Capitulo 4

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Ambos bandos se miraban con furia y esperaban quien soltaría el primer disparo hasta que interrumpió el alcaide antes que se convirtiera en una masacre.

Robert abrazaba a su esposa para calmarla ella estaba nerviosa y con miedo.

Riley: — Hey, calma muchachos. Respiren profundo—dijo mirando ambos bandos, bajen las armas por favor. — Viendo cómo Quinn y su gente bajaban las armas —Tranquilos, es nuestro equipo de rescate.

Larsson: tranquilo alcaide vinimos ayudar.

Riley: bien gracias a Dios no sabíamos cuánto aguantaremos.

Robert: perdón por interrumpir pero ¿qué es lo que pasa aquí?

Riley: — He, disculpe. Ustedes son... — Señalando a los paleontólogos.

Robert: — Yo soy el doctor Robert Trenton. — Señalando a su esposa. — Ella es la doctora Jessica Platt. —Por favor, díganos qué está pasando.

Quinn: — Enojado. — Yo le diré lo que pasa, doctor. Aquí hay una especie de... — Haciendo un gesto con el dedo. — ...una serpiente gigantesca rondando en la prisión que se ha comido a 9 personas: 6 guardias y 3 prisioneros. No soporto más este lugar, hay que montarnos en su avión y largarnos lejos.

Robert: — Sorprendido. — ¿Serpiente?

Larsson: — Disculpe por no dejarlo hablar, doc. Pero... — Mirando al grupo del guardia. — Venimos a solucionar un problema y eso es lo que haremos. No evacuaremos el lugar.

Eso no le gusto al guardia que se enojo.

Quinn: — Me importa un rábano sus amenazas. — Mientras empujaba a los demás. — Yo me iré en esa nave. —No quiero morir. — Mientras se comenzaba a ir hacia la salida, hasta que Larsson le agarró y le apuntó, mientras la gente de Quinn les apuntaba. 

Larsson: — Le repito, nadie irá a ningún lado. Yo soy el único que tiene acceso a las entradas y salidas de este lugar. — Apuntando a Quinn, que estaba enojado apuntándole a él.

Riley: — Quinn, baja el arma. Tranquílate. Ustedes también bajen las armas. No hagan esto, confíen en él. — Mientras le daba palmaditas en el hombro. 

Larsson: Bueno, ahora que ya terminamos de conocernos, ¿alguien me pondrá al día de lo que pasó aquí?

Riley: — Me encantaría, Mayor Larsson. Soy el director Riley. En nombre de mis hombres, me disculpo por lo que sucedió aquí, pero debe comprender que hemos soportado un infierno. Hace 2 semanas, se rompió inexplicablemente una de nuestras paredes. A la noche siguiente, un guardia y dos ingenieros desaparecieron y 3 días después encontramos sus cuerpos cerca del túnel. Pedimos ayuda al Pentágono, pero nos dijeron que selláramos la parte baja de las instalaciones hasta que ustedes llegaran aquí. Pero esta... cosa ha traspasado todos nuestros sistemas de seguridad — dijo Riley, mirando a Quinn, quien lucía serio —. Y esa cosa mató a 6 guardias y 3 prisioneros — continuó, visiblemente preocupado.

Robert: — Disculpe, ¿a esa cosa a la que usted se refiere es una serpiente grande?

Quinn: — Grande se queda corto, esa cosa es gigantesca — dijo Quinn mientras sus camaradas asentían, claramente asustados.

El Mayor los miraba y en sus rostros se reflejaba el miedo y las ganas de irse lo más rápido posible de aquel lugar.

Riley: — Bueno, si está interesado, Doctor Trenton, le mostraré de lo que estamos hablando.

En ese momento, comenzaron a caminar y llegaron a un pequeño salón donde había un mapa de la prisión y el director encendió un televisor.

Riley: — Grabamos esto hace 2 noches... cof, cof — dijo mientras mostraba la imagen de la boa arrastrándose por los pasillos de la prisión.

 Los paleontólogos estaban sorprendidos y los militares asentían, conscientes de lo que estaban a punto de enfrentar. 

Robert: — Por Jesús, no puedo creer lo que ven mis ojos. Debe medir al menos unos 15 a 18 metros. No puedo equivocarme, es la Titanoboa Cerrejonensis.

Jessica: — ¡Oh, Dios mío! En serio, es ella. No puedo creerlo. Es hermosa, majestuosa y gigantesca.

Robert: — Puede ser el eslabón perdido de los reptiles de la Antártida. Aún me pregunto cómo llegó aquí, considerando que vivían en lo que ahora es Colombia.

Riley: — Entonces, ustedes son expertos en este tema.

Robert: — Sí, digamos que sí.

Larsson: — Ya es hora de ponerse a trabajar. Dígame, Director, este es el mapa de las instalaciones.

Riley: — Sí, Mayor.

Larsson: — Muéstreme el lugar en la pared donde estaba ese boquete.

Riley: — Aquí — señaló un área en el mapa.

Larsson: — La permutación térmica — dijo, observando donde señalaba.

Robert: — Claro, tiene sentido. Si es un reptil, buscará un lugar cálido y nada más cálido que la permutación térmica.

Jessica: — Aparte de eso, también es comida.

Robert: — Si no se dan cuenta, este es el mayor descubrimiento de la historia. Es como Jurassic Park en vivo.

Quinn: — Doctor Trenton, esto no es Jurassic Park — dijo enojado, mirando a los paleontólogos que lo observaban confundidos —. Bueno, pensándolo bien, sí lo es.

Robert: — Además, en Jurassic Park no todos murieron.

Riley: — ¡Suficiente! — gritó enojado —. Esto no es una tonta película. Tengo que manejar una prisión. Así que, Mayor Larsson, convénzame de que usted puede cazar y eliminar a esa cosa — dijo, mirando al soldado.

Larsson: — Sí, señor. El lugar más lógico para comenzar es la permutación térmica.

Robert: — Sí, ya que sin dudas es el lugar más caliente de todas las instalaciones.

Larsson: — De acuerdo. Mis hombres y yo nos dirigiremos hacia el este por el túnel de acceso, y Simmons y Macarthy irán hacia el oeste. Obligaremos a la serpiente a regresar a la permutación térmica y la eliminaremos.

Jessica: — Eh... — dijo sorprendida —. En vez de matarla, ¿no podemos simplemente capturarla?

Quinn: — ¡Enojado! ¿Qué está diciendo? ¡Esto no es una maldita reserva natural! Ese bicho ya ha matado a 9 personas.

Riley: — Quinn, tranquilo. Sé cómo te sientes y que quieres largarte de aquí, pero no podemos hacerlo.

Robert: — Director, sabemos cómo se siente usted y sus hombres, pero debe entender el significado de este descubrimiento.

Riley: — Doctor, cuando esté muerta, no me importa si tiene que rasparle las escamas con un cuchillo o sacarle una costilla con una cuchara. Esa cosa se muere hoy, ¿me entendió? — le dedicó una mirada seria al paleontólogo —. Ahora, Mayor, sigamos con la operación.

Larsson: — Sí, señores. Vamos, tenemos una misión que cumplir.

En ese momento, los demás se dirigieron hacia Quinn, quien comenzó a teclear algunos números y se abrió una puerta revelando una sala de vigilancia. Tanto el alcaide como los paleontólogos entraron. 

Robert: — ¿Qué lugar es este? — preguntó mirando alrededor.

Quinn: — Es la sala de control de seguridad. Un hombre vigila todas las instalaciones desde aquí. 

Mientras tanto, en los túneles, los soldados liderados por Larsson avanzaban, apuntando y iluminándose con sus linternas.

Larsson: —por la radio del equipo— Vamos por el túnel este, no vemos nada. Cambio.

Mientras tanto, Riley observaba las cámaras de vigilancia junto a Quinn, Robert y Jessica.

Riley: Bien, llegarán a la bifurcación del túnel en unos 20 metros.

Los soldados continuaban caminando, apuntando e iluminando, pero no veían rastro de la criatura. En ese momento, Larsson sacó un GPS.

Larsson: Simmons y McCarty, desciendan por el túnel oeste.

Los dos soldados mencionados se dirigieron hacia el túnel oeste.

En la sala de vigilancia, la tensión era palpable mientras veían a los soldados a través de las pantallas. Algunas de las imágenes se distorsionaban y a Jessica le llamó la atención ver a los soldados que se dirigían al túnel oeste.

Los tres soldados llegaron a otro pasillo, pero no encontraron nada. Mientras tanto, los otros dos soldados también llegaron a su destino y tampoco encontraron rastro de la criatura.

McCarty: —por radio— Señor, está despejado, no hay nada aquí.

Larsson: Bueno, debe estar en otra intersección, maldición. Bueno, ahora McCarty, ve a la derecha y Simmons ve a la izquierda. Cambio.

 McCarty: —sorprendido— Espere, señor, ¿me está diciendo que podemos proceder por nuestra cuenta?

Larsson: —enojado— ¡Maldita sea, McCarty! Cumpla mi orden y siga adelante.

McCarty: —moviendo la cabeza de lado a lado— Veo que es una orden, entonces... bueno, Simmons, vamos, tú ve por allá.

Se separaron, mientras en la otra intersección, una sombra grande pasaba mientras el soldado alumbraba con su linterna, ya que no había mucha niebla de gas. Caminó unos metros y escuchó unos silbidos.

 McCarty: —por radio— Señor, escuché algo y parece que esa cosa está delante de mí. El problema es que no la veo.

Larsson: —por radio— Asegúrate de tener un buen blanco para dispararle. Si le das a esos tubos por equivocación, nos jodemos todos.

En la sala de vigilancia, quienes estaban allí observaban a los soldados a través de las cámaras, pero no había rastro del reptil. Esto los preocupaba.

El soldado avanzó aún más y vio una sombra grande que pasaba. Comenzó a disparar, pero se le acabaron las balas. Se apoyó en una pared y habló por radio mientras recargaba su arma.

McCarty: —por radio— Señor, acabo de verla. Se desplazó por el pasillo 23 —dijo, asustado.

Larsson: —por radio— ¿Qué dices? Repite, ¿cuál vía de acceso, cuál vía de acceso?

McCarty: —por radio— Perdí el blanco —dijo nervioso—. Voy retrocediendo.

Larsson: —por radio— ¡Maldita sea, McCarty! Continúa, no seas cobarde y sigue adelante. 

El soldado estaba asustado y no quería continuar. Cuestionaba si debía seguir adelante, ya que su vida era importante. Sin embargo, decidió avanzar.

En la sala de vigilancia, la tensión era palpable mientras observaban a través de las cámaras. De repente, una de las pantallas se apagó.

McCarty continuaba caminando por el pasillo, alumbrándose con la linterna de su arma,

hasta que unos minutos después escuchó un gruñido. Se detuvo, congelado por el miedo. Cuando se dio la vuelta, un golpe de cola lo envió volando, estrellándose contra una pared.

Cuando McCarty se dio la vuelta, vio a la serpiente acercándose, ya que su rifle había sido lanzado varios metros de distancia. Sacó su pistola calibre 9 mm y le disparó, enfureciendo a la boa. Sin embargo, la serpiente logró atraparlo con sus mandíbulas

y se lo tragó mientras desaparecía de la vista de la cámara. La pantalla volvió a enfocar el pasillo, pero solo mostraba el rifle iluminado. Luego, en el monitor, apareció una alerta de que se acercaban tres soldados.

En el otro pasillo, Larsson y sus hombres seguían caminando hasta que Larsson habló por radio.

Larsson: —por radio— Dígame si hay algo en la pantalla, McCarty no responde y no sé su posición.

Quinn: —respondiendo— Pues no se ve nada en la pantalla.

Larsson: —enojado— ¿Me está tomando el pelo? Por favor, sargento, colabore conmigo. Tiene que verse algo.

Quinn: —frustrado— ¡Carajo, mayor, ya le dije que no hay nada! La pantalla solo muestra el pasillo vacío.

Larsson: —levantando la mano para detener a sus hombres— Un momento. —Se dirige al director— Dígame cuántos guardias tiene disponibles.

Riley: —por radio— Ahora hay 6 guardias.

Larsson: —decidido— Muy bien, que escuchen. —Mira el GPS— Quiero a sus guardias abajo, caminando hacia el este por el corredor principal.

Quinn: —por radio— ¿Para qué quiere eso, mayor?

Larsson: —resolutivo— La pregunta está de sobra, sargento. Necesito ayuda aquí abajo. Solo haga lo que le digo.

Quinn: —enojado— Esa cosa ha matado a 6 de mis hombres. Este no es mi maldito problema. —Mira al director— Por usted estamos aquí. Debimos evacuar el sitio y te negaste. Mandaron a esos militares para encargarse de esa cosa y no funciona. Mis hombres son guardias, no cazadores de serpientes. ¡Si me escucha, mayor!

Riley: —serio— Señor Quinn, mi amigo... —dice con voz suave— Hemos pasado por muchas circunstancias difíciles en estos días, pero —con una mirada seria— quiero que reúnas a tus hombres y vayan a ese nivel. Ahora es una orden.

 Mientras tanto, los otros militares que caminaban por el pasillo escuchaban la conversación entre Larsson y Quinn, y el mayor se contuvo para no reírse.

Quinn: —desafiante— Y si no voy, ¿qué hará, alcaide Riley?

Riley: —con confianza— Eso es fácil, estarás despedido.

Quinn: —desafiante— Y según usted, ¿con quién me reemplazarás?

Riley: —burlándose— Con el primer hijo de perra que encuentre en estas instalaciones.

Los paleontólogos estaban incómodos por la situación mientras el sargento Quinn se colocaba la radio en su oído derecho y comenzaba a llamar a sus hombres.

Quinn: —por radio— Habla el sargento Quinn. Que todos los guardias se reúnan conmigo en la entrada de acceso en el ala sur.

Robert: —dirigiéndose a su esposa— Yo lo acompañaré, sargento. —Mirando a su esposa— Está bien, tú quédate aquí.

Quinn: —viéndolo sin interés— Pues bienvenido a la fiesta de cacería, doctor Trenton. —Se marcha—

Riley: —llamando la atención del paleontólogo— Doctor, espere. Usted vino como experto, no como soldado. 

Robert: —sonriendo descaradamente— Prefiero ser ayuda para el sargento que estar aquí sin hacer nada. —Agarra su abrigo—

El sargento Quinn ya había llegado al ala sur y, al cruzar el pasillo, hizo señas y salieron sus hombres armados. En ese momento, también salió el paleontólogo, pero detrás de él venía su esposa. Quinn se dio cuenta y detuvo su caminar.

Robert: —preocupado— Espera, ¿a dónde vas? Esto es peligroso.

Jessica: —decidida— No necesito pedirte permiso, yo iré contigo.

Robert: —negándose— No, no irás. No puedo dejar que te pase algo malo.

Jessica: —firme— Esto es algo importante, y por tus berrinches no desistiré. Iré contigo. —Se pone el abrigo y pasa al lado de su esposo, quien la observa desconcertado por la actitud de su futura ex/esposa.

En otro corredor, Simmons caminaba con su arma alumbrando cuando de repente sintió un dolor punzante en el pecho. Al mirar, vio una púa que sobresalía y lo arrastró hasta un pasillo oscuro, donde solo se escuchó un grito y un rugido.

 En el pasillo sur, los soldados continuaron caminando y doblaron a la derecha. Estaban atentos a todo y comenzaron a llamar a sus compañeros.

Larsson: —por radio— Team—radio, ¿dónde estás, Simmons? Lo capturaste, pero solo recibo estática. Simmons, responde. —Sigue recibiendo estática—

Soldado 1: Mayor, ¿qué sucede? Simmons no contesta.

Larsson: —molesto— ¡No, maldita sea! ¿Qué pasa con esos dos? No importa, chicos, mantengan los ojos abiertos. No sabemos en qué momento nos atacará.

En otra parte, los paleontólogos y los guardias iban en el carrito conducido por Quinn, a baja velocidad para evitar hacerse daño.

En la sala de vigilancia, el director los observaba, pero se sobresaltó al ver que un triángulo amarillo se acercaba rápidamente hacia los otros tres triángulos amarillos.

Riley: —preocupado— Mayor, esté atento. Se acerca hacia usted.

Larsson: —preguntando— ¿A qué distancia, director?

Riley: —nervioso— Está a unos 100 metros aproximadamente y se está acercando rápidamente.

Larsson: —gritando— ¿Dónde carajos estás, Simmons? —Mirando hacia atrás mientras sus soldados lo siguen—

Riley: —desesperado— Mayor, esa cosa va hacia usted. Creo que deberían abrir fuego... ¡Abran fuego ya, maldita sea!

Larsson: —confundido— No la vemos. ¿Cómo vamos a abrir fuego? ¿A qué le vamos a disparar?

Riley: —frustrado— ¿Acaso no la está viendo? ¡La tiene justo enfrente de usted! ¡Abra fuego ya, carajo!

Los soldados, sin más remedio, comenzaron a disparar al aire, ya que no podían ver al objetivo. Mientras tanto, el director en su silla observaba las cámaras de seguridad y se dio cuenta de que no tenía sentido. Entonces, detuvo a sus soldados.

Larsson: —ordenando— Detengan el fuego. —Alza la mano para que dejen de disparar—

Ellos comenzaron a correr hacia donde había una gran concentración de gas, pero al observar detenidamente, sus caras pasaron de palidez a tristeza y enojo en cuestión de segundos. Era el cuerpo de Simmons, tirado en el suelo con sangre saliendo de su pecho. 

Larsson: —maldiciendo— ¡Maldita sea! Matamos a uno de mis hombres por equivocación. —Observa la cámara—

Riley: —incrédulo— No puede ser posible. Si era esa cosa la que iba detrás de ustedes. —Grita enfadado— Director, espere a que Quinn y sus hombres lleguen antes de continuar avanzando.

Larsson: —frustrado— Diablos, ¡carajo! ¿Cómo pudo pasar esto? —Grita mientras arroja su radio al suelo.

En los túneles, a 100 metros de Larsson...

En los carritos, los guardias y los paleontólogos estaban cerca de su destino cuando...

Robert: —implorando— Por favor, Quinn, deténganse. —Ve cómo el sargento apaga el carrito y se baja—

Quinn: —serio— ¿Qué pasa? ¿Por qué me pides que pare? —Lo mira seriamente—

Robert: —explica— Desde aquí caminaremos hasta llegar con el mayor.

Quinn: —frustrado— ¿Se ha vuelto loco? Yo no caminaré por ese túnel con esa serpiente asesina por aquí. —Molesto— Quiero terminar esto y salir de aquí.

Robert: —insiste— Escuche, sargento. Las serpientes no oyen, no tienen oídos, pero sí sienten la vibración. Con su lengua, pueden rastrear a sus presas. Estos carritos provocan vibración, ¿entiende?

Quinn: —desinteresado— Y qué tiene eso.

Jessica: —seria— Es en serio, la vibración es como un faro para atraerla.

Quinn: —desafiante— No me importa. Yo no caminaré por esos túneles, ¿me escucharon? —Mirando a sus hombres— ¿Ustedes quieren caminar?

Guardias: —responden rápidamente— No, señor.

Quinn: —sonriendo burlonamente— ¿Lo ve? Usted puede ser el experto, doc, pero nadie caminará. —Señalando el asiento— Suban ustedes dos aquí y continuemos.

Robert: —negándose— De ninguna manera. Como le dije, estos carritos provocan vibración. ¿Es que no lo entiende?

En ese momento, un guardia se subió al asiento del copiloto con una expresión de disgusto, ya que no quería morir, pero no podía quejarse.

Quinn: —burlándose— Pues que tenga buena suerte, doc, y disfrute su paseo por los túneles con esa serpiente por aquí. —Le muestra el dedo medio— ¡Idiota! —Y comienza a irse. 

Los paleontólogos veían cómo los carritos se alejaban con los soldados, preocupados y deseando retroceder, pero no podían dar marcha atrás. Tenían que seguir adelante.

En la sala de vigilancia, el alcaide estaba girando en su silla mientras observaba las pantallas, pero no veía a la serpiente. Esto lo preocupaba enormemente. Giraba en su silla, observando todas las cámaras, pero no veía nada.

El mayor estaba molesto. No podían creer que hubieran matado a uno de sus soldados por error. Parecía que acabar con ese reptil sería una odisea y una pesadilla, ya que era más escurridizo de lo normal.

Mientras tanto, la serpiente se acercaba por detrás de ellos. 

Los soldados la escuchaban, pero no sabían dónde estaba. Silbaba y luego rugía, asustándolos y haciendo que dispararan en cualquier dirección. Finalmente, atacó al soldado que estaba acorralado contra la pared. El otro soldado tampoco tuvo oportunidad, ya que la serpiente lo atrapó entre sus fauces y lo sacudió antes de lanzarlo contra la pared, matándolo al instante.

Larsson comenzó a dispararle a la serpiente, pero solo recibió un rugido como respuesta. La serpiente se dirigió hacia las escaleras y desapareció por la escotilla. El mayor seguía disparando, pero alcanzó los tubos de gas, lo que provocó una propagación de gases y las llamas ardieron intensamente.

Larsson: —disparando con una escopeta— ¡Muere de una vez, maldito reptil asqueroso! Pero nada, solo las llamas se acercaban cada vez más a los tubos de gas, mientras la boa rugía.

Larsson: —por la radio— Director, escuche, mi gente está muerta, solo quedo yo. Tenemos una gran fuga de gas. Dígale a sus hombres que retrocedan.

Riley: —por la radio— Quinn, escuchaste al mayor. Sácalo de ahí y huyan.

Desafortunadamente, el sargento y sus hombres habían llegado justo debajo de la escotilla, que se estaba incendiando, y había interferencia en la radio.

Riley: —por la radio— Quinn, ¿me escuchas? ¡Quinn, contesta! —Histérico—.

Ellos se habían bajado del carro y veían correr al mayor.

Quinn: —gritando— ¡Mayor! ¡Mayor! Pero no podían escucharlo.

En ese momento, ocurrió una explosión enorme que calcinó a él y a sus hombres.

La explosión se propagó por todo el túnel, mientras que Robert y Jessica estaban debajo de la escotilla y no les sucedió nada.

En la sala, el alcaide vio cómo la cámara se interrumpió y se apagó. Ya no pudo ver nada. Solo gritó, preguntándose qué había sucedido.

Riley: —por la radio— Quinn, responde. Mayor, responda. ¡Carajo, por qué nadie me responde! —Enfurecido— ¿No me oyen? ¡Respondan, maldición! Pero solo había estática. Diablos, gritó mientras golpeaba sus manos.

De vuelta a la escena, los doctores caminaban, observando cómo las llamas continuaban ardiendo y los cuerpos carbonizados, mientras el carrito estaba destruido. Estaban sorprendidos.

Robert: —asombrado— Dios mío, ¿qué diablos pasó aquí? —Observando la destrucción y las llamas— No, tenemos que salir de aquí.

Jessica: —confundida— ¿Qué sucede? ¿Por qué tenemos que huir? 

Robert: —preocupado— El calor, las llamas. Eso atrae a las serpientes. —Jalando a su esposa— Pero...En ese momento, escucharon un rugido y, al levantar la vista, vieron a la serpiente descendiendo desde el techo y empezando a comerse los restos de los soldados muertos. 

Jessica: —asombrada— Oh, Dios, es gigantesca. Tengo que fotografiarla. —Saca su cámara—sin embargo su esposo no puso buena cara ante ese deseo— estamos ante el mayor descubrimiento de la historia y no quieres que lo fotografía— decía enojada.

Robert: —Oye, no quiero morir—, le decía con sarcasmo.

La doctora comenzó a fotografiarla, y en una de las fotos se vio a la serpiente devorando a otro soldado. Esto comenzó a preocupar a su esposo. 

Robert: —Tenemos que correr, a la cuenta de tres—. Mientras ella seguía tomando fotos, —Uno— y otra foto —Dos— y la última, donde el flash de la cámara se activó, dándole en los ojos —Tres—. Gritaron y huyeron rápidamente.

Ellos corrían rápidamente por los túneles, mientras la serpiente los seguía. Doblaron algunos pasillos hasta que llegaron a una salida que tenía el siguiente nivel. Subiendo rápidamente, su esposa no podía mover la tapa y gritaba que no podía. Su esposo le decía que sí y la levantó, ya que era pesada. Él subió primero, pero cuando iba a subir su esposa...

Jessica: —¡Agh, no, Robert!— — vio que la boa casi la golpeaba y cayó de la escalera.

Robert: —Jessica... ¡Jessica!— gritó, atrayendo la atención del reptil, que se lanzó hacia él pero no pudo atravesar el agujero debido a su tamaño. Tuvo que esquivarlo.

La doctora Platt, al ver que no podía subir, vio una rejilla de conducto de ventilación, la abrió y se escondió allí. La boa quiso atacarla, pero ya no pudo, así que solo rugió y se fue.

El doctor, al ver que el peligro se había ido, bajó las escaleras y no encontró a su esposa, solo encontró su cámara, pensando en lo peor.

Robert: —Jessica...— gritó mientras corría para alcanzar a la serpiente. Jessica gritaba de nuevo mientras se veía los túneles. Jessica gritó una vez más mientras daba un giro en el pasillo. —¡Jessica, no!— gritó con todas sus fuerzas.

En otro pasillo, la boa pasaba y se llevaba el cuerpo de una de sus tantas víctimas.

Sala de vigilancia.

El alcaide observaba las cámaras de seguridad y no veía nada, ni a sus hombres ni a sus aliados.

Riley: —Quinn, maldita sea, responde—.

Robert: —¿Qué demonios hace usted?—

Riley: —¿Cómo está aquí, sigue vivo?— — decía sorprendido.

Robert: —Mi esposa está muerta, ¿entiende eso?— — molesto.

Riley: —El Mayor y Quinn, ¿qué les pasó?—

Robert: —Todos están muertos... ¡todos!— — gritó enfurecido.

Riley: —Diablos, esto está mal—.

Robert: —¿Dónde están los demás?— — mirando fijamente al alcaide.

Riley: —¿Cuáles demás? Solo somos nosotros dos—.

Robert: —No se haga el idiota conmigo, director— — lo agarraba de la chompa — —¿De quién más estoy hablando? De los prisioneros—.

Riley: —Ellos están en sus celdas— — mirando con miedo de la actitud del paleontólogo.

Robert: —Vamos por ellos—.

Riley: —¿Qué dice?— — consternado y sorprendido.

Robert: —Dije vamos a por ellos—.

Riley: —¿Por qué? De ninguna manera—.

Robert: —Por favor, deje de hacerse el difícil. Con ayuda de ellos, podemos salir de aquí— — mirando su reloj — —solo tenemos seis horas para escapar antes de que ese maldito avión despegue—.

Riley: —Espero que sea una buena idea, doctor. Si nos vamos, no llevaremos con nosotros a esos prisioneros. Ellos son asesinos, criminales, terroristas y villanos de alta peligrosidad, ¿entiende?—

Robert: —Director, no es momento de moralismo— — lo agarraba nuevamente de la chompa.

Riley: —Suélteme, ¿qué está haciendo?—

Robert: —En matemáticas simples, entre más gente haya, mejor. Con ayuda de los prisioneros, nuestras probabilidades de sobrevivir son altas ¿lo entiende, verdad? Lo entiende—.

El alcaide se quedó mirándolo mientras debatía si era una buena idea liberarlos, pero ya no tenían opciones. Quinn y Larsson estaban muertos, sus guardias también. Así que exhaló y se levantó de la silla, diciendo:

Riley: —Espero que sepa lo que hace, doctor Trenton. Espero que ellos no nos maten antes que esa serpiente. Espero que pueda comprender eso—.

En eso, salieron para bajar a los niveles donde estaban los prisioneros, esperando su liberación.

Continuara.

Escena Pos—Crédito

En el nivel 4, estaban las celdas de los demás prisioneros, pero una de ellas albergaba al ex—rey de la Orden. Estaba sentado, recostado contra la cama, durmiendo y teniendo una pesadilla. Movía el rostro de un lado a otro mientras balbuceaba cosas sobre matar y superar a sus enemigos.

Dentro de su pesadilla, Washington se encontraba corriendo por un túnel vacío y oscuro. No podía ver nada, era un agujero sin fin. Hasta que divisó a una persona, su mayor rival y enemigo, que apareció de la nada y simplemente lo miró, sonriendo con arrogancia.

Washington: —¡Lincoln!— gritó fuertemente mientras se lanzaba hacia él, pero desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Washington estaba confundido, pero sintió un escalofrío cuando se dio la vuelta y vio al sujeto que odiaba con todas sus fuerzas. —No puede ser... tú—, murmuró mientras la figura solo lo miraba. Era el otro rival de cabello castaño y aliado de Lincoln.

 Sin tiempo para reaccionar, Washington se lanzó también contra el castaño, pero este también desapareció. Mientras su puño quedaba suspendido en el aire, Washington buscaba con la mirada hasta que ambos reaparecieron frente a él, asustándolo y haciendo que retrocediera.

Tanto el albino como el castaño se transformaron en Super Mancha y Super Saiyajin, respectivamente. El pelinegro tuvo que cubrirse la cara con la mano debido al resplandor que emanaban. El ex—rey también se transformó en Super Mancha Oscura, pero eso no sorprendió a sus rivales, quienes sonreían perversamente y elevaban aún más sus auras, dejando a Washington como un simple aficionado. 

Se alejaron de él, dejándolo en la oscuridad una vez más.

Washington: consternado, no puedo alcanzarlos... ¿por qué? ¡Por quééééé! — gritó, con pequeñas lágrimas escapando de sus ojos.

???: Tú perteneces a los más poderosos de la Orden Luna Sagrada y serías aquel que crearía un mundo mejor para todos.

Washington levantó la mirada y vio a quien le decía —padre— cuando lo cargaba y lo presentaba a los demás druidas. Era un hombre vestido como un cura, con cabello celeste y una cicatriz en el lado izquierdo de su rostro. Lo alzaba frente a su gente, mientras la luna resplandecía.

Padre: —Hermanos y hermanas, por fin nació el elegido, nuestro heredero. Con la esperanza de que él cambie el mundo, hemos pasado penurias esperando 'el gran día'. Pero les traigo buenas noticias—. Alzando al bebé, continuó: —Los grandes astros lo han confirmado, las escrituras sagradas lo confirmaron, la deliciosa comida de la cocinera Doris lo confirmó. Nuestro futuro salvador y rey de la Orden ha llegado—.

 Druidas: siiiiiiii Gritaron efímeros y alegres, como si fueran un gran ejército listo para derrotar a sus enemigos.

Padre: Mirando al niño, de pelo negro y ojos azules, dijo: —Tú serás el más fuerte de todos, tus enemigos temblarán de miedo solo con tu imponente presencia. Todos se inclinarán ante ti para servirte— mientras la ilusión se desvanecía.

Washington: Sonriendo, es cierto, vengo de la realeza, de la clase alta. Es imposible que esos dos de clase baja tengan más poder, ja ja ja ja, yo soy el más fuerte de los tres — riendo como un desquiciado.

Fin del sueño.

Washington abrió los ojos de golpe, nervioso y asustado, mientras miraba a su alrededor. Hasta que... 

???: —Deja de murmurar idioteces y déjame dormir— — gritó un pelinaranja recostado contra la pared.

Tera: —Washington, cariño, ¿estás bien?— — preguntó preocupada desde el otro lado de la pared.

Washington: —Sí, amor, estoy bien— — respondió en sus pensamientos. —¿Qué habrá sido ese sueño? ¿Qué me quiso decir?— mientras se recostaba contra la pared 

Continuara.

Psdata: bueno muchachos aqui les traigo un nuevo episodio espero que les gustes y nos vemos en el capitulo 5

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