Capitulo 24

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Jennie

—¿Qué demonios te pasa, Jennie? Eres como Noche de los Muertos Vivientes allí —dijo Nayeon, lamiendo un yogurt de banana congelado de su cuchara.

Miré fijamente mi taza y metí mi cuchara en ella una y otra vez, convirtiendo mi yogurt en papilla, pero sin tomar un bocado.

—Solo estoy cansada.

Cansada era un eufemismo. Desde el momento que Lisa me pidió que me fuera de su apartamento, había sido un manojo de nervios.

No había forma de saber cuándo sería mandada al infierno, pero más que nada, la extrañaba. Si pudiera regresar y cambiar el momento cuando las cosas cambiaron entre nosotras, nunca habría dejado su cama.

Podría haber sido Holli para siempre. Estaba dispuesta a hacer eso por ella. No me importaba lo que eso decía sobre mí. Desde el segundo que dejé el club, supe que estaba enamorada de ella.

Después de intentar tener un día seminormal en el centro comercial con Nayeon, llamé al señor Martin y lo hice recogerme y llevarme de vuelta a mi apartamento.

Viendo como él todavía respondía mis llamadas, las cosas no podrían haber estado tan mal, ¿verdad? Si Lisa realmente había terminado conmigo, ¿su chofer seguiría llevándome por ahí?

Me deprimí permaneciendo en el apartamento la semana pasada, comiendo demasiada comida chatarra, y esperando el sonido de mi teléfono zumbar o las puertas del elevador pitar. Y todavía, no había nada.

Hablé por teléfono con Yeonjun unas cuantas veces, y me hizo sentir mejor. Me alegraba saber que estaba pasándolo genial y haciendo amigos en el programa. Al menos él era feliz. No tenía la seguridad de que su felicidad permaneciera una vez Lisa me abandonara como un mal hábito.

Aprobaron mi beca y me inscribí para algunas clases en línea, lo cual era un buen paso en la dirección correcta, pero necesitaba comenzar a buscar trabajo de nuevo.

Continué aplicando en lugares a poca distancia andando, mientras esperaba respuesta de uno de ellos. Si tenía un trabajo, tal vez toda esta situación no sería tan mala.

Sin importar cuántas veces me dijera esto a mí misma, sabía que era mentira. Con trabajo o sin trabajo, aún extrañaría a Lisa. Iba a doler horriblemente cuando las cosas terminaran oficialmente entre nosotras.

Estaba saliendo de una joyería a la vuelta de la esquina de mi apartamento, cuando divisé al señor Martin, sentado en el auto al otro lado de la calle, esperando. Mirando a ambos lados, crucé la calle corriendo y ya casi me encontraba a pocos pasos del auto, cuando vi a Lisa saliendo de un edificio particular.

Usaba un top negro cubierto por un blazer del mismo color, y unos pantalones de vestir negros ajustados a la perfección, y un par de lentes de aviador oscuros. Se veía tan sexy que casi caí de rodillas y le supliqué que no me dejara. Cerré los ojos y pensé en la forma en que me había tocado; las cosas que le hizo a mi cuerpo.

Cuando abrí los ojos de nuevo, permanecía inmóvil junto al auto, sin sus lentes y su mano agarrando la manija. Tenía clavada la mirada en mí con una expresión de enojo en su rostro.

Alcé la mano y le di una sonrisa incómoda. Fue un gesto estúpido, pero me sentí tan feliz de verla que no quería esconderlo. Estaba cansada de ocultar la forma en que me sentía.

Continuó con la mirada clavada en mí por un poco más de tiempo, hasta que volvió a ponerse los lentes y desapareció en el auto.

Me quedé allí, conmocionada mientras el auto se alejaba de la acera y desaparecía en el tráfico.

Mi corazón dolió. Era simplemente demasiado. Apenas contuve las lágrimas en el camino de regreso al apartamento, quebrándome tan pronto salí del elevador.

Pasando la noche sola, comí helado y vi películas viejas. Mantuve un breve debate entre llamar o no a Nayeon, pero no tenía ganas de explicar el apartamento o cualquier otra cosa. Era mejor si era ajena a mi vida, en especial porque involucraba a su jefe.

Miré fijamente mi celular, queriendo que escribiera o llamara, pero no hubo nada. Me quedé dormida en el sofá con el teléfono en la mano, un envase de helado sobre la mesa, ojos hinchados, y la televisión encendida.

El sonido de disparos me despertó y me senté derecha en la cama.

Era un sonido horrible. Lastimaba mis oídos y hacía que un dolor extraño se retorciera en mi estómago. Agarré las sábanas con palmas sudorosas y ahí fue cuando escuché los firmes pasos en la madera dura afuera de mi habitación. Quienes sean que fueran, estaban corriendo. Los sonidos de ellos marchando por las escaleras y por la puerta, resonó en mi habitación.

El llanto ruidoso de Yeonjun sonaba desde su habitación y llenaba el mortal silencio de la noche. Estaba demasiado asustada para levantarme, pero una vez sus llantos se hicieron más fuertes, fui de puntillas a la puerta de mi habitación, abriéndola lentamente para que no chirriara, traté de escuchar en busca de sonidos extraños.

La zona afuera de mi habitación se encontraba totalmente oscura. Con sigilo, corrí por el recibidor a la habitación de Yeonjun, pero mis ojos dieron un vistazo a la habitación de mis padres y me congelé. El terror fue un puñetazo a mi pecho cuando que mi padre yacía ahí en el suelo, en la brillante luz de su baño. Estaba en un charco de sangre, y sus ojos se hallaban abiertos, regresándome la mirada fija. No se movía, no respiraba.

En shock, me alejé de la habitación de Yeonjun y comencé a ir a mi papá.

Fue entonces cuando vi el cuerpo de mi madre. Jadeé cuando vi a su asesina cerniéndose sobre ella.

Mis ojos cayeron al cuerpo sin vida de mi madre e hice un movimiento involuntario hacia ella, pero su asesinasaltó a sus pies y me congelé, sin dar otro paso.

La respiración de la intrusa se hizo más fuerte, y la mía pareció detenerse completamente. Los ojos de la extraño conectaron con los míos. El tiempo se detuvo mientras nos mirábamos fijamente la uno a la otra. El miedo se palmó en su expresión y me confundió.

El estridente sonido de sus jadeos llenó la habitación. Parecía que estaba considerando su siguiente movimiento. Sus ojos se movieron a la puerta detrás de mí. Cambiando sus pies, la luz atrapó algo en su mano.

Era el medallón de mi madre, el cual tenía fotos mías y de Yeonjun dentro. No valía mucho, lo cual hacía extraño que la chica estuviera tomándolo, pero entonces miré alrededor de la habitación y vi que faltaba su aparato de televisión.

El asesino dejó a mi madre, collar en mano, y corrió hacia mí. Dejé de respirar y caí de rodillas. Cuando se acercó a mí y estaba segura de que iba a matarme también, corrió más allá de mí, escaleras abajo. La puerta trasera cerró de un golpe. Y en ese momento, aunque podía escuchar a Yeonjun llorando, estaba siniestramente silencioso.

Me desperté en mi cama, con mi pijama puesta y una sábana sobre mí. El sol desde las ventanas me cegó cuando abrí los ojos.

Un sonido dentro del apartamento me sobresaltó y estiré el brazo hacia mi mesita de noche. Aún en una confusión producida por el sueño, abrí el cajón, y agarré el arma que Lisa me compró.

Caminando hacia el sonido con pasos silenciosos, levanté el arma lista para disparar. Llegando a la esquina de la cocina, respiré profundo y traté de afilar mis nervios.

Cuando rodeé la esquina, quedé frente al pecho de un hombre enorme. Sin pensar, jalé el gatillo.

Nada sucedió.

Alcé la mirada y Lisa se hallaba ante mí, mirando con ojos salvajes. Estiró el brazo y me quitó el arma.

—Mierda. Podrías haberme matado, Jen. —Dejó el arma en el mostrador al lado de nosotros—. Gracias a Dios tenías el seguro puesto. Hablando de lo cual, tienes que asegurarte de que no esté el seguro puesto antes de usarla.

Se giró y se alejó de mí, de vuelta a la estufa donde estaba cocinando. No entendía cómo se me escapó el olor del tocino flotando por todas partes.

—Estás aquí —declaré lo obvio.

—Sí, lo estoy. —Me sonrió, como si no acabara de tratar de matarla—. Un "buenos días" sería agradable.

Todavía en estado de conmoción por el hecho de que casi había hecho un agujero en su pecho.

—Buenos días —dije en voz baja.

—Ven a sentarte y come algo de desayuno —dijo, dejando un plato sobre el mostrador lleno de tocino y huevos.

—¿Me hiciste desayuno?

—Era lo menos que podía hacer.

Tenía un millón de preguntas que deseaba formular, pero no quería arruinar el momento. En su lugar, me senté en el taburete delante de mi plato y comencé a picar el tocino.

—Come. Tenemos mucho de qué hablar —dijo, tomando un bocado del tocino y masticando con una sonrisa en su rostro.

No podía esperar.

—Lo siento, Lisa. No pensé. Solo salió —dije.

—No vine aquí a hablar de eso.

—Oh. —Tal vez me precipité, pensando que en verdad había regresado.

—Vine aquí hoy esperando que me dijeras tu nombre completo.

—No —dije con tono severo—. No quiero que me rechaces. Seguiré siendo tu Holli.

Ahí lo había dicho. Mostré mi desesperación y a pesar de que debería haber estado completamente avergonzada por dejarlo salir, no lo estaba.

—¿Así que estás perfectamente de acuerdo en dormir con una mujer que te llame por el nombre de otra mujer para siempre?

—Bueno, tal vez no para siempre, pero... —Me detuve—. ¿A qué te refieres con para siempre?

Lisa nunca decía las palabras para siempre. De verdad dudaba que incluso pensara en la semana siguiente cuando se trataba de sus chicas.

—Me refiero a que, pasé una semana sin ti, y no estoy segura de que quiera llegar tan lejos de nuevo.

Rodeó el mostrador y se paró a mi lado.

—¿Está diciendo lo que creo que está diciendo, señorita Manobal? — pregunté, juguetonamente.

Me miró con una expresión suave, antes de presionar sus labios contra los míos.

—Dime tu nombre —dijo contra mis labios.

Retrocediendo, dejé que mis ojos devoraran su cara. Si posiblemente iba a ser la última vez que la viera, quería internalizarlo todo.

—Jennie. Mi nombre es Jennie Kim.

Cerró sus ojos y tragó duro antes de jalarme más cerca.

—Un hermoso nombre para una hermosa chica.

—¿Crees que soy hermosa? —Agité mis pestañas hacia ella.

—Sabes que sí, listilla. Y lo que lo hace aún mejor, eres mía.

—De nuevo, ¿está diciendo lo que creo que está diciendo, señorita Manobal?

—No sé, señorita Jennie Kim. ¿Qué es lo que cree que estoy diciendo?

Se sentía bien oírlo decir mi nombre. Después de ser llamada Holli por tanto tiempo, era agradable por fin ser reconocida como yo misma.

—Me parece que dices que estás preparada para deshacerte de tu pequeño libro negro.

Echó su cabeza hacia atrás y rio fuertemente antes de agacharse y besarme con delicadeza. Perdí mis dedos en su nuca y ella llenó sus manos con mis caderas. Alejándose, me sonrió antes de besar la punta de mi nariz con dulzura.

—¿Qué libro negro? No tengo tal cosa —sonrió.

tal vez suba otro cap más tarde, sím.

la verdad quiero terminar esta primera parte de la historia para volverlos locos con la segunda jaskjdaksjdsak.

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