Epilogo

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Jennie.

Me quedé allí con la mirada clavada en la lápida perfectamente esculpida. No visité la tumba desde el día que pusimos el ataúd en la tierra. No me sentí lo suficiente fuerte y la culpa lo hacía peor. Culpa por la cariñosa mujer que alteró mi vida tan completamente en tantas formas.

Me gustaba pensar que mis padres también habrían perdonado a Lisa.

Era tan joven la noche que fueron asesinados; solo diecisiete. Y aunque irrumpió en nuestra casa, nunca previó que nadie fuera asesinado. Eunha era la asesina, y ahora también estaba muerta.

Arrodillándome, puse una rosa blanca en la tumba y pasé mis dedos por el áspero grabado.

—¿Jen? —susurró Yeonjun, llegando a mi lado. Me dirigió una pequeña sonrisa y entonces envolvió un brazo alrededor de mis hombros.

Limpié la solitaria lágrima que se deslizó por mi mejilla.

—Hola, cariño.

—¿Estás bien?

—Sí. Solamente triste.

No le conté a Yeonjun el papel de Lisa en el asesinato de nuestros padres. No sabía si entendería por qué la perdoné con tanta facilidad. Todo lo que sabía era que la persona responsable por la muerte de nuestros padres por fin fue encontrada y ese era nuestro cierre.

—Creo que está bien sentirse triste, mientras también sepas que está bien ser feliz.

Le sonreí.

—¿Cuándo te hiciste tan inteligente, chico?

—Tuve algo de ayuda de mi hermana mayor.

—Oye, ¿qué hay de mí?

Yeonjun fingió sentirse molesto mientras una mano alborotaba su cabello, antes de jalarlo a una juguetona llave de cuello.

—Lisa —gruñó—. Desordenaste mi cabello.

La profunda risa de Lisa fue como una suave caricia mientras me abrazaba. Pasando mi brazo bajo el suyo, la envolví alrededor de su cintura y la jalé más cerca. Me dio un suave apretón y avanzamos para darle un poco de privacidad a Yeonjun con nuestros padres.

Observé mientras ponía una rosa blanca junto a la mía y luego susurraba algo, antes de levantarse y poner las manos en los bolsillos. No había lágrimas cuando alzó la mirada hacia mí, pero sus ojos brillaban.

—Voy a ir a esperar con el señor Martin —dijo Yeonjun y entonces corrió hacia el auto.

—¿Estás bien? —preguntó Lisa contra mi cabello, plantando un suave beso en las hebras.

—Siempre es duro visitarlos, pero necesitaba hacer esto por Yeonjun.

—Ambos lo necesitaban.

—Gracias por venir —dije, mirándolo.

—Te debo esto, Jennie. —Se quedó en silencio por un segundo—. He estado aquí antes.

Retrocedí.

—¿Sí? ¿Cuándo?

—Como un año después que sucedió. Necesitaba disculparme por quitárselos a ti y a Yeonjun. Los visité una vez a la semana, hasta que Eunha se enteró y enloqueció.

No quería hablar de Eunha, o algo que tuviera que ver con ella, así que no respondí. Estábamos juntas. Estábamos vivas. Eso era todo lo que importaba.

Lisa se alejó y dio un paso adelante, arrodillándose para poder poner su rosa junto a la de Yeonjun y la mía.

—Lo lamento mucho, señor y señora Kim. Planeo cuidar de Jennie y Yeonjun por el resto de mi vida.

Su declaración trajo lágrimas a mis ojos. Tomé su mano mientras se levantaba y la sostuve hacia mí. Envolviéndome entre sus brazos, apoyé mi cabeza contra su pecho, sintiéndome confortada por el sonido de su latido.

Moví los dedos a lo largo de los botones de su camisa, hasta que encontré piel desnuda, y luego la cicatriz de su herida de bala. Apreté mis ojos y traté de olvidar lo que se sentía casi perderla, enfocarme que todavía se encontraba aquí conmigo.

—Vamos a llegar tarde —susurró.

Asentí, dejándole tirar de mí hacia el señor Martin y Yeonjun.

— Seulgi Kang—llamó el decano en el micrófono.

Mientras más se acercaba al apellido Kim, más nerviosa me ponía.

Alzando la mirada a los puestos, le sonreí a Lisa, Yeonjun y Nayeon; haciendo rápidamente nuestro saludo secreto. Lo hice. Fui a la escuela y finalicé los primeros dos años en el instituto técnico. Después de eso, iba a cambiarme a la Universidad de Cornell para mi maestría.

—Jennie Kim.

Avancé hacia el escenario. Cuando tomé mi diploma y sacudí la mano del decano, pude escuchar el vítor de Lisa sobre el aplauso.

Después de la ceremonia, la multitud fue despejándose e hicimos nuestro camino al auto.

—Me siento tan orgulloso de ti, Jen. —Yeonjun echó su brazo alrededor de mi hombro.

Era más alto que yo ahora, lo había sido por el último año. Se tornó un chico tan bueno, y lo hacía bien en la escuela. Sin mencionar su arte, el cual ya era vendido en algunas galerías selectas de la ciudad de Nueva York.

Yeonjun era increíble; fuerte para una edad tan joven, y no podía evitar sentir orgullo de jugar una gran parte en criarlo.

—Sí. Tenemos que celebrar —dijo Lisa.

—No sé. Solo quiero ir a casa, hacer un poco de palomitas y ver una película —respondí.

Todos caminamos al auto conversando, y cuando comencé a entrar, Lisa me apartó al costado.

Sostuve mi vestido negro y le sonreí. Sus ojos me devoraron y recuerdos de todas las veces que me amó volvieron corriendo.

—Te ves hermosa —dijo, pasando un solitario dedo por mi brazo desnudo.

—Gracias.

—Estoy tan orgullosa de ti, Jennie —sonrió.

—Bueno, gracias, señora. Me hace feliz complacerte —dije, mientras coqueteaba juguetonamente.

—¿Ah sí? —devolvió el coqueteo.

—Sí.

—Entonces ¿harías cualquier cosa para hacerme feliz entonces?

Amaba lo juguetona que era. Nunca me aburría con Lisa. Me mantenía alerta y hacía de cada día una aventura.

—Absolutamente.

—Entonces, en ese caso, tengo una propuesta para ti. —Su sonrisa era tan grande.

No pude contenerme, solté una risita.

—Oh, ¿en serio? ¿Qué tipo de propuesta?

Se movió, su olor único inundando todo a mi alrededor.

Acercándome más, ahuecó mi rostro con las manos y me miró fijo a los ojos.

—Mi nombre es Lalisa Manobal, y me gustaría pasar el resto de mi vida contigo...

El jodido fin...

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