiquilla. Siempre saliéndote con la tuya.

— Tenía que soltar todas mis armas para lograr tenerte. ¿Cuándo iba a volver a tener una oportunidad contigo?

— Pues cumplió su objetivo— se inclinó para darle un besito en la punta de la nariz. Jeongyeon sintió como su corazón se aceleraba con el tierno gesto. Entre todo este juego era más que notorio que poco a poco habían confesado la posibilidad de hablar de sentimientos. ¿Nayeon sentía lo mismo que ella? ¿O solo era parte de su manera dulce de actuar? La menor estaba cada vez más nerviosa, y entre eso y la calentura cegadora que tenía, su mente estaba completamente nublada. Era puro instinto y nada de lógica.

— Eres hermosa...—susurró sin poder evitarlo. La sorpresa fue notoria ante el inesperado cumplido—. Totalmente preciosa, Nayeon.

No sabía cómo reaccionar. En agradecimiento, tomó el rostro de Jeongyeon entre sus manos y lo salpicó con pequeños besos, dejando solo sus labios sin atender, conocedora de lo que esto causaba.

— No intentes comprar a la jueza.

— Tenía la esperanza de que funcionara— contestó, juguetona.

— Pues qué mal. Bueno, Jeongie, lamento decirte que solo acertaste en uno. El otro era aquí— tomó una de las manos de Jeongyeon y la subió hasta el lado derecho de su cuello.

— ¿Cómo puedo estar segura de que es cierto y no te lo estás inventando para ganar?

— Porque a los diecisiete era pésima con el maquillaje— soltó una risa sincera, lo que le dio un aspecto aún más adorable—, y a los dos días fue el cumpleaños de mi prima mayor. Las fotos dicen más que mil palabras— siguió riendo, y Jeongyeon la miró con adoración—. No sabes lo difícil que fue convencer a mis papás de que me estaba quedando dormida en clase y Sana me despertó tirándome su borrador desde el otro lado de la clase.

Jeongyeon no pudo evitar reír ante la tierna confesión. Sonaba exactamente como algo que Nayeon hubiera dicho, y en su mente estaba casi segura de que sus padres no se lo habían creído, pero prefirió no romperle la ilusión.

— Bueno... supongo que tú ganas, entonces.

— Así es. Levanta los brazos para mí.

La rubua obedeció y Nayeon la ayudó a retirar el top. Cuando la tuvo completamente desnuda frente a ella, su mente se quedó en blanco. No fue nada disimulada al recorrerle el cuerpo con la mirada. Sus pechos grandes y firmes, con dos bonitos y pequeños pezones café, su abdomen tonificado y plano, su piel casi perfecta, su cabello dorado cayendo en ondas sobre sus hombros y complementandoo perfectamente el color de su piel, su intimidad desnuda y expuesta solo para ella, sus piernas largas y sus brazos fuertes. Jeongyeon era un sueño, y en ese momento, Nayeon sintió celos de todas las chicas que la vieron desnuda en esos años. Ella no quería que eso vuelva a suceder. Ella quería ser la única con ese privilegio, la única que puede disfrutar ser llevada al orgasmo por esa mujer, y la única que es capaz de convertir a aquella imponente diosa en un manojo de nervios sensible y suplicante.

La menor disfrutó del deseo evidente en la mirada de Nayeon. La vio morderse el labio inferior sin pensarlo, y supo que esa mujer era todo lo que quería.

— Puedes tocar si quieres...

Nayeon dudó por un momento, quería primero darle el castigo a Jeongyeon, tenerla lo más nerviosa y necesitada posible antes de pasar al verdadero premio. Sin embargo, no pudo evitar levantar su mano y colocarla encima de su pecho, sintiendo el duro pezón contra la palma. Lo tomó entre sus dedos y jaló suavemente, y Jeongyeon la premió con un suave gemido. Repitió la caricia en el otro pecho, y luego se separó de golpe, bajando de su regazo y de la cama.

— ¿A dónde vas? ¿Tú no...?— la voz de Jeongyeon sonó pequeña y decepcionada, y Nayeon tuvo que aguantar las ganas de lanzarse encima y besarla en ese momento.

— Te toca un castigo, Jeongyeonnie— sentenció mientras jalaba la silla del escritorio y la colocaba justo a los pies de la cama—. Ven, siéntate aquí.

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